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El coronavirus deja a México sin cervezas


2020-05-07

Carlos Salinas | El País

México.- Hace tres semanas Mike García tomó la que considera una decisión acertada: abastecerse de cervezas a través de una aplicación que envía comida a domicilio. Este ingeniero de 30 años del municipio de San Pedro Garza García, cercano a la industrial ciudad de Monterrey (norte de México), vio sorprendido cómo los vecinos hacían largas filas en las tiendas de conveniencia, supermercados y gasolineras para comprar de forma desesperada cervezas. Esto después de que el Gobierno de México decretara medidas de contingencia para evitar la propagación de la covid-19, entre ellas el cierre de las fábricas cerveceras. “Compras de pánico”, dice García, que catalogó lo que veía como “una situación extrema”. A un mes de decretada la medida —que no afecta a otros productos similares, como el tequila— se puede decir que el coronavirus ha dejado a México sin cervezas.

En Monterrey, explica Ramírez, no es fácil hallar la bebida, un elixir para los mexicanos, quienes están entre los mayores consumidores del mundo con 68 litros per cápita al año. Ramírez es un privilegiado porque todavía cuenta con reservas, pero el país asiste indignado a una escasez que jamás imaginó. Las redes sociales bullen con la etiqueta #SeAcabaronLasChelas. A Ramírez también le pesa la escasez por otra situación más dramática: tiene amigos cuyo trabajo era comprar y venderlas y con el cierre de las fábricas han perdido sus empleos. “La cerveza no es algo que se necesite para subsistir, pero hay muchas familias que viven de esto”, dice.

El Gobierno estableció a finales de marzo un plan de contingencia para evitar la propagación de la pandemia, que ya ha contagiado a más de 27,000 personas y ha dejado 2.704 muertos. Ese plan insta a la gente a quedarse en casa y a suspender todas las actividades que no se consideren esenciales, a pesar de que el 42% de sus 126 millones de habitantes vive en la pobreza y decenas de millones dependen de la economía informal. El decreto excluía de las actividades esenciales la producción de cerveza, lo que sorprendió y alarmó a los productores, que vieron que en otras naciones no se tomó una medida similar. México es el primer exportador de cervezas del mundo: el año pasado vendió 40,1 millones de hectolitros (un hectolitro equivale a cien litros), según los cálculos de la industria. En 2018 generó ingresos por 4.288 millones de dólares. Sus principales mercados son Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Guatemala y Canadá.

Las empresas cerveceras acataron la orden y pararon la producción de una industria que genera 55,000 empleos directos y 650,000 indirectos, en una larga cadena de valor que además de los productores y los obreros de las plantas incluye a los agricultores de cebada y lúpulos, la distribución y los puntos de venta. Aunque el Gobierno no ha aclarado por qué no se ha permitido la reapertura de una industria tan importante, los fabricantes mantienen contacto con las autoridades para que se les permita reiniciar la producción, afirmando que cuentan con todas las medidas higiénicas y de protección para evitar la propagación de la covid-19. Mientras la cerveza escasea, en cualquier tienda mexicana se pueden comprar cigarrillos, una gran variedad de vinos y licores y refrescos, a pesar de que cada año mueren 40,000 personas por enfermedades asociadas al consumo de bebidas azucaradas, según el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).

“Acatamos a pesar de ser una industria muy segura”, explica Karla Siqueiros, directora general de Cerveceros de México. “Otros países que, como nosotros, están pasando por una emergencia similar, no pararon la producción. Estamos parados desde el 5 de abril. Y estamos en espera. Somos una parte esencial de la agroindustria, porque representamos el 25% de las exportaciones del sector”.

Siqueiros dice que, para no afectar a los productores de cebada —ingrediente esencial de la cerveza—, las cervecerías ya compraron la producción otoño-invierno, pero ese sector también ha estado en la incertidumbre, porque dependen de la fabricación. En México son 5,000 familias agricultoras beneficiadas directamente por la compra que hacen los cerveceros. “Entramos en comunicación con diversas autoridades y no tenemos respuesta. Estamos viendo que el impacto se ve reflejado en el ingreso de las personas de la cadena de valores. Para las tienditas, la venta representa hasta 40% de sus ingresos totales. Por eso lo importante es cuidar esa cadena de valor. Esperamos ser considerados como una industria esencial”, añade Siqueiros.

En México hay 1,2 millones de tiendas de abarrotes, negocios familiares que son el contacto directo con los consumidores en los barrios y zonas rurales. De ellas dependen al menos cinco millones de mexicanos, según los cálculos de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes, un organismo que agrupa a 85,000 negocios de este tipo. Su presidente, Cuauhtémoc Rivera, explica que muchos de sus socios están desesperados, porque la venta de cervezas se traduce en la parte más fuerte de sus ingresos. “Estamos en crisis”, dice Rivera. “Ese decreto [del Gobierno] nunca ha aclarado a ciencia cierta qué es esencial y que no. La gente demanda el producto, por lo que le pedimos a las autoridades que debemos garantizar el abastecimiento: abastecemos el 50% de la demanda nacional. Esto lo único que aumenta es la especulación, porque antes una lata de cerveza costaba entre 10 y 12 pesos [unos 50 centavos de dólar], pero ahora que no hay la pueden llegar a vender hasta en 35 pesos en promedio [1.40 dólares]”, explica Rivera.

Para este comerciante —que rememora los tiempos de Al Capone cuando el alcohol estaba prohibido en Estados Unidos—, las medidas del Gobierno están “condenadas al fracaso”. Afirma que no se explica cuál fue el criterio tomado por las autoridades. “Si fue un criterio moralista, las consecuencias son muy graves. El aislamiento es muy duro. La cerveza es una bebida de moderación y más cuando las consumes en solitario. Ayuda a la gente a llevar la cuarentena”. Una opinión que comparte Mike Ramírez, el joven ingeniero del norte de México, a quien todavía le quedan “chelas” tras abastecerse antes de la escasez. “Me gusta la cerveza y al estar encerrado [beberlas] es una forma de distracción”, afirma.



Jamileth


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