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Atrapados en casa, los hombres de Japón aprenden a hacer tareas domésticas


2020-05-18

Por Motoko Rich, The New York Times

El coronavirus ha acentuado más que nunca la desigual repartición del trabajo doméstico en las parejas japonesas.

Susumu Kataoka solo buscaba una distracción de los largos días que estaba pasando encerrado en su casa con su familia durante la epidemia del coronavirus. Agarró su dron, lo sacó a dar una vuelta alrededor de su casa en Tokio, tomó algunas fotos y las publicó en Facebook.

A su esposa, Aki, no le hizo mucha gracia. Si tenía tiempo para estar jugando así —revelando además públicamente el desastre que había en su hogar— ¿no debería tener tiempo para asumir algunas tareas domésticas y cuidar a los niños?

Kataoka, asesor de mercadotecnia digital, creía que ya estaba cumpliendo con su parte. Le dio a su esposa una lista de tareas que realizaba con regularidad: bañar a sus dos hijos en edad preescolar, supervisar que se cepillaran los dientes, lavar los platos.

Pobre, no sabía lo que le esperaba. En una meticulosa hoja de cálculo, su esposa, estudiante de enfermería, enumeró sus 210 tareas y las comparó con las 21 de él.

“Quería de verdad que entendiera cuánto trabajo hacía yo”, dijo.

Para las parejas con empleos, las medidas de Japón para combatir la propagación del virus —entre otras, fomentar el teletrabajo y pedirle a los ciudadanos que permanezcan en sus casas— han resaltado las disparidades en la división del trabajo doméstico. Esas desigualdades prevalecen en las familias de todo el mundo, pero son especialmente pronunciadas en la sociedad japonesa.

Los hombres, que suelen ver a sus familias brevemente por la mañana y por la noche, han estado pasando los días de la semana en casa durante el estado de emergencia por el coronavirus declarado en Japón. Eso les ha permitido apreciar la cantidad de labores domésticas que deben realizarse. Las mujeres, quienes casi de forma invisible trabajan lavando la ropa, lidiando con las finanzas y cocinando, ahora están pidiendo a sus esposos que colaboren.

Los resultados pueden ser volátiles: a veces se detonan discusiones acerca de a quién le toca barrer o ayudar con las lecciones de matemáticas de los nuevos estudiantes confinados en casa. Las viviendas son reducidas, y se sienten aún más pequeñas con todos atrapados allí. Hay dudas de que esta dosis de vida doméstica, que podría terminar en algunas semanas, logre abrirle los ojos a los hombres lo suficiente como para revertir patrones consolidados.

Sin embargo, algunos hombres dicen sentirse ahora más cercanos a sus familias, y esperan que la por lo general inflexible cultura laboral de Japón cambie lo suficiente como para permitirles pasar más tiempo en casa, incluso luego de que termine la pandemia.

Susumu Kataoka está tratando de cambiar sus hábitos.

Cuando publicó la lista de tareas domésticas de su esposa en Twitter —diciendo que estuvieron en riesgo de un “coronadivorcio”, un término que se ha vuelto tendencia en Japón— el tuit fue compartido unas 21,000 veces.

“Tenemos una larga vida por delante”, dijo, durante una entrevista en Google Hangouts desde la cocina familiar, donde una copia impresa de la lista de quehaceres de su esposa estaba pegada a la puerta del refrigerador. “Si me hubiese negado a aceptarlo, entonces podríamos haber desarrollado mayor resentimiento entre nosotros”.

Japón no es, en absoluto, el único lugar donde las mujeres cargan con una responsabilidad desproporcionada de las labores del hogar. Además, con los colegios cerrados en muchos países, han salido a relucir por todo el mundo las tensiones adicionales del cuidado de los niños y las desigualdades en la ayuda parental con las tareas.

Sin embargo, los hombres en Japón realizan menos horas de quehaceres domésticos y cuidados de niños que en cualquiera de los países más ricos del planeta. En una encuesta realizada el año pasado por Macromill, una empresa de investigación de mercado, alrededor de la mitad de las parejas japonesas que trabajan informaron que los hombres realizaban el 20 por ciento o menos de las tareas del hogar.

El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, lleva tiempo impulsando un programa para mejorar la situación de las mujeres en los lugares de trabajo. Sin embargo, muchas de ellas son frenadas por tener una gran carga de responsabilidades en sus hogares.

“Si no podemos repartir equitativamente las labores del hogar, no vamos a poder crear un mundo en el que las mujeres estemos empoderadas”, afirmó Aki Kataoka.

Cerca de la mitad de las mujeres con trabajos en Japón están empleadas a medio tiempo o con contratos sin beneficios, según datos gubernamentales. En comparación, cerca de apenas una quinta parte de los hombres están en la misma situación. Eso ha reforzado la sensación en algunos hombres de que sus empleos tienen prioridad sobre los de sus esposas, condenando a las mujeres a cargar con el peso de las tareas domésticas.

“Japón fundamentalmente, y en comparación con otros países, le impone mucho más el trabajo doméstico a las mujeres”, dijo Yuiko Fujita, profesora de sociología en la Universidad de Meiji. “No creo que el estado de emergencia actual provoque que súbitamente nos convirtamos en una sociedad en la cual sea más fácil para las mujeres tener un empleo”.

Los hombres que están temporalmente en casa son poco proclives a compartir equitativamente las tareas del hogar y el cuidado de los niños, afirmó Lully Miura, una politóloga que dirige el Instituto de Investigación Yamaneko, en Tokio. “La mayoría de mis amigas en Facebook publican los sabrosos platos caseros” hechos por sus esposos, dijo Miura. “Pero ellas no representan a la mayoría de las personas”.

Los empleadores también son un obstáculo importante. El teletrabajo era raro en Japón antes de que el gobierno alentara firmemente a las compañías a permitir a los empleados trabajar desde casa para ayudar a amortiguar la transmisión del virus. Incluso durante la declaración de emergencia, muchas compañías, con arraigadas prácticas de oficina anticuadas, se han mostrado reacias a dejar que su personal teletrabaje.

Según una encuesta del gobierno, poco más de la mitad de los encuestados en Tokio dijeron que estaban trabajando en casa durante la declaración de emergencia. A lo largo del país, fue poco más de una cuarta parte. Ya que el primer ministro levantó el jueves la declaración de emergencia en 39 de las 47 prefecturas del país, algunos empleados pueden volver a la oficina.

A Hiromasi Tsuzaki, de 39 años, gerente de una firma de publicidad de reclutamiento en Tokio, no le permitieron trabajar desde casa. Su esposa, Yuriko, de 34 años, tiene un trabajo en la misma industria y ha estado teletrabajando mientras se queda en casa con su hijo de cinco años.

Tsuzaki dijo que deseaba que el gobierno, que solo tiene el poder de solicitar que las empresas fomenten el trabajo remoto, pudiera “dar una dirección más audaz para proponer un sistema de teletrabajo más completo” y poder compartir parte de la carga de los hogares.

Como Tsukazi no llega a casa sino hasta las 9:30, su esposa recurre a las comidas congeladas para la cena y a YouTube para el cuidado de su hijo cuando ella tiene que llevar a cabo reuniones en Zoom.

Pero incluso hasta los hombres que pudieron trabajar de forma remota durante el periodo de emergencia sienten presión extra para probar su productividad a los empleadores, que valoran las largas horas y las demostraciones de devoción al trabajo.

Cuando Yoshiaki Terajima, de 36 años, empezó a trabajar desde casa hace como un mes, se sumergió por completo en su trabajo en una importante compañía comercial.

Terajima se la pasaba haciendo reuniones por videollamadas en la mesa del comedor del apartamento de dos habitaciones que comparte con su esposa Erica, una asesora de educación mediática de 34 años, y sus tres hijos en Tokio. Terajima, quien estaba acostumbrado a no estar en casa durante la semana desde las 8 de la mañana hasta al menos las 8 de la noche, rara vez tenía tiempo para realizar tareas domésticas durante esos días.

Con los colegios y las guarderías cerradas, Erica Terajima estuvo agobiada intentando supervisar las lecciones para sus hijas, de 7 y 9 años, o intentando conseguirle algo —que no fueran Legos o videos— para mantener ocupado a su hijo de 5 años. “Estaba haciendo el 90 por ciento del cuidado de los niños”, afirmó. “No podía hacer nada de mi propio trabajo”.

Al notar que su madre estaba cansada y frustrada, sus hijas se ofrecieron a lavar la ropa. Terajima finalmente le suplicó a su esposo que ayudara, porque no podía hacerlo todo por sí sola. A partir de ese momento, Yoshiaki empezó a cocinar diariamente los almuerzos para la familia, limpiar los baños y asistir a sus hijas con las tareas del colegio.

Una vez que el estado de emergencia termine —actualmente está programado para finales de mayo— a él le gustaría seguir trabajando desde casa. “Ahora que he pasado tanto tiempo con ellos, siento que esto es lo normal”, dijo Yoshiaki Terajima. “Creo que podemos tomar esta situación como una buena oportunidad para cambiar drásticamente la cultural laboral”.

Eso podría ser complicado. Las largas y agotadoras horas laborales en Japón no solo son comunes, sino que también lo son los largos viajes fuera de la ciudad, que por lo general dejan solas a las mujeres en casa.

Desde octubre, el esposo de Nanae Minamiguchi, de 44 años, ha estado en su país natal, Chile, trabajando con su compañía comercial. Ahora está atrapado allí debido a las restricciones de viaje.

Minamiguchi trabaja cinco mañanas a la semana almacenando frutas y vegetales en un supermercado en Osaka. No tiene más opción que dejar solos en casa a sus hijos de 11 y 7 años.

Sus profesores les dejaron libros de ejercicios poco después de que se declarara la emergencia a principios de abril, pero no hay más instrucción en línea, por lo que los niños tienen poco en qué ocuparse mientras su madre está en el trabajo.

Minamiguchi extraña profundamente las visitas de sus padres, quienes normalmente la ayudan con el cuidado de los niños cuando su esposo está de viaje. Pero debido al riesgo de infección, los padres se están manteniendo al margen.

A Minamiguchi le preocupa contagiarse en el supermercado. Tiene miedo de lo que podría pasarle a sus hijos.

Sin embargo, dice que no está segura de que su esposo ayudaría mucho aun estando en casa.

“Quizás, en otra familia donde el esposo haga más, sería diferente”, afirmó.

Kataoka, también se preocupa algunas veces por cómo su familia se las arreglaría si ella se enfermara con el virus. Pensó que incluir todas sus tareas domésticas y de cuidado infantil en una hoja de cálculo será garantía que su esposo supiera qué hacer si la hospitalizaran.

Su esposo dice que ha aprendido a consultar la lista a empujones. En el pasado, después de la cena, “me sentaba y hacía mis cosas”, dijo. Ahora, “la lista dice que debería doblar toda la ropa. Entonces empecé a hacer eso en lugar de matar el tiempo”.

Sospecha que puede volver a las viejas rutinas cuando reanude sus horarios regulares de trabajo y desplazamiento. “Como estoy aquí, tengo más tiempo para las tareas domésticas”, dijo. “Pero una vez que tenga que volver a salir y tenga que quedarme tarde en el trabajo, quizás no pueda hacer todas estas cosas”.


 



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