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La ira por la brutalidad policial contra los afroamericanos sacude de nuevo Estados Unidos
Amanda Mars, El País La ira por la brutalidad policial contra los negros ha prendido de nuevo en EE UU. Las protestas tras la muerte del afroamericano George Floyd en un violento arresto policial en Minneapolis han desembocado en graves disturbios en la ciudad y se han extendido al resto del país. El caso ha derivado en un conflicto político de alto voltaje que conecta con el trauma fundacional de esta nación, la raza. El presidente, Donald Trump, ha arremetido contra las autoridades locales, demócratas, y ha amenazado con disparar a los manifestantes agresivos en un mensaje que Twitter ha considerado ensalzamiento de la violencia. La del jueves fue una noche aciaga, con heridos y decenas de comercios atacados. La comisaría de los cuatro agentes implicados en el suceso fue presa de las llamas. El gobernador de Minnesota, Tim Walz, declaró el estado de emergencia y activó a 500 reservistas de la Guardia Nacional. La cólera y el fuego recuerdan a los altercados de hace seis años en Ferguson (Misuri) por la muerte de Michael Brown, un chico negro de 18 años desarmado que falleció por el disparo de un policía blanco. Esta vez, la tormenta se desata en un país ya de por sí agitado por la pandemia del coronavirus. Como el de Brown, el de Eric Garner o el de Laquan McDonald, el nombre de George Floyd ha quedado ya grabado en ese inventario macabro de muertes de afroamericanos en intervenciones policiales, muchas de ellas registradas en vídeo, que dejan una perturbadora sensación (apoyada en estadísticas): que una persona blanca tiene muchas menos probabilidades de acabar igual. Floyd, de 46 años, murió el lunes por la noche en un violento arresto por parte de la policía, captado por las cámaras de vídeo de varios testigos. El que disparó las alertas, publicado en la red social Facebook, recoge la imagen de Floyd esposado y tumbado boca abajo con la rodilla del agente Derek Chauvin —detenido este viernes y acusado de homicidio— apretando su cuello contra el suelo. “Por favor, por favor, por favor, no puedo respirar, hombre”, implora el arrestado, mientras los policías le piden que se tranquilice. Uno de ellos también se dirige a los viandantes que les interpelan, angustiados por la situación: “Está hablando, así que respira”. “Me duele el estómago, el cuello, todo… No puedo respirar”, insiste Floyd, hasta que, poco a poco, sus palabras y sus movimientos se van apagando. Chauvin no retira la rodilla de su cuello hasta que llegan los servicios paramédicos y lo colocan en la camilla. Lo habían arrestado como sospechoso de haber entregado un billete de apariencia falsa en un comercio de la zona. En la ambulancia, camino del hospital, ya no tenía pulso ni respondía, según fuentes de los servicios de emergencias. La primera información oficial del departamento de Policía de la ciudad sostiene que el hombre se resistió “físicamente” a la detención y que había muerto por un “incidente médico”. Lo visto en las redes sociales dejaba en evidencia esa versión. Las manifestaciones convocadas por todo el país, inicialmente pacíficas, generaron altercados en varias ciudades, como Denver (Colorado), Columbus (Ohio) o Nueva York. Varias personas fueron heridas de bala en las protestas en Louisville (Kentucky), donde los manifestantes protestaban contra los agentes implicados en un suceso de marzo pasado, cuando la afroamericana Breonna Taylor, una técnica de emergencias de 26 años, murió por ocho balazos de tres policías que acudieron a su apartamento con una orden de entrada. En Minneapolis, un equipo de la CNN fue detenido y liberado poco después. Sobre medianoche del jueves, Trump lanzó su amenaza. “Estos matones están deshonrando la memoria de George Floyd y no permitiré que eso ocurra. Ya he hablado con el gobernador Tim Walz y le he dicho que el Ejército está con él. Si hay cualquier dificultad, nosotros asumiremos el control, pero cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos”, escribió en Twitter. La red social advirtió de que dicha declaración violaba sus normas contra el ensalzamiento de la violencia, pero rehusaba eliminarlo por interés público. Los usuarios de Twitter no pueden responder ni señalar con un “me gusta” dicho mensaje, pero la cuenta oficial de la Casa Blanca decidió reproducirlo, es decir, retuitearlo. Antes, había criticado “la total falta de liderazgo” en Minneapolis, cuyo alcalde, Jacob Frey, es demócrata, al igual que el gobernador Walz. Este apeló este viernes a la restauración del orden aun reconociendo las “generaciones de dolor” de los afroamericanos. “Sus voces no fueron oídas y ahora generaciones de dolor se están manifestando ante el mundo”, dijo. Frey replicó a Trump que “debilidad” es no asumir responsabilidades, y que la amenaza no implica liderazgo. El expresidente Barack Obama, que durante su mandato vivió algunos de los casos más crudos de violencia policial, señaló en un comunicado que, para millones de estadounidenses, “ser tratado de forma diferente por su raza es dolorosa, trágica y absurdamente normal”. “Esto no debería ser normal”, añadió el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, cuya llegada a la Casa Blanca generó la falsa esperanza de una América posracial. Como ocurrió hace unas semanas con la muerte a tiros del negro Ahmaud Arbery en Brunswick (Georgia), son los vídeos los que han abierto el paso a unos hechos muy distintos de los descritos por la policía y han hecho posible una investigación. Tanto Chauvin como los otros tres policías implicados en el arresto de Minneapolis —Thomas Lane, Tou Thao y J. Alexander Kueng— han sido despedidos. El relato dio otro giro este viernes, cuando la vicepresidenta del consejo municipal de Minneapolis, Andrea Jenkins, señaló a la CNN que el agente Chauvin y el fallecido se conocían, porque habían “trabajado juntos durante mucho tiempo” como guardias de seguridad en un restaurante llamado El Nuevo Rodeo. El policía fue finalmente detenido y acusado, cuatro días después de la muerte de Floyd. regina |
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