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¿Vacuna para todos?


2020-06-01

Editorial, El País

El SARS-CoV-2 ha resultado ser mucho peor de lo que se pensaba. Su alta capacidad de contagio y el hecho de que se transmita en fase asintomática hacen muy difícil poder controlar la pandemia sin una vacuna. En su obtención están puestas ahora todas las esperanzas. La OMS tiene registradas 131 vacunas experimentales, de las cuales 10 se están probando ya en humanos. Aunque varias de ellas han ofrecido resultados prometedores, todavía deben superar la tercera fase de ensayo clínico, que incluye pruebas de eficacia y seguridad en miles de personas.

Las incógnitas son todavía muchas y hay que contemplar la posibilidad de que la mejor vacuna no ofrezca una cobertura total o que la respuesta inmune sea temporal, lo cual complicaría la lucha contra la pandemia. El seguimiento de algunos de los primeros pacientes de la covid-19 curados revela una disminución de los anticuerpos neutralizadores con el paso del tiempo, es decir, un cierto declive de la inmunidad. De confirmarse en estudios posteriores significaría que la inmunidad que genera el virus podría ser pasajera, lo que da todavía mayor importancia a la obtención de una vacuna.

En todo caso, si los esfuerzos culminan con éxito, en cuanto esté disponible la vacuna se planteará el problema de cómo producirla en cantidad suficiente para inmunizar a 7,600 millones de personas y cómo garantizar una distribución rápida y equitativa. Esta es una cuestión crucial, no solo para poder superar la pandemia y reactivar la economía sino para evitar que se agraven las enormes brechas que ya existen entre países ricos y pobres.

La dimensión global de la crisis exige una respuesta de gobernanza también global. La comunidad científica está compartiendo conocimientos, pero ya se observan inquietantes movimientos para hacerse con el control de la vacuna, entre otros el de condicionar las inversiones a tener prioridad en el suministro. Es un enfoque erróneo. Para obtener el máximo beneficio de la vacuna es preciso garantizar capacidad de producción descentralizada y una distribución que alcance a todos. La dinámica del mercado no asegura que eso vaya a ser así, de manera que es preciso un acuerdo internacional, auspiciado por la OMS, sobre estas cuestiones, que incluya si debe someterse o no a las reglas de una patente convencional.

Es necesario evitar que los países con mayores recursos entren en una subasta al alza para hacerse con las vacunas disponibles. Tampoco puede repetirse el caos que ha dominado en algunos momentos el suministro de respiradores y material de protección sanitaria. Por otra parte, no sería aceptable, ni inteligente, dada la naturaleza global de la amenaza, que los países con menos recursos quedaran al margen de los beneficios de la vacuna por no poder asumir su coste. Eso plantea la necesidad de habilitar instrumentos de financiación que pueden incluir desde la creación de un fondo global hasta la fijación de un precio máximo. El reto que representa esta vacuna es una buena ocasión para ensayar un nuevo sistema de regulación que garantice el acceso a los beneficios de los avances médicos, una equidad primaria que condiciona todas las demás.



JMRS


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