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Los llamados a la justicia racial se extienden


2020-06-15

Por Amy Harmon, Apoorva Mandavilli, Sapna Maheshwari y Jodi Kantor | The New York Times

Lo que comenzó como un impulso renovado para pedir una reforma policial ahora ha alcanzado casi todos los aspectos de la vida estadounidense.

Las reacciones han sido veloces y de gran alcance.

El 8 de junio, el diccionario Merriam-Webster dijo que iba a corregir su entrada sobre racismo para que ilustrara las maneras en que “puede ser sistémico”.

El 9 de junio, la Universidad de Washington despidió a la entrenadora de su equipo de baile después de que las únicas dos integrantes de raza negra del grupo fueron eliminadas. Invitaron a las dos mujeres de vuelta.

El 10 de junio, después de que un piloto de carreras negro le pidió a NASCAR que prohibiera que se ondeara la bandera de los Estados Confederados en sus eventos, la organización concedió su petición de inmediato.

El 11 de junio, Nike se unió a la serie de empresas estadounidenses que han convertido el Juneteenth, también conocido como Día de Libertad, que conmemora la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, en un día festivo oficial y remunerado, “para conmemorar y celebrar de mejor manera la historia y la cultura negras”.

Y el 12 de junio, ABC Entertainment nombró a un hombre negro como estrella de su franquicia The Bachelor por primera vez en los 18 años de historia del programa, con lo que accedió a las peticiones de larga data de los fanáticos.

En menos de tres semanas, el asesinato de George Floyd detonó manifestaciones generalizadas, lo que empezó como una demanda renovada a favor de una reforma del sistema policial ahora ha conmocionado a casi todas las esferas de la vida estadounidense, pues ha incitado a instituciones e individuos de todo el país a confrontar formas perdurables de discriminación racial.

Muchos hombres estadounidenses negros han recibido raudales de testimonios y preguntas de sus amigos blancos sobre cómo combatir el racismo. Y los activistas antirracismo han observado con algo de asombro cómo poderosos líderes blancos y empresas reconocen conceptos como el “racismo estructural” y prometen hacer cambios radicales en su conducta personal e institucional.

Sin embargo, los que han estado en las trincheras durante décadas combatiendo el racismo en Estados Unidos se preguntan cuán duradero será este examen de conciencia.

El torrente de declaraciones corporativas que denuncian el racismo “se siente como una serie de mea culpas escritos por los encargados de relaciones públicas y revisados por los altos directivos negros” dentro de cada organización, dijo la escritora y cineasta Dream Hampton. “Muéstrenos una fotografía de todas sus cabezas de área, de los miembros de su consejo administrativo. Entonces, podremos tener una conversación sobre la diversidad, igualdad e inclusión”.

“Dejen de mandarme vibras positivas”, suplicó el escritor Chad Sanders en una columna de Opinión publicada recientemente por The New York Times, en la que mejor dirigió a sus amigos blancos a ayudar a proteger a los manifestantes de color, a donar a campañas de políticos negros y fondos que combaten la injusticia racial, e instó a otros a hacer lo mismo.

Hasta ahora, las manifestaciones han generado algunos cambios tangibles en el mismo sistema de la policía. El viernes 12 de junio, Nueva York prohibió el uso de técnicas de estrangulamiento por parte de las fuerzas de seguridad y revocó una ley que permitía que los expedientes disciplinarios de la policía se mantuvieran en secreto.

No obstante, su poder también es cultural. Una oleada de libros sobre racismo ha reordenado las listas de éxitos de ventas, en las que títulos como How to Be an Antiracist y White Fragility ocupan los primeros lugares. Además, el léxico sobre la dinámica racial en Estados Unidos que alguna vez solo se escuchó en el ámbito académico y en el del activismo ahora parece ser parte de la cultura dominante.

En un video publicado el 5 de junio, Roger Goodell, el comisionado de la NFL, se disculpó por el fracaso de la liga para apoyar a los jugadores que habían protestado en contra de la violencia policiaca en el pasado y condenó la “opresión sistemática” contra los negros, un término utilizado para dar a entender que el racismo está arraigado en las políticas de las instituciones públicas y privadas. Cuando el Comité Escolar de Denver votó para rescindir su contrato con el Departamento de Policía de la ciudad para provisión de oficiales de recursos escolares, citó un deseo de evitar la “perpetuación del ciclo de la escuela a la cárcel”, una referencia a la manera en que las políticas escolares pueden sentar las bases para el encarcelamiento de jóvenes negros.

“Uno de los aspectos emocionantes acerca de este momento es que la gente negra le está expresando al mundo que esto no solo se trata de que el Estado nos esté matando literalmente; también se trata de una muerte psíquica”, dijo Jeremy O. Harris, un dramaturgo cuya obra Slave Play trata sobre la incapacidad de los liberales blancos para admitir su complicidad en las inequidades raciales que se ven actualmente en Estados Unidos.

Agregó: “Es emocionante porque, por primera vez, en un sentido macro, la gente está diciendo nombres, se está levantando y está mostrando evidencia”.

Al percibir una oportunidad inusual, y quizá efímera, de ser escuchados, muchos estadounidenses negros están compartiendo historias dolorosas en redes sociales sobre el racismo y el maltrato en el lugar de trabajo, relatos que algunos dijeron que antes tenían demasiado miedo de revelar. Están usando etiquetas como #BlackInTheIvory o #WeSeeYouWAT, para referirse al sesgo racial en el ámbito académico y “White American Theater” (teatro estadounidense blanco), para denunciar el racismo en la industria del teatro.

Esta sensación de una presa que se rompe ha suscitado analogías con el otoño y el invierno de 2017, cuando las acusaciones de abuso sexual en contra de Harvey Weinstein dieron pie a un diluvio de testimonios perturbadores de mujeres y despertó conversaciones francas en las que amigos, colegas y vecinos hacían confesiones del tipo: “Yo también he sufrido algo así” o “Ahora me doy cuenta de que le he hecho daño a alguien y quiero remediarlo”.

Aunque el racismo dista de ser un secreto, “el gran despertar radica en que se dé cuenta la gente que no lo enfrenta en su día a día”, explicó Drew Dixon, productora musical, activista y protagonista del documental On the Record, sobre su decisión de presentar ante la policía acusaciones de violación en contra del productor musical Russell Simmons, las cuales él ha negado. “Muchas personas no tenían idea de lo que las mujeres toleran todos los días, y creo que muchas personas que no son de raza negra no tenían idea de lo que toleran las personas negras todos los días”.

Un cambio en proceso

Si bien esta efusión parece repentina, hay indicios de que las percepciones sobre la raza ya estaban cambiando desde antes.

Las encuestas de opinión a lo largo de la última década en Estados Unidos han mostrado un giro autodiagnosticado por parte de los integrantes del Partido Demócrata hacia una perspectiva más solidaria respecto de las personas negras, pues le atribuían las disparidades a asuntos como el ingreso, la educación o la discriminación más que al fracaso personal. Para 2018, los liberales blancos decían que tenían opiniones más positivas sobre las personas negras, latinas y asiáticas que sobre las blancas.

No está claro cuál fue la razón de este cambio —y esas actitudes aún no se han traducido en escuelas o vecindarios no segregados—, pero podría ayudar a explicar el aluvión de respuestas al asesinato de Floyd.

La reacción tan efusiva también se debe a la espantosa índole de la muerte de Floyd —un policía blanco se arrodilló en su cuello durante casi nueve minutos— captada en un crudo video en un momento de creciente frustración nacional respecto al manejo del gobierno a la pandemia del coronavirus y al confinamiento.

Las manifestaciones que aún inundan las calles de ciudades de todo Estados Unidos “no tienen precedentes en términos de los elevados niveles de participación blanca en un movimiento en contra de la opresión y los agravios hacia las personas negras”, afirmó Aldon Morris, académico especializado en el movimiento por los derechos civiles.

Los estadounidenses más jóvenes también son mucho más diversos que las generaciones previas. Suelen tener opiniones diferentes en cuanto a la raza. Y su huella en la sociedad solo se hará más profunda.

En años recientes, las marcas que intentan atraer a los consumidores más jóvenes han proclamado cada vez más su creencia en la igualdad y la justicia. Hace dos años, Nike puso al centro de una importante campaña publicitaria a Colin Kaepernick, el exmariscal de campo de los 49 de San Francisco, quien se arrodillaba durante el himno nacional para protestar contra el racismo. El eslogan de MAC, la empresa de cosméticos, es “Todas las edades, todas las razas, todos los géneros”.

Tras las manifestaciones por la muerte de Floyd, todos, desde directores ejecutivos de Wall Street y el gigante de la ropa deportiva Adidas hasta la marca de golosinas frutales Gushers y una empresa que vende pistolas paralizantes, emitieron declaraciones en apoyo de la diversidad y llenaron sus cuentas de Instagram de mensajes vagos.

Esto suscitó reclamos de hipocresía de personas que decían que las empresas no practicaban los valores que predicaban.

En varias compañías, lo que los empleados vieron como una respuesta inadecuada a la muerte de Floyd pareció servir de catalizador para una disputa que se había gestado desde hace tiempo con respecto a la equidad racial. En Adidas, decenas de empleados dejaron de trabajar para asistir a las manifestaciones diarias afuera de las oficinas centrales de América del Norte de la empresa en Portland, Oregón.

El revuelo ha sido particularmente tenso en Estée Lauder, el gigante de la industria de belleza, sobre los donativos políticos de Ronald Lauder, miembro de 76 años del consejo de administración e hijo de los fundadores de la empresa, que también ha manifestado un apoyo ferviente al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El 29 de mayo, los empleados de Estée Lauder, así como gran parte del resto del mundo empresarial estadounidense, empezaron a recibir correos electrónicos de la alta gerencia de la compañía que hablaban sobre la discriminación racial.

Una misiva señalaba que había un “dolor considerable” en las comunidades negras. Según las copias de las comunicaciones internas que obtuvo The New York Times, la empresa, cuya extensa cartera incluye a Clinique, MAC, Bobbi Brown, La Mer y Aveda, invitaba a sus empleados a suspender sus labores el 2 de junio en honor al “Blackout Tuesday” (martes de apagón, una acción colectiva para protestar contra el racismo y la brutalidad policial).

En una reunión por video el 4 de junio de un grupo interno llamado NOBLE (Red de Líderes y Ejecutivos Negros, por su sigla en inglés), los líderes de la compañía dijeron que Estée Lauder donaría un millón de dólares para apoyar organizaciones de justicia racial y social. Pero los empleados señalaron que las donaciones políticas de Ronald Lauder a Trump estaban en conflicto con la postura de la compañía sobre la raza. El presidente ha tuiteado teorías de conspiración sobre manifestantes heridos, describió a los manifestantes como “MALEANTES”, y elogió a la mayoría de los agentes de la ley como “grandes personas”.

Los empleados salieron insatisfechos. Más tarde esa noche, apareció una petición en Change.org.

La donación de la compañía “no coincidió ni superó las donaciones personales de Ronald Lauder en apoyo de la violencia sancionada por el Estado”, escribieron los organizadores de la petición, que ha acumulado más de 6000 firmas. “La participación de Ronald Lauder con la compañía Estée Lauder es perjudicial para nuestros valores corporativos, nuestra relación con la comunidad negra, nuestra relación con los empleados negros de la empresa y el legado de esta compañía”.

En su primer comentario público sobre la situación, Lauder dijo al Times, en un comunicado el viernes 12 de junio, que había pasado décadas “luchando contra el antisemitismo, el odio y la intolerancia en todas sus formas en Nueva York y en todo el mundo como presidente del Congreso Mundial Judío.

“Como país, debemos volver a comprometernos en la lucha contra el antisemitismo y el racismo”, dijo. “En este momento urgente de cambio, estoy ampliando mi campaña de antisemitismo para incluir causas de justicia racial, especialmente en la comunidad negra, como otras formas de peligrosas intolerancias étnicas y religiosas en todo el mundo”.

El 8 de junio, Estée Lauder dijo que donaría 5 millones de dólares en las próximas semanas para “apoyar la justicia racial y social, así como seguir apoyando un mayor acceso a la educación”, y que donaría 5 millones de dólares adicionales en el transcurso de los próximos dos años.

Otras empresas también han prometido donar dinero. Tan solo el 11 de junio, PayPal, Apple y YouTube, en conjunto, se comprometieron a destinar 730 millones de dólares a iniciativas de justicia e igualdad racial.

Empleos en juego

A medida que las empresas enfrentan a empleados inquietos, también ha aumentado la presión para eliminar a quienes han hecho declaraciones ofensivas. Otros han tenido que disculparse públicamente. Adam Rapoport renunció como editor jefe de la revista Bon Appétit el lunes 8 de junio, después de que una foto de 2004 que lo mostraba con un disfraz ofensivo reapareciera en las redes sociales.

Y Greg Glassman, fundador y director ejecutivo de CrossFit, renunció el martes 9 luego de comentarios sobre raza y racismo en una llamada de Zoom a los dueños de gimnasios.

“No estamos de luto por George Floyd, no creo que yo ni nadie de mi personal lo esté”, dijo Glassman en la llamada de Zoom, según una grabación proporcionada al Times.

“¿Me pueden decir por qué debería llorar por él?”, dijo. “Además de que es lo que los ‘blancos’ deben hacer. Entiendo esa presión, pero denme otra razón”.

NBCUniversal, una división de Comcast que incluye la cadena NBC y canales como Bravo, se ha encontrado con incendios en múltiples frentes a medida que los ajustes de cuentas han sacudido el país.

Para NBC, los problemas comenzaron la mañana después de la muerte de Floyd, cuando Jimmy Fallon se vio atacado en Twitter por actuar con la cara pintada de negro (blackface) en Saturday Night Live en 2000. Un video del sketch resurgió en línea. Fallon, quien ha sido estrella de la NBC por 22 años, primero en SNL y más recientemente al frente del programa Tonight, emitió una disculpa por escrito aquella tarde. Al día siguiente, se disculpó largamente ante la cámara.

El 2 de junio, un escritor fue despedido de la próxima serie de NBC, Law&Order: Organized Crime, después de publicar fotos suyas en Facebook con un arma y la amenaza de “encender” a los saqueadores.

Luego vino una explosión de la división de cable de NBCUniversal. La exitosa serie de telerrealidad Vanderpump Rules, un programa estelar de Bravo desde 2013, despidió a cuatro miembros del elenco por su comportamiento racista en el pasado. Algunos de los incidentes ya se conocían. Otros fueron revelados en Instagram tras la muerte de Floyd.

El 8 de junio, Brian Roberts, director ejecutivo de Comcast, dijo en un memorando a los empleados que la compañía daría 75 millones de dólares a organizaciones de justicia social, además de 25 millones de dólares en publicidad, en donde se incluirá Sky, su unidad de televisión de pago en Gran Bretaña.

“Sabemos que Comcast, individualmente, no puede remediar este problema complejo”, escribió Roberts. “Pero tienen mi compromiso de que nuestra empresa intentará desempeñar un papel integral para impulsar una reforma duradera”.

Un ‘punto de ebullición’

En la noche del sábado 6 de junio, dos mujeres que estudian la salud y la comunicación de la población negra charlaban —por milésima vez, parecía—, sobre el racismo que han enfrentado en sus carreras.

Los asesinatos de Breonna Taylor, George Floyd y demasiados otros las habían llevado a un “punto de ebullición”, recordó una de las mujeres, Joy Melody Woods, estudiante de posgrado en el Moody College of Communication. Sin embargo, la conversación nacional seguía enfocada principalmente en la brutalidad policial.

“Ese no es el único sistema que perpetúa la supremacía blanca”, explicó Woods. “Hay otros sistemas, y el ámbito académico es uno de ellos”.

Woods hizo un llamado para que los académicos negros empezaran a compartir sus experiencias con la etiqueta #BlackInTheIvory (#NegroEnElMarfil), que acababa de acuñar su amiga Shardé M. Davis, profesora adjunta en la Universidad de Connecticut.

“Hola, amigos. Quiero que mis alumnos negros, si se sienten cómodos, compartan su experiencia con instituciones de educación superior. #BlackInTheIvory. Yo ya he empezado a compartir. En Instagram. Gracias a @DrShardeDavis por la idea”, escribió Woods en un tuit.

Las mujeres se fueron a dormir esa noche, sin saber que habían iniciado un diluvio. La etiqueta se hizo tendencia el domingo por la noche y hasta la tarde del jueves 11 de junio había acumulado casi 90,000 tuits.

Las historias de exclusión, humillación y hostilidad eran demasiado familiares. Pero la diferencia era que, en su mayoría, se habían compartido a puerta cerrada. Antes, los colegas que no eran de raza negra podían ser comprensivos, pero casi siempre se mostraban displicentes o peor, a veces tildaban al colega negro de “difícil”.

“Un momento, un momento, otra historia #BlackInTheIvory más que no me importa contar. Que mis estudiantes digan que estoy presionando por ‘mi propia pequeña teoría’ o ‘mi propia agenda’ en evaluaciones porque enseño que los primeros homínidos evolucionaron por primera vez en África”, se lee en un tuit.

“Profesores, directores de escuelas de posgrado, presidentes de departamentos, postdoctorandos y estudiantes de posgrado blancos. Por favor, tomen unos minutos para leer historias de #BlackInTheIvory. Estamos contando nuestras historias. Los verdaderos aliados deberían estar dispuestos a escuchar”, se lee en otro.

“Lo que se siente distinto esta vez es que la gente blanca está escuchando”, dijo Davis.

Algo particularmente importante, a decir de ella y otros, es que los académicos blancos parecen estar hablando del racismo en sus instituciones sin la presencia de un colega negro que los incite u oriente.

“Debes estar dispuesto a entrar en el asunto y tener la conversación y no esperar que te llevemos de la mano durante todo el camino, y quizás eso sea algo que está comenzando a ganar impulso”, dijo Chanda Prescod-Weinstein, una física teórica y académica feminista de la Universidad de New Hampshire.

Hay una tendencia entre los académicos no negros a ver a sus colegas negros como exentos de la brutalidad policial y violentos crímenes de odio. Pero, dijo Prescod-Weinstein, “esa sensación de seguridad no es real, nuestros doctorados no son a prueba de balas”.

El peligro es particularmente agudo para los naturalistas negros, como demostró un incidente reciente con Christian Cooper, el observador de aves en Central Park que le pidió a una mujer blanca que le pusiera la correa a su perro, a lo que ella respondió llamando al 911.

“Nuestro trabajo significa ir al campo y ser visibles y movernos en espacios que no siempre nos dan la bienvenida”, dijo Earyn McGee, herpetóloga y observadora de aves de la Universidad de Arizona. “Entendimos cuál era el peligro”.

“Vaya, veo que la gente está usando #BlackInTheIvory. Tengo tantas, pero una que destaca fue un profesor que postuló que las personas le tienen miedo a las personas negras debido a un instinto biológico innato que todos compartimos y nos ha mantenido vivos como humanos”, se lee en otro de los tuits de la etiqueta.

El video viral de McGee lo llevo a él y a otros a organizar la etiqueta #BlackBirdersWeek. Jeffrey Ward, coorganizador y reconocido observador de aves, dijo que siempre mantiene sus binoculares visibles para tranquilizar a las personas que actúan con miedo cuando lo ven. Después de que dos agentes de policía lo siguieron y lo cuestionaron hace dos años en el parque Crotona, en el Bronx, se lo contó a algunos amigos blancos.

“Se me acercaron y me dijeron: ‘No entendimos que era tan grave. Nos disculpamos por no haberte escuchado antes’”, recordó.

“Y, mientras tanto —se lee en un tuit—, las instituciones académicas están así: ‘Nosotros, como una universidad que depende del trabajo penitenciario, nunca ha tenido un presidente negro, contrata pocos profesores negros y no tiene políticas para abordar el racismo sistémico dirigido a los estudiantes negros en el campus, nos gustaría afirmar que #LasVidasNegrasImportan’”.

Prescod-Weinstein fue una entre varios investigadores que convocaron a una huelga para protestar contra el racismo en la ciencia. Cerca de 6000 científicos, sociedades profesionales e instituciones se comprometieron a unirse.

Pero también señaló que las instituciones académicas son implacablemente jerárquicas y resistentes al cambio.

Como investigadora postdoctoral en el MIT, Prescod-Weinstein era la única física negra con doctorado en un departamento de alrededor de cien personas. Los estudiantes de color la buscaron en busca de consejos y mentoría, dijo —un trabajo no remunerado por el que nunca la reconocieron o compensaron—, y sentían la presión de tener que representar a toda su raza.

“Ese tipo de presión es extraordinaria”, dijo.

La desigualdad en las universidades se manifiesta en varios niveles. Los académicos negros son contratados de manera desproporcionada en puestos con menos posibilidades de crecimiento. Reciben menos becas y sus artículos se citan con menos frecuencia.

Cambiar estos sistemas requerirá “una increíble cantidad de energía en los puntos críticos”, dijo Kafui Dzirasa, psiquiatra de la Universidad de Duke.

Para cualquier sistema —por ejemplo, la solicitud de subvenciones a los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés)— ser más equitativo tendría un costo, ya sea para el sistema o para los aspirantes no negros. “Y no está claro si el sistema está preparado para asumir ese costo”, agregó Dzirasa.

Davis fue más franca.

“No hemos recibido más que discursos vacíos y promesas vanas, y la herida vuelve a hacerse costra”, dijo. “Caminamos por estas instituciones con curitas y costras sobre nuestras heridas. Ya es suficiente, ya basta”.



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