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Las remesas salen al rescate de las familias golpeadas por el coronavirus


2020-07-25

Lorena Arroyo, El País

Con el dinero que gana limpiando apartamentos y oficinas en Milwaukee (Wisconsin), Rafaela Flores, una migrante mexicana de 47 años, se ha encargado de hacer frente a los golpes del coronavirus a su familia separada por más de 3,300 kilómetros de distancia. Después de que ella se enfermara en mayo y tuviera que confinarse en casa con su esposo e hijo pequeño de 21 años durante más de 15 días, ahora está costeando el tratamiento de sus padres octogenarios y una de sus hermanas mayores en Veracruz, que también se contagiaron de la covid-19 y han visto cómo sus pocos ingresos disminuían por la pandemia.

Tanto en Estados Unidos como en México, la familia ha sentido el impacto de la enfermedad en su salud y su economía, pero en medio de la crisis, Rafaela Flores sabía que era más importante que nunca enviar dinero al rancho Laguna Verde, en el municipio veracruzano de Tres Valles, para que sus padres pudieran comer y comprar sus tratamientos y su hermana mayor, Irma, de 59 años, hiciera frente a la caída de clientes en su pequeño negocio, un molino a donde, por el temor a la enfermedad, cada vez llegan menos vecinos a moler maíz o a comprar masa para hacer tortillas. “No siento que mando mucho, como 2,000 pesos cada 15 días (unos 90 dólares). Pero como ahorita está el trabajo que está pegando (la crisis) aquí también, pues sí siento que es mucho, pero yo tenía un ahorrito aquí y pude ayudarles a ellos, dándole siempre gracias a Dios”, afirma a través del teléfono Flores, quien lleva 18 años en Estados Unidos.

En medio de la pandemia, el esfuerzo adicional de trabajadores como ella tiene un reflejo claro en el repunte de las estadísticas de remesas a México y los países del norte de Centroamérica. Con sus envíos de dinero desde Estados Unidos, los migrantes están ofreciendo un salvavidas a las economías familiares en sus lugares de origen, fuertemente golpeados por las cuarentenas y las pérdidas de empleo por el coronavirus.

En el caso de México, el dinero que mandan sus ciudadanos desde el extranjero alcanzó en marzo niveles históricos coincidiendo con el inicio de la pandemia, pese a las pérdidas de millones de empleos sufridas en Estados Unidos, el principal destino de los mexicanos. Los datos de marzo hicieron que el presidente Andrés Manuel López Obrador agradeciera públicamente a sus migrantes, a quienes se refirió como “héroes vivientes” en una de sus conferencias mañaneras. “Las remesas en el mes de marzo llegaron a 4,000 millones de dólares. Esto llevaba casi 20 años que no sucedía, hubo un incremento de febrero a marzo de 35%”, presumió el mandatario, en un momento en que las finanzas de su país comenzaban a mostrar el deterioro por el impacto de la crisis. Al contrario de lo sucedido con otros países, hasta el momento la cifra de remesas de los mexicanos en el exterior no ha registrado una caída respecto a los números anteriores a la pandemia. De hecho, en mayo, el último mes del que se tienen cifras hasta ahora, se vio un repunte del 18,10% respecto a abril para alcanzar casi 3,4 millones en envíos de efectivo, según datos del Banco de México.

Como los migrantes mexicanos, los centroamericanos en Estados Unidos también parecen empeñados en evitar que se cumpla el pronóstico del Banco Mundial que en abril preveía “la mayor caída de remesas de la historia reciente”, un descalabro que cifraba en un 20% menos para este año en todo el mundo por el desplome de salarios y la pérdida de empleos. En el caso de Guatemala, El Salvador y Honduras, pese a un descenso en los envíos de dinero a sus familias al inicio de la crisis del coronavirus, en mayo y junio consiguieron revertir la tendencia y aumentar la inyección de efectivo a sus países, donde las cuarentenas han sido especialmente estrictas y han aumentado la pobreza de la que muchos huyeron.

Según los datos del Banco Central de Guatemala, el ingreso por remesas en junio alcanzó los 963,3 millones de dólares, un 9,2% más respecto a junio del año anterior y la cuarta cifra más alta de la historia de ese país. En el caso de El Salvador, el mes pasado sus ciudadanos en el extranjero enviaron 508.2 millones de dólares, un 9,8% más que en junio del año anterior, mientras que en Honduras, las estadísticas del Banco Central reflejan un incremento interanual de las remesas del 15,2% hasta los 496,3 millones de dólares de este junio.

“Las remesas sirven para compensar una situación de desventaja de los familiares en los hogares receptores”, explica Jesús Cervantes, gerente de Estadísticas Económicas y coordinador del Foro de Remesas de América Latina y el Caribe del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA). Según las encuestas de su organización, en alrededor del 28% de las familias receptoras, el dinero que les llega del extranjero es la única fuente de ingresos, especialmente en los casos en los que el padre migró dejando en su país a esposa e hijos, mientras que en otro 30%, las remesas son importantes pero no la única fuente de ingresos. En ese sentido, el experto apunta a que, pese a que la economía de EE UU se ha visto fuertemente golpeada por la pandemia, la recesión en México y Centroamérica “va a ser mucho más profunda” y va a impactar más a los segmentos más desfavorecidos de donde, generalmente, provienen los migrantes.

“La necesidad de recibir remesas ha aumentado porque la economía nacional está mal. El asunto es cómo le hacen los migrantes para financiar ese mayor envío de remesas. Eso se puede calcular. En el caso de México, en 2019, mandaron el 13% de su ingreso en promedio. Eso significa que tienen margen para mandar más. En Centroamérica, mandan cerca del 30%. Están haciendo un mayor esfuerzo de envío. Incluso en el mes más terrible, que fue abril, hubo un número muy importante de migrantes que mantuvieron el empleo, así que tienen recursos para mandar remesas”, apunta Cervantes. Además, no descarta que, como en el caso de Rafaela Flores, muchos migrantes también estén recurriendo a algunos ahorros para seguir enviando dinero a sus familias, ya que la recesión por la pandemia se produce después de un periodo de 6 años y medio de crecimiento sostenido del ingreso de la población inmigrante mexicana en EU.

Para el coordinador del Foro de Remesas del CEMLA, un factor importante en estos países que han experimentado un repunte de remesas es que su principal fuente de ingresos es EU. En ese sentido, Cervantes apunta a que el escenario de México y Centroamérica es muy distinto al de Sudamérica, ya que el principal destino de sus migrantes son otros países de la región, cuyas economías han sido muy afectadas por la pandemia. Por ello, considera que aún es prematuro saber si los pronósticos del Banco Mundial se cumplirán en la región.

Detrás del aparente milagro económico del repunte de las remesas a México y Centroamérica está el esfuerzo de millones de migrantes que, en muchas ocasiones, han mantenido sus lugares de residencia en marcha desde empleos considerados esenciales en la agricultura, la limpieza o los supermercados y que los han expuesto más al contagio durante la pandemia. “Nuestra comunidad latina es más vulnerable y está sufriendo desproporcionadamente la crisis del coronavirus. Representamos el 6% de la población de Wisconsin y somos el 40% de los casos positivos de covid-19 y es porque los trabajadores latinos son desproporcionadamente trabajadores esenciales en empleos como empacadoras de carne o en la industria alimentaria y no tienen el mismo acceso al desempleo en el caso de las familias que tienen estatus mixto de migración y que no están recibiendo la ayuda económica”, apunta Christine Neumann-Ortiz, directora ejecutiva de Voces de la Frontera, una organización de trabajadores migrantes en Milwaukee a la que pertenece Rafaela Flores. El grupo consiguió recaudar un fondo de emergencia de más de 100,000 dólares para asistir a quienes perdieron su empleo y que, por su estatus migratorio, no eran elegibles para las ayudas federales o estatales.

Rafaela Flores, sin embargo, se siente afortunada porque en la empresa de limpieza en la que trabaja, Regency, le mantuvieron el salario mínimo las semanas en las que no pudo ir a trabajar por la enfermedad y porque, gracias al permiso de trabajo que tiene, pudo ir a un centro de salud a que la trataran, un derecho que sabe que no comparte con los migrantes sin papeles. Ahora que ya se recuperó, ha retomado sus actividades aunque dice que no se siente como antes de caer enferma. “Les digo a mis compañeros que no quedé como estaba antes y que a veces me falta un poquito la respiración y me duele la espalda, pero ya no sé si es por la misma enfermedad o por el trabajo”, comenta. “Ya tengo como dos meses que pasó eso, pero sigo pidiéndole a Dios porque me doy cuenta de que hay tanta gente que está pasando por lo mismo que yo pasé y me siento triste”.



JMRS


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