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Hillary Clinton en la convención demócrata: un retorno agridulce
Por Lisa Lerer y Glenn Thrush | The New York Times Hillary Clinton, cuya candidatura presidencial de 2016 mandó a Joe Biden a la banca, pasó gran parte de las primarias de 2020 diciéndole a sus amigos que su aliado y alguna vez rival era el único contendiente capaz de derrotar al presidente Donald Trump, según lo que dijeron personas cercanas a ambos. Pero ella también ha visto en Kamala Harris a una suerte de sucesora, una líder para próxima generación con la fuerza como para construir sobre el legado de Hillary Clinton. Así que Clinton, según todos los informes, se siente segura respecto a la fórmula Biden-Harris. Pero su regreso al centro del escenario de la Convención Nacional Demócrata la noche del miércoles, cuatro años después de convertirse en la primera mujer en ganar la nominación de uno de los partidos principales, es agridulce. Si las cosas hubieran sido distintas, Clinton se estaría preparando para su segundo discurso de aceptación. En cambio, ha pasado los últimos días dándole los toques finales a un discurso que aboga por Biden y Harris. Es una situación conocida para la exsecretaria de Estado estadounidense. Durante décadas habló en nombre de su esposo, Bill, en ese entonces para ayudar a la elección de Barack Obama. Durante sus muchos años en el corazón del Partido Demócrata, hizo campaña para cientos de candidatos a nivel federal, estatal y local. Sin embargo, este momento es particularmente emotivo para Clinton y decenas de millones de personas que la llevaron a obtener una mayoría del voto popular con casi tres millones de votos en 2016, pero una derrota en el Colegio Electoral. Es al mismo tiempo un recordatorio del trabajo que según algunos aliados le fue arrebatado injustamente y de la ola de activismo feminista inspirado por su fracaso. La exsecretaria de Estado planea referirse a ese sentimiento al relatar cómo en los días después de su derrota enfrentó repetidamente a demócratas desesperados que le presentaban una serie de escenarios de “pudiera, hubiera, debiste”, dijo una persona que conoce su discurso. Clinton, quien hablará con el fondo del conocido salón de su casa de Chappaqua, ve su regreso a los reflectores como una oportunidad para aprovechar el poderoso movimiento feminista que surgió de su derrota y para sacar a Trump del poder. La última vez que Clinton se dirigió a la audiencia de una convención demócrata fue el 26 de julio de 2016 en la arena de hockey de Philadelphia. Aceptó la nominación en un traje sastre blanco, un guiño al uniforme no oficial del movimiento por el sufragio femenino. Fue un momento destacable de su campaña, dicen antiguos colaboradores, una reivindicación de décadas de trabajo agotador, ataques brutales y controversia. “Recuerdo haber visto el pase de lista y estar conteniendo el aliento al pensar que habría algo que le robaría ese momento y después sentirme aliviada de que no sucediera”, recordó Amanda Litman, estratega política que trabajó en la campaña de Clinton. “Fue lo más jubiloso que se llegó a sentir”. Y agregó: “También es prueba positiva de que una buena convención es irrelevante en el resultado de la elección”. Pero incluso entonces había avisos de peligro. El discurso de Clinton fue precedido por un momento complicado cuando los partidarios de Bernie Sanders empezaron a abuchearla al acercarse al pódium solo para ser acallados rápidamente por los gritos de “¡Hillary!”. Las cicatrices de 2016 no han sanado por completo, especialmente cuando se trata de la investigación del FBI a sus cuentas de correo electrónico, que James Comey, el entonces director del FBI, reabrió públicamente apenas once días antes de la elección. El martes, Clinton publicó un video breve de sí misma parpadeando con desdén en respuesta a un tuit de Comey que decía: “La #Enmienda19 es un aniversario importante pero el voto no es suficiente. Necesitamos más mujeres en el gobierno. Vicepresidenta y gobernadora de Virginia son buenos pasos siguientes”. La participación de Clinton en su regreso a la convención será celebrada por sus muchos millones de seguidores. Pero también habrá detractores, lo más probable es que sean liderados por Trump, quien ha tratado —sin mucho éxito— de encontrar otro enemigo que inspire tanta hostilidad entre los conservadores como la exprimera dama. Hillary Clinton sigue siendo una figura divisoria entre las facciones de su partido, unas de las cuales la culpan del fracaso de los demócratas mientras que otras la consideran víctima de un sistema político misógino. Ella intenta que no la definan en función de sus enemigos, ya sea a la derecha o la izquierda. El discurso de Clinton estará tan enfocado en exaltar a Biden y a Harris como en enterrar a Trump, dijeron personas cercanas a ella. Se espera que incluya un testimonio contundente en favor de Harris como la primera mujer de color en una fórmula presidencial de uno de los principales partidos de Estados Unidos. También discutirá lo que considera un hilo conductor entre Biden, Harris y ella misma: madres fuertes. Clinton jamás olvidó el intento de Biden de consolarla cuando murió su madre Dorothy, en 2011 a la edad de 92 años. Clinton devolvió el favor y buscó a Biden después de que su hijo Beau supo que tenía cáncer cerebral terminal en 2013. Después de considerar su tercera postulación presidencial a principios de 2019, Clinton ofreció apoyo en privado a Biden sin respaldarlo públicamente y llamó al exvicepresidente en varias ocasiones para darle consejo y aliento, dijeron dos militantes demócratas con conocimiento de la situación. “A Hillary Clinton de veras le cae bien Joe Biden, desde siempre”, dijo Thomas R. Nides, un partidario de Biden que fue vicesecretario de Estado de Clinton de 2011 a 2013. “Esto es de verdad, no política. A ella de verdad le caía bien como ser humano y el sentimiento es mutuo”. Los dos se conocen muy bien; a veces, demasiado bien. Los colaboradores de Clinton intentaron usar su afecto por Biden en su esfuerzo por lograr que superara su renuencia inicial de aceptar el ofrecimiento de Obama de que se convirtiera en su secretaria de Estado a finales de 2008. Uno de los principales consejeros de Clinton le dijo que llamara a Biden, entonces vicepresidente electo, para desearle feliz cumpleaños. Era una trampa. Habían acordado que él la presionara para que aceptase. “No”, dijo ella. “Sé que hoy no es su cumpleaños”. Durante el primer mandato de Obama, Biden y Clinton se reunían para un desayuno de pie cada dos semanas en la residencia del vicepresidente en el Observatorio Naval. Pero la relación fue puesta a prueba durante el segundo mandato, cuando le quedó claro a Biden que el presidente veía a Clinton como su legítima sucesora. En privado, Biden estaba furioso, y dos de sus principales colaboradores, Mike Donilon y Steve Ricchetti, prepararon un memorándum que subrayaba sus fortalezas como candidato y argumentaba que las percepciones negativas en torno a Clinton la convertían en una candidata profundamente vulnerable. La muerte de Beau Biden a mitad de 2015 en efecto acabó con las aspiraciones de Biden en ese periodo. Pero a menudo ha dicho que era capaz de derrotar a Trump. Hizo campaña vigorosamente a favor de Clinton, pero la experiencia amarga de haber sido echado de lado ayudó a alimentar su energía para volver a postularse, dijeron sus colaboradores. Clinton tampoco tiene problemas en mirar hacia atrás. Cuando una seguidora tuiteó hace poco que “nunca olvidaría” el momento en que Rihanna, la cantante y compositora, usó una camiseta de Hillary, Clinton respondió: “Yo tampoco”. Sin embargo, parece estar llevando bien el cambio de papeles al apoyar el anhelo de Biden. Ella comparte su liberalismo pragmático y ha dicho que le alegra que Sanders se haya retirado de la contienda primaria este año sin demasiado lío, en contraste con los meses que los bandos de Clinton y Sanders pasaron criticándose mutuamente hace 4 años. Ella está preocupada de que Trump no acepte la derrota si pierde y sonó la alarma a sus aliados con la inquietud de que el presidente podría intentar bloquear el voto por correo semanas antes de que la actual batalla por el Servicio Postal quedara a vista del público, según un exasesor que se comunica regularmente con ella. Más que nada, Clinton ha aceptado el papel de pionera de género que ha definido su carrera, una versión actualizada del mensaje de perseverancia que dio en el discurso más admirado que ha dado, el discurso del “techo de cristal” que marcó su salida de las primarias demócratas de 2008. En su última campaña, Clinton esperaba llegar a la Casa Blanca con el apoyo de un impulso feminista. El hecho de que el movimiento que buscaba detonar surgió de su derrota es otro de los giros en una carrera marcada por ellos. En la era de Trump, las mujeres se han movilizado en cifras récord a favor del Partido Demócrata como voluntarias, donantes y candidatas. El apoyo de las mujeres de los suburbios ayudó a conseguir el control de la cámara baja en 2018, darle vuelta a las legislaturas estatales e impulsar a Biden en su nominación. Clinton sigue contando con una base leal de partidarias femeninas. Todavía en el otoño de 2019, Clinton consideraba una tercera postulación a la presidencia, pues no había emergido ningún favorito en las primarias. A pesar de que se presentó como defensora de las mujeres en la política no quiso apoyar ni siquiera de manera sutil a alguna mujer como su posible sucesora entre el grupo diverso de mujeres que buscaban la candidatura demócrata a la presidencia. Cuando sí se pronunció, Clinton cortejó la controversia. Cuando criticó a Sanders durante el lanzamiento de un documental sobre ella, incitó temores de que estaba avivando la división al interior del partido. Y las insinuaciones que hizo de que los republicanos estaban impulsando a la congresista Tulsi Gabbard de Hawái para convertirse en un distractor de votos ayudaron a que Gabbard permaneciera más tiempo bajo los reflectores nacionales. Pero para muchos de los antiguos seguidores de Clinton verla en el discurso del miércoles por la noche es una oportunidad de atestiguar la transferencia de su legado, no a Biden sino a Harris. “Está pasando la antorcha a la generación de Kamala Harris. Eso es lo que hace que sea realmente emocionante”, dijo Litman, ahora directora ejecutiva de Run for Something, una organización que apoya las candidaturas políticas de jóvenes demócratas. “No es solo a Kamala Harris sino a una generación entera de mujeres que vienen detrás y que pueden hacerlo solo porque Hillary Clinton fue primera”. regina |
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