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Lucha en el lodo
Antonio Ortuño | El País Durante años se ha denunciado, con mayores o menores pruebas, la corrupción generalizada del sistema político mexicano. El saqueo del dinero público, los sobornos, los conflictos de interés resueltos de la peor forma han sido vox populi en cada sexenio presidencial. Pero hoy existen acusaciones concretas, con nombres, apellidos, cifras y hasta algunos videos reveladores a modo de apoyo, por parte de un exfuncionario de primera línea, como Emilio Lozoya, que fue director de Pemex. Y eso lleva el asunto a otro nivel. Las denuncias de Lozoya han puesto contra las cuerdas a expresidentes y a figurones políticos que hoy están en la oposición, pero que tuvieron el poder y lo usaron de modos muy turbios. Sin embargo el Gobierno, que inició y ha impulsado con toda su fuerza política este conflicto, también ha recibido un fuerte revés con la difusión de un video del hermano del presidente López Obrador recibiendo dinero en efectivo por parte de un asesor del Gobierno de Chiapas (encabezado por el “verde” Manuel Velasco), durante el pasado sexenio. El dinero, que presuntamente no fue declarado al Instituto Nacional Electoral, habría ido a dar a las campañas de Morena. Y por más que el Gobierno y sus personeros hayan salido en defensa de la honestidad de su movimiento (Beatriz Gutiérrez Müller, la esposa del presidente, llegó a comparar el financiamiento irregular con las donaciones de Leona Vicario a la causa independentista), y aunque las cantidades manejadas no se acerquen a las cifras astronómicas del caso Lozoya, el video de marras significa una mancha difícil de borrar. Lo sabía muy bien quien se lo filtró al periodista Carlos Loret para que lo divulgara. Era evidente que el estancamiento del debate político mexicano iba a traer consecuencias tan nocivas como esta guerra de lodo, porque una democracia sin consensos está condenada al fracaso y en el México de hoy no solamente no se logran acuerdos: ni siquiera se buscan. Con todo, quizá muchos no se imaginaban que, en mitad de una pandemia que ya ha costado las vidas de más de 60,000 personas, la principal preocupación del país no sería la enfermedad, que crece ante la pasividad oficial, sino las acusaciones cruzadas de sobornos, sobrecitos, cuentas ocultas y dinero sucio. Al Gobierno federal le convenía, y mucho, que la mirada general se fijara en las acusaciones de sobornos e ilegalidades en las Administraciones pasadas por tres motivos. El primero es obvio: el presidente tomó la bandera de la lucha contra la corrupción desde su campaña y muchos de sus principales alfiles políticos, como Irma Eréndira Sandoval y Santiago Nieto, trabajan en esa trinchera. Cada acusación probada será una victoria para él. El segundo no es menos claro: estas denuncias machacan a la oposición, que de por sí continúa en estado de shock tras su derrota de 2018, incapaz de articular alguna clase de estrategia para acotar al mandatario. El único poder de la oposición es el de hacer circular memes y tuitazos y eso sirve de muy poco en la calle y la realidad. Finalmente, el tercer motivo es que, aunque las indagaciones llegaran a punto muerto y los exfuncionarios señalados la libren sin pasar por la cárcel, mientras se discuta esto en las primeras planas se dejará de pensar un poco en el fracaso del combate a la covid-19... Todo parecía ir bien con el plan hasta que el video de Pío López Obrador salió a la luz y dejó malparado al Gobierno en un momento clave. La lucha del lodo se desató y ahora todos están salpicados. ¿Y cómo saber si quienes filtraron el video tienen más grabaciones comprometedoras y las sacarán a la luz si las investigaciones llegan a poner en riesgo real a tipos tan poderosos como los que están siendo acusados? ¿Cedería al chantaje el Gobierno? Ojalá el presidente se mantenga firme en apoyar las investigaciones del caso Lozoya y ojalá sea igual de firme para que también se indague a su hermano y se transparente el financiamiento de sus campañas. Solo así tendrá sentido esta campaña anticorrupción que, por lo pronto, solo ha demostrado que las fuerzas políticas nacionales tienen mucha cola que les pisen. Jamileth |
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