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El líder de Nxivm era un gurú para la era de internet
Por Amanda Hess | The New York Times En “The Vow” de HBO, Keith Raniere, quien encabezó la organización de autoayuda, tiene el trastornado carisma de un meme de internet. Al principio del documental en serie de HBO The Vow sobre Nxivm hay una escena en donde un ansioso recluta se encuentra por primera vez con el misterioso líder del grupo. Después de que sus acólitos de Albany lo describen con adjetivos casi divinos —se supone que tiene un IQ de récord mundial, dominio del judo y habilidades de piano de concertista— Keith Raniere al final aparece en una reunión íntima. Resulta ser un hombre chaparro de aspecto ñoño. En un video casero merodea torpemente por la habitación agitando su pelo largo con capas y raya al centro y besando a todos en los labios. “Una parte de mí fue como que ‘¿este es el tipo?’, dijo el recluta, un cineasta de nombre Mark Vicente, luego de abandonar la organización. “Pero uno nunca sabe de dónde viene la sabiduría ¿sabes?”. El Times: Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. ¿Qué le vio tanta gente a Raniere, el fundador de una organización de desarrollo profesional y empoderamiento de mujeres que exintegrantes aseguran funcionaba para tapar un esquema piramidal y un culto sexual que marcaba la piel de sus socias? Los crímenes de Raniere se han documentado extensamente en reportajes de diario, pódcasts de historias criminales y denuncias federales. (En junio del año pasado, se le encontró culpable de tráfico sexual, trabajo forzado y posesión de pornografía intantil, entre otros crímenes). Pero el atractivo de The Vow, dirigido por Jehane Noujaim y Karim Amer, reside en que al final revela al líder de Nxivm como un personaje plenamente encarnado y adecuado a la era de internet, poseedor de un curioso vacío de magnetismo que solo produce su propia fascinación. Raniere, como muchos líderes de culto antes que él, ha sido descrito como “carismático”, pero su presencia en pantalla es desconcertantemente débil. Habla como el tipo más molesto de tu clase de filosofía de primer año de universidad. Los videos donde se le ve mientras practica el judo y toca el piano revelan que lo hace a nivel de secundaria. En las escenas en la cancha de volleyball, el epicentro fársico de la actividad social de Nxivm, brinca de un lado a otro con una triste coleta, gruesas rodilleras y una diadema de ejercicio mientras seguidores como la actriz de Smallville Allison Mack buscan llamar su atención desde los márgenes. Es un tipo que sacó el nombre de su culto, “Vanguardia”, de una máquina de videojuegos. Los exintegrantes deNxivm(se pronuncia Nex-i-um) parecen confundidos sobre el modo en que cayeron bajo su embrujo, y cómo algunas mujeres cayeron con tanta intensidad que empezaron a identificarse como “esclavas” de Nxivm, adoptaron dietas de inanición, se sometieron sexualmente a Raniere y se marcaron la pelvis con las iniciales de él. Y aún así, en The Vow, resulta extrañamente fácil de mirar, como un personaje recurrente de Saturday Night Live que anda suelto en el norte del estado de Nueva York. El líder de culto carismático es al mismo tiempo, un fenómeno sociológico y un arquetipo de la cultura pop, y mucho de su mística –para los no iniciados que miran con curiosidad– viene del modo en que logra acumular poder a pesar incluso de su evidente ridiculez. En Going Clear, Lawrence Wright describe a L. Ron Hubbard, fundador de la Cienciología como “cómicamente vanidoso, una parodia de sí mismo”. Al moverse en una multitud “sus ojos rodaban, su lenguaje corporal era inapropiado y raro y su mano volaba sin sentido en direcciones extrañas”. El público escéptico percibe al líder de culto como un payaso. Los verdaderos seguidores de Raniere no eran muchos pero desde que se le exhibió, se ha convertido en una emergente figura pop, en parte por su disposición para acoplarse a ese papel cómico. Raniere —como Ghislaine Maxwell, otra extraña y enigmática personalidad acusada de tráfico sexual— tiene el sublime atractivo de un meme de internet, que es como se le ha presentado desde que se estrenó The Vow el mes pasado. El océano entre los graves crímenes de Raniere y su absurda imagen pública es fácilmente reconocible en la equívoca cultura de internet, donde lo ridículo genera su propia forma de influencia e incluso las ideas más viles circulan bajo el desconcertante disfraz del chiste irónico. La palabra carisma se originó como una idea puramente religiosa en referencia a los poderes divinos que se le adjudican a los seres mortales. En la década de 1920 Max Weber redefinió el término para describir a los líderes que son vistos como poseedores de poderes excepcionales e incluso superhumanos que no vienen de Dios sino de la dinámica social humana. Aunque después el “carisma” también llegó a ser sinónimo del puro encanto personal, en el contexto de los cultos carismáticos se presenta como antisocial, narcisista y sociópata. Mucho del trabajo del líder del culto es esconderse de la vista del público y tercerizar su carisma hacia sus seguidores. Las representaciones culturales recientes de Charles Manson —entre ellas la película de Quentin Tarantino Había una vez…en Hollywood y la novela de Emma Cline Las chicas—, relegan al líder a los márgenes y más bien extraen su atractivo de las ágiles jóvenes que lo rodeaban. Entre los partidarios de Raniere había estrellas como Mack, creyentes ricachones como Sara y Clare Bronfam, las herederas de Seagram, y gente simpática de apariencia normal como Mark Vicente. Muchas de las mujeres que se unieron al círculo más alarmante de Nxvim, el falso grupo de empoderamiento para mujeres DOS, ni siquiera sabían que Raniere era el cabecilla detrás de su red de obedientes “esclavas”. No sabían que DOS significaba “dominante sobre sumiso” ni que las iniciales KR estaban escondidas en el símbolo con el que se marcaban la piel. Creían que el grupo había sido formado por mujeres y era para mujeres. Las actividades coercitivas de Raniere quedaron ocultas bajo las pasiones de su época. Si la familia Manson de los años sesenta tomaba la forma de una comuna de jipis drogados y los Davidianos de los noventa eran una nueva secta religiosa con atractivo libertario, Nxivm era una empresa de desarrollo profesional fusionada con los artificios de la tecnología. Las conferencias de Raniere tenían la vibra de una TED Talk, sus grupos para mujeres la pátina de feminismo blando de “Lean In” y las dietas extremas que exigía eran un eco de la obsesión de Silicon Valley con el “biohackeo”. En el culto resonaban las fijaciones pseudocientíficas de la cienciología pero sin toda la cosa religiosa intergaláctica. Era un culto impulsado por los datos. Raniere aseguraba haber desarrollado una “nueva matemática” y decía que sus técnicas de manipulación eran “la tecnología”. Su red de esclavas estaba encubierta bajo lo que presentaba como una práctica de poliamor de alto raciocinio y madurez emocional. Cuando Vicente al fin encaró a Raniere y le narró algunas de las perturbadoras anécdotas del tratamiento de Nxivm hacia las mujeres, Raniere respondió que no podía actuar con base en el testimonio: necesitaba “datos duros”, dijo. Cuando la propia esposa de Vicente, y exintegrante de Nxivm, Bonnie Piesse, hizo sonar las alarmas, Vicente le respondió emulando a Raniere: “Tienes datos equivocados”, le dijo. La poca afectividad de Raniere solo acentuaba su cosmovisión al enaltecer sus ideas pseudocientíficas y falsos razonamientos por encima de los sentimientos, experiencias y necesidades de sus seguidores. Nxivm era un culto para la era del internet corporativo, la vigilancia masiva y los soberanos nerds que todo lo dominan. Los integrantes constantemente grababan sus actividades y sus conversaciones. Raniere ejercía el mando sobre sus sujetos a través del teléfono y las “esclavas” eran obligadas a responder a mensajes de texto de sus “amas” en cuestión de segundos para probar su infatigable atención. Nxivm comprendía una red de “compañías” de internet, entre ellas The Knife, un sitio web dedicado a reseñar la objetividad de las noticias. Y luego de que se dio a conocer el culto, este fue procesado por la óptica de la cultura de internet. La familia Manson se construyó sobre la vieja mitología de Hollywood del Rancho Spahn, donde se filmaron muchas películas de vaqueros ,y la cienciología se moldeó con el drama explosivo de los éxitos de taquilla con todo y discípulos como Tom Cruise y John Travolta. Nxivm, en cambio, representa el culto como espectáculo de internet. A pesar de la gravedad de sus crímenes, a Raniere se le ha circulado con gusto por internet y su imagen pública ha sido aprovechada en pos del humor absurdista. El lanzamiento dominical de los episodios de The Vow inspiran nuevas series de bromas sobre el grupo a cappella de Nxivm, el escenario en Albany y, sobre todo, la salvajemente fuera de onda práctica de volleyball. La escritora Kaitlin Reilly lo dijo así : “Imagínate ver el atuendo de volleyball de Keith Raniere y seguir pensando ……… ‘el hombre más inteligente sobre el planeta’……” La exhibición de Raniere en The Vow sucede poco después de la memificación de Ghislaine Maxwell, la amiga de Jeffrey Epstein que está en la misma cárcel de Brooklyn que Raniere. Ambos se ajustan tanto al apetito de los teóricos de la conspiración en internet que parecen surgidos de los foros paranoides en línea, a veces parecen un poco irreales. En un momento en que el líder de culto más exitoso solo es un espejismo online —Q, el siniestro flautista de Hamelín detrás de QAnon es una serie de premoniciones publicadas en foros— los líderes carismáticos de carne y hueso parecen productos a la venta en internet. La cuenta de Instagram @celebswithghislaine, que ha difundido fotos de Maxwell en una fiesta de disfraces con Harvey Weinstein y asomándose desde la bancas en la boda de Chelsea Clinton, deja adivinar que Maxwell es una operadora de relaciones sociales tan escurridiza que su imagen parece tan asombroso como el mismo Photoshop. ¿Y Raniere? De vez en cuando en Twitter aparece espontáneamente algún auto nombrado experto que instruye a los usuarios a “abrocharse los cinturones” porque ya “es hora de un poco de teoría de juegos”. Estas personas prometen llevar a sus seguidores a una explosiva revelación, pero después de decenas de tuits, solo se aproximan a producir una niebla de sabiduría convencional, teoría de la conspiración e intento de engrandecer su propia marca en línea. Atraen la atención no porque sean gurús de un atractivo sobrenatural, sino porque han descubierto cómo acaparar la economía de la atención y son lo suficientemente cobardes como para aprovecharse de las personas que se sienten perdidas. Raniere es el hilo de Twitter en mayúsculas que cobra vida: absurdo, manipulador, totalmente fascinante. regina |
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