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Pandemia perturbó planes de promotor de voto latino en Estados Unidos


2020-09-17

Por NICHOLAS RICCARDI

GRAHAM, Carolina del Norte, EU (AP) — Al igual que muchos estadounidenses, Ricky Hurtado tenía planes para este verano.

En marzo lanzó formalmente su campaña para ocupar por primera vez un cargo público y planeaba pasar los calurosos días tocando puertas, cargando su flamante propaganda de campaña y exponiendo sus argumentos directamente a los votantes. Este verano iba a demostrar que un hijo de inmigrantes salvadoreños de 31 años de edad les podía dar voz a los latinos, incluso en Carolina del Norte, incluso en una parte del Estados Unidos de Donald Trump.

Pero esta es una historia acerca de tener que esperar... y acerca de las desviaciones en la ruta que lleva al poder.

El coronavirus trastocó la campaña del demócrata al Congreso estatal. Hurtado dejó de tocar puertas. Lo más que se acercó a los posibles votantes fue a 1,80 metros (6 pies) de distancia mientras laboraba de voluntario en bancos de alimentos o en puntos de pruebas de diagnóstico. E incluso con esas precauciones contrajo el virus.

En todo Estados Unidos, el brote de coronavirus está obstaculizando el complicado ascenso de los latinos por la escalera política. La enfermedad ha afectado de manera desproporcionada a los hispanos y ha impedido el registro de votantes de cara a los comicios presidenciales de noviembre. En Carolina del Norte, únicamente han sido agregados 5,000 latinos al padrón electoral desde mediados de marzo, menos de la mitad de la cifra inscrita durante ese mismo periodo hace cuatro años.

El estado tiene un millón de residentes hispanos, pero dos terceras partes no son elegibles para votar porque, o tienen menos de 18 años, o no cuentan con la ciudadanía, la segunda tasa más elevada en el país.

En el condado Alamance, en medio de los conjuntos residenciales y los espesos bosques que unen a Raleigh y Greensboro, tres de cada cuatro latinos no pueden votar.

Durante décadas, esas cifras significaban que la creciente población latina en el estado no se veía reflejada en el poder político.

Ahora, los hijos de estos inmigrantes ya alcanzaron la mayoría de edad.

“Realmente todo depende de mí”, dijo John Paul García, de 20 años y el único miembro de una familia de seis que puede votar. “Soy la voz de mi hermana, la voz de mi hermano, la voz de mis padres”.

Trump ganó Carolina del Norte por menos de cuatro puntos porcentuales. El predecesor demócrata de Hurtado perdió el escaño en el Congreso estatal por una diferencia de apenas 298 votos en 2018.

Hurtado sabe que sería más sencillo enfocarse en los votantes blancos, que siguen siendo mayoría en el distrito. Pero quiere que su campaña sea sobre algo más que sólo ganar la banca, tener mayoría en el Congreso o incluso llevar a un demócrata a la Casa Blanca.

“Realmente se trata de ganarse a la gente”, dijo la primavera pasada, mientras conducía para tocar puertas en uno de los muchos campamentos para casas rodantes que hay en el condado.

Esa fue la última vez que Hurtado tocó puertas antes de la llegada de la pandemia.

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Los padres de Hurtado llegaron a Estados Unidos ocultos en el maletero de un auto.

Ambos huyeron de la guerra civil de El Salvador en 1980 y cruzaron la frontera desde México a California. Hurtado nació en Los Ángeles, pero su familia se mudó a Carolina del Norte cuando él tenía 7 años, con la esperanza de que el aire más limpio le ayudara con sus problemas de asma.

Hurtado estaba consciente de que lo veían como alguien diferente.

“No somos de aquí ni de allá”, es como describe su falta de sentido de pertenencia.

Hurtado se tituló de la Universidad de Carolina del Norte, campus Chapell Hill, y después obtuvo una maestría en políticas públicas por la Universidad de Princeton. Decidió volver al sur cuando el entonces gobernador de Carolina del Norte, el republicano Pat McCrory, hizo un llamado al gobierno federal para deportar a miles de menores de edad sin compañía adulta que en esos momentos cruzaban la frontera para escapar de la violencia en Centroamérica.

“Pensé: ‘esa no es la Carolina del Norte que conozco’”, declaró Hurtado.

Se involucró en el activismo local, donde conoció a Yazmín García. Después de que se casaron, Hurtado y García se establecieron en el condado Alamance. Y ahora Hurtado describe sus raíces de forma distinta: “Soy de aquí y de allá”.

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Encontrar votantes hispanos siempre es tarea complicada. El miedo a las autoridades migratorias es una constante. Eso se debe en parte al jefe de policía del condado Alamance, un republicano que fue elegido en 2002, cuando lanzó comerciales de televisión en los que advertía de “extranjeros” en el condado, con música de fondo de la serie de televisión “The Twilight Zone” (La Dimensión Desconocida).

Johnson y Joe Arpaio, de Arizona, han sido los únicos jefes de policía en el país que fueron demandados por el Departamento de Justicia durante el gobierno del presidente Barack Obama por violaciones a los derechos civiles contra latinos.

Un juez federal desestimó el caso. Johnson cree que el gobierno únicamente “quería poner de ejemplo a un jefe de policía sureño”, dijo durante una entrevista.

Johnson sigue siendo una figura amenazadora para algunos hispanos, mientras que otros lo apoyan. Aquí, y en todo Estados Unidos, los latinos tienen diversas inclinaciones políticas.

Omar Lugo, de 42 años, culpa a los activistas liberales y no a Johnson por los “temores” de los latinos locales. “Acusar al jefe de policía de ser racista no nos lleva a ningún lado”, declaró.

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Cuando Aranza Sosa, de 22 años, se presentó en la plaza mayor de Graham con una pancarta del movimiento Black Lives Matter a principios de junio, los agentes de Johnson le pidieron que se marchara. Permanecieron vigilando la plaza y un monumento en honor a los soldados conferderados caídos en la Guerra Civil en las semanas posteriores a que estallaran las protestas a nivel nacional en contra de la injusticia racial y la brutalidad policial.

A Sosa le molestaba su presencia. Se enteró de la campaña de Hurtado y le llamó llorando.

Sosa ha derramado muchas lágrimas recientemente. Su tío murió de COVID-19 a finales de mayo. Algunos días la ansiedad de contraer la enfermedad es tal que no puede ir a su trabajo en un asilo de ancianos. La mayoría de los días, sin embargo, Sosa entra al lugar. Necesita el dinero.

“Mi trabajo, tengo suerte de tenerlo, pero en estas circunstancias puede doblegar a muchas personas”, dijo Sosa. “En este momento se siente como si fueras prescindible para el gobierno”.

El centro de investigación Pew Hispanic Center encontró que el 59% de los latinos afirma que ellos o un miembro de su familia ha perdido su empleo o algún ingreso debido al virus, muy por encima del 43% de los adultos estadounidenses que reportan una situación similar.

En el condado Alamance, donde los latinos representan al 13% de la población, también significan el 62% de los 2,500 casos de COVID-19 de la demarcación.

Hurtado y su esposa saben lo perjudicial que puede resultar la enfermedad. Ambos contrajeron el virus a mediados de junio. Sus síntomas fueron relativamente leves y se recuperaron en los primeros días de julio.

Pero esa no es la única desilusión que enfrenta la familia.

García se aproximaba al final del prolongado proceso de varios años para naturalizarse estadounidense. Uno de sus últimos pasos, una entrevista presencial, fue aplazado en marzo debido a la pandemia.

La oficina de servicios migratorios no ha reprogramado la cita, lo cual convierte a García en una de aproximadamente 315,000 personas con pocas probabilidades de concluir su proceso de naturalización antes de las elecciones.

García podría no poder votar por su esposo.



Jamileth


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