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Ni siquiera el covid-19 frena la escalada de llegadas de migrantes a Canarias


2020-09-22

Por Diego URDANETA

Telde, España, 21 Set 2020 (AFP) - Al lanzarse a la mortífera ruta de África a Canarias, Madassa Mohammed desconocía que el covid-19 golpeaba Europa. Ni para él ni para miles de migrantes africanos la pandemia ha sido un freno y las llegadas al archipiélago español se multiplican.

"Somos agricultores y nuestro padre murió. Soy yo quien tiene que buscar dinero, mis hermanos son pequeños. Estaba obligado a venir por el mar a buscar dinero: es un trabajo arriesgado, pero es por el dinero", confía a la AFP Madassa, un mauritano de 16 años, en el patio de su albergue de menores migrantes en la localidad de Telde, Gran Canaria.

"No sabíamos si había coronavirus o no, porque el día que salimos de África, no habíamos encontrado ningún virus", señala el menor, llegado en marzo pasado.

Vestido con una camiseta roja de un equipo canario de fútbol, su deporte favorito, este joven flaco y espigado cuenta en francés que su idea es ayudar a su familia en Mobidougou, pequeña localidad mauritana en la frontera con Malí.

"La alternativa de quedarse en casa es peor que la de llegar aquí y hacer frente a la pandemia (...) Al final escogen la alternativa menos mala", explica Noemí Santana, consejera de Derechos Sociales del gobierno regional de Canarias.

Esta ruta migratoria que en la segunda mitad de la década de 2000 vio llegar a decenas de miles de migrantes, permaneció bastante inactiva hasta que el control en las fronteras en el Mediterráneo la volvió a despertar hace un año.

Los ingresos se han multiplicado y desde enero más de 5,100 migrantes han alcanzado el archipiélago, cruzando en pateras el peligroso Atlántico desde Marruecos, a 100 km, pero también desde países mucho más lejanos como Mauritania, Senegal o Gambia, a más de 1,000 kilómetros al sur.

- Una situación "bastante compleja" -

A cargo de los menores migrantes, el gobierno canario habilitó nueve albergues de emergencia ante la saturación de la red habitual.

Los migrantes adultos, responsabilidad del gobierno central, han sido trasladados temporalmente a hoteles cerrados a causa de la caída del turismo por la pandemia, o han tenido que dormir en carpas en Arguineguín, el puerto donde son desembarcados por Salvamento Marítimo.

Si el coronavirus no disuade a los migrantes, sí complica su recepción: al llegar, los positivos en pruebas PCR deben ser aislados y los negativos puestos por igual en cuarentena por catorce días, todo un reto logístico.

"La situación es bastante compleja", admite José Antonio Rodríguez Verona, responsable de Cruz Roja. "No se pueden estar mezclando pateras a medida que van llegando. Una patera puede venir con personas positivas y otra no, si los unimos todos, ya tenemos un problema", señala.

Rodríguez Verona habla frente al campamento en el puerto de Arguineguín, sur de Gran Canaria, que ha llegado a albergar hasta casi medio millar de migrantes por varios días mientras se les hace el despistaje.

"Todos los días llegan tres, cuatro" pateras, confirma Juan Álamo, un hombre de 82 años que vive frente al puerto.

- Cuarentenas en hoteles cerrados -

Hace unos días, la embarcación naranja de Salvamento Marítimo desembarcaba sin parar a migrantes interceptados cerca de Gran Canaria. A un lado del campamento, se apilaban sus precarias pateras de colores, algunas todavía con huellas del viaje: prendas de ropa, mantas.

Al llegar, los migrantes eran recibidos por miembros de Cruz Roja enfundados en equipos de protección contra el virus, quienes les facilitaban mascarillas y los llevaban a distintas carpas para la toma de temperatura y las PCR.

Alegando las cuarentenas, las autoridades no dan acceso ni al campamento en Arguineguín ni a los albergues temporales. En un coqueto hotel de bungalows en la playa de Maspalomas, destino predilecto de turistas alemanes, los periodistas de AFP se debieron limitar a ver a los migrantes saludando desde las ventanas de sus habitaciones.

En los albergues de menores, que buscan su integración, los jóvenes sí pueden salir a dar paseos, aunque siempre con mascarillas. En Telde, un grupo de migrantes practicaba en un parque pasos de baile al ritmo de una música africana, entre bromas y risas.

De todas maneras, haber estado confinados entre marzo y junio en la casa "fue muy difícil", confiesa Dipa Niagate, un maliense de 17 años que llegó en diciembre pasado. Los jóvenes, aparte de recibir clases de español, se dedicaban a los videojuegos, "jugar [en el patio] o ver televisión", dice.

Algunos chicos que de la patera pasaron al confinamiento "me decían 'Llevo aquí no sé cuántos meses y no he visto España'", recuerda Juan Enrique Quintana, de la asociación Quórum Social 77, que gestiona la casa refugio en Telde.


 



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