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Las pérdidas crónicas y la evasión tributaria de Trump


2020-09-28

Por Russ Buettner, Susanne Craig y Mike McIntire, The New York Times

Los impuestos del presidente de Estados Unidos

El Times obtuvo información fiscal de Donald Trump que abarca más de dos décadas y revela propiedades en dificultades, cuantiosas devoluciones de impuestos, una batalla de auditoría y cientos de millones en deuda por vencer.

Donald J. Trump pagó 750 dólares en impuestos federales el año que ganó la presidencia. En su primer año en la Casa Blanca, pagó otros 750 dólares.

No pagó impuesto sobre la renta en 10 de los 15 años anteriores, en gran parte porque reportó haber perdido mucho más dinero del que ganó.

Mientras el presidente lleva a cabo una campaña de reelección que las encuestas dicen está en peligro de perder, sus finanzas están en dificultades, acosadas por las pérdidas y cientos de millones de dólares en deudas que están próximas a vencer y que él ha garantizado personalmente. También tiene encima una auditoría de una década con el Servicio de Impuestos Internos (IRS, por su sigla en inglés) sobre la legitimidad de un reembolso de impuestos de 72,9 millones de dólares que reclamó, y recibió, después de declarar enormes pérdidas. Un fallo adverso podría costarle más de 100 millones de dólares.

Las declaraciones de impuestos que Trump ha luchado durante mucho tiempo por mantener en privado cuentan una historia fundamentalmente diferente de la que ha vendido al público estadounidense. Sus informes al IRS retratan a un hombre de negocios que gana cientos de millones de dólares al año y, sin embargo, acumula pérdidas crónicas que utiliza agresivamente para evitar el pago de impuestos. Ahora, que sus desafíos financieros van en aumento, los registros muestran que cada vez depende más de ganar dinero de negocios que lo ponen en un potencial y a menudo directo conflicto de intereses con su cargo de presidente.

The New York Times ha obtenido datos de declaraciones de impuestos que abarcan más de dos décadas de Trump y de los cientos de empresas que conforman su organización empresarial, incluyendo información detallada de sus dos primeros años en el cargo. No incluyen sus declaraciones personales para 2018 ni 2019. Este artículo ofrece una visión general de las conclusiones del Times; se publicarán artículos adicionales en las próximas semanas.

Las declaraciones son algunos de los registros que más se han buscado y sobre los que más se ha especulado en la historia reciente de Estados Unidos. En los casi cuatro años del mandato de Trump —y a lo largo de sus interminables décadas de bombo publicitario a la vista del público— periodistas, fiscales, políticos de la oposición y conspiradores han intentado, con poco éxito, de desentrañar los enigmas de sus finanzas. Por su propia naturaleza, los expedientes dejarán muchas preguntas sin respuesta y a muchos interrogadores insatisfechos. Comprenden información que Trump ha revelado al IRS, no los resultados de un examen financiero independiente. Informan que Trump posee cientos de millones de dólares en activos valiosos, pero no revelan su verdadera riqueza. Tampoco revelan ninguna conexión con Rusia que no se haya informado con anterioridad.

En respuesta a una carta que resume las conclusiones a las que llegó el Times, Alan Garten, abogado de la Organización Trump, dijo que “la mayoría, si no es que todos, los hechos parecen ser inexactos” y pidió los documentos en los que se basaban. Después de que el Times se negó a proporcionar los registros, con el fin de proteger a sus fuentes, Garten solo cuestionó directamente la cantidad de impuestos que Trump había pagado.

“En la última década, el presidente Trump ha pagado decenas de millones de dólares en impuestos personales al gobierno federal, incluyendo el pago de millones en impuestos personales desde que anunció su candidatura en 2015”, dijo Garten en una declaración.

Sin embargo, con el término “impuestos personales”, Garten parece estar combinando el impuesto sobre la renta con otros impuestos federales que Trump ha pagado: Seguridad Social, Medicare e impuestos correspondientes a sus empleados domésticos. Garten también afirmó que parte de lo que el presidente debía fue “pagado con créditos fiscales”, una caracterización engañosa de los créditos, que reducen la factura del impuesto sobre la renta de un empresario como recompensa por diversas actividades, como la preservación histórica.

Los datos fiscales examinados por el Times proporcionan una guía de revelaciones, desde las condonaciones por el costo de un abogado defensor penalista y una mansión utilizada como un retiro familiar hasta la contabilidad completa de los millones de dólares que el presidente recibió del concurso Miss Universo 2013 en Moscú.

Junto con los documentos financieros relacionados y expedientes legales, los registros ofrecen la mirada más detallada hasta ahora dentro del imperio de negocios del presidente. Revelan el vacío, pero también el truco detrás de la imagen de multimillonario —perfeccionada por su lanzamiento al estrellato en El aprendiz— que ayudó a impulsarlo a la Casa Blanca y que todavía sostiene la lealtad de muchos de su base.

En última instancia, Trump ha tenido más éxito al interpretar a un magnate de los negocios que siendo uno en la vida real.

El aprendiz, junto con los acuerdos de licencia y patrocinio que surgieron de su creciente celebridad, le reportó a Trump un total de 427,4 millones de dólares, según el análisis de los registros realizados por el Times. Invirtió gran parte de ello en una serie de empresas, en su mayoría campos de golf, que en los años posteriores han devorado efectivo constantemente, de la misma manera que el dinero que recibió en secreto de su padre financió una ola de gastos excesivos y quijotescos que lo llevaron a su colapso a principios de la década de 1990.

De hecho, su situación financiera al anunciar su candidatura a la presidencia de Estados Unidos en 2015 da cierta credibilidad a la idea de que la estrategia de su improbable campaña era, al menos en parte, una táctica para reanimar las posibilidades comerciales de su nombre.

A medida que se han intensificado las batallas jurídicas y políticas sobre el acceso a sus declaraciones de impuestos, Trump se ha preguntado a menudo en voz alta por qué alguien querría verlas. “No hay nada que sacar de ellas”, dijo a The Associated Press en 2016. Hay mucha más información útil, ha dicho, en las declaraciones financieras anuales que se le exigen como presidente, que ha señalado como prueba de su dominio de un floreciente e inmensamente rentable universo empresarial.

De hecho, esas declaraciones públicas ofrecen una imagen distorsionada de su estado financiero, ya que simplemente informan de los ingresos, no de las ganancias. En 2018, por ejemplo, Trump anunció en su declaración que había ganado al menos 434,9 millones de dólares. Los registros fiscales ofrecen un retrato muy diferente de sus resultados: 47,4 millones de dólares en pérdidas.

De hecho, su situación financiera cuando anunció su candidatura a la presidencia en 2015 da cierta credibilidad a la noción de que su improbable campaña era, al menos en parte, una táctica para reanimar las posibilidades comerciales de su nombre.

A medida que se han intensificado las batallas jurídicas y políticas sobre el acceso a sus declaraciones de impuestos, Trump se ha preguntado a menudo en voz alta por qué alguien querría verlas. “No hay nada que sacar de ellas”, dijo a The Associated Press en 2016. Hay mucha más información útil, ha dicho, en las declaraciones financieras anuales que se le exigen como presidente, que ha señalado como prueba de su dominio de un floreciente e inmensamente rentable universo empresarial.

De hecho, esas declaraciones públicas ofrecen una imagen distorsionada de su estado financiero, ya que simplemente informan de los ingresos, no de las ganancias. En 2018, por ejemplo, Trump anunció en su declaración que había ganado al menos 434,9 millones de dólares. Los registros fiscales ofrecen un retrato muy diferente de sus resultados: 47,4 millones de dólares en pérdidas.

Los registros fiscales no tienen especificidad suficiente para evaluar la legitimidad de cada gasto empresarial que Trump presenta para reducir sus ingresos imponibles; por ejemplo, sin ninguna explicación en sus declaraciones, los gastos generales y administrativos de su club de golf Bedminster en Nueva Jersey se quintuplicaron de 2016 a 2017. Y anteriormente ha alardeado de que su capacidad para arreglárselas sin pagar impuestos lo “hace inteligente”, como dijo en 2016. Pero las declaraciones, por su propia cuenta, socavan sus afirmaciones de perspicacia financiera, al mostrar que simplemente está poniendo en muchos negocios más dinero del que recibe.

La imagen que quizás surge más crudamente de las montañas de cifras y calendarios fiscales preparados por los contadores de Trump es la de un empresario-presidente en un restrictivo aprieto financiero.

La mayoría de las empresas principales de Trump —de su constelación de campos de golf hasta su hotel en Washington, un imán de los conservadores — reportan que pierden millones, si no decenas de millones, de dólares año tras año.

Sus ingresos procedentes de El aprendiz y de los acuerdos de licenciamiento se agotan y hace varios años vendió casi todas las acciones que ahora podrían haberle ayudado a cubrir los huecos de sus propiedades en dificultades.

La auditoría fiscal se avecina.

Y en los próximos cuatro años, más de 300 millones de dólares en préstamos —compromisos de los que es personalmente responsable— llegarán a su fecha de vencimiento.

Con este telón de fondo, los registros van mucho más allá para revelar los conflictos de interés reales y potenciales creados por la negativa de Trump a despojarse de sus intereses comerciales al estar en la Casa Blanca. Sus propiedades se han convertido en bazares para recaudar dinero directamente de grupos de cabildeo, funcionarios extranjeros y otras personas que buscan un trato directo, acceso o favor; los registros ponen por primera vez cifras precisas en dólares a dichas transacciones.

En el club Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, una avalancha de nuevos miembros a partir de 2015 le permitió embolsarse cinco millones de dólares anuales adicionales procedentes del negocio. En 2017, la Asociación Evangelística Billy Graham pagó por lo menos 397.602 al hotel de Washington, donde el grupo celebró al menos un evento durante los cuatro días de su Cumbre Mundial en Defensa de los Cristianos Perseguidos.

El Times también logró hacerse la dimensión más completa hasta la fecha de los ingresos del presidente provenientes del extranjero, donde tiene la máxima influencia sobre la diplomacia estadounidense. Al tomar posesión del cargo, Trump dijo que no perseguiría nuevos tratos en el extranjero como presidente. A pesar de ello, en sus primeros dos años en la Casa Blanca, sus ingresos del extranjero fueron de 73 millones de dólares. Y aunque una gran parte de ese dinero provino de sus propiedades de golf en Escocia e Irlanda, otra parte procede de los acuerdos de licenciamiento en países con líderes tendientes al autoritarismo o de geopolítica complicada, por ejemplo: 3 millones de las Filipinas, 2,3 millones de India y 1 millón de Turquía.

En cambio reportó haber pagado impuestos en una serie de sus empresas en el extranjero. En 2017, la contribución de 750 dólares del presidente a las operaciones del gobierno estadounidense palideció junto a los 15.598 que él o sus empresas pagaron en Panamá, los 145,400 que contribuyeron en India y los 156.824 pagados en Filipinas.

El pago de Trump en Estados Unidos, después de tomar en cuenta sus pérdidas, resultaba equivalente aproximadamente, en dólares no ajustados a la inflación, a otro cobro de impuestos que se dio a conocer hace casi medio siglo. En 1973, The Providence Journal reportó que, después de una deducción caritativa por haber donado sus documentos presidenciales, Richard M. Nixon pagó en 1970 792.81 dólares por ingresos de alrededor de 200,000 dólares.

La filtración del pago reducido de impuestos de Nixon causó una indignación que sentó precedentes: desde entonces, presidentes y candidatos presidenciales han publicado sus declaraciones de impuestos para que el pueblo estadounidense las consulte.

El contenido de miles de registros de impuestos personales y comerciales completa los detalles financieros que han sido ocultados durante años.

“Me encantaría hacerlo”, dijo Trump en 2014, cuando le preguntaron si daría a conocer sus impuestos si se postulaba para presidente. Desde entonces, ha estado dando marcha atrás.

Cuando se postuló, dijo que podría hacer públicos sus impuestos si Hillary Clinton hacía lo mismo con los correos electrónicos borrados de su servidor privado, un eco de su desafío burlón, mientras alimentaba la ficción sobre el movimiento birther, al decir que liberaría las declaraciones de impuestos si el presidente Barack Obama presentaba su certificado de nacimiento. Una vez se jactó de que sus declaraciones de impuestos eran “muy grandes” y “hermosas”. ¿Pero hacerlas públicas? “Es muy complicado”. A menudo afirma que no puede hacerlo pues está siendo auditado, un argumento refutado por su propio comisionado del IRS. Cuando los fiscales e investigadores del Congreso emitieron órdenes judiciales solicitando sus declaraciones, no solo empleó a sus abogados privados, sino también el poder de su Departamento de Justicia para paralizarlos hasta la Corte Suprema.

El elaborado numerito de Trump y su desafío solo han avivado las sospechas sobre los secretos que podrían ocultarse en sus declaraciones de impuestos. ¿Hay alguna pista financiera de su deferencia a Rusia y a su presidente, Vladimir V. Putin? ¿Consignó como gastos de negocios el dinero pagado a cambio del silencio de la estrella de cine pornográfico Stormy Daniels en los días previos a las elecciones de 2016? ¿Una fuente de dinero encubierta alimentó su frenesí de adquisiciones que comenzó a mediados de la década de 2000?

El Times examinó y analizó los datos de miles de declaraciones de impuestos de individuos y empresas de 2000 a 2017, junto con información adicional de impuestos de otros años. El hallazgo incluía años de información sobre la compensación a los empleados y registros de pagos en efectivo entre el presidente y sus empresas, así como información sobre las continuas auditorías federales realizadas a sus impuestos. Este artículo también se basa en decenas de entrevistas y material no reportado previamente de otras fuentes, tanto públicas como confidenciales.

Toda la información que el Times obtuvo fue proporcionada por fuentes con acceso legal a ella. Aunque la mayoría de los datos fiscales no se han hecho públicos anteriormente, el Times pudo verificar partes de ellos comparándolos con la información disponible públicamente y los registros confidenciales obtenidos anteriormente por el Times.

Profundizar en los registros es ver de cerca la compleja estructura de los intereses comerciales del presidente, y la profundidad de sus enredos. Lo que se conoce popularmente como la Organización Trump es, de hecho, una colección de más de 500 entidades, prácticamente todas ellas propiedad de Trump, muchas con su nombre. Por ejemplo, 105 de ellas son una variación del nombre Trump Marks, que utiliza para los acuerdos de licenciamiento.

Anteriormente se han filtrado fragmentos de las declaraciones de impuestos de Trump.

Las transcripciones de su principal formulario de impuestos federales, el 1040, de 1985 a 1994, fueron obtenidas por el Times en 2019. Demostraron que, en muchos años, Trump perdió más dinero que casi cualquier otro contribuyente estadounidense. Tres páginas de sus declaraciones de 1995, enviadas anónimamente al Times durante la campaña de 2016, mostraban que Trump había declarado pérdidas por un valor de 915,7 millones de dólares, lo que le daba una deducción fiscal que podría haberle permitido evitar el pago de impuestos federales sobre la renta durante casi dos décadas. Cinco meses más tarde, el periodista David Cay Johnston, obtuvo dos páginas de las declaraciones de Trump de 2005; ese año, su fortuna había repuntado hasta el punto de que estaba pagando impuestos.

El nuevo y vasto hallazgo de información analizado por el Times completa el patrón recurrente de ascenso y descenso que ha definido la carrera del presidente. Aún así, tiene sus límites.

Por ejemplo, las declaraciones de impuestos no registran el valor neto, que en el caso de Trump es un tema de mucha impostura y casi tanto debate. Los documentos registran una gran cantidad de dinero, pero mientras que las declaraciones reportan deudas, a menudo no identifican a los prestamistas.

Los datos no contienen nuevas revelaciones sobre el pago de 130,000 dólares a Stephanie Clifford, la actriz que trabaja con el nombre de Stormy Daniels, algo que interesaba en la citación del fiscal del distrito de Manhattan que solicitaba las declaraciones de impuestos y otra información financiera de Trump. Trump ha reconocido haber reembolsado a su antiguo abogado, Michael D. Cohen, quien hizo el pago, pero los materiales obtenidos por el Times no incluían ningún pago detallado a Cohen. Sin embargo, la cantidad podría haberse incluido indebidamente como parte de los honorarios legales pasados a pérdidas y ganancias como un gasto comercial, que no deben detallarse en las declaraciones de impuestos.

Ningún tema relacionado con las finanzas de Trump ha provocado una especulación más intensa que su vínculo con Rusia. Si bien los registros fiscales no revelaron ninguna conexión financiera previamente desconocida —y, en su mayor parte, carecen de la especificidad necesaria para hacerlo— sí arrojaron nueva luz sobre el dinero que hay detrás del concurso de Miss Universo 2013 en Moscú, un tema de intriga duradera debido a las posteriores investigaciones sobre la interferencia de Rusia en las elecciones de 2016.

Los registros muestran que el concurso fue el Miss Universo más rentable durante el tiempo en el que Trump fue copropietario, y que generó un pago personal de 2,3 millones de dólares, hecho posible, al menos en parte, por la familia Agalarov, que más tarde ayudaría a preparar la infame reunión de 2016 entre los funcionarios de la campaña de Trump que buscaban “suciedad” sobre Clinton y un abogado ruso relacionado con el Kremlin.

En agosto, el Comité de Inteligencia del Senado publicó un informe que analizaba ampliamente las circunstancias del certamen de Moscú y reveló que, tan recientemente como en febrero, los investigadores citaron al cantante ruso Emin Agalarov, que participó en su planificación. El padre de Agalarov, Aras, un multimillonario que se jacta de tener estrechos lazos con Putin, fue el socio de Trump en el evento.

El comité entrevistó a una alta ejecutiva de Miss Universo, Paula Shugart, quien dijo que los Agalarov se ofrecieron a financiar el evento; su negocio familiar, Crocus Group, pagó una cuota de licencia de seis millones de dólares y otros seis millones en gastos. Pero aunque el concurso resultó ser una pérdida financiera para los Agalarov —ya que solo recuperaron dos millones de dólares— Shugart le dijo a los investigadores que era “uno de los tratos más lucrativos” que la organización de Miss Universo había hecho nunca, según el informe.

Eso queda confirmado por los registros de impuestos. Muestran que en 2013, el concurso reportó 31,6 millones de dólares en ingresos brutos —los más altos desde, por lo menos, la década de 1990— permitiendo a Trump y a su copropietario, NBC, dividir las ganancias de 4,7 millones de dólares. En comparación, Trump y NBC compartieron las pérdidas de dos millones de dólares del concurso del año anterior al evento en Moscú, y 3,8 millones de dólares del año siguiente.



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