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Randy Arozarena, la estrella cubana de los Tampa Bay que encontró en México una patria


2020-10-19

Por James Wagner |The New York Times

“Soy cubano, pero sería un honor para mí representar a México”, dijo el novato que ha sorprendido a las Grandes Ligas y llevó a su equipo a la Serie Mundial.

Randy Arozarena, de 25 años, se ha convertido en el mejor bateador de los Rays y los ha llevado a una victoria en la Serie Mundial.

Randy Arozarena nació en Arroyos de Mantua, un pequeño pueblo en la costa noroeste de Cuba, a cuatro horas y media en coche de La Habana. Tiene buenos recuerdos de bailar en las calles y jugar fútbol, su primer amor, con sus hermanos y amigos. Recuerda a su padre viéndolo jugar para los Vegueros de Pinar del Río, un equipo profesional de béisbol cubano. Su apodo es el “Cohete Cubano”.

No nos equivoquemos, Arozarena es cubano. Sin embargo, en lo más profundo, su corazón se ha entrelazado con el país que está a tan solo 30 minutos del estadio Petco Park de San Diego, donde ha sido la estrella de las dos últimas semanas y ha impulsado a los Rays de Tampa Bay a estar en la Serie Mundial.

México es el lugar donde Arozarena, de 25 años, encontró un hogar hace cinco años después de huir de Cuba en un pequeño bote, donde su hija nació hace dos años y donde el año pasado comenzó el viaje que lo catapultó a las Grandes Ligas. Y un día, espera usar el uniforme del país en competencias internacionales.

“Siento que represento a México”, dijo durante una entrevista reciente. “Tengo una hija en México y lo haría en su honor y por la parte de mi carrera que pasé en México y por todos los amigos que tengo en México”.

La experiencia de Arozarena es familiar para muchos otros beisbolistas nacidos en Cuba que juegan en las Grandes Ligas. La isla es su país natal, pero decenas han escapado del país comunista para perseguir sus sueños y a menudo tuvieron que poner sus vidas en manos de contrabandistas o realizar viajes aterradores en bote.

Arozarena dijo que después de la muerte inesperada de su padre a causa de una reacción alérgica a los mariscos en 2014 y de empezar a sentirse marginado en su equipo de Cuba —lo dejaron fuera de la alineación de Pinar del Río para la Serie del Caribe de 2015 que se celebró en Puerto Rico a pesar de haber bateado .291 porque los directivos temían que pudiera desertar—, decidió que debía partir para mantener a su madre y a sus dos hermanos menores.

“A los 19 años, ya ganaba más que mi mamá”, dijo Arozarena. Recordó que en su primera temporada en Cuba empezó ganando 4 dólares al mes, pero con el tiempo le aumentaron el sueldo a 38 dólares al mes.

Así que, en junio de 2015, Arozarena realizó un viaje en bote de ocho horas con olas de más de cuatro metros de altura hacia Isla Mujeres, cerca de la costa de Cancún. Los beisbolistas cubanos desertores deben establecer su residencia en un tercer país antes de que el gobierno estadounidense les permita la entrada y un equipo de la MLB los pueda contratar como agentes libres. Desde donde vivía Arozarena en Cuba, México era el destino al que llevaba la travesía más corta.

La lista de gente que conocía en México a su llegada: “Nadie”.

Por medio de un agente, Arozarena se puso en contacto con Guillermo Armenta, quien en aquel entonces era ojeador de la Oficina de Scouting de la MLB y también supervisaba el desarrollo de jugadores para los Toros de Tijuana de la liga de béisbol profesional de México.

Armenta notó el potencial atlético de Arozarena desde la primera vez que trabajó con el cubano en Mérida, la ciudad más grande de la península de Yucatán, no muy lejos de donde desembarcó en México. Armenta mencionó que un flaquito Arozarena corría al principio la carrera de 54 metros en 6,9 segundos, la velocidad promedio de un jugador de las Grandes Ligas. Al final, Arozarena mejoró su tiempo a 6,38 segundos.

“Corría como un rayo”, dijo Armenta.

Después de que le pidieron que entrenara a Arozarena unas cuantas veces más, Armenta lo convenció de que debía ir a Tijuana a entrenarse en la academia de los Toros, de donde han salido otras promesas a las organizaciones de las Ligas Mayores.

En la academia, Arozarena tenía tan pocas cosas suyas que compartía zapatos y guantes de bateo con otro compañero durante los entrenamientos, recordó Armenta. Se empezó a frustrar pues los equipos de la MLB lo llamaban y lo analizaban en entrenamientos privados, pero se rehusaban a contratarlo.

Un día, Armenta le dijo a Arozarena, en broma, lo que él pensaba que era un desafío imposible: un equipo te fichará, dijo, si puedes caminar con las manos desde el home plate hasta la primera base. Arozarena anunció que había hecho gimnasia en Cuba, se volteó sobre sus manos y lo hizo.

“Pensé, ‘Wow, este chico es un súper atleta’”, dijo Armenta.

Después de un breve y problemático debut con los Toros en la Liga Mexicana —cinco juegos en 2016—, Arozarena tuvo el papel principal en su semillero, los Toritos, donde obtuvo un título de bateo y de bases robadas y refinó su potencia al bate. Los Cardenales de San Luis lo contrataron por 1,25 millones de dólares.

Arozarena debutó en las Ligas Mayores con San Luis el 14 de agosto de 2019 y bateó ,300 en 20 turnos al bate durante 19 juegos. Tentados por el talento de Arozarena, los Rays lo aceptaron en un intercambio en el que dejaron ir a su mejor promesa del picheo en ese momento.

Su debut en los Rays este año se retrasó hasta el 30 de agosto, debido a una prueba de coronavirus positiva. Durante el aislamiento, dijo, se llenó de arroz con pollo —todo lo que sabía hacer— e hizo 300 flexiones de pecho al día. Y aunque a su regreso no era un jugador habitual, se ganó el puesto al batear .281 con siete jonrones en solo 23 partidos.

“Vino aquí sin nada de lo que tiene ahora”, dijo Armenta desde Tijuana en una entrevista telefónica. “Pero mírenlo ahora. Ese es Randy”.

En la postemporada, Arozarena ha sido por mucho el mejor bateador de la ofensiva de los Rays. Logró tres jonrones en cinco juegos para derrotar a los Yankees en la serie divisional de la Liga Americana. Y, en una competencia de danza celebratoria al ritmo de Billie Jean de Michael Jackson, después de que Tampa Bay ganó la serie, Arozarena venció a su compañero de equipo Brett Phillips al lucirse con los pasos de baile —entre ellos girar sobre la cabeza— que solía hacer con sus hermanos y amigos cuando estaba en Cuba. Fue el tipo de alegría que ha caracterizado a los Rays y a Arozarena en esta postemporada.

“La vida es demasiado corta”, dijo. “Y así es como tenemos que hacer: disfrutar cada momento que la vida nos brinda”.

En la Serie de Campeonato de la Liga Americana en contra de los Astros de Houston, Arozarena logró cuatro cuadrangulares más y ha sido nombrado el jugador más valioso de la serie. Sus siete batazos de vuelta entera en postemporada rompieron el récord de jonrones de un novato en la historia de las Ligas Mayores y superó la marca de Evan Longoria con los Rays en 2008, la última vez que Tampa Bay logró llegar a la Serie Mundial.

“Todo el mundo simplemente se queda asombrado cada vez que entra a la caja de bateo”, dijo sobre Arozarena el receptor de los Rays, Mike Zunino. El director de los Rays, Kevin Cash, señaló que los logros de Arozarena fueron más impresionantes dado que no tenía una experiencia previa frente a muchos de los picheadores.

Arozarena no estaría haciendo esto si no fuera por su tiempo de formación en México. En la academia de los Toros, creció no solo como jugador sino como persona. Sus compañeros y miembros del personal de allí le ayudaron a comprar su primer celular y a abrir cuentas en las redes sociales (ahora es activo en Instagram y organiza chats en Facebook con sus fans).

Antes de que los Rays acabaran con Toronto en la primera ronda del mejor de tres de las eliminatorias de 2020, Arozarena posó para una foto con un amigo al que no había visto desde sus días juntos en la academia de los Toros: Alejandro Kirk, un receptor mexicano de los Blue Jays.

“Es mexicano por su amor a la patria”, dijo Armenta de Arozarena.

Por Arozarena, seguiría jugando en las ligas invernales de México, como lo hizo para los Mayos de Navojoa en Sonora en tres pretemporadas previas. Señaló que le encanta vivir en Mérida porque es una ciudad tranquila y el clima cálido que tiene todo el año le recuerda al de su isla natal.

Además, su familia está cerca de ahí: su hermano, Raiko, juega para los Cafetaleros de Chiapas, un equipo de fútbol mexicano de tercera división, y su madre a menudo le prepara comida cubana, aunque se sigue dando el gusto de comer su platillo mexicano favorito, tacos de carne asada.

“Es como vivir en Cuba”, comentó.

Pero, por supuesto, Arozarena no vive allá. El único vínculo que siente con su patria, dijo, es la familia y los amigos que dejó atrás y el pueblito en el que nació “donde todos me conocen y todos me quieren, y donde quisieron a mi papá y de donde estoy orgulloso de ser”. Añadió que “la situación en Cuba es mala”.

El año pasado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, revocó un acuerdo negociado por el gobierno de Barack Obama en que la MLB y la Federación Cubana de Béisbol habían facilitado el camino para que los jugadores compitieran en Estados Unidos sin desertar. Arozarena dijo que aún espera que las condiciones mejoren algún día para todos los cubanos, incluyendo a los jugadores de béisbol.

“Hay muchos jugadores cubanos que quieren representar a Cuba, por ejemplo, en un Clásico Mundial de Béisbol o en un torneo importante, pero debido a la política, no pueden”, dijo, y añadió más tarde: “Por mi parte, no representaría a Cuba hasta que todo cambie”.

Hasta entonces, Arozarena tiene unos cuantos objetivos más: ganar una Serie Mundial, que su madre lo vea jugar en las grandes ligas en persona y convertirse en ciudadano mexicano. Dijo que ya había hecho el examen de ciudadanía y que esperaba que le respondieran para solicitar el pasaporte. Tiene tiempo: el Clásico Mundial de Béisbol originalmente programado para 2021 fue tentativamente pospuesto dos años debido a la pandemia.

“Soy cubano, pero sería un honor para mí representar a México”, dijo, “y para mi hija”.



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