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Con miedo y sin hacerse ilusiones: así hablan los demócratas sobre la ventaja de Biden


2020-10-22

Por Sarah Lyall | The New York Times

Para muchos demócratas, la noche electoral de 2016 se desarrolló con la enfermiza trayectoria de una película de terror en la que los protagonistas adolescentes sacan la cerveza y parrandean, sin saber que el asesino en serie que creían haber derrotado los acecha por la ventana.

Las fiestas para ver los resultados, los trajes sastre, los globos, los cócteles teñidos de azul, el vértigo, la sensación histórica, las proyecciones electorales que mostraban que Hillary Clinton seguramente derrotaría a Donald Trump ahora son para los demócratas las evocadoras postales de un mundo crédulo y prelapsario. Mientras se aproximan las próximas elecciones presidenciales, y Joseph Biden está muy por delante del presidente Trump en las encuestas, los traumatizados y ansiosos votantes demócratas de 2020 no quieren cometer el mismo error.

“En mi mente asumo que Trump gana porque no soporto la idea de otra decepción como esa”, dijo Helen Rosenthal, una demócrata que representa al Upper West Side en el Concejo de la Ciudad de Nueva York. “Secretamente, en una esquinita del fondo de mi cabeza deseo y espero que gane Biden. Pero la mayor parte de mi cerebro dice: ‘Ok, gana Trump y Nueva York no tendrá un rescate tributario y vamos a perder más terreno en el medioambiente y vamos a perder en Roe vs. Wade y vamos a perder en los cuidados médicos’”.

“Si sirve de algo, ya estoy deprimida al respecto”, añadió.

Es difícil exagerar al hablar de la ansiedad que experimenta Estados Unidos, porque enfrenta una hidra de tribulaciones: la pandemia, la economía, los incendios, las protestas, los complots violentos contra funcionarios, el ataque a los derechos al voto, la desinformación alentada por el Estado y la sensación de que lo que está en juego es la democracia misma.

Un estudio reciente de la Asociación Americana de Psicología reveló que el 68 por ciento de los adultos en Estados Unidos dijeron que la elección de 2020 era “una fuente significativa de estrés” en su vida (entre los demócratas el porcentaje era de 76 por ciento, 67 por ciento para los republicanos y 64 por ciento para los independientes). En todos los casos, 77 por ciento de los estadounidenses dijeron que el futuro del país los tenía estresados.

“Este es el electorado más estresado que recuerdo”, dijo Lee M. Miringoff, director del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Marista, que desde hace 40 años realiza encuestas. Mencionó las demoras del Servicio Postal de Estados Unidos y, él mismo, sonaba un poco estresado.

“Hay muchos sucesos que son nuevos y perturbadores”, dijo. “Arrancas cada día sin saber dónde vas a terminar el día. Es muy accidentado y vas por la carretera bache tras bache. El ciclo noticioso tal vez anda por debajo de los 30 minutos de duración ahora mismo”.

Nadie es feliz en esta época extraña y terrible. Pero hay un círculo de infelicidad reservado para los demócratas.

“Lo que vemos entre los demócratas es una sensación de ‘ya estuvimos en este lugar hace cuatro años, así que no vamos a hacernos ilusiones’”, dijo Patrick Murray, director del Instituto Encuestador de la Universidad Monmouth. “De manera sistemática, los republicanos se muestran más confiados de que la elección resultará como quieren”.

Dijo que le preocupa que “una cantidad significativa de republicanos no aceptará el resultado si Donald Trump pierde porque están convencidos de que va a ganar”.

Tampoco él se siente muy bien. “Siento ansiedad y francamente, no solo como encuestador, sobre si las encuestas acertarán o errarán”, dijo. “Existe la posibilidad de una verdadera crisis existencial para la república”.

La semana pasada la escritora Susan Orlean escribió un tuit sobre el estado psíquico que describía el ánimo de hace cuatro años comparado con el de la actualidad.

“En 2016 nuestro plan para la noche de la elección era ir de fiesta en fiesta y celebrar lo que sin duda sería una victoria histórica”, tuiteó. “Este año: quedarse en casa (por supuesto) y demasiado nerviosa como para planear cualquier cosa”.

Las respuestas llegaron en aluvión cuando otros usuarios de Twitter recordaron dónde estaban en la elección pasada. Muchos terminaron con alguna variante de “y luego nos emborrachamos y nos quedamos dormidos llorando”.

“Síndrome postraumático por aquí”, dijo uno.

“2016/2020… de champán a Xanax”, dijo otro.

“Sigo traumatizada por el recuerdo de nuestros pastelillos de Hillary”, tuiteó Suzanne Nossel, directora ejecutiva de PEN America.

Al día siguiente de las elecciones, Isabelle Anderson, de 33 años, fue a una reunión festiva para los miembros del personal de la escuela secundaria del Área de la Bahía, donde trabajaba como psicóloga. Muchos de sus estudiantes eran inmigrantes indocumentados.

Fue una reunión muy infeliz.

“Todos se sentaron, sintiéndose tan letárgicos”, dijo Anderson, quien ahora vive en St. Louis. “Algunas personas estaban llorando. Nos preguntábamos qué les iba a pasar a nuestros estudiantes, a sus padres”. La atmósfera fúnebre se volvió tan opresiva que todos se marcharon a casa.

En Woodstock, Nueva York, Abbe Aronson todavía sigue obsesionada por la desgarradora experiencia de su fiesta electoral de 2016 que comenzó como una celebración y terminó con un grupo de adultos convertidos en una especie de zombis y llorando en la sala de estar.

Aronson, quien es publicista, no ha organizado nada este año. Lucha contra el estrés preelectoral con un arsenal de actividades divertidas como hornear, ofrecerse de voluntaria, hacer crucigramas, sembrar plantas, publicar imágenes inofensivas para sentirse bien en las redes sociales y dar “caminatas de cordura” por el bosque con un pequeño grupo de amigos.

“La caminata dura hasta que todos se sienten mejor o, al menos, no lloran”, dijo.

Pero cualquier cosa puede hacerla enojar. Recientemente, su cartero de toda la vida, un hombre mayor que trae galletas para su perro y al que ella le da un regalo de Navidad todos los años, mencionó que había comenzado a escuchar a “este tipo realmente divertido llamado Rush Limbaugh” en la radio. “¿Sabes qué es una ‘feminazi’?”, le preguntó.

“Le contesté: ‘Ernie, yo soy una’”, dijo.

Desde entonces no se hablan. Duerme entre dos y cinco horas por noche. “Te hablo y mi cuello palpita y tengo una respuesta visceral”, dijo. “Tengo dolor crónico en mi hombro izquierdo y mi cuello izquierdo, por ser una persona de mediana edad que está furiosa”.

En Eudora, Cyd Fenwick, de 56 años, resiente el estrés de ser un votante azul en medio de un mar rojo. El otro día tuvo un enfrentamiento desagradable con dos mujeres sin mascarilla en el supermercado. Su madre, de 80 años, cuyo automóvil está decorado con calcomanías de Obama casi fue sacado del camino por un camión que transportaba trumpistas, dijo.

“Intento desesperadamente ser optimista” dijo Fenwick. “Tengo una adorable botella de melatonina”.

Nate Silver, editor del sitio de encuestas FiveThirtyEight publicó hace poco una lista de sugerencias para “mantener la cordura” durante las próximas semanas. Algunas parecen poco lógicas, desde el punto de vista de la salud mental de los demócratas. Consejo #2: “No asumas que Biden ya tiene la elección en el bolsillo”.

David Gill, de 39 años, vive en Atlanta y ya se tomó esa perspectiva muy a pecho.

“Las encuestas le dan a la gente una falsa sensación de seguridad y creen que no tienen que acudir a votar”, dijo. “¿Habrá un cambio de mando pacífico? Esa es una gran duda. La gran preocupación es que no acepte los resultados o que incite a la violencia”.

Muchos demócratas parecen irritarse por la palabra “Trump” en sí misma.

“Nunca digo su nombre, nunca lo escucho, no escribo su nombre”, dijo Aronson.

“Encuentro tan desagradable a ese individuo” dijo Jane Kelly-Forest, de 61 años, quien vive en un suburbio de Des Moines. “Quieres creer en las encuestas y quieres creer que la gente verá lo que tiene frente a sus ojos. Me decepciona el electorado y la población en su totalidad porque no logran ver lo que él es”.

¿Y qué hay del 3 de noviembre? Si logran sobrevivir a las próximas dos semanas ¿cómo lidiarán los demócratas con la noche de la elección?

“Sé que no tengo tanto poder”, dijo Aronson. “Pero ¿sabes como cuando la gente se sube a un avión y empieza a hablar con Dios? Suelo recordarme que, incluso si las cosas no van por el camino de la cordura, seguiremos luchando. Pero en mis momentos más emotivos pienso ‘¿Cuánta lucha me queda?’”.

En Twitter alguien llamado @PigWings11 dijo que el país ya estaba harto de esta campaña.

“Me pregunto”, escribió @PigWings11, “si puedo pedirle a mi médico que me anestesien hasta el 4 de noviembre”.



Jamileth


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