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Para Trump, ‘las encuestas que importan’ son las que proyectan su victoria: el resto son ‘falsas’
Por Maggie Haberman La limitada visión del presidente Trump sobre las encuestas de 2020 ha creado una especie de universo alternativo, aunque su campaña lucha por encontrar a los votantes que necesita. Cuando el presidente Donald Trump habla de las encuestas, se centra mucho en los encuestados que cree que son buenos para su campaña. Los sondeos que lo muestran detrás de Joe Biden, que prácticamente son todas las encuestas nacionales, son simplemente “noticias falsas”. La limitada visión del mandatario ha creado una especie de universo alternativo, uno que no se rige por promedios de encuestas ni análisis independientes, sino por declaraciones que, a veces, se sienten como si salieran de la nada. Este mes, Trump proclamó en Twitter que estaba “ganando en GRANDE en todas las encuestas que importan”. Esas consultas parecen reducirse a Rasmussen Reports que consistentemente, y de manera aislada, tiene una imagen más optimista para el presidente a nivel nacional que otras encuestas, y Trafalgar Group, que ha tenido mejores cifras para Trump en los estados del Medio Oeste. Su enfoque aventurero sobre las encuestas demuestra una poca comprensión de la ciencia de datos, y ha hecho esos pronunciamientos mientras sus asesores tratan de tomar en serio las encuestas y los análisis de datos para entender cómo será la votación del electorado en 2020. Desde la primera vez que se postuló a la presidencia, un sello distintivo de las intervenciones públicas de Trump ha sido decir que las encuestas están amañadas si no le favorecen. A pesar de que su campaña gastó 10 millones de dólares durante los últimos dos años para tener acceso a algunos de los datos más sofisticados disponibles, el mandatario prefiere usar lo que ve en las noticias. Y trata el apoyo de los votantes como una proposición mística, más que matemática. Algunos de los asesores de Trump creen que hay una fuente de votantes “tímidos” u “ocultos”, predominantemente blancos sin educación universitaria en las zonas rurales, que no son sinceros con los encuestadores sobre su preferencia para presidente o que simplemente no responden a las consultas. Durante una entrevista con Fox News esta semana, el yerno y asesor principal de Trump, Jared Kushner, dio su propia opinión de cómo funcionan las encuestas pregonando los “modelos de inteligencia de datos” por encima de las llamadas telefónicas tradicionales. “Hablo con todos mis directores estatales”, dijo Kushner, quien se ha posicionado como el líder de la campaña de Trump, aunque en realidad no la dirige. Y agregó: “Creo que hacer encuestas telefónicas es un método obsoleto, especialmente en la era de la cultura de la cancelación. Hay muchos farsantes que han estado en ese negocio durante mucho tiempo y lo siguen haciendo”. “Todos estaban completamente equivocados la última vez y no hicieron ningún ajuste para el futuro”, concluyó. Eso no es del todo cierto: aunque muchas encuestas estatales resultaron ser muy incorrectas en 2016, las encuestas nacionales que proyectaban que Hillary Clinton ganaría la mayoría de los votos por un estrecho margen estuvieron cerca de los resultados, y muchos equipos de votación hicieron modificaciones ponderando, por ejemplo, los antecedentes educativos. Quejarse de que las encuestas están “sesgadas” contra los republicanos ha sido un pasatiempo verbal de los candidatos republicanos durante varios ciclos electorales, y en 2012 la queja llegó a ser estridente cuando Mitt Romney era el candidato presidencial del partido. Los funcionarios continúan afirmando en 2020 que las encuestas públicas se equivocan porque están “sesgadas” contra Trump, y ponderan favorablemente a los demócratas en las muestras. Robert Blizzard, un encuestador republicano de Public Opinion Strategies, dijo que los titulares generalmente terminaban “el día de las elecciones con una participación en la boleta que está dentro de un punto o dos del puntaje de aprobación por el trabajo hecho durante octubre”. En el caso de Trump, su puntaje promedio de aprobación es del 45 por ciento, según Real Clear Politics. La campaña de Trump ha invertido años, y presumiblemente millones de dólares, para involucrar a votantes blancos sin educación universitaria que son elegibles para votar pero no participaron en las elecciones de 2016. Hay casi 1,5 millones de votantes potenciales en Michigan y más de dos millones en Pensilvania. Pero al final del día, gran parte del voto “oculto” sigue oculto, es por eso que la participación de votantes nunca es del 100 por ciento, dijo Blizzard. Más allá de los sondeos, los aspectos fundamentales que influyen en el electorado, como la economía y el aumento récord de los contagios de coronavirus, son “cada vez más siniestros” para Trump, dijo Liam Donovan, un veterano estratega republicano. “Irónicamente, las encuestas podrían ser lo mejor que tiene la campaña de Trump en este momento”, dijo. Aunque Trump usa las encuestas como si fuesen el remate de un chiste, tanto su campaña como el Comité Nacional Republicano se basan en los datos para decidir dónde asignar los recursos. Uno de los temas más turbios es el modelaje de cuáles son los votantes que participarán durante una pandemia y una recesión económica. Y la campaña del presidente mantiene los datos de las encuestas como uno de sus secretos mejor guardados desde que las consultas internas se filtraron al principio de la campaña, lo que provocó una reorganización del equipo de encuestas. La campaña usa varios tipos de análisis, y no todos se superponen. Las encuestas tradicionales han estado a cargo de los encuestadores republicanos Tony Fabrizio y John McLaughlin, quienes fueron contratados durante la gestión de Brad Parscale, el anterior director de la campaña; Bill Stepien, exdirector político de la Casa Blanca y subdirector de campaña de Parscale, asumió el cargo en julio. Matt Oczkowski, un exmiembro de Cambridge Analytica conocido como “Oz”, también se encarga de algunos análisis. Kushner ha retenido las investigaciones de Oczkowski, que contradicen las encuestas públicas y sugieren que los votos impulsarán a Trump durante los últimos días de la campaña, según dijeron varias personas que escucharon los comentarios. La cantidad de encuestas realizadas por Fabrizio y McLaughlin ha disminuido en las últimas semanas. Stepien contrató discretamente a otro encuestador, Bill Skelly, quien ayudó a crear el complejo modelo del Comité Nacional Republicano para los escenarios de participación de votantes y que está realizando análisis de datos para la campaña, y a Brock McCleary, quien ha trabajado con clientes que incluyen a los congresistas republicanos. Las estimaciones de McCleary sobre la posición de Trump en las encuestas son menos “negativas” que otros sondeos, según personas cercanas a la campaña. Parscale, que trabajó de manera cercana con el Comité Nacional Republicano, había proyectado un gasto continuo y sólido en anuncios de televisión durante todo el año. Desde que fue separado de su cargo, la campaña de Trump, que tiene mucho menos dinero de lo que sus asesores anticiparon, ha recortado los gastos en televisión. No queda claro qué datos se usaron para determinar la asignación de la inversión publicitaria restante de la campaña. Dos republicanos dijeron que desde el momento en que Parscale fue degradado hasta una reunión celebrada hace unas semanas, la campaña no había revisado los datos del comité que rastrean votantes específicos y la probabilidad de que apoyen al presidente. Esa reunión fue convocada por Kushner con el fin de lograr que la campaña y el comité trabajaran juntos de manera más eficaz. Tim Murtaugh, un portavoz de la campaña de Trump, negó que ese fuera el caso, y un portavoz del comité dijo que ambas organizaciones estaban trabajando de manera efectiva. Los modelos de participación del comité varían según el estado pero, en algunos escenarios, muestran que Trump tiene un peor desempeño que en las propias encuestas de la campaña, dijeron dos personas informadas sobre esos datos. Esa reunión, liderada por el comité republicano, produjo una asignación final de recursos para la televisión de 26 millones de dólares. Aún queda por ver si las semanas que transcurrieron sin un frente unificado entre la campaña y el comité del partido serán un factor significativo en los resultados de la contienda. Y tampoco está claro si los votantes “ocultos” que ha buscado el equipo de Trump significarán algo más que unos pocos puntos porcentuales. JMRS |
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