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¿Qué es filosofía?
Por Antonio Orozco La Filosofía, propiamente, empezó ahora hace unos veinticinco siglos en Grecia, en la antigua Atenas. Sucedía algo parecido a lo nuestro, de hoy: ilusión por la libertad (estaba cerca de la época de Pericles), por la belleza (pronto aparecerá Fidias), por el saber, que se atribuían los que a sí mismos se llamaban sophés, es decir, sabios. Estos sophés se han quedado con el nombre de sofistas, que ha venido a significar algo así como pseudo sabios. Los primeros sofistas, ciertamente, eran hábiles en el manejo de la palabra. Podemos decir que ellos fueron los descubridores de la Retórica, es decir, del arte de persuadir con la palabra. Los sofistas se jactaban de ser capaces de persuadir a cualquiera de cualquier cosa. Como se puede comprender, si a la gente le demuestran hoy que lo que ve son nabos y mañana que coles, se genera una desconfianza fundada hacia la verdad. Todo depende del punto de vista. Todo es relativo y el hombre es la medida de todas las cosas, en el sentido de que son como el hombre quiere. De hecho los sofistas sembraron una gran desconfianza en la capacidad humana de conocer la verdad. Los dioses se estremecían en el Olimpo ante la amenaza de su extinción y la moral andaba por los suelos. Los sofistas decían que no existe el ser; que si existiera sería incomprensible y si fuera comprensible sería incomunicable. En esto aparece en la agorá de Atenas un hombre de nariz respingona y aspecto poco agraciado, retando a los sofistas. Se llamaba Sócrates y no decía de sí mismo que era sophés, sino philósopho, es decir, deseoso o amante de la sabiduría. No se consideraba en posesión de la sabiduría, sino buscador, aficionado, como quien está lejos de lo que busca. Filía significa amor, inclinación, deseo, afición a alguien o a algo. Filodoxia, deseo o búsqueda de la opinión (también gloria o fama). Platón, gran discípulo de Sócrates, dirá que los filósofos desean y buscan el saber, como captación de la verdad. En cambio, los filodoxos sólo buscaban opiniones, apariencias. Kant se lamenta de que muchos transforman la filosofía en filodoxia, como si no pudiéramos alcanzar más que meras opiniones sobre la realidad, y no verdaderas certezas. Sócrates, Platón, Aristóteles, Pitágoras, eran enamorados de la verdad. En el siglo XX, Etienne Gilson dice que la primera pregunta que se debiera hacer a un estudiante de Filosofía es esta: "tú, ¿realmente estás enamorado (de la verdad)? Ahora bien, esta verdad o sabiduría que anhela el filósofo, ¿es mera curiosidad? Evidentemente no. Por supuesto que hay una gran dosis de curiosidad, de asombro, de admiración ante la existencia del cosmos. Pero si buscamos el arjé -el principio de todas las cosas- no sólo es para admirarlo sino para descubrir el sentido de la vida. Es decir, se trata de un saber qué sentido tiene la existencia para poder vivir de modo adecuado a lo que somos. O sea, que hace 25 siglos estaban más o menos como hoy: con un gran número de relativistas y escépticos, y unos cuantos que se esforzaban en conocer y difundir la verdad de las cosas: del mundo, del hombre y de Dios. Estos son los grandes temas constantes a lo largo de la Historia: el mundo, el hombre y Dios. ¿Qué hay de verdad sobre estas cuestiones? ¿qué podemos conocer del mundo, del hombre y de Dios? ¿cómo hemos de habérnoslas con el mundo, con el hombre (nosotros mismos) y con Dios? ¿Qué hay de la verdad, qué hay de la bondad, que hay de la belleza? ¿En qué consiste la verdadera sabiduría? ¿Y la ética? ¿cómo debe ser mi conducta para ser "autenta", para vivir con autenticidad humana...? Filosofía y cristianismo Aquellos filósofos antiguos se dieron cuenta de que los humanos somos seres complejos, que no vivimos siempre como tales, sino que, en muchas ocasiones, actuamos por debajo de nuestras posibilidades y de nuestra dignidad excelsa. Advertían que no basta vivir, sino que hay que vivir bien, no dándonos a la buena vida, sino eligiendo una vida buena, recta, correcta, de acuerdo con las normas éticas que la razón descubre cuando discurre bien. Confiaban en la capacidad de la razón para conocer la naturaleza de las cosas y remontarse al principio de todas (arjé); y vislumbraban la libertad personal, con su correspondiente responsabilidad. Frente a ellos estaban los escépticos, los sofistas, los fatalistas (materialistas), etc. Como hoy: los escépticos abundan, los sofistas son legión y el materialismo campea a sus anchas. A pesar de los 20 siglos de cristianismo. La Historia no es lineal, no avanza con regularidad, no progresa automáticamente. Se puede ir de bien en mal, de mal en peor, y de mal en mejor, incluso de bueno a lo óptimo. Los griegos alcanzaron un conocimiento natural del mundo, del hombre y de Dios, muy elevado. El cristianismo encontró así un terreno bien abonado. En el siglo II surgen filósofos cristianos que argumentan ante los otros filósofos con sus mismas armas, es decir, con la razón, en cierto modo sola, porque al hablar con los demás no introducían argumentos sobrenaturales, sino razonamientos que todos podían entender, porque eran lógicos. La filosofía fue un buen instrumento para la transmisión de las ideas y los valores cristianos a quienes estaban dispuestos a utilizar la razón de acuerdo con sus propias leyes. Algo parecido hemos de hacer hoy, que vivimos en una época escéptica, agnóstica y relativista que requiere, como insiste el Papa Juan Pablo II, una nueva evangelización. Para ello se requiere utilizar, como los primeros evangelizadores, todos los medios sobrenaturales (oración, expiación), pero también todos los medios humanos (trabajo). Es necesario afinar bien ese instrumento formidable que es la razón para reconducir a nuestros contemporáneos al principio. Al principio absoluto de todas las cosas (Dios), a los principios que rigen el pensamiento correcto y a los principios éticos, que regulan el crecimiento de la persona como tal, libre y responsable hacia la plenitud humana y sobrenatural. La Filosofía no es todo, desde luego. Tenemos la fe y la teología. Pero es menester hablar el mismo lenguaje que todos los hombres y la Filosofía proporciona términos y conceptos que todos lo que quieran pueden entender, porque surgen del uso natural de la razón. No quiere decirse que todo el mundo lo vaya a entender a la primera, pero como no se trata de otra cosa que de razonar, es seguro que muchos, que desean razonar bien, podrán captar nuestro mensaje. Además, la buena filosofía presta una inestimable ayuda a la fe y a la teología. Porque la fe no es un acto irracional, sino razonable; y la teología no es otra cosa que la aplicación de las leyes lógicas de la razón a los conocimientos que nos presta la revelación divina (Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio). Cuanto mejor podamos razonar filosóficamente, mejor podremos razonar teológicamente. El progreso en filosofía redundará en progreso de la teología. Conoceremos mejor a Dios y, en consecuencia, tendremos la posibilidad de amarle más. Retengamos, pues, lo siguiente: 1. A la Filosofía interesa la verdad, sobre todo la verdad vital, la que afecta a la totalidad del vivir humano. 2. La Filosofía parte de la experiencia y utiliza la razón para avanzar en el conocimiento de la verdad. 3. La Filosofía es búsqueda de la verdad. Por consiguiente no se opone a ninguna verdad, ya sea la descubierta por las ciencias particulares, ya sea la descubierta por la teología. Dios es el autor de todos los órdenes del conocimiento y del resto de la realidad; y no puede contradecirse. Equívocos sobre la Filosofía Desde hace demasiado tiempo se enseña o se habla de filosofía como de una especialidad curiosa, de escaso interés y ninguna utilidad; a lo más, como un apéndice cultural o erudito de otros estudios. En muchas universidades la filosofía se atiende en una especie de suburbio de la Facultad de Letras. Y en las bibliotecas públicas y librerías los libros de filosofía suelen disponerse junto a los que tratan de ciencias ocultas, mitos y cosas por el estilo. Una actividad intelectual que tiene 25 siglos de existencia, ¿no merece una atención mayor por parte de los intelectuales? ¿Por qué nació? ¿por qué no ha cesado desde entonces? La Filosofía, ciertamente, es una de las más constantes actividades intelectuales de la Historia. No son muchos los que se han dedicado a ella, pero nunca han faltado algunos. La Filosofía ha pasado por muchas crisis en estos 25 siglos y siempre que se ha anunciado su muerte inminente parece haber recobrado una vitalidad nueva. ¿Por qué esto es así? Quizá lo vayamos comprendiendo a medida que avancen nuestros estudios. También tendremos que ocuparnos de los puntos de partida de la Filosofía: cómo arranca, cómo se pone en marcha y cómo discurre. Habremos de anunciar sus grandes cuestiones y acercarnos a ellas sin miedo, de la manera más sencilla y rigurosa posible, sin necesidad de abundante erudición. Alguna cultura previa se requiere para entender y hacer filosofía, pero si se trata en verdad de esto que se ha llamado "filosofía" durante más de veinticinco siglos, no tiene por qué presentarse o pensarse de una manera difícil, críptica o esotérica. No es tan difícil hacerse cargo de las características del pensamiento filosófico, de su valor, relevancia, errores y conquistas históricas. Nos gustaría introducir a una Filosofía que no fuera estrictamente hablando una "especialidad", sino sencillamente el saber racional que necesita toda persona humana para saber quién es él, cuál es su dignidad y cómo ha de comportarse para vivir conforme a ella. Preciso es reconocer que bastantes filósofos han contribuido, al descrédito de la Filosofía. Se han encerrado muchas veces, no por fuerza de la razón sino de la voluntad, en laberintos inextricables construidos por ellos mismos, en una especie de suicidio intelectual poco inteligente, ofreciendo a la opinión pública un aspecto bastante penoso. La Filosofía es un quehacer muy distinto de lo que muchos suponen. No es asunto de gente estrambótica y distraída hasta dar habitualmente con sus huesos en un pozo, o con sus gafas contras las farolas. La asociación "filósofo-tipo-raro" es corriente, y es justo reconocer que responde a la realidad de bastantes ejemplares de esta especie humana. También Cicerón bromeaba o se lamentaba, no lo sé bien, diciendo que no hay absurdo corriente, por enorme que sea, que no proceda de algún filósofo. Pero es injusto pensar que todos sean así o que el ser así sea consecuencia del filosofar. En nuestra opinión es necesario recuperar la Filosofía como una disciplina intelectual que en cierta medida debiera cultivar toda persona de cultura media, porque, en fin de cuentas, el conocimiento filosófico -como hemos de ver enseguida- es lo que presta consistencia, fundamento, armazón, solidez a todo discurso o argumento acerca de la verdad de las cosas, incluso a todo el obrar del hombre. Cuestiones vitales En rigor, todos vivimos de cierta filosofía, acertada o no, explícita o implícita, aunque no sepamos definirla y exponerla de un modo sistemático y claro. La Filosofía se ocupa, precisamente (como veremos más adelante), de las cuestiones más vitales para el hombre, que no son abordables desde ninguna ciencia experimental. En síntesis, cabe decir que incumbe a la Filosofía ocuparse del sentido del cosmos y del sentido de la vida humana en el cosmos. Con otras palabras, se trata de hallar la razón de ser de nuestro ser, de aquello que explica nuestra existencia en cuanto a su origen y su fin (que no es otro que Dios. Dios permanece oculto a todo método de investigación experimental. La única manera racional de descubrirlo es con el ejercicio de la razón sobre la experiencia en el mundo). A nosotros nos interesa la Filosofía justamente para descubrir de una manera intelectual y lógica, la respuesta racional a las grandes preguntas sobre el mundo, el hombre y Dios. Razón y fe Una de las maneras de acceder a la verdad sobre esos grandes temas, es la fe teologal. Pero la razón humana tiene también capacidad para conocer el orden natural creado y alcanzar incluso un conocimiento racional y verdadero de Dios como primer principio y último fin de cuanto existe. Sin embargo, a partir de la obra de la creación no se puede saber más de Dios que lo que puede conocerse de Velázquez en el Museo del Prado: se puede conocer la existencia de Velázquez y algo de su personalidad artística. Pero nada puede saberse de las demás facetas de su personalidad, de su conciencia, de sus gustos literarios, de su familia, de las relaciones con las gentes de su entorno, etcétera. Para esto tendríamos que tener otras fuentes de conocimiento además de sus lienzos. Para un conocimiento verdaderamente personal de Velázquez, habríamos de encontrarnos con él cara a cara y preguntarle y escuchar. Para conocer a fondo a una persona es preciso que ella nos abra libremente su alma, su mente, su corazón y nos revele lo que ahí acontece. Lo mismo pasa con Dios. La razón puede descubrir que existe, a partir de la creación. Pero ¿qué es y cómo es Dios en su vida íntima? Esto sólo podemos conocerlo si Dios nos abre libremente su intimidad y nos revela lo que hay en Él. Y esto sólo puede suceder por voluntad suya (si quiere, con absoluta libertad) y de un modo sobrenatural. Esto es lo que ha hecho Dios a lo largo de la Historia Sagrada, por medio de los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento y, finalmente por medio de Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre. Pero hay cosas sobre Dios que podemos conocerlas sin necesidad de la divina revelación: que Dios es nuestro primer principio y nuestro último fin, el gran por qué de nuestra existencia, el fundamento y el sentido de nuestro vivir. De otra parte, la fe nos confirma muchas verdades de orden natural y nos aporta muchas otras de orden sobrenatural (el misterio de la Trinidad, de la Encarnación, de la Redención, etc.). Sabemos mucho más de Dios por revelación sobrenatural que por sabiduría racional. Sin embargo, no podemos pensar: me basta con la fe para conocer a Dios, a mí mismo y el sentido de mi vida. La fe teologal es importantísima, sin ella es imposible agradar a Dios (cfr. Carta a los Hebreos). Pero no es suficiente, menos aún en los tiempos que corren, porque la fe sola, sin el apoyo de la razón, tiene un enemigo muy peligroso: la ignorancia. Armonía entre fe y razón Con mucha ignorancia sobre la fe o sobre la ciencia, se pretende oponer la ciencia a la religión y en general la razón a la fe. Se presenta la fe como mera credulidad, como un modo infantil de afrontar la realidad de nuestra existencia. Y es preciso salir al paso de este error. Dios no se puede contradecir: si nos manda creer no es contra la razón. Ni la fe se opone a la razón ni la razón a la fe. El mismo Dios es quien nos da la fe y la razón. No puede contradecirse. Si nos da la luz de la razón es para que la utilicemos del mejor modo posible para prestar el necesario punto de apoyo racional al acto de fe sobrenatural. Es fundamental confiar en la capacidad de la propia razón para conocer verdades. Si yo no confiase en la capacidad de mi razón para conocer la verdad, tampoco podría confiar en otro, porque si confío en ti, es porque yo confío en que el conocimiento que tengo de ti es verdadero. Por eso, averiguar los fundamentos de mi conocimientos, redunda en una mejor confianza conmigo y contigo. Hay una disciplina filosófica que trata estas cuestiones: la filosofía del conocimiento. La Filosofía, instrumento de comunicación Todo esto se desarrolla a lo largo de los cursos filosóficos. Pero vale la pena advertir desde ahora que la filosofía, como saber racional que es, constituye un instrumento inestimable para comunicarnos verdades de modo rigurosamente racional con cualquier persona que admita alguna verdad y confíe en alguna certeza. Con el escéptico absoluto nada se puede hacer si no rezar. Pues bien, en estos tiempos es muy necesario este instrumento de trabajo, de apostolado y hasta de vida espiritual que es la filosofía. Por otra parte, la fe, en la medida de lo posible, debe ser doctrinal, es decir, bien fundada en sus principios sobrenaturales (los artículos de la fe) y en sus principios racionales (los del conocimiento intelectual). La Filosofía que aquí queremos aprender es precisamente una filosofía que se haga cargo de las verdades de sentido común, de las evidencias inmediatas de la experiencia y de la razón y que a partir de aquí desarrolle el pensamiento de una manera lógica y natural. La Filosofía puede ser como un idioma común con el que, aún contando con la diversidad de opiniones entre los mismos filósofos, cabe el diálogo, la conversación comunicadora de conocimientos. Toda ciencia es un vehículo de comunicación de verdades, una base sobre la que se puede hablar y entenderse. Pues bien, la Filosofía puede ser la base sobre la que conversar acerca de los grandes temas: el mundo, el hombre, Dios. maria-jose |
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