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Diego Maradona, uno de sus mejores jugadores de fútbol, ha muerto a los 60 años


2020-11-25

Por Jeré Longman | The New York Times

Diego Maradona, el argentino que se convirtió en uno de los más grandes jugadores de fútbol con una astucia pícara y un control extravagante mientras llevaba una vida personal afectada por el abuso de las drogas y el alcohol y por problemas de salud, murió el miércoles 25 de noviembre en Tigre, en la provincia de Buenos Aires, Argentina. Tenía 60 años.

Su portavoz, Sebastián Sanchi, dijo que la causa fue un ataque al corazón. La muerte de Maradona se produjo varias semanas después de que se sometiera a una cirugía cerebral por un hematoma subdural, una hemorragia que se acumula en los tejidos que rodean el cerebro y que puede ser causada por una lesión en la cabeza.

La noticia de la muerte causó una conmoción inmediata en Argentina, en donde se ha tornado en el único tema de conversación. El gobierno argentino declaró tres días de luto nacional.

“Nos llevaste a lo más alto del mundo”, escribió en Twitter el presidente de Argentina, Alberto Fernández. “Nos hiciste inmensamente felices. Fuiste el más grande de todos”. Pelé, el célebre futbolista brasileño, tuiteó: “Perdí a un gran amigo y el mundo perdió a una leyenda”.

Con la camiseta número 10 de mediocampista, Maradona llevó a Argentina a ganar el Mundial de fútbol en 1986, y marcó uno de los goles más controvertidos del deporte y uno de los más celebrados, por un lapso de cuatro minutos, durante los cuartos de final contra Inglaterra.

En 2000, él y Pelé, de Brasil, fueron votados por la FIFA, el organismo rector del fútbol mundial, como los dos mejores jugadores de este deporte. Sin embargo, mientras que la leyenda de Pelé crecía en reverencia internacional, la capacidad de Maradona para sorprender y asustar desarrolló un lado más oscuro cuando se hizo adicto a la cocaína durante sus días como jugador en la década de 1980.

Como su musculatura se había hinchado hasta llegar a una corpulencia poco saludable, Maradona fue hospitalizado en Buenos Aires en abril de 2004 con lo que los médicos describieron como un corazón debilitado y problemas respiratorios agudos. Después ingresó en un hospital psiquiátrico de ese lugar y, en septiembre de ese año, salió para seguir un tratamiento de rehabilitación en La Habana.

Entre sus numerosos problemas de salud figuraban también la cirugía de bypass gástrico para controlar su peso y un tratamiento por el abuso de alcohol. Siendo espectador del Mundial de 2018 en Rusia, Maradona pareció desmayarse y fue tratado por los paramédicos mientras Argentina conseguía una victoria tardía y dramática sobre Nigeria para pasar a la segunda ronda del torneo.

En una entrevista con un canal de televisión argentino en 2014, Maradona dijo: “¿Sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado droga?”.

Continuó: “Tengo 53 años, pero es como si tuviese 78. Vamos a decirlo, la vida mía no fue normal. ¿53 años? Yo viví 80”.

Tal era la complejidad de la vida personal de Maradona, según las noticias, quien era padre de ocho hijos, incluidas dos hijas con su esposa en ese momento, Claudia Villafañe —después se divorciaron— y tres hijos engendrados mientras se encontraba en Cuba bajo tratamiento por su adicción a la cocaína. Le sobreviven esas hijas, Dalma y Gianina, así como tres hijos de otras relaciones: Diego Armando Maradona Sinagra, un jugador de fútbol italiano; Jana Maradona; y Dieguito Fernando Maradona.

Diego Armando Maradona nació el 30 de octubre de 1960 en Lanús, Argentina, y se crió en el barrio popular de Villa Fiorito, en Buenos Aires, donde jugó al fútbol en calles polvorientas con la habilidad de un pícaro. A los 15 años, ya era profesional. Más tarde, fue una estrella en los clubes europeos Nápoles y Barcelona y, en 2010, fue el director técnico de Argentina en el Mundial de 2010, celebrado en Sudáfrica.

En su autobiografía, Maradona escribió que se había convertido en un jugador tan hábil en su juventud que los entrenadores rivales a veces lo acusaban de ser un enano adulto.

A sus pies, el balón parecía obedecer sus órdenes como una mascota. Jugaba con una especie de camuflaje brillante, parecía estar somnoliento durante largos tramos antes de imponerse en momentos urgentes con un regate hipnotizador, un pase asombroso o un disparo que parecía una puñalada.

La fama y la infamia que acompañaron su carrera y su vida se exhibieron ante el mundo el 22 de junio de 1986, cuando Argentina se enfrentó a Inglaterra en un partido de cuartos de final del Mundial celebrado en el Estadio Azteca de Ciudad de México. La tensión de la Guerra de las Malvinas entre los dos países, cuatro años antes, aún perduraba.

A los seis minutos del segundo tiempo de un partido sin goles, Maradona se sumergió en la defensa inglesa y deslizó un pase corto a un compañero. El balón terminó a los pies del mediocampista inglés Steve Hodge, quien devolvió un pase hacia su portero, Peter Shilton, solo para ver la intervención del depredador Maradona. A pesar de que solo medía 1,65 metros, Maradona saltó alto en el aire y mandó el balón a la red.

No usó su cabeza, como parecía al principio, sino su puño izquierdo, una maniobra que no se le permite a ningún jugador de fútbol, con excepción del portero. El árbitro tunecino debió haber descartado el gol, pero, tal vez al no haber visto la falta, no lo hizo.

Maradona luego dio relatos contradictorios sobre lo sucedido. Al principio dijo que nunca había tocado el balón con la mano; luego dijo que lo había hecho accidentalmente; luego atribuyó el gol a la intervención divina, a “la mano de Dios”.

Esto enfureció a los británicos.

“Descarado y desvergonzado, Maradona era todo inocencia fingida, hablando de la ‘mano de Dios’”, escribió Brian Glanville en su libro Historia de los mundiales de fútbol. “Para Inglaterra, más bien, era la mano del diablo”.

Cuatro minutos más tarde, Maradona volvió a marcar, dándole a Argentina una victoria de 2-1. Su segundo gol llegó después de un regate de 64 metros esquivando a cinco jugadores ingleses y una última finta para superar a Shilton y golpear el balón en una red vacía. Con destreza, cambiaba de dirección como un esquiador de slalom que cruza de una puerta a otra.

En su libro The Simplest Game, Paul Gardner describió la carrera como “10 segundos de pura e inimaginable habilidad futbolística para marcar uno de los mejores goles en la historia de los Mundiales”.

En la final de 1986, el pase de Maradona a través del centro de la defensa de Alemania Occidental preparó el gol ganador en la victoria de Argentina por 3-2. “Ningún jugador en la historia de la Copa del Mundo había dominado nunca de la manera en que Maradona reinó en México 86”, escribió Gardner.

Maradona también amenazó con abrirse camino en la Copa del Mundo de 1990, al recoger un balón suelto, amagar a un defensa y pasar a través de un bosque de piernas para ayudar en el único gol de la victoria en cuartos de final contra Brasil. En las semifinales, contra Italia, el equipo anfitrión, Maradona marcó el penal que puso a Argentina en ventaja para ganar la tanda de penales.

Este era Maradona en su gloria. El partido se jugó en la ruidosa ciudad portuaria de Nápoles, donde Maradona jugó y llevó al Nápoles a dos títulos de la Liga Italiana. Con destreza, le había pedido a los aficionados de allí que le hicieran barra a Argentina, no a Italia.

Pero no quedaba nada de magia para la final de 1990 contra Alemania. Maradona estaba lastimado tras haber recibido repetidas faltas, y le faltaban varios compañeros de equipo importantes, que habían sido suspendidos por cometer faltas flagrantes. Argentina perdió 1-0, con un penal.

Los italianos en el Estadio Olímpico de Roma abuchearon a Maradona cada vez que tocó el balón. Después de todo, él había eliminado a Italia del torneo. Después, acusó amargamente que el penal había sido impuesto como una represalia por la salida prematura de Italia.

Su propia carrera comenzó entonces a implosionar.

En 1991, Maradona dio positivo por cocaína mientras jugaba para el Nápoles y recibió una suspensión de 15 meses. Su comportamiento se volvió errático. En febrero de 1994, disparó un rifle de aire comprimido a los periodistas fuera de su casa de verano en Argentina.

Más tarde ese año fue expulsado de la Copa Mundial, celebrada en Estados Unidos, tras dar positivo durante el torneo por un cóctel de estimulantes. Ya en proceso de envejecimiento, aparentemente necesitaba un estímulo de energía para sus piernas cansadas, o una ayuda desesperada para perder peso.

Pero tal fue su renombre que Maradona luego entrenó a Argentina en el Mundial de 2010, donde fue avergonzado cuando Alemania le ganó a Argentina 4-0 en los cuartos de final.

Tuvo una carrera peripatética como entrenador de clubes en Argentina, Emiratos Árabes Unidos y México. En septiembre, fue contratado para entrenar al club argentino Gimnasia y Esgrima en La Plata. En su cumpleaños número 60, Maradona fue al partido de su equipo contra Patronato, pero se fue temprano de lo que se convirtió en una victoria por 3-0, lo que originó preguntas sobre su salud.

Cuando ingresó en el hospital el 2 de noviembre, el doctor Luque dijo que Maradona se sentía triste, no tenía apetito y tenía problemas para caminar.



Jamileth


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