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Cero emisiones netas, ¿pero de qué?


2020-11-29

NOAH J. GORDON | Política Exterior

En el intento de abordar el calentamiento global, erradicar emisiones netas de dióxido de carbono sería positivo. Lograr lo mismo con gases de efecto invernadero sería aún más positivo.

En un año asolado por la pandemia, las promesas de reducir las emisiones de calentamiento del planeta a cero neto se ven como rayos de esperanza. Corea del Sur y Japón anunciaron en octubre que alcanzarían las cero emisiones netas para 2050. China ya había hecho la promesa en septiembre, mientras que la Unión Europea anunció el mismo objetivo para 2050 a principios de año.  La pregunta es: ¿cero emisiones netas de qué exactamente?

El viaje a ninguna parte

La UE tiene la intención de reducir no solo el dióxido de carbono, sino todas las emisiones de gases de efecto invernadero a cero neto para 2050, mientras que el compromiso de China solo se aplica al dióxido de carbono. Con Japón, las cosas no fueron tan claras. El Primer Ministro Yoshihide Suga dijo al parlamento: “Aquí y ahora declaro nuestro objetivo de emitir cero gases de efecto invernadero en general para 2050, o en otras palabras, de ser neutral en cuanto al carbono para ese año”. Mientras los parlamentarios aplaudían, añadió: “Declaro que nos proponemos alcanzar una sociedad descarbonizada”. La mayoría de los medios de comunicación lo reportaron como una promesa de reducir todos los gases de efecto invernadero a cero neto. La oficina del primer ministro japonés no respondió a una solicitud de aclaración.

El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-In, comprometió al país a lograr la “neutralidad del carbono” para 2050 en un discurso parlamentario en octubre, y la promesa parece aplicarse a las emisiones de dióxido de carbono, pero los observadores internacionales no se centraron demasiado en los detalles. Un portavoz del Secretario General de la ONU elogió el “compromiso de Corea del Sur de llegar a las cero emisiones netas para 2050”. Mientras tanto, en respuesta al compromiso de Japón, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tuiteó que esperaba con interés trabajar con el país para lograr cero emisiones netas para 2050.  De momento, el tipo de emisiones no era importante.

Del CO2 al CH4

Para ser justos, los tweets y titulares no son lugar para el matiz. Es justo utilizar abreviaciones imprecisas en los anuncios iniciales de políticas sobre el cambio que llevará una generación.

Pero “neutralidad del carbono” y “neutralidad del clima” no son lo mismo. La distinción importa porque una es mucho más difícil de lograr que la otra. Como ha señalado Oliver Geden, del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP), reducir todas las emisiones de gases de efecto invernadero a cero neto llevará 10 o 20 años más que eliminar las emisiones de dióxido de carbono. Si se quiere mantener el calentamiento por debajo de 1,5 grados centígrados, las emisiones globales de dióxido de carbono deberían llegar a cero neto antes de 2050, aunque las emisiones de gases de efecto invernadero no necesitan llegar a cero hasta 2067.

Nueva Zelanda es el único país que hace hincapié en los matices de su objetivo nacional de emisiones, que consiste en lograr “emisiones netas nulas de todos los gases de efecto invernadero, salvo el metano biogénico, para 2050”. En otras palabras, Nueva Zelanda no espera que para 2050 pueda eliminar suficiente dióxido de carbono de la atmósfera para contrarrestar el calentamiento de otros gases.

Clases de gases

La gente suele hablar de “emisiones de [dióxido de] carbono” por una buena razón: son el mayor contribuyente al cambio climático, que comprende alrededor de tres cuartas partes de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los científicos incluso convierten los otros gases de efecto invernadero en equivalentes de dióxido de carbono para sus cálculos.

Además, las emisiones de dióxido de carbono están asociadas con los más conocidos impulsores del calentamiento global, los sectores del transporte y la electricidad, así como con los procesos naturales que lo contrarrestan. ¿Quemar gasolina para conducir un coche o carbón para generar electricidad? Estás emitiendo dióxido de carbono. ¿Plantar un árbol? Estás ayudando a absorberlo.

Sin embargo, los otros gases de efecto invernadero también contribuyen en gran medida al calentamiento del planeta. Existe el óxido nitroso (6% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero), que proviene principalmente de prácticas agrícolas como la aplicación de fertilizantes o la quema de residuos de cultivos, pero que también emite a veces el combustible; son las emisiones que Volkswagen enmascaró ilegalmente en el escándalo del Dieselgate de 2015. Luego están los gases F (2%), gases de efecto invernadero muy potentes que se utilizan principalmente en la refrigeración y el aire acondicionado. Sin embargo, ninguno de ellos son el segundo factor más importante del cambio climático. Ese honor corresponde al metano.

Más metano

Las emisiones de metano constituyen el 17% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque el gas tiene una vida útil en la atmósfera mucho más corta que el dióxido de carbono, también atrapa la radiación de manera más eficiente: su contribución al calentamiento global en un período de 100 años es 28 veces mayor que la del dióxido de carbono.

La principal fuente de emisiones de metano no es el sector energético, sino la agricultura. Los cerdos y las vacas producen metano a medida que digieren, y su estiércol lo produce a medida que se descompone. La quema de árboles y pastos para despejar la tierra para la agricultura también libera metano. La inundación de los arrozales, mientras tanto, crea condiciones ideales para las bacterias emisoras de metano. La descomposición de los residuos biológicos en los vertederos y el tratamiento de aguas residuales también produce metano.

Abordar estas emisiones es menos sexi que construir el perfecto nuevo Tesla, pero es importante: el Proyecto Global de Carbono estima que el metano ha sido responsable del 23% del calentamiento global producido por todos los gases de efecto invernadero hasta ahora. También es difícil evitarlos: se prevé que las emisiones de metano procedentes de la agricultura representen una gran parte de las emisiones residuales después de que la UE reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero a cero neto. Los europeos tendrán que eliminar el dióxido de carbono adicional de la atmósfera para compensar el efecto de calentamiento por metano.

Por cierto, no parece que se vaya a producir un cambio en las emisiones agrícolas. En medio de toda la conversación sobre el Acuerdo Verde Europeo, en octubre el Parlamento Europeo acordó su posición sobre una reforma de la Política Agrícola Común que ordena que el 60% de los subsidios agrícolas se gasten en el apoyo a la renta básica sin apenas ninguna condición verde. La nueva PAC también sigue permitiendo una contabilidad creativa con respecto a la cual el gasto se clasifica como “sostenible”.

La gran fuga

Parte del metano proviene de los combustibles fósiles, principalmente de la producción y transporte de petróleo y gas natural. Cuando el gas natural se quema –como sus partidarios nunca se cansan de repetir– emite aproximadamente la mitad de dióxido de carbono por unidad de energía consumida que el carbón. Pero el principal componente del gas natural es el metano, por lo que cualquier gas natural que no se convierta en una planta de energía o en un horno calienta el planeta sin ningún beneficio, y los seres humanos pueden haber estado poniendo más de él en la atmósfera de lo que nos dimos cuenta.

Un artículo de 2018 en la revista Science encontró que las emisiones de metano en la cadena de suministro de petróleo y gas eran un 60% más altas que las estimadas por el gobierno de los Estados Unidos. Un artículo de febrero de 2020 publicado en la revista Nature descubrió que las emisiones naturales de metano, por ejemplo, de los humedales, eran menores de lo que se suponía y, por lo tanto, las emisiones de los combustibles fósiles eran mayores. Como si esto no fuera suficiente, los autores de un artículo de marzo de 2020 en el Journal of Cleaner Production descubrieron que las minas de carbón abandonadas también estaban filtrando mucho más metano del que se pensaba anteriormente.

Las nuevas tecnologías de medición han mejorado la capacidad de los analistas para rastrear fugas de metano furtivas, y los resultados no son alentadores. El año pasado The New York Times voló un avión con una cámara infrarroja sobre el corazón del “país del esquisto” en Texas y encontró media docena de sitios de “súper fugas”. Un trabajador caminó directamente hacia una columna del gas invisible sin protección. Compañías como GHGSat están usando imágenes de satélite para monitorear estas emisiones en todo el mundo.

Ahora que los responsables de las políticas públicas tienen una mejor idea de la procedencia del metano, tendría sentido exigir que la industria de los combustibles fósiles se pusieses a trabajar reparando las fugas de los oleoductos, tapando y limpiando los pozos de petróleo y gas abandonados. Los analistas de Carbon Tracker llaman a estos viejos yacimientos petrolíferos “pasivos varados”. Tratar con ellos podría resultar bastante caro, ya sea para las propias empresas, los inversores institucionales que tienen sus acciones, o los contribuyentes que quedan con la factura al final.

Lo primero es lo primero

Ya sea que se apliquen al metano o al dióxido de carbono o a ambos, la principal conclusión de todos estos anuncios de cero neto es que la política climática se está moviendo. El hecho de que China se comprometa solo a eliminar las emisiones de dióxido de carbono es secundario. No mires los dientes a un caballo regalado ni te quejes de las emisiones de metano agrícola.

Sin embargo, los “otros” gases de efecto invernadero son importantes y lo serán aún más a medida que el gas natural siga sustituyendo al carbón como combustible para la generación de electricidad. La estrategia sobre el metano recientemente anunciada por la UE es un paso en la dirección correcta; su objetivo es, sobre todo, mejorar la medición y la notificación de las emisiones de este gas. Es de esperar que su próxima versión incluya normas vinculantes para exigir a los países que exportan gas a la Unión que aborden sus problemas con el metano.

La descarbonización, como su nombre lo indica, consiste en deshacerse del dióxido de carbono. El metano y el resto deben seguirlo.



JMRS


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