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Las lecciones de 2020 para 2021


2020-12-01

Por Viri Ríos | The New York Times

CIUDAD DE MÉXICO — Muchos de los mexicanos que nacieron entre los años sesenta y setenta observan la crisis económica actual y piensan que, hasta ahora, los más jóvenes no sabíamos lo que era vivir una crisis.

No es así. Más bien, los mexicanos más jóvenes no sabemos lo que es vivir fuera de una crisis. Y la oposición política actual parece no entenderlo.

Para las elecciones intermedias que México tendrá en 2021, el plan de los dos principales partidos opositores —el PRI y el PAN, partidos que se han alternado el poder por casi un siglo— es unirse en una gran coalición contra Morena, el movimiento fundado por Andrés Manuel López Obrador que ahora tiene la mayoría en ambas cámaras y controla el Ejecutivo.

La oposición estima que no necesita proponer más ideas que sacar a Morena del poder porque México había avanzado mucho económicamente en las últimas décadas y todo se echó a perder cuando Morena tomó control.

Así, la plataforma de la oposición es una especie de consenso fantasioso que ofrece regresar al México de 2018. Una promesa insuficiente porque la idea de que antes de Morena todo iba más o menos bien es equivocada.

La crisis ha marcado la vida completa de mi generación con o sin el partido de López Obrador. Crecimos con la crisis de 1994 y sus repercusiones, y vimos nuestras primeras expectativas laborales colapsar con la de 2008 y 2009. Observamos al peso perder el 11 por ciento de su poder de compra internacional de 2016 a 2019, sin que al evento siquiera se le llamara crisis, y hoy tenemos una crisis fomentada en buena medida por la pandemia global (que hasta el momento se estima que al menos 190,000 pequeñas empresas han cerrado solo en Ciudad de México).

El mito de que México ha avanzado de manera continua en el camino de la prosperidad en las últimas décadas se fundamenta en lo que llamo “la vara ultrabaja”. Esa vara ultrabaja es la carta de la oposición de cara a 2021. Su postura consiste en comparar a México consigo mismo hace cincuenta años y no con lo que pudo haber sido, lo que lograron otros países, o las fortunas que unos pocos mexicanos hicieron a costa de resto del país. Los países de un nivel similar de ingreso que México, por ejemplo, crecieron en promedio aproximadamente el doble que México en la última década.

Lamentablemente, la vara ultrabaja con la que se ha manejado la política mexicana es profundamente deficiente. Y ha hecho de la mentira una forma de vida. Una que se ha mantenido hasta ahora.

Nuestro país ha sido un paraíso de unos pocos y, aunque ha habido progresos generalizados, no ha sido suficiente. Es hora de subir las expectativas.

Mientras crecíamos, se nos dijo que logramos ir a la universidad más que nuestros padres, pero se omitió decir que esa educación vale cada vez menos. El salario promedio por hora de los trabajadores con educación universitaria disminuyó cada año de 2006 a 2018.

Nos contaron que era un éxito que los trabajadores más jóvenes habían aumentado sus sueldos, pero no nos dijeron que sucede en mucho menor medida de lo que lo solían aumentar los sueldos en generaciones anteriores.

Nos dijeron que con la reforma de pensiones aprobada en 1997 más personas tendrían acceso a una pensión. No se nos dijo, sin embargo, que las pensiones no alcanzarían a cubrir ni una tercera parte del sueldo del trabajador. Mi generación no sabe lo que es una pensión, ya ni soñamos con ella.

Actualmente, el gobierno federal nos está ofreciendo una pensión nueva que, según esto, será un gran avance porque reduce las semanas de cotización de los trabajadores formales. Pero, otra vez, no nos aclaran que la pensión crea incentivos a deprimir los salarios porque los empresarios son subsidiados solo cuando pagan poco, y no cuando pagan bien.

Las mentiras de la no-crisis están por todos lados. Incluso en el combate a la pobreza. Se ha repetido que hay menos pobres que en 1950 pero se obvia dice que en 2018 se registraron más que en 2008. No se advierte tampoco que el gobierno ha puesto métricas de ingreso tan bajas para dejar de ser pobre que al día de hoy, el 12 por ciento de las personas que no son pobres, no pueden alimentarse.

Quizá lo más grave es que se nos acostumbró a llamar capitalismo a un capitalismo sin capitalistas, a un modelo donde la llamada liberalización económica desmembró un monopolio de Estado para convertirlo en un oligopolio privado de unos cuantos.

En un mes terminará 2020 y deberíamos sostener una discusión profunda, y quizás incómoda, sobre el futuro que queremos. La oposición debe estar atenta a esa discusión para no reproducir fantasías. No queremos lo que vimos en 2020 pero tampoco una plataforma que sustente falsamente que la crisis actual es producto exclusivo del gobierno de AMLO. Debemos subir las expectativas de la economía y del país que queremos más allá de lo que hemos tenido por generaciones.

Las nuevas generaciones tenemos el deber de derribar los mitos para ver nuestros fracasos. México debe aprender a crecer para todos, no solo para unos cuantos. Para lograrlo las metas deben cambiar.

No basta con liberalizar la economía, hay que arrebatarla de la mano de los pocos que la han monopolizado en detrimentos de los consumidores. No basta con aumentar el gasto público si este no logra reducir la pobreza. El gasto debe aumentar y mejorar su calidad si queremos tener resultados. Finalmente, no basta con que ganemos un poco más si aún ganamos tan poco.

Si algo nos ha enseñado 2020 es que no importa qué partido esté en el poder, el cambio más importante que México necesita es esencialmente estructural y no solo regresar el tiempo dos años atrás.

De cara a las elecciones intermedias de 2021, debemos estar muy atentos a esto, usar el voto a nuestro favor y reconocer, aunque sea doloroso, que la economía mexicana no ha sido una historia de éxito desbordado que nos contaron. Admitirlo permitirá exigir cambios concretos que nos beneficien. Y nos permitirá votar mejor.

En 2021 votaré por la plataforma que me ofrezca esto.



Jamileth


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