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La larga oscuridad antes del amanecer


2020-12-02

Por Donald G. McNeil Jr. | The New York Times

Cada semana, surgen buenas noticias sobre vacunas o tratamientos con anticuerpos, lo que ofrece la esperanza de que el fin de la pandemia pueda estar cerca.

Sin embargo, esta temporada navideña será particularmente sombría. Estados Unidos ha alcanzado un hito atroz: más de un millón de casos nuevos de coronavirus cada semana. En algunos estados, los hospitales están a punto de colapsar. El número de muertes está aumentando y pareciera que superará el promedio de 2200 por día que se registró en la primavera, cuando la pandemia se concentró en el área metropolitana de Nueva York.

Nuestro fracaso al momento de protegernos nos ha alcanzado.

Ahora, el país debe soportar un período crítico de transición que amenaza con durar demasiado, mientras dejamos de lado el optimismo sobre la próxima primavera y enfrentamos el oscuro invierno que se avecina. Algunos epidemiólogos predicen que, para marzo, la cifra de muertos podría ser casi el doble de los 250,000 que se registraron apenas la semana pasada.

“Los próximos tres meses van a ser simplemente horribles”, dijo Ashish Jha, decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown, y quien forma parte del grupo de más de veinte expertos que fueron entrevistados por The New York Times sobre el futuro cercano.

Esta coyuntura, quizás más que ninguna hasta la fecha, expone las profundas divisiones políticas que han permitido que la pandemia se recrudezca, y que determinarán la gravedad del invierno que se avecina. Incluso cuando los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades instaron a los estadounidenses a evitar los viajes de vacaciones y muchos funcionarios de salud les pidieron a las familias que cancelaran las grandes reuniones, más de seis millones de estadounidenses tomaron vuelos durante la semana de Acción de Gracias, que es aproximadamente el 40 por ciento del tráfico aéreo del año pasado. Y el presidente Donald Trump, la persona que podría alterar las condiciones imperantes en la actualidad y su proyección hasta la primavera, pareciera que no está dispuesto a ayudar a su sucesor para hacer lo necesario con el fin de salvar las vidas de decenas de miles de estadounidenses.

El presidente electo Joseph Biden reunió a excelentes asesores y tiene un plan sensato para abordar la pandemia, dijeron los expertos en salud pública. Pero Mitchell Warren, el fundador de AVAC, un grupo de defensa del sida que se enfoca en varias enfermedades, dijo que Biden tenía las manos atadas hasta el 20 de enero que es el día de la toma de posesión: “El presidente electo no tiene mucho poder”.

Una inacción fatal

Los funcionarios federales afirman que, para finales de diciembre, las primeras dosis de la vacuna pueden estar disponibles para los estadounidenses. Aún se están estableciendo prioridades, pero se espera que las vacunas se apliquen primero a los trabajadores de la salud, los residentes de hogares de ancianos y otras personas con mayor riesgo. El tiempo que llevará llegar a los estadounidenses más jóvenes depende de muchos factores, incluida la cantidad de vacunas aprobadas y la rapidez con la que se puedan fabricar.

A mediados de octubre, sorprendí a algunos lectores de The New York Times al pasar del pesimismo al optimismo, y es muy probable que la epidemia en Estados Unidos termine antes de lo que esperaba. Ahora que han surgido al menos dos vacunas con una eficacia superior al 90 por ciento, tengo más esperanzas sobre lo que deparará el 2021.

Pero aunque la respuesta médica al virus está mejorando, la política de salud pública sigue siendo un desafío profundamente complejo.

Las regiones del país que ahora se encuentran entre las más afectadas por el virus (los estados del Medio Oeste, los montañosos y los condados rurales que incluyen las Dakotas, Iowa, Nebraska y Wyoming) son las que votaron por Trump en las elecciones recientes. El presidente podría ayudar a salvar a sus millones de seguidores instándolos a usar mascarillas, evitar las multitudes y suspender las reuniones navideñas de este año. Pero parece que eso es poco probable, según dijeron muchos expertos en salud.

“Eso no está en su ADN”, dijo William Schaffner, especialista en medicina preventiva de la facultad de medicina de la Universidad de Vanderbilt. “Significaría admitir que estaba equivocado y que Tony Fauci tenía razón”.

Según señalaron los expertos, lo más paradójico es que Trump pudo haber sido el héroe de esta pandemia. La Operación Máxima Velocidad, que su administración anunció en mayo, parece estar en camino de distribuir las vacunas y los tratamientos en un tiempo récord. Es muy posible que Estados Unidos se convierta en el primer país en controlar el virus mediante la destreza farmacéutica.

Si, a finales de la primavera, Trump hubiese escuchado a sus asesores médicos adoptando medidas para frenar los nuevos contagios, la nación estaría en camino de salir de la epidemia el próximo año con muchas menos muertes per cápita que otros países.

Pero durante su campaña, Trump dedicó poco tiempo a explicar la importancia de la Operación Máxima Velocidad; ha invertido más de 12,000 millones de dólares en seis vacunas basadas en tres nuevas tecnologías complejas, así como terapias con anticuerpos con nombres casi impronunciables.

Algunos expertos en salud expresaron su preocupación ante la posibilidad de que Trump pueda seguir socavando la estrategia contra el coronavirus después de que deje el cargo, al contradecir y disminuir cualquier medida propuesta por Biden.

“La opinión general”, dijo David L. Heyman, exfuncionario de los CDC que ahora supervisa el Centro de Seguridad Sanitaria Global en Chatham House en Londres, “es que continuará hostigando a la Casa Blanca para movilizar a su gente en 2024 con el fin de que lo apoyen a él, a su hija o alguno de sus otros hijos”.

La pelea por las mascarillas

El antídoto para la desesperanza es la agencia, y los estadounidenses pueden protegerse a sí mismos incluso sin el consejo de Trump, al usar mascarillas y mantener su distancia de los demás.

Los funcionarios reacios finalmente han llegado a ordenar esas medidas. Los gobernadores de Iowa y Nueva Hampshire emitieron mandatos de uso de mascarillas por primera vez a mediados de noviembre; los gobernadores de Kansas, Carolina del Norte y Hawái reforzaron los suyos. Pero los estadounidenses promedio están muy divididos en cuanto a los cubrebocas.

“Hay un apoyo bastante amplio para los mandatos de uso de mascarillas incluso entre los republicanos”, dijo Martha Louise Lincoln, historiadora médica de la Universidad Estatal de San Francisco. “Pero entre los votantes de extrema derecha todavía existe la percepción de que son un signo de debilidad o un símbolo de ser engañados”.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) emitieron nuevas directrices el 10 de noviembre, abogando de manera más clara que antes para que todos, infectados o sanos, usen cubrebocas.

Varios estudios, en los que se utilizaron máquinas que soplaban nieblas finas, han demostrado que las mascarillas de alta calidad pueden reducir significativamente la propagación de patógenos entre las personas que conversan.

Y las evidencias de que las mascarillas funcionan se han vuelto abrumadoras. Docenas de “eventos superpropagadores” han sucedido en lugares donde la mayoría de la gente no llevaba mascarilla: en bares y restaurantes, en campamentos de verano, en funerales, en aviones, en iglesias, en prácticas de coro.

Por el contrario, no se ha sabido de ninguno en lugares donde la mayoría de la gente usaba cubrebocas, como en las tiendas de comestibles. Un conocido estudio de los CDC demostró que, incluso en una peluquería de Springfield, Misuri, donde dos estilistas estaban infectados, ni uno solo de los 139 clientes a los que les cortaron el pelo en el curso de diez días contrajo la enfermedad. Una orden sanitaria de las autoridades de la ciudad requería que tanto los estilistas como los clientes usaran cubrebocas.

Incluso en los ambientes más peligrosos —salas de emergencia de los hospitales— no se han reportado eventos superpropagadores desde que el equipo de protección personal se hizo ampliamente disponible. (Sin embargo, muchos médicos y enfermeros han sido infectados; un incidente en South Bend, Indiana, en el que se infectaron varios enfermeros resultó estar relacionado con una boda).

Por el contrario, la Casa Blanca, donde se han evitado las mascarillas, ha sido el escenario de al menos uno, y posiblemente más, eventos superpropagadores.

Un estudio del Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington calculó que se podrían salvar 130,000 vidas para febrero si el uso de cubrebocas se hiciera universal en Estados Unidos inmediatamente. Las mascarillas también pueden preservar la economía: un estudio de Goldman Sachs estimó que su uso universal ahorraría 1 billón de dólares que podrían perderse por el cierre de negocios y las facturas médicas.

Un año nuevo y nuevos consejos de salud

Biden ha dicho que tiene la intención de hacer frente a la pandemia desde su primer día completo en el cargo, el 21 de enero. Pero debido a que las muertes por coronavirus siguen a los nuevos casos por algunas semanas, cualquier resultado de sus acciones puede no ser aparente antes de la primavera.

En general, los expertos elogiaron al grupo de asesores elegidos por Biden, describiéndolos como científicos de renombre que podrían llegar de manera creíble a muchos grupos duramente afectados por la pandemia, incluidos los negros y los hispanoestadounidenses.

Sin embargo, varios expertos, algunos de los cuales hablaron de forma anónima para evitar ofender a amigos y colegas, dijeron que el panel necesitaba diferentes habilidades y un tipo de equilibrio diferente.

Algunos consideraron que debería tener más experiencia científica y sugirieron que se reclutasen más vacunadores, como Paul A. Offit del Hospital Infantil de Filadelfia, y más epidemiólogos, como Marc Lipsitch de Harvard y Natalie E. Dean de la Universidad de Florida.

Otros dijeron que el panel necesitaba más científicos del comportamiento adeptos a combatir los rumores, que han sido un gran obstáculo.

“Nos enfrentamos a dinámicas extremadamente complejas y poco comprendidas en torno a la desinformación, las teorías conspirativas, la paranoia y la desconfianza”, señaló Lincoln.

Entre los nombres sugeridos con esas habilidades se encontraban Heidi J. Larson del Proyecto de Confianza en las Vacunas en Londres, Carl T. Bergstrom de la Universidad de Washington y Zeynep Tufekci de la Universidad de Carolina del Norte

Otros dijeron que el panel tenía demasiados miembros vinculados a la administración Obama-Biden. Ezekiel J. Emanuel, por ejemplo, fue uno de los arquitectos de la Ley de Atención Médica Asequible y Eric Goosby fue el coordinador mundial de Barack Obama para el sida. Para llegar a la base de Trump, dijeron, el panel necesita expertos republicanos creíbles.

“De lo contrario”, dijo Leana Wen, excomisionada de salud de Baltimore, “habrá aún más de una percepción equivocada de que se trata de los demócratas y los médicos tratando de cerrar la economía, cuando en realidad el control del virus es clave para la recuperación económica”.

Los expertos sugirieron agregar a Bill Frist, cirujano de trasplantes y exsenador republicano, o a Marc K. Siegel, internista y escritor de opinión de Fox News.

Warren sugirió consultar a expertos en marketing y reclutar a “todos, desde Papá Noel hasta LeBron James” como portavoces de confianza.

Otro experto sugirió añadir a Mehmet C. Oz, un cirujano cardíaco y personalidad de la televisión que fue criticado por promover la hidroxicloroquina en Fox News (más tarde cedió), y posiblemente incluso pedir que se unieran Sean Hannity y Tucker Carlson, porque son populares en la base de Trump y podrían ser persuadidos para aceptar la ciencia que salvaría las vidas de sus propios espectadores.

El plan de Biden

El plan de Biden para enfrentar a la pandemia se describe en su sitio web.

En ese documento pide que se realicen pruebas mucho más generalizadas, suministradas de forma gratuita; que se prohíban los gastos del propio bolsillo para la atención médica del virus; que los militares construyan hospitales temporales si es necesario; que se coopere con las empresas estadounidenses para crear más equipos de protección personal y ventiladores; que se preste más ayuda alimentaria a los pobres, y otras medidas.

Biden ha dicho que apoya un mandato nacional para el uso de mascarillas, aunque su plan pide a los gobernadores que impongan mandatos estatales.

Todos los expertos entrevistados por el Times elogiaron el plan, pero varios consideraron que no era lo suficientemente agresivo. La pandemia se ha extendido tanto que está fuera de control, argumentaron, y solo puede ser contenida con medidas profundamente impopulares pero necesarias, como la aplicación rigurosa de las leyes sobre las mascarillas, el cierre de bares y restaurantes, la exigencia de pruebas regulares en escuelas y lugares de trabajo, el aislamiento de los infectados lejos de sus familias, la prohibición de viajar de las zonas de alta prevalencia a las de baja prevalencia, y la imposición de cuarentenas que se aplican en lugar de ser simplemente solicitadas.

Muchos otros países han impuesto esas medidas a pesar de la feroz oposición de algunos ciudadanos, dijeron, y han ayudado.

“Las universidades son los Wuhan de esta oleada de otoño”, dijo Howard Markel, historiador médico de la escuela de medicina de la Universidad de Michigan. Las universidades, dijo él y otros expertos, deben evitar que los estudiantes vayan y vengan entre sus ciudades natales y las ciudades universitarias, ya que ambas tienen muchos residentes vulnerables.

La clave para hacer cumplir las leyes de la mascarilla, señaló Robert Klitzman, un psiquiatra y bioeticista de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, es castigar no a las personas sino a los propietarios de los edificios que ignoran las restricciones; Quebec, señaló, multa a las tiendas con 4,500 dólares si los clientes no usan mascarilla.

Pero después de una elección muy divisiva, dijeron otros expertos, será difícil conseguir que muchos estadounidenses cooperen, especialmente si Trump alienta la resistencia.

Además, hay límites legales en lo que el gobierno federal puede hacer. Los “códigos sanitarios” y las leyes de cuarentena estadounidenses se basan abrumadoramente en los poderes estatales y locales, muchos de los cuales fueron otorgados en el siglo XIX, cuando las epidemias barrían constantemente las ciudades de la nación. Los poderes del gobierno federal generalmente se extienden a asuntos interestatales.

Así, por ejemplo, si bien la administración Biden podría fácilmente tipificar como delito federal el negarse a llevar una máscara en un vuelo a través del país —o poner a los infractores en la “lista de no volar” que se creó después del ataque del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center— probablemente no podría hacer que todos los residentes de Dakota del Sur llevaran un cubrebocas si la gobernadora Kristi Noem y la Legislatura del Estado se oponen a la medida. Noem ha dicho que no hará cumplir los mandatos de las mascarillas o los cierres aunque Biden, como presidente, los ordene.

La esperanza de las vacunas

Los expertos en salud entrevistados por el Times expresaron su entusiasmo por el hecho de que las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna fueron reportadas como 95 por ciento efectivas sin problemas serios de seguridad. El 23 de noviembre, una tercera vacuna, de AstraZeneca, también pareció ser efectiva, aunque se discute exactamente su eficacia.

“Es una asombrosa hazaña científica que acabamos de ver, pasar de una secuencia genética el 10 de enero a una vacuna el 10 de noviembre”, dijo Lawrence Corey, quien analiza ensayos de vacunas dispares para que sus resultados puedan ser fácilmente comparados.

Sin embargo, los expertos aún quieren leer los datos, no solo lo que Offit llamó “ciencia por comunicado de prensa”.

Las compañías farmacéuticas a menudo esperan hasta que tienen datos publicables antes de anunciar los resultados de los ensayos clínicos. Pero cuando es probable que una noticia sacuda el precio de una acción, se publica inmediatamente para reducir la posibilidad de que alguien relacionado con la compañía se involucre en el uso de información privilegiada, o incluso que parezca hacerlo.

Biden heredará los frutos de la Operación Máxima Velocidad y supervisará su distribución. Los miembros de su equipo de transición, que hablaron de forma anónima porque no estaban autorizados a revelar sus deliberaciones, dijeron que ya estaban discutiendo dos temas delicados: si crear una forma segura para que los individuos vacunados demuestren que han recibido ambas vacunas, y si las vacunas de la covid deberían ser obligatorias en última instancia, ya sea por el gobierno federal o por los gobiernos estatales, empleadores, sistemas escolares o similares.

Hacer que las vacunas sean obligatorias puede ser una batalla política, pero está dentro del alcance de la ley estadounidense. En 1905, en un caso histórico, Jacobson contra Massachusetts, la Corte Suprema confirmó el derecho de un gobierno estatal a hacer obligatoria la vacunación contra la viruela, con el argumento de que protegía la salud pública, a pesar de que las crudas vacunas contra la viruela de esa época podían causar graves efectos secundarios en algunas personas.

También está dentro de la tradición religiosa estadounidense. Prácticamente todas las principales religiones han sostenido que las vacunas están permitidas, y algunas incluso sostienen que sus feligreses están obligados a vacunarse por el bien común.

Algunos expertos que no formaban parte del comité se mostraron firmes en que, una vez que se demostrara la eficacia y la seguridad de las vacunas para la covid, éstas deberían ser obligatorias.

W. Ian Lipkin, director del Centro de Infección e Inmunidad de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, señaló que su institución ya tiene pruebas obligatorias para todos los estudiantes y el personal. Dijo que a las empresas que él asesora les gustaría eventualmente hacer la vacunación obligatoria para todos los empleados, pero que preferirían que el gobierno tomara la delantera exigiéndolas.

En el hospital pediátrico de Offit, cada miembro debe haber recibido todas las vacunas de rutina y recibir una vacuna anual contra la gripe, o enfrentar el despido.

“No es opcional”, dijo. “Estás cuidando de niños. Y sí, en el futuro, creo que la vacunación tendrá que ser obligatoria. Es tu responsabilidad como ciudadano”.

Las próximas doce semanas serán largas y dolorosas. Pero es probable que la primavera traiga vacunas altamente efectivas y un renovado compromiso con el liderazgo médico, algo que ha estado faltando bajo el mandato de Trump.

“Los CDC tendrán que ser reconstruidos y sus directrices y las de la FDA tendrán que ser reevaluadas rápidamente”, dijo Robert L. Murphy, director del Instituto de Salud Global de la Facultad de Medicina de la Northwestern University. “El equipo de Biden se moverá rápidamente. No es como si no supieran qué hacer”.



Jamileth


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