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El ‘sandwich de la verdad’: así se puede frenar la desinformación gubernamental en México
Por Luis Antonio Espino | The Washington Post La comunicación de las autoridades durante una emergencia sanitaria debe tener un solo objetivo: administrar eficazmente el temor de las personas. Si la autoridad comunica que el riesgo es demasiado elevado, el temor paralizará a la gente y no tomará ninguna acción para protegerse ante un peligro que considera inevitable. Si, por el contrario, la autoridad minimiza el riesgo, las personas no tendrán temor de contagiarse ni de contagiar a los demás, e ignorarán las instrucciones de prevención y cuidado, como está ocurriendo en México. El reto para las autoridades es encontrar el punto de equilibrio en la escala del miedo, con una comunicación clara y consistente que motive a las personas a seguir las instrucciones de salud, y modificar sus hábitos y conductas para cuidarse y cuidar a las otras personas. La comunicación del gobierno de México durante la pandemia nunca se ha propuesto encontrar ese punto de equilibrio. Eso ha sido un factor que explica por qué hemos tenido uno de los peores manejos de esta crisis en el mundo. Y hay que ser claros: no es que haya habido una “mala comunicación”, es que el gobierno decidió sustituir intencionalmente la comunicación profesional con una estrategia de propaganda política. Mientras que la comunicación sigue estándares técnicos para diseñar mensajes dirigidos a proteger la salud de las personas, la propaganda busca imponer en la sociedad las ideas y las creencias de un grupo para proteger intereses particulares. El objetivo principal ha sido cuidar la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), e imponer la idea de que la pandemia es una calamidad inevitable, ante la que el presidente ha actuado con las mejores intenciones pero enfrentando circunstancias adversas y malvados enemigos que quieren que le vaya mal a México. Se ha convencido a millones de ciudadanos de que nada se podía hacer mejor, por lo que ni AMLO ni sus funcionarios pueden ser considerados responsables del desastre. Esto ha demostrado ser una estrategia tan efectiva como carente de ética pública, pues cada punto de popularidad que el presidente ha mantenido en las encuestas se ha alcanzado a costa de la salud y la vida de decenas de miles de personas. Estamos a unos cuántos días de las fiestas de diciembre, y la pandemia ha entrado en una nueva y peligrosa etapa de aceleración de contagios y fallecimientos. El riesgo es que la situación se desborde y se presente un colapso del sistema de salud en las próximas semanas. Idealmente, el gobierno entendería que es hora de dar un golpe de timón, tanto a la estrategia sanitaria como a la comunicación del riesgo. Pero la única persona que puede tomar esa decisión es el presidente y eso, al parecer, no va a ocurrir. Tanto él como el vocero Hugo López-Gatell han sido, a lo largo de estos diez meses, los principales beneficiarios políticos de la desinformación sobre la pandemia, y por eso siguen sembrando confusión sobre aspectos tan básicos como el uso del cubrebocas. ¿Qué hacer? Habría que comenzar por contrarrestar de algún modo la campaña de desinformación del gobierno. Un primer paso sería el uso del “sándwich de la verdad”, técnica descrita por el gran especialista en comunicación George Lakoff. ¿Cómo se prepara este sándwich? Digamos que mañana el presidente afirma otra vez que “vamos domando la pandemia”, cuando los datos señalan que sigue desbordándose. En vez de repetir acríticamente la afirmación falsa, los medios deberían preparar el “sándwich de la verdad” como sigue: - Primero, una rebanada de “pan” de veracidad, con los mensajes que queremos reforzar: “Quédese en su casa. La pandemia en México sigue creciendo de acuerdo con las cifras más recientes…” - Luego, dar contexto a la mentira: “A pesar de que el presidente afirmó de nuevo, sin evidencia, que la pandemia está controlándose…” - Al final, otro “pan” de verdad para cerrar el sándwich: “Ayer tuvimos esta cifra de contagios y ya se acumulan más de 115,000 fallecidos. La gente debe quedarse en casa y no salir si no es necesario”. Otro ejemplo. Supongamos que López-Gatell vuelve a decir: “el uso del cubrebocas está sobreestimado”. En vez de repetir esta afirmación falsa, el “sándwich de la verdad” diría: - Una primera verdad: “El cubrebocas sí sirve y hay que usarlo siempre que se salga de casa…”. - En medio, la mentira puesta en su contexto: “El vocero ha afirmado, otra vez, que el cubrebocas no funciona, cuando la evidencia científica demuestra que sí”. - Y otra capa de verdad: “Los ciudadanos deben usar el cubrebocas siempre al salir de casa. La Organización Mundial de la Salud recomienda su uso, al igual que los gobiernos de los países donde se ha controlado mejor la pandemia”. En los próximos meses, el tema de la vacuna contra el COVID-19 ocupará toda la atención de la sociedad. La expectativa mundial es muy elevada, y en México la gente ya comienza a celebrar anticipadamente el inicio del fin de la pesadilla. Pero habrá que estar alertas, porque más allá de la compra de las vacunas que el gobierno ha hecho, también se necesitará distribuirlas y aplicarlas. Ya hay señalamientos de los problemas que esto traerá para México. Qué sucedería si, ante posibles fallos logísticos, el presidente y su vocero comenzaran a desestimar la efectividad de la vacuna, a señalar que no es indispensable para controlar la pandemia o alguna estrategia similar para eludir su responsabilidad. Los medios y la sociedad tendríamos que ser capaces de demostrar que hemos aprendido la lección, y que ya no estamos dispuestos a seguir reproduciendo, amplificando y consumiendo la propaganda que nos receta el poder: colocar un “sándwich de verdad” contra la desinformación. maria-jose |
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