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Los siervos de un pueblo que se ha llevado la pandemia


2020-12-18

Por Felipe Monroy

Muchos de los agentes pastorales continúan ofreciendo asistencia caritativa y solidaria.

“¿En verdad creíste que te dejaría solo? Siempre estaré a tu lado”. Esas son las palabras con las que un joven sacerdote relata sus recuerdos con su formador en el Seminario el día en que el cura falleció de COVID-19; el padre Sabás Benítez Hernández, ampliamente admirado en la Iglesia capitalina se sumó el pasado 12 de diciembre a la lista de 128 presbíteros mexicanos acaecidos por COVID-19 en este 2020.

Cada deceso de COVID en el mundo es más que una cifra, detrás hay una historia personal y familiar; sin embargo, en el caso de los sacerdotes hay una o varias comunidades que quedan sin el amparo y auxilio espiritual; la ausencia de un ministro que ofreció consuelo, esperanza y caridad a propios y extraños.

En total, 145 agentes de pastoral católicos (entre obispos, sacerdotes, diáconos y religiosas) han muerto por afecciones producidas por el COVID-19 y sus comunidades resienten sus ausencias.

El Centro Católico Multimedial (CCM) ha realizado a lo largo de nueve meses una tarea que ninguna otra organización ha emprendido: compilar, organizar y compartir las historias de los ministros de culto y religiosas en México que han perdido la vida en los márgenes de la pandemia por coronavirus. Las diócesis más lastimadas por la muerte de sus ministros son Puebla (14), México (7) y Morelia (7); y recientemente la diócesis de Aguascalientes perdió a su obispo en funciones, José María de la Torre Martín, quien pasó mes y medio hospitalizado luchando contra el COVID.

A lo largo del año, el CCM ha publicado trece reportes que, además de mostrar los duros datos estadísticos sobre los sacerdotes y religiosas fallecidos por COVID, comparte un breve seguimiento de la labor pastoral que estos realizaban en comunidades mexicanas.

Un ejemplo de esto pone en perspectiva el impacto social que deja la pérdida de 128 curas de almas: A inicios de junio falleció de COVID el sacerdote José Luis Téllez García, de Iztapalapa. Se le conoció como ‘El Padre Liberador’ debido a que en su ministerio de caridad logró la preliberación de más de 10 mil presos; también fundó y dirigió la casa ‘Hogar Alternativo’ para hombres y mujeres excarcelados que requerían un espacio donde pudieran reinsertarse en la sociedad superando el tradicional estigma y desprecio social.

13° Reporte CCM Clérigos y Religiosos fallecidos en México por Afecciones de COVID-19

En Guadalajara, la Iglesia se dolió por la muerte de David Orozco Loera, un sacerdote que ofreció su ministerio en ayuda enfermos de lepra en el Hospital Civil local; durante sus exequias, el cardenal Francisco Robles Ortega lo llamó “testigo y apóstol de la misericordia”. En los Mochis, varias comunidades de adultos mayores se vieron afectadas por la muerte de Ramiro Flores de León ‘El Padre Brother’ que les acompañaba y asistía regularmente.

Tras trece reportes ininterrumpidos, el CCM informa que hasta el 15 de diciembre 4 obispos, 128 sacerdotes, 8 diáconos y, al menos cinco religiosas han perdido la vida en México por afectaciones derivadas de COVID. La Unidad de Investigaciones del CCM afirma que, con los datos recabados, el 57% de las diócesis y arquidiócesis del país han perdido al menos a uno de sus ministros.

A lo largo de la pandemia, los líderes católicos han asumido -no sin dificultades ni reticencias- el cierre de los templos y la cancelación de celebraciones, procesiones y peregrinaciones. Incluso se han clausurado eventos masivos para no propiciar el contagio comunitario. Sin embargo, muchos de los agentes pastorales continúan ofreciendo asistencia caritativa y solidaria en sus localidades con las familias que pasan adversidades materiales y espirituales derivadas del confinamiento.

Los obispos, por ejemplo, no han dejado de atender las necesidades de sus párrocos y de los conventos ubicados en sus territorios; por ello, al menos una docena de mitrados en el país han reportado su contagio de COVID, de los cuales, cuatro han fallecido. Tres obispos eméritos: Arturo Lona Reyes (Tehuantepec), Gonzalo Galván Catillo (Autlán), Benjamín Jiménez Hernández (Culiacán) y un obispo en funciones, De la Torre Martín (Aguascalientes).

En el caso de los obispos, su ausencia, además de afectar directamente en el gobierno y pastoral de todo un territorio; también impacta en el servicio a la sociedad que ofrecían. A Lona Reyes, por ejemplo, se le conoció como ‘El Obispo de los Pobres’ debido a su permanente servicio y promoción de justicia entre las comunidades indígenas, obreras y campesinas más marginadas del país.

En el más reciente reporte, el CCM compila el breve perfil de los ministros de culto que han fallecido por COVID entre el 21 de noviembre y el 14 de diciembre. Como en cada informe, las historias de las religiosas, los diáconos, los presbíteros y los obispos reflejan un templo sin ministro, un Evangelio sin ser predicado, una casa hogar sin un par de manos y una feligresía sin un servidor que les inspire esperanza y consuelo:
    
Pbro. Andrés Cabrera Tlaxmacótl de 87 años. Con 60 años de vida sacerdotal en la arquidiócesis de Puebla, era miembro del cabildo metropolitano de Puebla y se encargó de la capellanía de la Universidad Popular Autónoma de Puebla. Los padecimientos preexistentes agravaron la condición por complicaciones de COVID-19.
    
Mons. Gonzalo Galván Castillo de 69 años. Obispo emérito de Autlán vivía en retiro en León Guanajuato. Nombrado V obispo de esa diócesis, el 26 de octubre de 2004, fue ordenado al episcopado en diciembre de ese año; sin embargo, las controversias surgidas en relación con el encubrimiento de sacerdotes pederastas podría haber sido de las causas para adelantar su renuncia “por causas graves” según determinó la Santa Sede, el 25 de junio de 2015. Su deceso se confirmó debido al COVID-19.
    
Pbro. Tomás Valdez Ramírez de 59 años. El presbítero era encargado de la comunidad de la parroquia de San Felipe y Santiago San Felipe del Progreso en la diócesis de Atlacomulco. La elegía fúnebre destacó las cualidades humanas y sacerdotales del padre Valdez, un hombre de cualidades a quien se consideró “padre, amigo y pastor” que dio todo y estuvo al pendiente de su gente.
    
Pbro. Huriel Mejía Cortés de 54 años. Era párroco en El Buen Pastor del fraccionamiento Rodolfo Landeros Gallegos en la diócesis de Aguascalientes.
    
Pbro. José Jaramillo Landeros de 79 años. Apenas cumplió 50 años de vida sacerdotal, el 12 de diciembre, perdió la vida, víctima de esta pandemia. La diócesis de Aguascalientes señaló que el padre Landeros “ha acudido al llamado del Padre. Confiamos en que el Buen Pastor le conceda la corona inmarcesible de gloria para los que son fieles”.
    
Mons. Benjamín Jiménez Hernández de 82 años. Emérito de Culiacán. Elevado a la dignidad episcopal en 1989 fue llamado para ser auxiliar de la misma diócesis. En 1993 se convirtió en el III obispo de Culiacán sucediendo a Mons. Luis Rojas Mena. Renunció al oficio el 18 de marzo de 2011. En su despedida se recuerdan las siguientes palabras pronunciadas por el difunto obispo: “No quiero dejar pasar esta oportunidad para pedir humildemente perdón a quienes, sin jamás yo pretenderlo, hubiere ofendido. Muchos de Ustedes me conocen desde adolescente y saben que lo único que he intentado en mi vida, es servir, como lo expresó en el lema de mi escudo episcopal, ‘Fidelis Servus’, Dios sabe bien que les llevo en mi mente y en mi corazón de padre y de hermano, y siempre estarán presentes en mis humildes oraciones”.
    
Pbro. José Gilberto Soto Arroyo de 35 años. Maestro normalista, aficionado al fútbol y a la lucha libre, fueron las cualidades que el obispo de la diócesis de Saltillo, Raúl Vera López, exaltó del joven sacerdote. Una sentida carta del prelado dio cuenta de las desavenencias y oportunidades que ambos sostuvieron en los dos años de vida sacerdotal de Soto Arroyo concluyendo: “Ahora que Dios lo llamó, pensé con mucha seriedad que mi empeño para que él estuviera bien, valió mucho la pena. Ignoraba que estaba ayudando ante Dios a ese siervo suyo, para llegar con la belleza interior con la que se presentó ante su Señor. Pepe ha llegado con la mente y el corazón bien abiertos para contemplar, amar y alabar a Dios por toda la eternidad, gozando de la dulce compañía de las santas, los santos y los ángeles, contemplando y disfrutando también de la presencia de Nuestra Señora, la Virgen María. Que Pepe Soto ruegue mucho por nosotra

Pbro. Odilón Pedro Hernández Casique. Prestaba su ministerio en la parroquia de san Bartolomé apóstol de la diócesis de Atlacomulco.

RP. Jerónimo Guillén González, OSB, de 37 años. De nombre secular Carlos Leopoldo, perteneció a la comunidad benedictina del monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles en la diócesis de Cuernavaca. En la homilía de exequias, el RP. Konrad Schaefer, OSB expresó: “Nos inquietan, hasta nos preocupan las circunstancias de esta pandemia, porque deja a la persona aislada, sola. No tienes a nadie de los tuyos cerca de ti –la familia, los padres, la abuelita, los amigos– esa soledad nos preocupa más que el dolor físico. Físicamente, nuestro hermano monje, Padre Jerónimo, sufrió 9 días de aislamiento, por un hermano que disfrutaba estar con la gente. Pero 9 días con densa población de incesante amor expresado en oración y ahora él nos acompaña, no solo nos acompaña en nuestro dolor y soledad. Tenemos un gran intercesor en el cielo”.

Pbro. José Hernández Pérez, de 74 años. Era rector del templo expiatorio de la diócesis de Querétaro. Sacerdote celoso de la devoción eucarística, promovió los Cursillos de Cristiandad en Sierra Gorda. Dio renovado vigor a la Adoración Nocturna lo que le valió ser rector del expiatorio que permanecía abierto las 24 hrs. Su deceso causó hondo pesar en la iglesia de Querétaro.

Pbro. Juan Manuel Granados Olguín, de 36 años. Confesor en la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores en Soriano, de la diócesis de Querétaro. A inicios de diciembre se comunicó que el sacerdote padecía un cáncer de páncreas severo. Fue ingresado a los servicios hospitalarios donde se presume que su salud se vio complicada por contagio de COVID-19.

Pbro. Pedro Mezquitic Arredondo de 48 años. Responsable de la Comisión Episcopal y Dimensión de Pastoral Litúrgica de la arquidiócesis de San Luis Potosí. El padre Mezquitic igualmente prestó su ministerio en la parroquia de Santiago Apóstol San Luis Potosí.

RP. Manuel Álvarez Solano, OSA, de 57 años. De la Provincia de la Orden de San Agustín, desempeñaba su ministerio en el templo de San Agustín en Moroleón, Guanajuato, de la arquidiócesis de Morelia.

RP. Ricardo Manríquez Manríquez, OSA, de 68 años. De la Provincia de la Orden de San Agustín, realizaba su labor sacerdotal como rector en el templo de la Preciosa Sangre en Yuriria, Guanajuato, de la arquidiócesis de Morelia. Era prior del convento de Fray Bartolomé Gutiérrez.

Pbro. Martiniano Martínez García, de 76 años. Desempeñaba su ministerio como párroco en el templo del Corazón Inmaculado de María, en la colonia CTM Culhuacán, de la arquidiócesis de México.

Pbro. Carlos Briseño Chávez, de 70 años. Durante casi 30 años sirvió como párroco de Nuestra Señora de Huentitán de la arquidiócesis de Guadalajara. De acuerdo con un comunicado firmado por el secretario canciller del arzobispado, Briseño Chávez “fue un sacerdote alegre, piadoso, franco, sencillo en su trato, con buen espíritu de convivencia, gran sentido de colaboración y de trabajo en Iglesia, creativo, generoso y comprometido en el trabajo pastoral. Fue un sacerdote responsable y perseverante que trabajó en favor de los enfermos, especialmente en el Hospital Salud de los Enfermos”.

Pbro. Rodolfo Reza Palomares, de 81 años. Del clero de la diócesis de Torreón, una reseña dio cuenta de sus cualidades y celo por su vida ministerial: “Por más de una década, el padre Reza estuvo al frente de la Vicaría de Pastoral. Pronto se colocó como rector del Seminario de Santa María Reina en Torreón, desde donde impulsó la Filosofía y la Teología, completando así el ciclo de Seminario Mayor y Menor. Hace años, viniendo de una reunión del Prado, en el aeropuerto de París, sufrió un resbalón que le envió a un hospital de aquel lejano país. De regreso, siguió en la tarea pastoral aportando su rica experiencia. En el año 2007, participó en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Se le puede considerar como un suertudo, siempre visto con simpatía por los cuatro obispos de la diócesis de Torreón”.

Pbro. Rogelio Valles Lozano, de 79 años. Prestaba su ministerio en la Casa del Anciano “Samuel Silva” de la diócesis de Torreón.

Pbro. Ricardo Sánchez Ávila, de 70 años. Ordenado en 2014 para el clero de la arquidiócesis de León. Era vicario de la parroquia Inmaculada Concepción en La Joya en León, Guanajuato.

Pbro. Sabás Benítez Hernández, sacerdote estimado en el presbiterio de la arquidiócesis de México, profesor de secundaria, ejerció también su vocación magisterial en la Universidad Católica Lumen Gentium. Su servicio ministerial lo prestó en Basílica de Guadalupe y al momento de su deceso era párroco en el templo de la Asunción de María de la colonia Industrial.

Pbro. Mons. Francisco Méndez Aguirre, de 82 años. Sacerdote de la diócesis de Culiacán distinguido por su carácter afable, alegre y optimista. Formador del seminario de la diócesis fue capellán, confesor, prefecto de estudios y de disciplina, catedrático, secretario y rector. Tuvo responsabilidades parroquiales, pero fue hasta el último día de su vida que ejerció su ministerio como confesor y director espiritual del seminario diocesano.

Mons. José María de la Torre Martín, de 68 años. Obispo de Aguascalientes. Ordenado sacerdote para la diócesis de san Juan de Los Lagos en 1980. En 2002 fue nombrado obispo auxiliar de Guadalajara siendo consagrado al orden episcopal por el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara; el nuncio apostólico Giuseppe Bertello y Javier Navarro Rodríguez, obispo de San Juan de Los Lagos. El 31 de enero de 2008 fue nombrado VII obispo de Aguascalientes sucediendo al desaparecido obispo Ramón Godínez Flores quien murió por un cáncer de páncreas. Mons. De la Torre Martín fue ingresado a los servicios hospitalarios el 5 de noviembre y falleció por complicaciones derivadas del COVID-19 en noviembre. Las noticias habían augurado una pronta recuperación e incluso se habló de avances sorprendentes; sin embargo, ya había trascendido que Mons. De la Torre estaba intubado e inducido en coma, además de haber sufrido daños en sus órganos vitales.



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