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Cómo fue la invasión del Capitolio estadounidense


2021-01-07

Luke Broadwater, Emily Cochrane, The New York Times

No mucho después de que el senador Mitch McConnell advirtiera a sus colegas republicanos que sus esfuerzos por revertir la elección sumirían a la democracia estadounidense en una “espiral de muerte”, el miedo se apoderó de la cámara del Senado.

Un gran grupo de manifestantes a favor de Trump atravesó barricadas y violó la seguridad del edificio, por lo que la policía tuvo que bajar del estrado al vicepresidente Mike Pence y sacarlo de la cámara, mientras se escuchaban los gritos de la multitud afuera de la puerta.

En las instalaciones del Senado, dentro de la sala de prensa, los reporteros se asomaban para vislumbrar el caos que estaba sucediendo afuera. Los periodistas fueron trasladados a la cámara del Senado, mientras los asistentes del personal gritaban “¡dentro o fuera!” y se apresuraron a cerrar las puertas para evitar la irrupción de los intrusos. Todd Young, senador republicano por Indiana, pidió a gritos que se cerraran las puertas.

Al mirar su teléfono, Amy Klobuchar, senadora demócrata por Minnesota, alertó a sus colegas sobre la escalada del peligro y dijo que hubo “disparos” en algún lugar de la refriega. El pánico acalló las voces de legisladores y periodistas.

Cuando quedó claro que la cámara del Senado no era segura, los agentes de seguridad les ordenaron a los senadores que se marcharan.

Mientras los legisladores y los miembros del personal se apresuraban para salir, los asistentes tomaron las cajas que contenían los certificados del Colegio Electoral, asegurándose de que los vándalos no pudieran robar los resultados de las elecciones.

“Si nuestro eficiente personal no las hubiera tomado, la turba las habría quemado”, dijo Jeff Merkley, senador demócrata por Oregon.

Los senadores caminaron rápidamente por los túneles del Capitolio con una escolta policial armada. Un miembro del equipo de seguridad de McConnell ayudó al senador, quien camina cojeando debido a un ataque de poliomielitis que sufrió durante su infancia, llevándolo y manteniendo su estabilidad mientras se alejaban del peligro.

En poco tiempo, los partidarios del presidente Trump estaban adentro de la cámara del Senado, merodeando entre los escritorios de caoba e incluso sentados en el estrado de mármol donde Pence había estado poco tiempo antes.

Al otro lado del Capitolio, un oficial de policía subió a la tribuna de la cámara para informar a los legisladores que quizá tendrían que esconderse debajo de sus sillas.

“Ahora contamos con la presencia de individuos que han invadido el edificio del Capitolio”, les dijo, advirtiendo a los miembros de la Cámara de Representantes que estuviesen preparados para salir rápidamente del lugar. “Están en la Rotonda”.

“Llamen a Trump”, gritó Steve Cohen, representante demócrata por Tennessee, al escuchar los alaridos y las quejas en la Cámara. “Llamen a su amigo”.

Rubén Gallego, representante demócrata por Arizona y veterano de guerra, se trepó en las sillas y comenzó a dirigir a los miembros de la Cámara, advirtiéndoles que salieran con calma y rapidez.

Los oficiales de la policía del Capitolio repartieron máscaras antigás a los periodistas que se encontraban en el área de prensa, mientras los legisladores sacaban sus propias máscaras de unas cajas plateadas que estaban debajo de las sillas. Hubo advertencias de que se habían disparado gases lacrimógenos en la Rotonda del Capitolio, por lo que se prepararon para ponerse las máscaras.

La cámara se llenó de gritos frenéticos y los ruidos de las máscaras, mientras los legisladores luchaban para descubrir cómo desplegar las bolsas de plástico que se suponía que debían pasar sobre sus cabezas. Los agentes de policía y los miembros del personal instaron a los legisladores a salir, trepando por encima de las sillas y pasamanos para llegar a las puertas.

Un cofre de madera fue puesto frente a las puertas principales del recinto por donde, apenas una hora antes, habían pasado Pence y las cajas de certificaciones electorales. Los agentes de seguridad sacaron sus pistolas, apuntaron y gritaron hacia las puertas, cuyos paneles de vidrio estaban hechos añicos, mientras los legisladores, asistentes y reporteros se encogían de miedo en los niveles superiores de la cámara.

De repente, se escuchó un estallido y la evacuación se detuvo momentáneamente. El personal de seguridad les pidió a todas las personas que se agacharan, y los periodistas y legisladores luchaban por esconderse detrás de las sillas y los equipos que normalmente se usan para transmitir los procedimientos legislativos.

Afuera, los miembros de la turba paseaban por todo el Capitolio como si estuviesen en sus casas, incluso irrumpieron en la oficina de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes.

Poco después de las 2:45 p. m., se reanudó la evacuación y una fila de legisladores y periodistas salieron de las instalaciones. Treparon sillas y pasamanos, sorteando cualquier obstáculo con el fin de salir con rapidez. Los agentes de policía sacaron sus armas.

“¿Estás bien? ¿Estás bien?”, era el estribillo constante que se escuchaba mientras los miembros del Congreso, asistentes y reporteros bajaban corriendo por las escaleras y pasillos. Los teléfonos vibraban con mensajes de texto y llamadas, y los legisladores verificaban frenéticamente cómo estaban los asistentes del personal mientras respondían los mensajes de sus familiares.

Los senadores se congregaron en una ubicación segura de otro edificio del complejo del Capitolio, y se les pidió a los periodistas que se quedaran afuera. Unidades tácticas del FBI, ataviadas con uniformes camuflados, armas de fuego y escudos monitoreaban la edificación, mientras los senadores hablaban en voz baja sobre la posibilidad de continuar con el conteo electoral y cómo hacerlo.

“Estos matones no nos van a atemorizar”, dijo Joe Manchin III, senador demócrata por Virginia Occidental. “Vamos a terminar esta noche. Todos estamos comprometidos a hacer lo que sea necesario para efectuar nuestro trabajo”.

Al caer la noche, se escuchó un anuncio por el altavoz del Capitolio que le informaba a los legisladores que la ciudad estaba bajo toque de queda. Aún se podían escuchar las sirenas distantes por toda la capital.



JMRS


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