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China vuelve a la normalidad prepandémica mientras el mundo sigue en caos


2021-01-07

Li Yuan, The New York Times

La vigilancia y la censura refuerzan el inflexible control de Pekín sobre el poder. Pero en las ciudades y calles del país, la gente ha retomado una vida normal.

A fines de octubre pasado, en París, el vuelo de Duncan Clark recorría la pista cuando el presidente Emmanuel Macron anunció un segundo cierre de emergencia a nivel nacional en Francia. El país tuvo casi 50,000 nuevas infecciones ese día. Estados Unidos tuvo casi 100,000.

Clark suspiró de alivio. Viajaba a China. Ese día, el país había reportado 25 nuevas infecciones, y tan solo una tenía su origen en el extranjero.

Clark, empresario y escritor, regresaba a China después de pasar nueve meses en Estados Unidos y Francia, el mayor tiempo alejado del país desde que se mudó a Pekín en 1994. Durante los últimos años, había pasado más tiempo fuera de China para escapar de la contaminación del aire, la censura en internet y un entorno político cada vez más deprimente.

Sin embargo, cuando regresó en octubre, percibió algo nuevo: se sintió seguro, energizado y libre.

“La posibilidad de vivir una vida normal es bastante impresionante”, opinó.

Mientras muchos países siguen afectados por la COVID-19, China —donde se originó la pandemia— se ha convertido en uno de los lugares más seguros del mundo. El país reportó menos de 100,000 contagios en todo 2020. Estados Unidos, ha reportado una cifra mayor todos los días desde principios de noviembre.

China se parece a la “normalidad” del mundo previo a la pandemia. Los restaurantes están a reventar. Los hoteles están llenos. Hay largas filas afuera de las tiendas de marcas lujosas. En vez de llamadas por Zoom, la gente se ve cara a cara para hablar de negocios o celebrar el año nuevo.

Ese país es la única de las principales economías que creció el año pasado. Aunque ese tipo de pronósticos suele ser más arte que ciencia, un grupo pronostica que la economía china superará a la estadounidense en 2028, cinco años antes de lo predicho.

La pandemia ha cambiado de manera drástica muchas percepciones, entre ellas las ideas sobre la libertad. Los ciudadanos chinos no tienen libertad de expresión, libertad de culto ni libertad de vivir sin miedo —tres de las cuatro libertades que esbozó el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt—, pero tienen libertad de tránsito y llevan una vida diaria normal. En un año pandémico, muchas personas del mundo envidiarán esta forma de libertad, una de las más básicas.

La crisis mundial podría sembrar dudas sobre otros tipos de libertad. Casi la mitad de los estadounidenses que participaron en las elecciones apoyaron a un presidente que ignoró la ciencia y fracasó al momento de tomar las precauciones básicas para proteger a su país. Algunos estadounidenses aseguran que tienen el derecho de ignorar las recomendaciones sobre el uso de cubrebocas que han propuesto los expertos en salud, una decisión con la que ellos, y los demás, corren un riesgo cada vez mayor de infección. Internet, la plataforma que supuestamente le daba voz a la gente que no la tiene, se volvió una herramienta útil para que los autócratas controlaran a las masas y los grupos políticos propagaran desinformación.

La libertad de tránsito en China se da a expensas de casi cualquier otro tipo de libertad. Es probable que sea el país más vigilado del mundo. Al inicio del brote, el gobierno tomó medidas extremas de control social para separar a las personas: estrategias que no están al alcance de los gobiernos democráticos.

“De hecho, hay muchos paralelos entre el trato que el gobierno chino le da a un virus y cómo trata otros problemas”, opinó Howard Chao, un abogado jubilado de California que invierte en empresas emergentes en ambos lados del Pacífico.

“Es un tipo de estrategia única para todos: simplemente ocuparse del problema”, comentó. “Así que, cuando se trata de un virus, eso tal vez no sea malo. Cuando se trata de otros problemas, tal vez no sea tan bueno”.

Esa comprensión no ha impedido a Chao disfrutar de su estancia en China. Desde que voló a Shanghái desde San Francisco a mediados de octubre, ha organizado cenas de negocios a las que han asistido hasta 20 personas, ha ido a un bar de jazz, ha visto una película, ha visitado un mercado de mariscos y ha volado a Shenzhen, en el sur de China, para ver la puesta en marcha de un automóvil autopropulsado.

“Aquí es donde almorcé hoy en Shanghái”, escribió en Facebook el 6 de noviembre, junto a una foto de gente comiendo. “Empiezo a recordar cómo es la vida normal”.

Chao dijo que las personas que conoció en China estaban “perplejas” e “incrédulas” de que las infecciones diarias en Estados Unidos fueran tan altas. “Pusieron los ojos en blanco y me dijeron: ‘¿Cómo es posible?¡”, dijo.

Claro que el gobierno chino está ansioso de ayudar a todos a olvidar que silenció a quienes intentaron advertirle al mundo durante los primeros días del brote.

Sin embargo, no se puede negar que el éxito de China para contener el brote mejoró la imagen de Pekín, en especial si se le compara con los fracasos de Estados Unidos. Le ha dado aceptación al llamado modelo de China, la promesa que el Partido Comunista le hizo al pueblo chino de prosperidad y estabilidad a cambio de su control implacable sobre el poder político.

“En este año de pandemia, el Partido Comunista le ha dado un bien social al pueblo: estabilidad”, comentó Dong Haitao, un inversionista que se mudó de Hong Kong a Pekín en agosto.

Para Dong, el éxito de China le da la oportunidad de tener independencia financiera.

Dong, quien está montando una firma de gestión de activos, así como una empresa emergente dedicada al té pu-erh, se siente optimista respecto de la economía china. Dong cree que, después de la pandemia, China tendrá cadenas de suministro todavía más sólidas y una economía del consumidor vibrante gracias a una generación joven que está más interesada en la cultura tradicional de China, como el té, que su generación, la cual creció en la era de la globalización.

Dong, quien se mudó de Nueva York a Hong Kong a mediados de la crisis financiera de 2008, decidió irse de Hong Kong porque la ciudad se ha sentido anémica durante la pandemia, mientras que muchas ciudades de China continental parecen destellar de energía y esperanza.

“No creo que en Hong Kong pueda encontrar la libertad que quiero”, opinó.

No está claro si este cambio de percepción pueda prolongarse después de que termine la pandemia. Sin embargo, a Occidente tal vez le cueste más vender su visión de libertad después de que China volvió tan atractivo su modelo.

En 1994, Clark, el empresario y escritor, fundó una consultoría en Pekín y fue asesor de Alibaba, el gigante chino del comercio electrónico, en los primeros días de la empresa. Desde que salió de la cuarentena a mediados de noviembre, ha viajado a cuatro ciudades y ha asistido a muchos eventos y conferencias, entre ellos uno con alrededor de 900 personas.

“Normalmente, China era una especie de aventura”, mencionó. “Pero eso ha cambiado. Algo ha cambiado en el mundo”.

Clark señaló esto con sentimientos encontrados. “Hay una parte de mí que no quisiera que fuera verdad, pero sí lo es”, comentó.

Pekín y Shanghái cada vez son más cosmopolitas y sus consumidores se están volviendo más sofisticados, opinó. Este mes, Clark fue a un baile escocés en Pekín. El gaitero era chino porque el organizador no pudo llevar a nadie desde Escocia.

China “se siente un poco como el Epcot Center de Disney”, opinó. “Es como si el microcosmos de Occidente siguiera aquí, pero Occidente estuviera cerrado por el momento”.

A Clark le ha costado un poco acostumbrarse a estar de nuevo en medio de muchas personas. “Si conversas en una fiesta o algo así, no puedes apretar un botón y silenciar a quien te cae mal”, dijo. En el primer gran evento que asistió, se percató de que alguien tenía muy mal aliento, recordó.

“Pensé: ‘Dios mío, no he vivido esto en nueve meses porque todo el mundo usaba mascarillas, y no veía a nadie’”, dijo Clark.

Aunque Clark piensa en el mal aliento, “siento que aquí estoy viviendo en el futuro”, comentó. “Bueno, quiero decir: ‘Mejor, prepárense’”.



JMRS


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