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La violencia en el Capitolio es fruto del complot sedicioso de Trump


2021-01-07

Por Greg Sargent | Washinton Post

En un escenario que cualquiera que estuviera prestando atención durante los últimos años sabía que se avecinaba, turbas simpatizantes del presidente Trump irrumpieron en el Capitolio de Estados Unidos y recurrieron a la violencia para subvertir el proceso legal mediante el cual elegimos a nuestros presidentes.

Las turbas han logrado interrumpir el estado de derecho y la conclusión pacífica de unas elecciones presidenciales legítimas. El acto en el Capitolio —donde el Congreso estaba debatiendo el escrutinio de los votos del colegio electoral, de acuerdo con la Constitución— ha sido suspendido.

Por mucho tiempo Trump ha hablado de “la ley y el orden”. Con esto, siempre ha tenido una intención que no tiene nada en común con cualquier concepto de “estado de derecho”. Amenazó con desatar “la ley y el orden” ante las protestas contra la brutalidad policial, con lo que se refería a la violencia sin restricciones del Estado e incluso de vigilantes ilegales, a quienes también alentó contra esos manifestantes.

Ahora que ha salido derrotado en las elecciones, lo que estamos viendo es violencia política, una frase que no habíamos tenido que usar mucho en las últimas décadas, pero que alguna vez fue mucho más común en este país.

Increíblemente, CNN informó que Trump ha estado viendo cómo se desarrolla todo esto por televisión, y se ha resistido a las solicitudes de su personal de emitir una declaración más contundente pidiéndole a sus seguidores que se retiren.

Grandes multitudes irrumpieron en el Capitolio, y un reportero atemorizado relató que los invasores no pasaron por la detección de metales, señalando que “no tenemos idea” de lo que “podrían llevar con ellos”. Otro reportero tomó fotografías de agitadores con banderas confederadas dentro del recinto.

A los miembros del Congreso se les ordenó que se refugiaran en el lugar. CNN informó que una mujer se encuentra en estado crítico tras recibir un disparo en el pecho en los terrenos del Capitolio. Hubo un enfrentamiento armado en el piso de la Cámara de Representantes.

Trump fomentó abiertamente todo esto. Le dijo a sus seguidores que estuvieran preparados para un día “salvaje”, donde pudieran protestar por la elección que —según su mentira— le fue robada. Tiene años diciendo que nuestras elecciones no pueden tener un resultado legítimo en el que él pierda, y más recientemente, ha dicho incontables veces que los resultados de las elecciones fueron en realidad ilegítimos.

Incluso durante el mismo día, mientras enormes turbas violentaban el Capitolio, Trump atacó al vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, por cumplir con su deber constitucional y comprometerse a no anular de manera ilegal las elecciones mientras desempeñaba su papel ceremonial durante el conteo de electores del Congreso. Eso es un acto increíble de potencial incitación en un momento de incalculable peligro.

Trump finalmente tuiteó un video llamando a la “paz”. Pero increíblemente, utilizó la oportunidad para seguir afirmando que las elecciones le habían sido robadas a él, a “ti” y a “todos nosotros”, es decir, a sus seguidores, a las turbas que actualmente ocupan el Capitolio.

“Tenemos que tener ley y orden”, afirmó Trump en el video.

Pero si al mismo tiempo continúa afirmando que las elecciones le fueron robadas ilegalmente a él y a sus seguidores, ¿qué significará en realidad “ley y orden” para ellos? Significará exactamente lo que Trump pretende que signifique. Un llamado a la restauración de la ley y el orden, junto con un reclamo continuo de que su derrota fue ilegítima, debe significar un esfuerzo sostenido para revertir las elecciones.

Para Trump, la frase “la ley y el orden” en realidad significa algo. Como ya ha sugerido Adam Serwer de The Atlantic, “la ley y el orden” en realidad significa que “él y sus aliados ideológicos están por encima de la ley”, mientras que otros están “simplemente sujetos a ella”.

Ya en oportunidades anteriores he argumentado que Trump, de manera expresa, mantiene la promesa de la ley y el orden como algo completamente despojado del estado de derecho. De forma muy deliberada defiende esas dos cosas en combinación entre sí: la violenta aplicación de la ley, llevada a cabo por el Estado o actores vigilantes, pero sin ninguna concepción real de los procesos vinculados a las reglas y leyes que la gobiernan.

Cuando Trump hizo campaña por la reelección bajo esta versión de la ley y el orden, fue, en verdad, el candidato de la violencia arbitraria, los ilegales abusos de poder y el colapso civil masivo. Ahora le está añadiendo a la mezcla la incitación a la insurrección violenta.

¿Qué otra cosa pueden significar los llamados a la ley y el orden, cuando van acompañados de la negativa a reconocer el resultado legítimo de unas elecciones que perdió, y la insistencia sostenida de que a sus simpatizantes le están negando su representación política de forma ilegal y fraudulenta?

Era inevitable que la presidencia de Trump terminara en violencia y colapso civil. Ahora estamos viendo exactamente esto, justo en la sede del gobierno, interrumpiendo con éxito nuestra transición legal de poder. Tal como siempre supimos que sucedería.



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