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Zidane asume el desgastante discurso del Real Madrid


2021-01-12

Por Santiago Segurola | El País

Zinedine Zidane suele referirse a los avatares del fútbol con un comentario de cuatro palabras: “Es lo que hay”. Lo dice con la resignación que le dicta su experiencia como futbolista y entrenador. Ha visto todo y ha pasado por todo. Rara vez expresa un lamento y mucho menos una queja. Zidane se ha ganado fama de estoico. Es, sin duda, un entrenador que inspira credibilidad. No la mereció después del empate con Osasuna.

Sorprendieron por ásperas y quejosas sus respuestas a Ricardo Sierra, el periodista de Movistar+ que le entrevistó minutos después de terminar el partido. Sorprendió tanto Zidane que parecía otro, tanto por el tono como por el contenido del discurso. En síntesis, afirmó que no se había jugado al fútbol, que las condiciones del campo exigían la cancelación del encuentro y que el viaje del equipo a Navarra había sido tan inadecuado como lastimoso para los jugadores del Real Madrid.

Zidane no dudó en cuestionar el rigor de LaLiga. No habló de incompetencia en la organización, pero trasladó esa idea a la audiencia. Se incorporó de un plumazo al desgarro victimista que caracteriza al Real Madrid en los últimos años, en las antípodas de su vieja divisa: orgullo y abnegación.

No resultó creíble ni el tono, ni el discurso. Sin duda le contrarió el empate con Osasuna, resultado que complica la persecución del Atlético y la conquista del título. En cuanto al partido, se disputó en unas condiciones más que razonables, sin brusquedad además: Osasuna cometió nueve faltas; el Madrid, tres. El marcador y el mal juego invitaron a la frustración de Zidane, pero no a su irritada deriva.

Zidane sabe muy bien que el partido de Pamplona no se salió, ni de lejos, de los márgenes del fútbol, tan amplios que han permitido, lamentablemente en ocasiones, partidos con cadáveres alrededor del campo (Heysel, 1985), en la nieve y sobre el hielo, con barro hasta los tobillos o en situaciones de máxima alerta: el Real Madrid jugó en el Olímpico de Roma cinco horas después del atentado de Nueva York y Washington en 2001 o en el Bernabéu frente al Zaragoza, tres días después de la matanza de Atocha en marzo de 2004, con 70,000 espectadores en el estadio y la nación horrorizada.

Esta Liga se juega en condiciones de tan extrema dificultad que cuesta creer su disputa. Sometida a una barrida que, según cifras oficiales, ha registrado la muerte de 52,000 personas, el contagio por covid-19 de dos millones de personas y el destrozo de la economía, España ha asistido a la finalización de la Liga 2019-20 y a la mitad del campeonato actual.

Los partidos empezaron a jugarse tres meses después del confinamiento total de la población. Los equipos se han desplazado entre comunidades y ciudades que han estado cerradas a la gente después del verano. Han viajado a países en situación tan crítica como la española. Han competido en las extremas temperaturas de verano y en las gélidas actuales. Y, por sorprendente que parezca en unas condiciones nunca vistas, ningún partido se ha anulado por causa de la covid.

La Liga de Fútbol Profesional (LFP), que agrupa a todos los clubes de Primera y Segunda División A, se empeñó en una apuesta de enorme riesgo y su éxito es tan reseñable como imprevisto. En medio del tornado que nos azota desde hace meses, la Liga española funciona con eficacia y sin titubeos. En términos de fastidio, queja y conflicto, el partido de Pamplona sería irrelevante. El discurso de Zidane se entiende mejor desde la perspectiva institucional que desde el ámbito deportivo. Se ajusta como un guante a la narrativa de desgaste que el Real Madrid emplea con la Liga nacional, con un objetivo al fondo: la Superliga europea.



maria-jose


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