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Ildefonso, Santo


2021-01-23

Obispo de Toledo

Arzobispo de Toledo; murió el 23 de enero de 667. Nació de una familia distinguida y era sobrino de San Eugenio, su predecesor en la sede de Toledo. A temprana edad, a pesar de la decidida oposición de su padre, abrazó la vida monástica en el monasterio de Agli, cerca de Toledo. Mientras era todavía un simple monje, fundó y dotó un monasterio de monjas en Deibiensi villula. Aprendemos de sus escritos que fue ordenado diácono (cerca de 630) por Heladio, que había sido su abad y fue elegido después arzobispo de Toledo. Ildefonso mismo se convirtió en abad de Agli, y en esta capacidad fue uno de los firmantes, en 653 y 655, en la Octavo y Noveno Concilios de Toledo. Fue llamado por el rey Recesvinto, hacia finales del 657, para ocupar el trono arzobispal; dirigió la Iglesia de Toledo durante poco más de nueve años y fue enterrado en la Basílica de Santa Leocadia.

A estos escasos pero auténticos detalles de su vida (son corroborados por el propio Ildefonso o por su sucesor inmediato, el Arzobispo Juliano, en una breve nota biográfica que añadió al “De viris ilustribus” de Ildefonso) se suman algunas dudosas o incluso legendarias anécdotas. Hacia el final del siglo VIII Cixila, arzobispo de Toledo, adornó la biografía de su predecesor. En ella relata que Ildefonso fue el discípulo de San Isidoro de Sevilla, y recuerda en particular dos maravillosas historias, de las cuales la segunda, el tema favorito de hagiógrafos, poetas y artistas, ha sido durante siglos ligada a la memoria del santo. Se cuenta que Ildefonso se hallaba un día rezando ante las reliquias de Santa Leocadia, cuando la mártir surgió de su tumba y le agradeció al santo la devoción que mostraba a la Madre de Dios. Más adelante se cuenta que en otra ocasión, la Bendita Virgen María se le apareció en persona y le regaló una vestimenta sacerdotal cómo recompensa por su celo al honrarla.

El trabajo literario de Ildefonso es mejor conocido que los detalles de su vida, y le han ganado un lugar de honor dentro de los escritores españoles. Su sucesor, Juliano de Toledo, en la nota a la que nos hemos referido anteriormente, nos informa que el propio santo dividió su trabajo en cuatro partes. La división primera y principal contenía seis tratados, de los que se han conservado sólo dos: “De virginitate perpetuâ sanctae Mariae adversus tres infideles” (estos tres infieles eran Joviniano, Helvidio y “un judío”), una obra bombástica que, no obstante, muestra un espíritu de ardiente piedad y le asegura a Ildefonso en un lugar de honor entre los devotos siervos de la Virgen María; también un tratado dividido en dos libros: (1) "Annotationes de cognitione baptismi", y (2) "Liber de itinere deserti, quo itur post baptismum". Investigaciones recientes han probado que el primer libro es solamente una nueva edición de un tratado muy importante recopilado, como muy tarde, en el siglo VI, en el que Ildefonso solo contribuyó con algunas adiciones (Helfferich, “Der westgothische Arianisimus”, 1860, 41-49).

La segunda parte de su trabajo contenía la correspondencia del santo; de esta porción todavía se conservan dos cartas de Quirico, obispo de Barcelona, con las contestaciones de Ildefonso. La tercera parte constaba de Misas, himnos y sermones; y la cuarta, opuscula en prosa y verso, especialmente epitafios. Las ediciones de las obras completas de Ildefonso contienen cierto número de escritos, varios de los cuales pueden colocarse en cada una de las dos últimas divisiones; pero algunas de ellas son de dudosa autenticidad, mientras que el resto es ciertamente el trabajo de otro autor. Además, Julián afirma que Ildefonso comenzó un buen número de otras obras, pero sus muchas ocupaciones no le permitieron terminarlas. Por otra parte, él no menciona un pequeño escrito el cual es ciertamente auténtico, el “De viris ilustribus”. Puede ser considerado como un suplemento al “De viris illustribus” de San Isidoro de Sevilla y no es tanto una obra literaria histórica, sino más bien un escrito destinado a glorificar a la Iglesia de Toledo y defender sus derechos como sede metropolitana.

ORACIÓN A MARIA

A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro. Me humillo ante la única que es madre de mi Señor. Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios, ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo, servirte a ti y a tu Señor.

A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como madre de nuestro Creador; a Él como Señor de las virtudes y a ti como esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios y a ti como a Madre de de Dios.

Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor.

Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!: creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnaciòn; hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas; amar en tu Madre aquello que tu llenes en mi con tu amor; servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti; vivir bajo su gobierno en tal manera que sepa que te estoy agradando y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor en la eternidad.

¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!

Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen; los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi Creador; si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella, tampoco glorificáis como Dios a mi Señor. No glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones; los que no rendís honor a la Madre del Señor con la excusa de honrar a Dios su Hijo.

Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero servirle a Ella; para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del dominio sobre mi de su Madre; para ser servidor de Aquel que engendra eternamente al Hijo, deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como hombre. Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del Señor; lo que se da a la Madre redunda en el Hijo; lo que recibe la que nutre termina en el que es nutrido, y el honor que el servidor rinde a la Reina viene a recaer sobre el Rey.

Por eso me gozo en mi Señora, canto mi alegría a la Madre del Señor, exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne. Porque gracias a la Virgen yo confio en la muerte de este Hijo de Dios y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin mengua, ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad por los siglos de los siglos.

Amén.



JMRS


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