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Si la vacunación contra la COVID-19 no avanza en los países pobres, frenar las variantes será más difícil en el mundo


2021-02-04

Por Lynsey Chutel, Marc Santora | The New York Times

Mientras las regiones con más recursos compran vacunas, otras podrían convertirse en caldo de cultivo de mutaciones que podrían hacer que las vacunas en general fueran menos eficaces.

Ahora que una peligrosa variante del coronavirus surgida en Sudáfrica causa la enfermedad y muerte de miles de personas en el país, Jan Matsena se presenta todos los días en un supermercado de Ciudad del Cabo para surtir los anaqueles, aterrorizado ante la posibilidad de contagiarse también.

Una persona que vivía en una casa contigua murió en diciembre, y otra que trabajaba con él murió en enero. En este momento, Matsena espera vacunarse para poder regresar a su comunidad y sostener en sus brazos a su pequeña hija de nuevo. Pero en Sudáfrica, el país más afectado hasta ahora por la variante, la vacunación ni siquiera ha comenzado.

“Ya llevamos mucho mucho tiempo esperando por esta vacuna”, se lamentó Matsena, padre primerizo que ha vivido alejado de su familia por temor a exponerla. “Mucha gente muere. Muchos pierden su trabajo. Estamos rodeados de trauma”.

Aunque más de 90 millones de personas en todo el mundo ya recibieron la vacuna, solo a 25 en toda el África subsahariana, una región de alrededor de mil millones de habitantes, se les han aplicado dosis fuera de ensayos clínicos, según la Organización Mundial de la Salud.

Sin embargo, con la propagación de nuevas variantes como la descubierta en Sudáfrica a otros países —entre ellos Estados Unidos—, cada vez es más claro que la tragedia que sufren los países más pobres podría convertirse en la tragedia de todos los países. Mientras más se contagie el virus y mientras más tardemos en vacunar a las personas, más probabilidades habrá de que siga adoptando mutaciones que pongan en peligro a todo el mundo.

Estudios recientes sugieren que al menos cuatro vacunas efectivas para prevenir la infección causada por el virus original no mostraron tan buen desempeño en contra de la variante descubierta en Sudáfrica. Además, esa variante es más infecciosa —al igual que otra, descubierta en el Reino Unido— y en la actualidad se calcula que representa el 90 por ciento de todos los casos detectados en Sudáfrica, según datos recopilados por investigadores. Ya apareció en varias decenas más de países.

La inoculación dispara en el sistema inmunitario una reacción que lo hace fabricar anticuerpos para combatir el virus, pero conforme las mutaciones cambian su forma, el virus puede hacerse más resistente a esos anticuerpos. En el peor de los casos, si no logramos detener la propagación del virus a nivel mundial, habrá más probabilidades de que surjan mutaciones que las vacunas existentes no puedan combatir con eficacia, de tal forma que incluso las poblaciones inoculadas sean vulnerables.

“Esta idea de que nadie está a salvo hasta que todos lo estemos no solo es un refrán; en realidad es la verdad”, opinó Andrea Taylor, directora asistente en el Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke.

Incluso en las situaciones hipotéticas más optimistas, explicó Taylor, al ritmo actual de producción, no habrá suficientes vacunas para lograr una verdadera cobertura global hasta 2023. Según los planes actuales, se espera que las campañas de vacunación en África cubran solo entre el 20 y el 35 por ciento de la población este año, si todo sale bien.

Además, mientras que algunos países ricos ya consiguieron suficientes vacunas para inocular varias veces a su población total, Sudáfrica solo ha adquirido 22,5 millones de dosis para sus 60 millones de habitantes, y muchas naciones están incluso más rezagadas.

Esa disparidad es central para una situación que Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de Salud, afirma podría convertirse en una “falla moral catastrófica” si las naciones ricas se abalanzan a adquirir lotes de vacunas y ponen en aprietos a los países pobres y de ingresos medios que buscan conseguir suministros.

El primer millón de dosis de Sudáfrica, fabricadas por AstraZeneca, se recibieron el lunes 27 de ennero, y los funcionarios han dicho que tardarán hasta dos semanas en comenzar la aplicación de la vacuna. La vacuna de AstraZeneca, desarrollada en colaboración con la Universidad de Oxford para ofrecerse a las naciones de ingresos medios y bajos, es en este momento la opción más asequible del mundo. La farmacéutica no ha divulgado ninguna información acerca de su eficacia para combatir la variante, pero se espera que lo haga pronto.

Se hizo un pedido de nueve millones de dosis más a Johnson & Johnson, cuya vacuna todavía no ha sido aprobada por las autoridades. El 29 de enero, la empresa anunció que la eficacia de su vacuna bajó del 72 por ciento en ensayos realizados en Estados Unidos al 57 por ciento en aquellos realizados en Sudáfrica.

Hay algunas señales alentadoras. Un creciente conjunto de pruebas preliminares —principalmente extraídas de la rápida vacunación en Israel— sugiere que las vacunas funcionan bien no solo en los ensayos, sino en el mundo real, al reducir las nuevas infecciones.

Pero queda por ver hasta qué punto ayudan a contener las variantes que ya están en circulación. Los científicos esperan que, si es necesario, se puedan modificar las vacunas y desarrollar vacunas de refuerzo para hacer frente a las nuevas variantes, pero eso lleva tiempo. Y para un mundo que lucha por enderezarse, el tiempo es esencial.

Tulio de Oliveira, profesor y genetista de la Escuela de Medicina Nelson Mandela en Durban, que ayudó a descubrir la variante detectada originalmente en Sudáfrica, dijo que su surgimiento debe ser una señal de alarma.

“Algo que esta variante debería enfatizarle a todo el mundo es la necesidad de controlar la transmisión, no solo en su propio país sino en todo el mundo”, indicó.

Aunque las naciones se apresuraron a sellar sus fronteras, las variantes ya se propagan en docenas de países, de la misma manera que el virus eludió las divisiones nacionales el invierno pasado. Brasil, por ejemplo, al parecer incubó por lo menos dos variantes preocupantes, que ya se habían colado a través de sus fronteras para cuando varios países comenzaron a suspender el tráfico aéreo proveniente de ese país.

Covax, un grupo sin fines de lucro integrado por una coalición de organizaciones internacionales, ha asumido gran parte de la responsabilidad de abastecer vacunas a los países de ingresos bajos y medios.

A pesar de que más de 190 países se comprometieron a obtener vacunas a través de Covax, muchos de ellos también han llegado a acuerdos directamente con las farmacéuticas o pertenecen a grupos multinacionales que los están negociando. Existe el peligro de que esas negociaciones produzcan un alza en los precios y demora en las entregas de dosis realizadas a través de Covax.

Covax anunció que obtuvo 2100 millones de dosis para 2021, pero no se sabe a ciencia cierta cuántas de ellas se entregarán en realidad en 2021.

Se espera que las campañas de vacunación en los países más pobres puedan comenzar de hecho en un plazo de uno a dos meses.

“Covax es necesario, mas no suficiente”, afirmó Taylor. “Es el único mecanismo con el que contamos para lograr equidad global. Lo necesitamos y necesitamos que tenga éxito. No obstante, incluso si tienen éxito, los países que ayuda ni siquiera estarán cerca de alcanzar la inmunidad de rebaño”.

Orin Levine, director de programas de entrega global en la Fundación Bill y Melinda Gates, indicó que “los hechos crudos señalan que, para finales de este año, quizá el 75 por ciento de la población de los países de ingresos altos estará vacunada”, en comparación con el 25 por ciento en los países de ingresos bajos.

Para los países africanos, la lentitud del despliegue resulta aterradoramente familiar.

Cuando otra plaga —el VIH/sida— mataba a millones de personas cada año, África era el continente con mayor número de infecciones y muertes. Sin embargo, pasaron al menos seis años antes de que el tratamiento que salva vidas, disponible en las naciones ricas, estuviera disponible para los africanos.

El sida mató a 12 millones de personas en África en una década, a pesar de que la mortalidad en Estados Unidos se redujo drásticamente, según los análisis de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de África. Las disputas sobre los derechos de propiedad internacionales retrasaron la producción de más medicamentos antirretrovirales o genéricos rentables.

Ahora, India y Sudáfrica se han unido para presionar a la Organización Mundial del Comercio para que obligue a las empresas farmacéuticas a compartir su propiedad intelectual sobre las vacunas contra el coronavirus, como finalmente hicieron con el tratamiento del VIH/sida.

“Lo que se necesita ahora mismo es la cooperación explícita de todos los gobiernos y de todas las empresas farmacéuticas que digan que estamos en una pandemia, que vamos camino del desastre”, dijo Fatima Hassan, una abogada sudafricana de derechos humanos que luchó por los medicamentos contra el VIH/sida y que ahora ha pasado a las vacunas contra la COVID-19. “Tenemos que compartir la tecnología y gastar miles de millones para ahorrar trillones”.

Solomon Zewdu, director adjunto de salud en África de la Fundación Gates, dijo que los mapas y gráficos que muestran las tasas de vacunación mundiales —con África casi completamente ausente— alimentan la ira del público y hacen que algunos líderes busquen otras fuentes de vacunas además de Covax.

La Unión Africana anunció el mes pasado la compra de 300 millones de vacunas, que se distribuirán a través de la Plataforma Africana de Suministros Médicos del organismo regional, según Nicaise Ndembi, asesora científica principal de los Centros Africanos de Control y Prevención de Enfermedades.

En países como Mozambique, Zimbabue y Zambia, donde se cree que la variante detectada en Sudáfrica ha impulsado un aumento en el número de infecciones, las autoridades no han dado ninguna respuesta clara a la pregunta de cuándo llegarán las vacunas.

Entre tanto, Sudáfrica ha sido relativamente asertiva en su respuesta a la pandemia, con medidas que han generado controversia al interior del país. El presidente Cyril Ramaphosa volvió a imponer un toque de queda entre las nueve de la noche y las cinco de la mañana, así como límites en el número de asistentes a funerales y reuniones religiosas, declaró ilícita la venta de alcohol y estableció el requisito obligatorio de usar cubrebocas en todos los espacios públicos. Quienes no porten un tapabocas pueden hacerse acreedores a una multa o a un castigo de seis meses de cárcel.

A mediados de febrero, cuando se espera que arranque la campaña de vacunación, los trabajadores de la salud serán los primeros en la línea, seguidos de las personas que se consideran en mayor riesgo de sufrir enfermedades graves.

Matsena, el empleado del supermercado, que tiene 31 años y es saludable, quizá tenga que esperar mucho tiempo.

“Sería mejor que pasara antes, porque ahora esta pandemia tiene a la gente aterrorizada”, dijo. “Es peor, mucho peor”.



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