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El embajador de Biden en México enfrentará desafíos complejos y una relación ya de por sí difícil


2021-02-21

León Krauze, The Washington Post

En los últimos días de la presidencia de Donald Trump, cuando otros miembros del gobierno estadounidense estaban lidiando con las consecuencias que el ataque al Capitolio podría tener en sus carreras, Christopher Landau tuiteaba sobre recuerdos coleccionables de la lucha libre mexicana. Como embajador de Trump en México, Landau había confeccionado cuidadosamente una personalidad afable en las redes sociales.

“Landau fue un gran embajador”, me dijo un funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. “Le gustaba mucho viajar por el país y era muy locuaz”. Ciertamente, Landau era un turista experto. Publicó selfies, imágenes de apetitosa comida mexicana y hermosas fotos de campos florecientes, en las que posó de manera melancólica con una flor en la mano. Eso le hizo ganar una base leal de seguidores, quienes desde entonces se han trasladado a su cuenta personal, donde Landau ahora publica tuits nostálgicos sobre los aguacates mexicanos.

El que esto haya convertido a Landau en un “gran embajador”, es otro asunto. Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores de México, me dijo que la agenda de Landau en México tuvo una prioridad: la inmigración. Mientras elogiaba las muchas virtudes de México en Twitter, Landau ayudó a imponer las políticas de inmigración más draconianas de Trump.

“Con algunas pocas excepciones, Landau estuvo dispuesto a hacer la vista gorda ante cualquier cosa que el gobierno mexicano hiciera que fuera contrario a los intereses de Estados Unidos, siempre y cuando (el presidente mexicano Andrés Manuel) López Obrador cumpliera con todo lo que Trump pidiera sobre inmigración”, me dijo Castañeda.

Shannon O’Neil, investigadora principal de estudios sobre América Latina en el Council on Foreign Relations, me dijo que Landau “no representaba los intereses de Estados Unidos. No presionó por los derechos de las compañías estadounidenses. No buscó defender la democracia mexicana o los controles y equilibrios”.

No es de extrañar que el estilo de Landau haya parecido encajar muy bien en la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. “Nunca fue incisivo ni conflictivo con México. Trabajó de forma diligente para ayudar a México en Washington”, me dijo el funcionario de la cancillería.

Cuando el gobierno de Biden se prepare para elegir al sucesor de Landau, debe tener como meta evitar no solo los fracasos del embajador anterior sino también otros desaciertos. Tras confiar en los diplomáticos Carlos Pascual y Earl Anthony Wayne con la misión en México durante su primer mandato, el presidente Barack Obama eligió a Maria Echaveste para dirigir la embajada ubicada en la Ciudad de México en 2014. En aquel momento escribí un artículo controversial contra su postulación. Lo respaldo. Aunque era una distinguida académica, carecía de cualquier experiencia diplomática significativa. Echaveste retiró su postulación en 2015. La siguiente elección de Obama fue más inteligente. Envió a Roberta Jacobson, una diplomática calificada, con bastante experiencia y con profundos vínculos con México y sus muy complejas realidades.

¿A quién debería elegir Biden? El alto funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México dejó entrever que el gobierno de López Obrador preferiría a alguien que “comprenda la nueva era” y respete al gobierno de México tal y como lo hizo Landau. “Podemos trabajar para salvar nuestras cadenas de valor y ampliar nuestra alianza para competir contra Asia o cada uno puede hacer lo suyo por su lado en el corto plazo”, agregó.

Esto presenta un reto para el gobierno de Biden. Castañeda, por su parte, advierte sobre los peligros de lo que describió como “volverse nativo”. El sucesor de Landau, explicó, debe considerarse un defensor de los valores estadounidenses en lugar de un facilitador del gobierno mexicano. “Si el próximo embajador no defiende el conjunto de principios y valores que son la base de la política exterior de Biden, es probable que elimine una de las últimas líneas de defensa que quedan contra las excentricidades de López Obrador”, me dijo Castañeda.

Por ahora, el equipo de política exterior de Biden parece haber apostado por la experiencia. Ha asignado a Jacobson, lexembajadora en México, para que coordine los asuntos de la frontera sur, un desafío considerable.

Según Castañeda, el candidato ideal para el cargo debe ser cercano al secretario de Estado, Antony Blinken (“es más importante estar cerca de él que del presidente”), y tener experiencia concreta con México. “En la situación actual no hay tiempo para capacitar a alguien mientras ocupa el cargo”, me dijo Castañeda.

Entre los posibles candidatos para el puesto de embajador se encuentran el exgobernador de Nuevo México Bill Richardson y el exsecretario de Vivienda y Desarrollo Urbano Julián Castro, ambos de ascendencia mexicana. O’Neil espera que el embajador de Biden en México se enfoque en los temas que usualmente ocupan la agenda bilateral: inmigración, seguridad y comercio. Sin embargo, el nuevo jefe de la embajada con seguridad tendrá la orden de defender algunos principios específicos. Entre ellos, un enfoque renovado en la política ambiental, la aplicación de legislación laboral y potencialmente otros temas más polémicos.

López Obrador ha criticado a los organismos vigilantes autónomos y ha despreciado la transparencia. También le ha rehuido a las energías limpias y renovables, apostando en cambio a la construcción de una nueva refinería. Tras sus malos resultados frente a la pandemia, México enfrenta tiempos económicos inciertos. La violencia no ha aminorado. Las elecciones de este año determinarán el destino del país en el futuro cercano. Para el próximo embajador, todo esto representa un reto considerable inmediato. Puede que no haya tiempo para el turismo o para tuitear recetas de pozole. Quizás eso sea lo mejor.



JMRS


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