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Las riesgosas verdades a medias de la industria tabacalera en México


2021-02-23

Silvia Márquez, Lisa Grabinsky, The Washington Post

Hace un siglo, la era progresista trajo a Estados Unidos no solo movimientos sociales para dar el voto a las mujeres o hacer reformas educativas, también les dejó un arraigo que ha permanecido inamovible: el tradicional desayuno con huevos, pancakes, jugo y, principalmente, tocino, cuyo consumo cotidiano se asocia a un mayor riesgo de cáncer colorrectal.

La historia de cómo se afianzó este tipo de desayuno es conocida. La empresa Beech-Nut Packing contrató al padre de las relaciones públicas, Edward Bernays, para subir sus ventas. El también sobrino de Sigmund Freud realizó una campaña a favor del tocino que incluía una consulta a 5,000 médicos en la que solamente les preguntó si un desayuno abundante es mejor que uno ligero. 4,500 médicos coincidieron que el abundante era mejor y Bernays envió ese “estudio” a periódicos de todo el país, los cuales replicaron la falsa idea de que los desayunos hipercalóricos que contenían tocino eran mejores para la salud de los estadounidenses.

Construir una verdad a medias manipulando datos “científicos” no es algo nuevo: controlar la opinión pública puede garantizar que se asuma por cierto algo que está lejos de serlo. Las grandes industrias han demostrado históricamente ese modus operandi, y la tabacalera no ha sido la excepción.

En diversas investigaciones periodísticas, Ethos Laboratorio de Políticas Públicas ha puesto en evidencia las estrategias que usa la industria tabacalera en México para debilitar las políticas de control del tabaco. Desde la interferencia en procesos políticos y legislativos, hasta cómo han manejado la publicidad de sus mal llamados “productos de daño reducido”, a través de influencers, para impactar directamente a la población más joven. Recientemente documentó que la industria utiliza a grupos de la sociedad civil y la academia con conflicto de interés, quienes desacreditan enérgicamente la información científica oficial y promueven sus propios datos a favor del uso de cigarros electrónicos (comúnmente llamados “vapeadores”) y dispositivos de tabaco calentado.

La salud y el bienestar de las y los consumidores queda de lado cuando lo que importa son las ventas mundiales de estos nuevos dispositivos por millones de dólares: casi 16,000 para British American Tobacco en 2018 y más de 5,500 para Philip Morris International en 2019.

En el plano nacional, las organizaciones México y el Mundo Vapeando y Pro-Vapeo México mantienen un discurso a favor del vapeo que favorece a la industria del tabaco, pues aunque hay pequeñas compañías dedicadas a la fabricación y comercialización de dispositivos de vapeo, tanto Philip Morris como British American Tobacco —las dos tabacaleras más grandes en México— han incursionado al mercado con dispositivos propios y tienen la capacidad e intención de acapararlo.

Además, el financiamiento de ambas organizaciones está estrechamente ligado al discurso comercial. México y el Mundo Vapeando recibe recursos de la industria nacional de vaporizadores o pequeños comerciantes de nicotina; y Pro-Vapeo México tiene un vínculo directo con la Red Internacional de Organizaciones de Consumidores de Nicotina (INNCO, por sus siglas en inglés), radicada en Suiza, la cual recibe financiamiento indirectamente por Philip Morris International.

¿Cómo baja el dinero desde Philip Morris hasta esta red? El esquema es intrincado y reservado. La detallada investigación de los periodistas Nantzin Saldaña y Sergio Rincón muestra que, a través de su filial PMI Global Services, Philip Morris ha donado 160 millones de dólares a la Foundation for a Smoke-Free World (FSFW), solo entre 2018 y 2019, con una promesa a 10 años por más de 800 millones de dólares. La FSFW, a su vez, ha destinado a INNCO 160,000 dólares; institución que, por cierto, no hace públicos sus estados financieros. Miembros activos del INNCO en México son Tomás O’Gorman y Atakan Erik Befrits, secretario y uno de los fundadores de Pro-Vapeo México, respectivamente. Además, está Roberto Sussman, su director, quien es participante activo en casi todos los foros a favor del vapeo, algunos de ellos financiados por la industria.

Este esquema multinacional es un botón de muestra de cómo hay intereses creados en un conjunto de organizaciones, foros, comunidades en redes sociales e incluso medios especializados que promueven la errónea idea de que vapear es 95% menos dañino que fumar. Casualmente, argumento idéntico al que usan las tabacaleras y que ya ha sido desmentido por la Organización Mundial de la Salud y por autoridades sanitarias mexicanas, quienes sostienen que ese dato proviene de estudios con conflicto de interés.

El vapeo en México se ha perfilado como la punta de lanza de la industria tabacalera para revitalizarse y mantenerse vigente, sobre todo entre los jóvenes y en un contexto de pandemia. La laxitud en las regulaciones existentes tanto del control de tabaco como de las interacciones entre las tabacaleras y los tomadores de decisiones generaron las condiciones propicias para el surgimiento de un discurso confuso que desvía la atención de la salud pública.

El cigarro es un producto que contribuye con 8.4% del total de las muertes producidas por enfermedades al año, afectando de manera desproporcionada a los grupos más vulnerables de la población. No se trata de sustituirlo con un producto “menos dañino”, especialmente con el alarmante alza en la popularidad de los nuevos dispositivos. Mientras no se tenga evidencia contundente y libre de intereses creados sobre las afectaciones que estos podrían estar provocando, el riesgo sigue presente. Es por medio de una regulación transparente en línea con el principio precautorio que se podrán proteger a generaciones presentes y futuras de los daños asociados con el tabaco y la nicotina.



Jamileth


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