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La política exterior de Biden: deliberación y cautela


2021-03-05

David E. Sanger, The New York Times

El presidente Joe Biden debía tomar una decisión sobre cómo castigar a Arabia Saudita por su papel en el asesinato de un periodista de The Washington Post, por lo que reunió a sus principales funcionarios de seguridad nacional en la Oficina Oval y los presionó de manera intensa sobre la respuesta recomendada. Luego se puso del lado de la mayoría de los asesores que argumentaron en contra de la acción más severa posible: una sanción directa contra el príncipe heredero Mohammed bin Salman quien, según las agencias de inteligencia estadounidenses, aprobó el asesinato.

Esa misma semana, Biden aprobó varios ataques aéreos, de una escala relativamente modesta, en represalia contra las milicias respaldadas por Irán que atacaron un puesto de avanzada estadounidense en Irak —lo cual fue visto más como una señal diplomática que un ataque—. Esta semana, igualó las sanciones europeas a Rusia por el envenenamiento y encarcelamiento del político opositor Alexéi Navalny y dejó abierta la posibilidad de emprender medidas más duras contra el presidente Vladimir Putin este mes.

Y, para evitar ser sorprendido, Biden está comenzando a controlar la libertad de los militares para usar ataques con drones fuera de las zonas de guerra.

Luego de las primeras semanas de gobierno, surge un retrato de la política exterior de Biden que parece signada por la moderación, cautela y deliberación acelerada. Las decisiones se toman más rápido que en el gobierno de Barack Obama cuando Biden, como vicepresidente, se quejó de las interminables reuniones.

La evidencia preliminar sugiere que sus juicios son más duros que cuando él era una de las muchas voces en la Sala Situacional de la Casa Blanca, como lo indica su decisión de cortar los envíos de armas estadounidenses que permitían a los saudíes continuar la guerra en Yemen. El presidente Barack Obama fue quien impulsó ese suministro de las armas.

Para los partidarios de Biden, todo eso es el triunfo de la racionalidad, de pensar a través de la estrategia en vez de tuitear una decisión primero y luego pensar en la justificación. Para sus críticos, incluidos algunos de la izquierda, las primeras semanas de Biden en el escenario mundial son una oportunidad perdida para penalizar a un líder asesino, poner fin a los ataques con aviones no tripulados o reactivar las negociaciones para volver al acuerdo nuclear con Irán.

Los asesores del presidente señalan que aún es pronto, y algunas de las decisiones más difíciles se tomarán en las próximas semanas, incluida la posibilidad de retirar las 2500 tropas estadounidenses restantes de Afganistán y qué combinación de sanciones públicas y ataques cibernéticos encubiertos se deben implementar en el caso de Rusia por el ciberataque contra SolarWinds que afectó a objetivos gubernamentales y corporativos.

Para Biden, Afganistán significará enfrentar sus deseos por salir de ese país contra el riesgo de que los talibanes se apoderen de Kabul, la capital. Atacar a Rusia por el hackeo contra SolarWinds pondrá a prueba su ambición por emprender una posible escalada en el ciberespacio.

Pero los primeros indicios sugieren que Biden se está moviendo más lento en el escenario mundial que en casa. Y, según dijo su asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, en una entrevista, eso responde a su creencia de que Estados Unidos solo recuperará su influencia global después de que haya domesticado la pandemia, restaurado el crecimiento económico y restablecido las relaciones con sus aliados.

La más reveladora de sus decisiones se centra en Arabia Saudita. Después de prohibir la venta de armas para detener lo que calificó como una guerra “catastrófica” en Yemen, Biden publicó un informe de inteligencia sobre el papel del príncipe Mohammed en el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi e impuso nuevas sanciones a la guardia personal del príncipe heredero conocida como Fuerza de Intervención Rápida. Pero Biden se detuvo en el siguiente paso: la prohibición de viaje o amenazar con el procesamiento penal del príncipe heredero de 35 años.

Previamente, el presidente no le había dicho a su personal si estaba a favor de la acción directa, a pesar de que durante la campaña dijo que el liderazgo saudí no tenía “ningún valor social redentor”.

Sullivan dijo que él y sus colaboradores acudieron a Biden con “una recomendación amplia para recalibrar la relación, en vez de romperla, porque era el curso de acción correcto”.

Según Sullivan, Biden “nos presionó por nuestras suposiciones mientras trabajaba en los pros y los contras de cada aspecto de la política”, incluida la conclusión de que mantener un canal abierto con el príncipe heredero era el mejor camino para “resolver la guerra en Yemen”.

Pero, según otros asistentes, la decisión final fue un recordatorio de que Biden pasó tres décadas en el Senado y cree firmemente en fomentar incluso las alianzas más difíciles, además de mantener una dosis de realismo al aceptar que Estados Unidos no puede impedir que el príncipe heredero se convierta en el próximo rey.

“Desafortunadamente, todos los días tratamos con líderes de países que son responsables de acciones que consideramos objetables o aborrecibles, ya sea Vladimir Putin, ya sea Xi Jinping”, dijo el miércoles Antony J. Blinken, secretario de Estado y el más veterano asesor de política exterior de Biden, en una entrevista con PBS NewsHour.

“Pero encontramos formas de lidiar con ellos”, dijo Blinken.

Refiriéndose al príncipe Mohammed por sus iniciales, Sullivan afirmó que el mensaje para los saudíes era claro: “MBS no tendrá el mismo tipo de relación y acceso con este gobierno que tuvo con el anterior”.

Pero incluso los aliados demócratas más cercanos de Biden se rebelaron, diciendo que estaba perdiendo la oportunidad de enviar un mensaje rotundo en sus primeras semanas.

Adam B. Schiff, representante demócrata por California y presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara, dijo: “El gobierno Biden debería castigar directamente al príncipe heredero saudí. No solo deben ser procesados ​​los que ejecutaron la orden, sino también la persona que dio la orden”.

Tom Malinowski, representante demócrata por Nueva Jersey que se desempeñó como el principal diplomático de derechos humanos de Obama, fue más allá y argumentó que la ley requería que el Departamento de Estado imponga sanciones de viaje al príncipe heredero, a menos que quisiera solicitar una exención en el Congreso, con una justificación pública.

La cautela de Biden también fue evidente en su represalia contra un grupo de milicias respaldado por Irán que desplegó un ataque con cohetes contra una base iraquí en Erbil, que resultó en bajas pero no muertes estadounidenses. Según sus colaboradores, en vez de apresurarse a responder, se tomó diez días y siguió el consejo del secretario de Defensa, Lloyd Austin, quien le dijo “usted es el dueño del reloj”.

El objetivo era enviar una señal a Irán sin correr el riesgo de una escalada. El gobierno iraquí fue incluido en la decisión y el ataque se limitó a un pequeño grupo de edificios en Siria que era un lugar de reunión para yihadistas y contrabandistas. Incluso entonces, Sullivan y los funcionarios del Pentágono eliminaron un objetivo de la lista en el último momento debido a imágenes que mostraban que podría haber mujeres y niños presentes.

Quizá su respuesta fue demasiado cautelosa porque luego se produjo otro ataque con cohetes, el miércoles, y un contratista estadounidense murió de un ataque cardíaco.

Pero algunos demócratas destacados aún se oponían al ataque. Tim Kaine, senador por Virginia que se postuló para vicepresidente en 2016, dijo que “el pueblo estadounidense merece escuchar el fundamento del gobierno para estos ataques y su justificación legal” para actuar sin consultar al Congreso. Christopher S. Murphy, senador por Connecticut que fue considerado por Biden para un puesto de alto nivel en política exterior, dijo que no existía un mandato del Congreso para que Biden actuara. “El Congreso debería mantener a este gobierno en el mismo nivel de exigencia que a los anteriores”, dijo.

Los colaboradores de Biden dijeron que estaba contraatacando para proteger a las tropas estadounidenses, y que su objetivo es poner fin a la era de conflicto constante que comenzó hace casi 20 años después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. En la estrategia de seguridad nacional provisional del gobierno Biden, publicada esta semana, Blinken lo dejó claro en un discurso que la describe: “No promoveremos la democracia a través de costosas intervenciones militares o intentando derrocar regímenes autoritarios por la fuerza. Hemos probado estas tácticas en el pasado. Por muy bien intencionadas que sean, no han funcionado”.

Los asistentes advirtieron que esas palabras no deben tomarse como una señal de que Biden está listo para salir de Afganistán antes del 1 de mayo, la fecha límite en un acuerdo de la era de Trump con los talibanes. A menudo, Biden ha dicho que Estados Unidos necesita algún tipo de inteligencia y fuerza de reacción rápida en la región, y eso puede significar que los 2500 soldados se queden por un tiempo.

La acción más difícil de predecir será la respuesta al ataque contra SolarWinds. Sullivan dijo que habrá elementos “visibles e invisibles”. Pero el objetivo, argumentó, será influir en el comportamiento de Putin a largo plazo.

“Se trata de un conjunto de medidas que los rusos entenderán, pero es posible que no sean visibles para el mundo en general. Probablemente sean las medidas más efectivas para aclarar lo que Estados Unidos cree que está dentro y fuera de los límites”, dijo.



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