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La impunidad de Roemer exhibe el pacto patriarcal en México


2021-04-06

Pamela Cerdeira, The Washington Post

En la oficina de la organización Poder Cívico su presidente, Andrés Roemer, era conocido por la forma en que hostigaba a sus empleadas, quienes lo apodaban a sus espaldas “Cabeza de muñeca”. Cinco jóvenes que trabajaron ahí me dieron su testimonio de cómo les pedía pruebas de su trabajo y cómo debían sacar cientos de copias fotostáticas para llevárselas a Roemer a su casa y demostrar lo que hacían. “No sé para que me sirves, ven a mi casa y enséñame todo lo que has hecho”, les decía. Ellas procuraban ir acompañadas a esa hoy infame casa.

Roemer pasó de ser un escritor y diplomático mexicano, creador del evento Ciudad de las ideas —por el que obtuvo de gobiernos en México 582 millones de pesos (29 millones de dólares)— y tener una calle con su nombre en Israel, a tener al menos 61 señalamientos por agresiones y seis denuncias judiciales. Muchos de los ataques habrían sucedido en su casa.

Mientras escuchaba los testimonios no podía evitar recordar las similitudes de la personalidad de Roemer con la de Keith Raniere, fundador de la secta NXIVM y que hoy cumple una sentencia de 120 años en prisión por tráfico sexual y otros delitos en Estados Unidos. En ambos casos, se construyeron una imagen de personas excepcionales: Raniere haciendo gala de su coeficiente intelectual, Roemer a través de sus libros y eventos, donde reunía a eruditos de todo el mundo.

De acuerdo con los testimonios que obtuve (que mantengo anónimos para protegerles), Roemer estaba obsesionado con lo que dijeran sobre él en redes sociales. Para quienes trabajaban en Poder Cívico, parte de las labores consistía en borrar los comentarios que lectores dejaban en los blogs del sitio—que ya fueron eliminados—, algunos de los cuales hablaban del acoso que cometía Roemer. También señalan que el escritor hacía llamadas fuera de horarios laborales para pedir que se publicara un tuit o para intentar a toda costa desaparecer una página del buscador de Google en donde los comentarios no le favorecían. El trabajo incluía compartir en sus redes personales las publicaciones de Roemer, y por supuesto, leer sus libros.

Entre estos, llama la atención Sexualidad, derecho y política pública, publicado en 1998, en el que Roemer señalaba: “La sanción debe lograr disuadir a las personas involucradas a no reincidir en una actividad sexual que perjudique a la sociedad más de lo que la beneficie, y de prevenir que otros no involucrados realicen una actividad similar”. Hoy, ante estas decenas de señalamientos en su contra, cabe preguntarse cuál será la sanción que le corresponde o si la impunidad será una muestra de qué tan amplias fueron las redes de poder que logró tejer.

De acuerdo con la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México, a finales de abril habrá más avances en la investigación porque “depende mucho de las agendas de los peritos".

El carisma y habilidad para hablar en público de Roemer le ayudó a construir la imagen de poderoso intelectual: sabía qué decir y cómo decirlo para hacer sentir bien a las personas, pero también —de acuerdo a los testimonios que escuché— le gustaba hacer sentir a sus empleadas que no estaban a su nivel, que no eran tan brillantes. Esa misma dualidad entre un líder sociable y que a la vez buscaba mostrar ser mejor que todos los demás sucedía en la secta que lideraba Raniere, según los testimonios de quienes pertenecieron a ella.

Renunciarle a Roemer —así como a Raniere—podía arrastrar consecuencias posteriores: una de las jóvenes me contó que durante un mes Roemer le llamó a su nuevo empleador para buscar que la despidieran. La mayoría de quienes trabajaban ahí buscaban otro empleo rápido, así que no duraban más de un año. Los únicos que prevalecían eran su asistente y un contador, quien revisaba las cuentas que probablemente eran manipuladas: uno de los testimonios me dijo cómo Roemer ofreció pagarle el doble del sueldo acordado, pero tendría que darle a él la mitad.

Las prácticas crueles tanto de Roemer como de Raniere convivieron con el encanto y la capacidad de hacer sentir bien o mal a sus colaboradores, de acuerdo a cómo les funcionara a ellos. Para ambos fue fácil rodearse de personas poderosas. Y la exigencia de prácticas sexuales eran una forma de ejercer control y poder.

Raniere está pagando con la cárcel los crímenes que cometió, pese a sus múltiples contactos con gente poderosa en Estados Unidos. En México, habremos de ver si la justicia alcanza para procesar y condenar a un empresario e “intelectual” como Roemer, o si la impunidad y el pacto patriarcal son más fuertes que la voz de las decenas de denunciantes.



Jamileth


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