Formato de impresión


En la frontera no se realizan pruebas de COVID-19 a los migrantes que llegan a Estados Unidos


2021-04-29

Frances Robles y Miriam Jordan, The New York Times

El año pasado, cuando el coronavirus asolaba Latinoamérica, Dora Eglis Ramírez y Pavel Brigido Rivero salieron de Cuba para solicitar asilo en Estados Unidos.

Después de comenzar su travesía en Guyana, lograron atravesar ocho países durmiendo en los autobuses y realizando trabajos esporádicos sin contraer el virus.

Luego, cruzaron la frontera de Estados Unidos.

El mes pasado, los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos los interceptaron en el sur de California y los trasladaron a un puesto fronterizo muy saturado. Pasaron diez días y noches en celdas repletas de brasileños, cubanos, ecuatorianos e indios.

Rivero, de 45 años, contrajo el coronavirus y, junto con su esposa que aún estaba sana, estuvo aislado las siguientes dos semanas en un hotel con cerca de otros 200 migrantes que dieron positivo por el virus o que habían estado expuestos a alguien que dio positivo.

“Estuve sano hasta que me encerraron”, señaló.

Las autoridades de salud y los administradores de los refugios advierten que, aunque en Estados Unidos se vacuna cada vez a más personas y varios estados comienzan a reactivarse después de ver un descenso en las tasas de contagio, el hecho de que las autoridades estadounidenses no realicen pruebas de COVID-19 a los migrantes adultos en los abarrotados centros de procesamiento de la frontera está propiciando que haya nuevos contagios incluso entre los migrantes que hubieran llegado sanos a su frontera.

Más de 170,000 migrantes cruzaron la frontera en marzo —muchos de ellos procedentes de países que siguen teniendo altos índices de contagio—, pero la Patrulla Fronteriza no está realizando pruebas de COVID-19 en el transcurso de los varios días en que los migrantes recién llegados están bajo la custodia de Estados Unidos, excepto en el caso de que los migrantes presenten síntomas evidentes de la enfermedad.

El gobierno asegura que no tiene ni el tiempo ni el espacio suficiente para hacerles pruebas a los migrantes cuando llegan. Así que, pese a que se les practican exámenes básicos de salud a los migrantes, las pruebas se difieren hasta que los trasladan a los grupos comunitarios locales, a las ciudades y a los condados, casi siempre después de que los recién llegados han estado confinados en espacios reducidos con muchas otras personas, a menudo durmiendo hombro con hombro durante varios días sobre colchonetas puestas en el piso.

A los niños no acompañados sí se les realizan pruebas, pero solo después de que han estado como tres días bajo custodia y justo antes de ser trasladados, en aviones o autobuses, a los albergues del gobierno.

Las autoridades de Estados Unidos afirman que realizar pruebas a todos los recién llegados al momento de detenerlos es un reto dificilísimo. No ha habido casos de contagios masivos en los centros fronterizos y, según el Departamento de Seguridad Nacional, el número general de casos es relativamente bajo. De acuerdo con esta agencia, dieron positivo aproximadamente el cinco por ciento de todos los adultos solos y las familias a quienes se les realizaron pruebas después de su liberación en marzo, mientras que han dado positivo alrededor del 12 por ciento de los miles de niños no acompañados que ahora están bajo custodia.

No obstante, las autoridades locales y los titulares de los albergues mencionaron que temían que la cifra real de contagios pudiera ser mucho mayor.

“En teoría, quienes dan positivo podrían haber contagiado a otras personas antes de llegar”, señaló Diego Piña López, el administrador de programas en Casa Alitas, un centro de descanso para migrantes en Tucson, Arizona. Los miembros del personal de ese centro todos los días han estado realizando pruebas rápidas de COVID-19 a docenas de familias de migrantes después de ser liberadas por la Patrulla Fronteriza.

Los migrantes que dan positivo son trasladados a un albergue administrado por la ciudad. Otros pasan una o dos noches en el centro de descanso y luego abordan aviones o autobuses hacia su destino en otras partes de Estados Unidos. Los defensores de los inmigrantes advirtieron que es muy posible que algunos de ellos hayan contraído la infección en las instalaciones de la Patrulla Fronteriza, que esta no se haya registrado en las pruebas durante el poco tiempo que estuvieron en el centro de descanso y que tal vez, sin saberlo, expongan a otras personas mientras se trasladan para reunirse con sus amigos y familiares en otras partes del país.

Pritesh Gandhi, director médico del Departamento de Seguridad Nacional, señaló que las “limitaciones operativas” han impedido realizar pruebas del virus “al inicio”, pero que los equipos médicos están trabajando de manera intensa con organizaciones sin fines de lucro y autoridades locales para garantizar que se examine de inmediato a los migrantes y que luego se les practiquen las pruebas, una estrategia que, según él, estaba comenzando a tener éxito en reducir los contagios.

“Realizamos pruebas lo más pronto posible”, comentó en una entrevista. “Pero existen limitaciones. La pregunta que debe hacer cualquier titular de salud pública es ‘¿Cuándo es lo más pronto que se pueden efectuar cambios?’”.

Algunas ciudades y condados se han resistido a tener que practicar la mayor parte de las pruebas de COVID-19 a los adultos migrantes. En El Paso, Texas, el juez del condado, el obispo católico y otros líderes de la comunidad enviaron una carta al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, en la que sostenían que las pruebas a los migrantes “superaban la capacidad de los esfuerzos conjuntos de nuestros gobiernos locales y de la comunidad de organizaciones no gubernamentales”.

El alcalde de Yuma, Arizona, Douglas J. Nicholls, señaló que antes de que el centro médico local se hiciera cargo de las pruebas, los agentes de inmigración dejaban a los migrantes en la orilla de las carreteras o en los estacionamientos… sin haberles hecho pruebas de COVID-19.

“En verdad es una locura”, comentó Nicholls. “No es la manera en que deberíamos estar manejado las cosas durante una pandemia”.

La semana pasada, el fiscal general de Texas, Ken Paxton, presentó una demanda en la que sostenía que el gobierno federal estaba “propiciando la propagación de la COVID-19 en la frontera” por tener alojados juntos, bajo la custodia del gobierno, a inmigrantes que posiblemente estuvieran infectados.

Paxton mencionó en un comunicado que el presidente Joe Biden estaba mostrando “una negligencia absoluta en la crisis de salud pública” al “favorecer y fomentar la afluencia masiva” de migrantes en las instalaciones fronterizas.

En unas cuantas ciudades, un contratista empleado por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas ha comenzado a realizar pruebas de COVID-19 a los migrantes que libera la Patrulla Fronteriza y está gestionando espacios de aislamiento en hoteles para quienes den positivo.

El gobierno de Biden ha seguido deportando a muchas personas que han ingresado al país sin autorización mediante una ley de emergencia de salud pública a la que en un inicio se apegó el presidente Donald Trump.

Sin embargo, el gobierno de México se ha rehusado a recibir a las familias que viajan con niños menores de 7 años en los extensos tramos de la frontera con Texas. También ha rechazado el regreso de migrantes que no sean de Centroamérica, mismos que representan un número cada vez mayor de las personas que cruzan, muchos de ellos procedentes de Ecuador y Brasil, países que siguen estando muy afectados por el coronavirus.

Las autoridades del Departamento de Seguridad Nacional subrayaron que no había instalaciones para la realización de pruebas en los puestos de procesamiento de la Patrulla Fronteriza, sobre todo para los niños, quienes deben estar separados por sexo y edad. Ahora, dependiendo del resultado de su prueba de COVID-19, se está enviando a los niños en autobuses diferentes a los albergues, lo cual es un avance con respecto a los meses anteriores.

Por ser algo esencial para reducir su exposición al virus, la agencia se ha concentrado en liberar más rápido a los migrantes. Parece que esta estrategia ha resultado exitosa puesto que, según los datos publicados el jueves, durante el mes pasado se redujo en 80 por ciento el número de menores de edad no acompañados bajo custodia.

No obstante, puede ser difícil monitorear a los migrantes que porten el coronavirus.

Andrea Rudnik, cuya organización sin fines de lucro, Team Brownsville, le ofrece ayuda a un hotel para aislar a personas con coronavirus en Brownsville, Texas, señaló que muchos migrantes que dieron positivo habían desaparecido antes de que terminara su periodo de aislamiento obligatorio.

“Quieren irse”, comentó, “y si se dan cuenta de que pueden hacerlo con solo tomar un taxi del hotel a la estación de autobuses, lo hacen”.



aranza


� Copyright ElPeriodicodeMexico.com