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Zuckerberg tiene seis meses para decidir el destino de Trump en Facebook


2021-05-08

Kevin Roose, The New York Times

La compañía planteó el dilema de las cuentas de Trump, suspendidas por publicar desinformación, a un panel de expertos. El miércoles, los expertos respondieron.

En los muros de la sede de Facebook en Menlo Park, California, se puede leer una frase: “En Facebook, nada es problema de otra persona”.

Se trata de uno de los principios básicos de la red social: la idea de que, en vez de delegar los retos difíciles a los demás, los miembros de Facebook deben arremangarse y actuar.

Así que fue un poco de justicia poética que el miércoles, el Consejo Asesor de Contenidos de Facebook —un nuevo panel de expertos encargado de emitir una decisión sobre algunos de los dilemas más difíciles de la compañía en materia de moderación de contenidos— rechazara el intento de la empresa de deslindarse de una de las tareas más difíciles en sus 17 años de historia: decidir qué hacer con el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.

Mark Zuckerberg, el director ejecutivo de la empresa, esperaba que el consejo —un grupo de unos 20 abogados, académicos y expolíticos— emitiera un veredicto a favor o en contra de esas cuestiones.

En vez de eso, el grupo emitió otro mensaje: Zuckerberg, este es tu problema.

Desde el punto de vista técnico, el consejo confirmó la decisión de Facebook de restringir las publicaciones de Trump en Facebook e Instagram después de la insurrección del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos, alimentada por la desinformación electoral que Trump compartió en sus cuentas de redes sociales.

Sin embargo, el grupo también criticó a Facebook por tratar de “eludir sus responsabilidades” al imponerle a Trump “la sanción indeterminada e infundada de la suspensión indefinida”, en lugar de tomar una decisión definitiva sobre la posibilidad de volverlo a admitir, suspenderlo por un periodo finito o prohibirle el acceso de manera permanente. Además, el consejo determinó que Facebook debe tomar la decisión sobre las cuentas de Trump y emitir un veredicto final en un plazo de seis meses.

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La decisión del consejo de mantener la suspensión de Trump por parte de Facebook fue un alivio para muchos en la empresa, donde algunos empleados estaban preocupados en privado sobre la posibilidad de que pronto se vieran presionados a permitir que Trump volviera a hacer de las suyas en la plataforma. El miércoles, la compañía emitió un comunicado en el que dijo sentirse “satisfecha de que el consejo haya reconocido que las circunstancias sin precedentes justificaban la medida excepcional que tomamos”.

No obstante, la negativa del consejo a resolver la cuestión más amplia del futuro de Trump en Facebook fue un revés en la larga lucha de Zuckerberg por salir del centro del debate mundial sobre la libertad de expresión y delegar la responsabilidad de decidir lo que pueden y no pueden publicar los 2700 millones de usuarios de Facebook a un conjunto de árbitros más capacitados.

Cuando Zuckerberg propuso por primera vez la idea de una “Corte Suprema de Facebook”, la promovió como una manera de hacer más democrática la gobernanza de la empresa, mediante la formación de un órgano independiente de expertos en la materia, quienes tendrían las facultades para escuchar las apelaciones de los usuarios.

“Creo que en cualquier tipo de sistema democrático que funcione bien, tiene que haber una vía de apelación”, señaló Zuckerberg a Ezra Klein en un pódcast de Vox de 2018.

El consejo también tuvo otro propósito. Durante años, se había convocado a Zuckerberg como la persona que tenía la última palabra en materia de políticas de Facebook (en 2018, por ejemplo, se involucró personalmente en la decisión de excluir a Alex Jones, el teórico de la conspiración de Infowars). Pero las decisiones de moderación de alto perfil tenían la característica de ser impopulares y provocar reacciones virulentas. De funcionar, el consejo asumiría la responsabilidad de tomar las decisiones de contenido más polémicas de la plataforma, al tiempo que protegería de las críticas a Zuckerberg y a su equipo encargado de políticas.

Es difícil imaginar una controversia que Zuckerberg esté más ansioso por evitar que la de Trump. El expresidente usó Facebook para llegar a la Casa Blanca en 2016 y luego hizo pasar muy malos ratos a la empresa al saltarse sus normas en repetidas ocasiones y desafiar a los ejecutivos a que lo castigaran por eso. Cuando por fin lo hicieron, los republicanos se ensañaron con Zuckerberg y sus subalternos y los acusaron de censura por motivos políticos.

Facebook también enfrentó bastante presión desde el otro bando: demócratas, defensores de derechos civiles y empleados, muchos de los cuales consideraban que la presencia de Trump en Facebook era incompatible con su objetivo de reducir la desinformación dañina y el discurso de odio. Decidieran lo que decidieran, Zuckerberg y su equipo sin duda avivarían la guerra por la libertad de expresión en línea y se harían de más enemigos.

Antes de la decisión del miércoles, Zuckerberg y otros ejecutivos de Facebook hicieron todo lo posible para convencer a un público escéptico de que el consejo tendría facultades de penalización reales. Financiaron el grupo a través de un fideicomiso independiente en materia jurídica, lo llenaron de expertos muy bien acreditados y se comprometieron a acatar sus decisiones.

Sin embargo, a pesar de todas sus pretensiones de legitimidad, el consejo siempre ha parecido una fachada. Sus líderes fueron seleccionados por Facebook y sus miembros reciben pagos (generosos) de la empresa. Su mandato tiene límites y ninguna de sus decisiones es vinculante, en ningún sentido significativo. Si Zuckerberg decidiera ignorar las decisiones del consejo y restablecer las cuentas de Trump, nada —ninguna ley del Congreso, ningún mandato judicial, ninguna carta airada de los accionistas de Facebook— podría impedirlo.

Esa configuración paradójica —una junta de supervisión sin poderes de supervisión con responsabilidad legal— creó tensión incluso antes de la decisión del miércoles. La junta ha anulado las decisiones de Facebook en la mayoría de los casos que ha revisado hasta ahora, y la empresa las ha rechazado en varias oportunidades.

En febrero, la compañía rechazó el llamado del panel a ser más indulgente con los usuarios que publicaron respaldos de tratamientos con COVID-19 que contradecían los consejos de los funcionarios de salud, como un usuario que respaldaba el uso de hidroxicloroquina y azitromicina para tratar el virus. Facebook respondió diciendo que no haría eso y que no estaba de acuerdo con la evaluación de la junta de supervisión que establecía que esas publicaciones no creaban un riesgo inminente de daño. (Técnicamente, a Facebook se le permitió ignorar a la junta en este punto porque su declaración era una recomendación no vinculante, en vez de una decisión oficial. Pero como las reglas de este juego corporativo cambian constantemente, no estoy seguro de que esa distinción signifique mucho).

No me malinterpreten: no estoy diciendo que el consejo sea un experimento inútil o que no vaya a servir de nada. Por lo que sé, el consejo está compuesto por personas consideradas que se preocupan por la equidad y la libertad de expresión, algunas de las cuales están luchando por ampliar su ámbito de actuación.

No estoy sugiriendo que el hecho de que Zuckerberg tome estas decisiones por su cuenta sea algo bueno ni que el gobierno de Estados Unidos sea más capaz de establecer los límites de la libertad de expresión en línea que un panel asesor corporativo.

Tampoco estoy diciendo que otras plataformas de redes sociales sean mejores que Facebook a la hora de gobernarse de forma transparente y coherente. YouTube, por ejemplo, solo ha dicho que restablecerá la cuenta de Trump en una fecha no especificada en el futuro, cuando presente menos riesgo de fomentar la violencia.

Lo que estoy sugiriendo es que todo esto —el consejo, los más de 9000 comentarios públicos que recibió mientras deliberaba el caso de Trump y el plazo de seis meses que Facebook tiene para emitir un veredicto final— es un débil sustituto de la responsabilidad real o un proceso que reduzca de manera significativa el poder que Zuckerberg y la gente en su posición tienen sobre la libertad de expresión cibernética de miles de millones de personas.

Estés o no de acuerdo con las decisiones del consejo, no nos engañemos sobre quién manda realmente en Facebook. La red social sigue siendo una “producción de Mark Zuckerberg” y ningún veredicto cuasijudicial cambiará eso.



JMRS


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