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¿Puede la oposición derrotar a López Obrador?
Jorge Zepeda Patterson | El País En los comicios de este domingo la oposición demostró que puede lastimar electoralmente al poderoso movimiento que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador. Logró arrebatarle el control de la mitad de las delegaciones en la Ciudad de México, tradicional bastión de la izquierda, y darle un mordisco a las mayorías que detenta en la Cámara de Diputados. No es un mérito menor, considerando los amplios niveles de aprobación popular de los que goza el presidente. Sin embargo, no nos engañemos, la fortaleza exhibida no alcanza ni de lejos a considerar la posibilidad de una victoria en el caso de un referéndum o, en última instancia, la sucesión en 2024. Morena obtuvo más diputados que el PRI y el PAN sumados; y si consideramos a sus aliados del PT y del PVEM (que en realidad ganaron distritos porque iban en alianza con Morena), la suma supera fácilmente el 50%. En términos militares diríamos que la estrategia de guerrillas alcanzó para detener el avance del ejército rival (en este caso en lo que toca a las reformas estructurales en el Congreso), pero las posibilidades de derrotarlo en campo abierto, a partir de lo exhibido, siguen siendo nulas. La pregunta de fondo es si estas victorias parciales pueden ser consideradas como el principio de una tendencia que lleve a un fortalecimiento tal de la oposición que le permita derrotar al obradorismo dentro de tres años. Revisemos. El PRI. Ningún factor será más significativo que la evolución política del PRI. Sin este partido la alianza electoral anti obradorista se resquebraja. No había sido fácil hacer un bloque con el PAN, su otrora archienemigo y en buena medida lo hizo porque carecía de cualquier otra opción frente al avance de Morena entre sus propias filas y territorios. Pero justamente ese canibalismo entre el movimiento obradorista y el tricolor, en detrimento de este último, fácilmente podría convertirse en convergencia dadas las afinidades ideológicas o la historia compartida. Basta ver el origen priísta de los principales cuadros del gobierno de la 4T. En muchos sentidos el ideario obradorista está más cercano al del PRI de los años setenta que al de una izquierda moderna y urbana. El presidente señaló el lunes pasado la posibilidad de negociar con este partido los votos necesarios en la cámara, para alcanzar la cifra necesaria para las reformas constitucionales. Esto entrañaría una nueva relación entre dos partidos que en realidad comparten base social. La mera suspensión de la ominosa práctica de convertir diputados priístas en morenista sería ya una carta para negociar. Y hay otras. Para decirlo sin tapujos, acuerdos como el que Morena amarró con el PVEM para concederle la gubernatura en San Luis Potosí, presentando deliberadamente a una candidata débil y destinada a perder. En los próximos tres años el PRI estaría condenado a perder una a una las gubernaturas que posee y lleguen a término; ¿qué estaría dispuesto a conceder el PRI para conservar uno o dos de estos desesperados reductos? Movimiento Ciudadano. En esta elección el MC se mantuvo al margen de la confrontación entre los dos bloques, pero esto podría cambiar. A pesar de haber sido un aliado histórico del obradorismo en el pasado, hoy se encuentra más cerca de las posiciones opositoras. No obstante el campanazo que representa su triunfo en Nuevo León y en alcaldías claves en Jalisco, entre otras, se trata más de una selección afortunada de candidatos reclutados en el “mercado libre” que una fortaleza orgánica o una militancia estable. Obtuvo 23 diputados en esta elección, tres veces menos que el PRI, con lo cual difícilmente podría compensar una eventual renuncia de este partido a la alianza. Partido Verde. Aunque sus porcentajes históricos de votación rondan el 5%, se trata de un partido que debido a su oportunismo goza de una descarada sobre representación en las Cámaras y, por lo mismo, es un factor bisagra estratégico en cualquier decisión legislativa relevante. Los 42 diputados obtenidos gracias a la alianza resultan particularmente poderosos en la próxima legislatura; sin ellos Morena no está en condiciones de conseguir siquiera la mayoría simple que necesita para la aprobación de presupuestos y leyes secundarias. Su dirigencia ya ha adelantado que el PVEM revisará en cada caso si ofrece o no su apoyo al presidente, lo cual más que un anuncio de cambio de bando constituye un mensaje de que venderá más caro su amor. Invariablemente a finales de cada sexenio este partido se acerca a quien tiene más posibilidades de ocupar la silla presidencial. En teoría ese sería Morena. Pero en última instancia nada es seguro con una organización que suele ofrecerse al mejor postor. Voto de oposición de sectores medios y urbanos. La derrota de Morena en la mitad occidental de la capital, en la que habita la mayor parte de las clases medias, es atribuida en gran medida al desencuentro entre López Obrador y sectores progresistas y de centro que tradicionalmente habían sufragado a su favor y esta vez le dieron la espalda. Las razones ya han sido analizadas en este y en muchos otros espacios y esencialmente tendrían que ver con la percepción de una narrativa hostil por parte del mandatario y políticas públicas adversas a las causas e intereses de estos segmentos. ¿Qué tanto más puede agravarse este desencuentro y cuál sería su impacto para la continuación del obradorismo? El peso de los votantes de la enorme zona conurbada será más significativo en una elección presidencial por la proporción demográfica que representa respecto al conjunto nacional. No se tratará ya de una pérdida de delegaciones y municipios del Edomex, sino de un porcentaje significativo de los votantes del país. ¿Restañará heridas el presidente o, por el contrario, seguirá acentuando esta divergencia? Su primera reacción fue un reproche por la manera en que estos sectores se han ido distanciando de las causas populares por una especie de traición de clase; un deseo aspiracional que los lleva al “egoísmo”. Pero este miércoles dijo que había faltado trabajo político en la capital, que tomaría como un reto lo sucedido y haría algo al respecto. Imposible en este momento saber si lo que tiene en mente profundizará el distanciamiento con estos grupos o, por el contrario, lo reducirá. Considero que estas son las principales variables de cara a las luchas políticas que habrán de venir. Desde luego habrá que observar la evolución de la relación entre empresarios y el PAN o entre el propio gobierno y la iniciativa privada. Mucho dependerá de qué tipo de segundo trienio quiera impulsar el presidente: ¿se entregará en brazos de las causas populares y esa base social (además de los militares)? o tomará decisiones conciliatorias para con grupos más diversos? Es decir, ¿se radicalizará AMLO y se concentrará esencialmente a atender lo que llama su “pueblo” o intentará regresar al jefe de Estado de todos los mexicanos que quiso ser el día de su toma de posesión? Me parece que allí estará la clave de lo que venga. Jamileth |
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