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Grupos de supremacía blanca en Estados Unidos han prometido una guerra racial catastrófica


2021-06-10

Por Amanda Taub y Katrin Bennhold | The New York Times

Para los integrantes de QAnon es “la tormenta”, cuando la violencia masiva derrocará a la camarilla de pedófilos de élite que, según ellos, controla el gobierno. Desde hace mucho tiempo, los grupos de supremacía blanca en Estados Unidos han prometido una guerra racial catastrófica. Además, en Alemania y Austria, los neonazis anuncian un supuesto golpe de Estado el “Día X” (cuando el orden democrático colapsará y ellos asumirán el control).

Todos son ejemplos de ideologías “aceleracionistas”, que prometen un momento en el que las instituciones gubernamentales, la sociedad y la economía serán eliminadas en una ola de violencia catastrófica, allanando el camino para una utopía que supuestamente ocurrirá más adelante.

El aceleracionismo ha sido desde hace tiempo una característica de los grupos de supremacía blanca y otros grupos paramilitares de extrema derecha. Sin embargo, ahora los expertos afirman que la mentalidad aceleracionista prolifera de formas que no solo podrían amenazar la seguridad pública, sino la estabilidad de la democracia misma.

“De muchas maneras, podemos ver cómo el 6 de enero fue un tipo de coalición formada vagamente alrededor de esta idea de aceleracionismo”, mencionó Cynthia Miller-Idriss, directora del Laboratorio de Investigación e Innovación de Polarización y Extremismo en la Universidad Americana, sobre el ataque al Capitolio de Estados Unidos.

Según ella, los líderes tradicionales no están evaluando el riesgo que esa coalición podría representar. “Mi temor es que, como país, estamos comenzando a tratar eso como un incidente aislado en vez de verlo como un posible punto de inflexión”.

“He pensado mucho sobre los paralelismos con la República de Weimar”, el frágil periodo de democracia en Alemania cuyo colapso permitió que los nazis ascendieran al poder, dijo. Estuvo marcado por una serie de ataques, golpes de Estado fallidos y otros esfuerzos para socavar la democracia. Y a pesar de que acciones como el Putsch de la Cervecería (o de Múnich) de Hitler fracasaron, a largo plazo la democracia alemana no fue lo suficientemente sólida como para resistir el caos.

“Para mí, el paralelismo es que pienso que muchas personas quieren ver el 6 de enero como el final de algo”, explicó. “Pienso que tenemos que considerar la posibilidad de que eso fue el principio de algo”.

En busca del Día X

Los grupos neonazis y otras organizaciones extremistas han hablado desde hace tiempo del Día X (un momento de crisis, tanto temido como anhelado, cuando el orden social de Alemania colapsaría, lo cual requeriría que radicales de extrema derecha comprometidos, según su relato, salven a la nación).

Nordkreuz, un grupo de radicales de extrema derecha que incluía a policías y soldados no activos que formaban parte de una red cifrada a nivel nacional en Telegram, comenzó a prepararse para el Día X de maneras que sonaban escalofriantemente concretas. Miembros del grupo conspiraron para reunir a rivales políticos, así como a quienes defienden a los inmigrantes y refugiados en el Día X, subirlos a camiones y llevarlos a una ubicación secreta, según la declaración de un testigo durante una entrevista de la policía. Después, los asesinarían.

En su lista de pedidos para el Día X, el grupo había apuntado bolsas para cadáveres y cal viva. El líder del grupo, quien trabajó como francotirador de la policía, ha sido condenado por cargos de posesión de armas y otros dos miembros están bajo investigación por sospecha de planes terroristas.

La frontera entre prepararse para el Día X, y propiciar su llegada, se está volviendo cada vez más difusa. El peligro del aceleracionismo es que santifica la violencia, dijo Matthias Quent, experto en el radicalismo de la extrema derecha y director de un instituto que estudia la democracia y la sociedad civil en el estado de Turingia en el este de Alemania. Los días míticos de ajustes de cuentas sirven como un llamado a la acción, como un pretexto para el terrorismo.

“Cuando el Día X no llegue y las personas se sientan frustradas, podrían comenzar a maquinar ataques terroristas, algo para detonar el Día X o simplemente para actuar”, comentó.

Anetta Kahane, una destacada activista judía en Alemania, está íntimamente familiarizada con los riesgos que conlleva. Dirige la Fundación Amadeu Antonio, que trabaja para combatir el racismo y la ideología de extrema derecha en Alemania, y ha sido blanco del odio de la extrema derecha durante décadas.

El mes pasado, un militar que era miembro de la misma red nacional de Telegram que el grupo Nordkreuz, fue acusado de planear uno o varios asesinatos de destacados políticos y figuras públicas con la esperanza de desencadenar el Día X. El primer teniente Franco A . (como aparece su nombre en los documentos judiciales de conformidad con la ley de privacidad alemana), se disfrazó de refugiado sirio, aparentemente como parte de un plan para provocar el odio racial. Uno de sus posibles objetivos, según dicen los fiscales, era Kahane.

Franco A. niega que estuviera planeando matar a Kahane. Niega todos los cargos de terrorismo que se le imputan, y dice que se había hecho pasar por un refugiado para denunciar la política de refugiados de la canciller Angela Merkel. Pero entre sus documentos, los investigadores descubrieron los nombres de varios políticos y figuras públicas prominentes, entre ellas Kahane, así como un mapa dibujado a mano de la ubicación de su oficina. También encontraron varias fotos tomadas dentro del estacionamiento del edificio de oficinas de ella con su teléfono.

Kahane piensa que los aceleracionistas quieren desencadenar el Día X, no simplemente esperar a que ocurra. “Los nazis no son pacientes, no quieren esperar. Si la revolución no comienza por sí sola, hay que ayudarla”, comentó. “Es una estrategia activa, no pasiva”.

Atractivo apocalíptico

Lo esencial que se debe entender sobre este tipo de fantasía apocalíptica es que para las personas que han adoptado ideologías raciales militantes de extrema derecha, un derrocamiento violento como el Día X no es lo que da inicio al apocalipsis, sino lo que lo concluye, dijo Kathleen Belew, historiadora de la Universidad de Chicago que es una de las principales expertas en el movimiento supremacista blanco en Estados Unidos.

“Todo este activismo ya está en un estado de encuentro con el fin del mundo”, dijo en una entrevista. La inmigración, los matrimonios mixtos y la caída de las tasas de natalidad están conduciendo a un momento en que países como Estados Unidos ya no serán de mayoría blanca. “Para las personas con esta ideología, eso ya es el fin del mundo”.

“Es muy importante comprender esa sensación de emergencia, porque creo que sin eso, no tienen mucho sentido ni el grado de miedo ni el grado de violencia”, comentó.

De hecho, las narrativas aceleracionistas son una extraña fantasía dual de debilidad y fuerza. Aceptan implícitamente que la extrema derecha es demasiado débil para cambiar el rumbo del cambio demográfico y político a través de los medios políticos tradicionales, y también que su única posibilidad sería que el colapso total acabe con la sociedad tal como la conocemos.

Pero la creación de mitos aceleracionista también ofrece una fantasía: promete a sus seguidores que tienen el poder de provocar ese colapso y de dominar el nuevo orden que vendrá.

Los riesgos de esa ideología están lejos de ser teóricos.

En Alemania, miembros del grupo terrorista Revolution Chemnitz fueron condenados el año pasado por planear un ataque el 3 de octubre de 2018, anunciado como “un punto de inflexión en la historia” y un “día histórico” en el que el “cambio de régimen” sería logrado con violencia.

El bombardeo contra un edificio federal en Oklahoma City en 1995, que causó la muerte de 168 personas, incluyendo 19 niños, fue ejecutado por militantes de extrema derecha que se inspiraron en Los diarios de Turner, una novela de 1978 que describe una revolución violenta en Estados Unidos, seguida de un genocidio masivo de personas no blancas. Además, en 2015, un tirador supremacista blanco citó el deseo de iniciar una “guerra racial” como su motivo para asesinar a nueve personas negras en la Iglesia Metodista Episcopal Africana Emanuel en Charleston, Carolina del Sur.

Asimismo, muchos participantes en el ataque del 6 de enero al Capitolio de Estados Unidos consideraron eso como un primer paso para derrocar el gobierno que vieron como corrupto, o el orden social de Estados Unidos de manera más extensa, dijo Miller-Idriss.

Según afirman los expertos, existen otros peligros menos directos que, a la larga, podrían ser más serios.

Es probable que solo una pequeña fracción de los insurrectos del 6 de enero comulguen con las ideas aceleracionistas de QAnon o los paramilitares armados, dijo Miller-Idriss. QAnon se ha convertido en el paraguas de múltiples teorías de conspiración y no todos sus simpatizantes están esperando “la tormenta” o intentando detonarla, dijo.

No obstante, ella piensa que esto debería generar más preocupación, no menos, porque los acontecimientos del 6 de enero muestran que la fracción extremista puede desarrollar una coalición más amplia de lo que jamás había sido posible en el pasado.

“Fue la primera vez que vimos en este país lo que equivalía a una coalición exitosa, aunque espontánea, de una variedad de grupos en el espectro de la extrema derecha”, explicó. “Fue una coalición que surgió de manera semiespontánea y que demostró que, a pesar de estas diferencias, esos grupos se pueden unificar en torno a un problema o acontecimiento temático”.

A diferencia de la fracción supremacista blanca de los años ochenta y noventa, los extremistas de la actualidad tienen vínculos con políticos tradicionales. Varios legisladores republicanos asumieron el cargo tras cultivar el apoyo de los seguidores de QAnon. Además, la semana pasada, los senadores republicanos impidieron la creación de una comisión independiente para investigar el ataque del 6 de enero.

“Estados Unidos es un país al que siempre le ha agradado pensar que es como un faro de la democracia”, dijo Miller-Idriss. “Y pienso que eso puede hacer más difícil que reconozcamos que nuestra democracia puede ser frágil, al igual que cualquier otra democracia en el mundo”.



Jamileth


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