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El populismo de izquierda está prosperando en América Latina


2021-06-25

Henry Olsen, The Washington Post

El populismo de derecha ha sido a menudo el centro de atención desde 2016, cuando Reino Unido decidió abandonar la Unión Europea y Donald Trump fue elegido presidente en Estados Unidos. Sin embargo, el populismo de izquierda también está prosperando, como lo demuestran las elecciones recientes en México y Perú.

Ya sea en Estados Unidos o Europa, el populismo de derecha casi siempre es más fuerte en las zonas deprimidas rurales y obreras. Ese sin duda es el caso en Estados Unidos y Reino Unido, donde millones de electores de la clase trabajadora dejaron de votar por partidos de centro-izquierda y comenzaron a apoyar a conservadores populistas. También sucede en lugares como Polonia, donde la coalición populista conservadora del partido Ley y Justicia ha obtenido sus mejores resultados en las zonas rurales de Polonia cercanas a la antigua Unión Soviética y no le ha ido bien en las ciudades relativamente prósperas. El partido gobernante de Hungría, Fidesz, no es popular en Budapest, la región más rica del país, pero le va fenomenal en las zonas rurales más pobres, donde su principal competencia ha sido un partido antiinmigración (Jobbik) que está incluso más a la derecha en el espectro político.

No es nada difícil entender por qué. El populismo de derecha sostiene que las élites no están atendiendo bien a la nación y que están priorizando darle cabida a inmigrantes o a instituciones globales como la Unión Europea o la Organización de las Naciones Unidas que a garantizar la prosperidad de todo el país. Ese mensaje, naturalmente, resonará en las personas a las que no les esté yendo bien en la parte económica, en especial comparadas con las de las ciudades. Las encuestas a boca de urna en las elecciones de Alemania en 2017 revelaron que los votantes del partido populista Alternativa para Alemania (AfD por su sigla en alemán) fueron por lo general hombres con bajos niveles de educación que eran obreros o estaban desempleados. Los votantes del Partido de la Libertad de Austria y de la francesa Marine Le Pen también han sido en su mayoría trabajadores con bajos niveles educativos de las zonas rurales.

Entonces, podría ser una sorpresa para los lectores saber que exactamente ese mismo tipo de votantes ha apoyado a los populistas de izquierda en las elecciones de México y Perú. Los partidos que respaldan al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), obtuvieron una victoria decisiva en las elecciones federales de junio, en las que capturaron 184 de los 300 escaños disponibles en la Cámara de Diputados. Pero los logros de su coalición fueron muy regionales: superaron a la alianza opositora por un margen de 81 a 13 escaños en los estados más pobres del sur de México. Ambos bandos estuvieron igualados en el resto del país, donde la oposición ganó o empató en seis de los siete estados con los niveles más bajos de pobreza. En otras palabras, la campaña populista antiélite de AMLO atrajo al mismo tipo de votantes que gravita hacia la derecha en Europa y Estados Unidos.

Lo mismo sucedió en las recientes elecciones presidenciales de Perú. La contienda terminó casi en un empate y el resultado sigue en disputa. Sin embargo, lo que no está en disputa es que el candidato populista de izquierda, Pedro Castillo, ganó de forma contundente en las ocho regiones más pobres de Perú con hasta 89% de los votos. Su oponente conservadora, Keiko Fujimori, ganó de manera clara en Lima, la capital y región más rica del país, con 64%. El patrón no es tan claro como en otros países, pero la tendencia es la misma: los lugares donde no se ha alcanzado todavía un crecimiento económico son muy propensos a ser receptivos con las ofertas populistas.

Los resultados en América Latina también muestran cómo la exclusión cultural o social genera un terreno fértil para el populismo. Las áreas relativamente más prósperas que votaron por Castillo, como Cuzco y Pasco, también tienden a tener un alto número de pueblos indígenas que siguen siendo culturalmente diferentes a las élites inmigrantes y descendientes de españoles. Las regiones más pobres del sur de México que respaldaron de forma abrumadora a la coalición de AMLO también tienen un alto porcentaje de personas que hablan lenguas indígenas además —o incluso en lugar— del español. Es difícil para los candidatos mantenerse en sintonía cultural con personas que literalmente hablan otro idioma.

Los populistas de izquierda de América Latina comparten otra característica con sus primos de derecha: son nacionalistas sin reservas. La coalición de Castillo se llama “Perú Libre” y el partido principal del gobierno de AMLO es el Movimiento Regeneración Nacional, o Morena. Esto contrasta de forma notable con muchos de los partidos de izquierda europeos, que evitan los nombres o identidades nacionalistas y prefieren los relacionados a la lucha de clases. Una excepción notable es el Sinn Féin de Irlanda, que solía ser el brazo político del Ejército Republicano Irlandés. Quizás no sea una casualidad el hecho de que el Sinn Féin sea el único partido de extrema izquierda en la Unión Europea que lidera las encuestas de opinión pública.

A nivel mundial, los votantes con menor nivel de educación quieren el mismo tipo de cosas: nacionalismo, justicia económica, inclusión cultural. Las élites —de izquierda o de derecha— tendrán que ofrecer lo que quieren estos electores. De lo contrario, los votantes encontrarán a alguien —de izquierda o de derecha— que sí lo haga.



Jamileth


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