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Más allá de la política de la comunión, un santo misterio de 2000 años


2021-06-28

Elizabeth Dias and Ruth Graham, The New York Times

El miércoles al atardecer, en la capilla de adoración del Convento de Santa Clara, residencia de las Hermanas de la Vida, al noreste de Washington D. C., a través de las ventanas de cristales azules y amarillos entraba luz que se desvanecía con las nubes para luego volver a aparecer.

En el altar, frente a unas hortensias rosas, había un recipiente sagrado que asemejaba un sol con rayos resplandecientes. Y en el centro de ese sol, llamado custodia, estaba el Santísimo Sacramento, el pan consagrado de la eucaristía que, según los católicos, es el cuerpo de Cristo.

Una joven mujer se introdujo en esa quietud absoluta y se arrodilló. Desde que renunció a su trabajo hace dos semanas, Hannah Hembree, de 23 años, ha estado viniendo casi diario a practicar la adoración eucarística, que consiste en venerar la presencia de Jesús en la hostia consagrada. Después nos dijo que había venido a adorar a Jesucristo, solo a hablar con él.

“La gente puede involucrarse en las cuestiones políticas, pero todo se reduce a la oración”, comentó acerca de la eucaristía. “La oración tiene que ver con la conexión. Significa pasar un tiempo con nuestro Señor”.

A lo largo de la semana pasada, uno de los rituales más antiguos y sagrados del cristianismo se convirtió en el centro de una confrontación de alto riesgo entre los clérigos católicos conservadores y los dirigentes políticos del país, así como en una lucha de poder en la guerra del aborto. Este mes, los obispos católicos estadounidenses votaron a favor de redactar una declaración sobre la teología y la práctica de la eucaristía, misma que algunas personas esperan usar como justificación teológica para negarle la comunión al presidente Joe Biden y a otros políticos católicos que de manera pública promueven políticas que no son compatibles con las de la Iglesia.

Pero para muchos católicos de todo el país, la eucaristía, también llamada sagrada comunión, es algo muy ajeno a las escaramuzas partidistas. Tiene que ver literalmente con Dios.

En la celebración de la misa, los católicos rememoran la vida y la muerte de Jesús en la tierra. El sacerdote preside el rito de la eucaristía, en el cual se consagran el pan, llamado hostia, y el vino. Luego, los católicos comparten el pan y el vino, que, según su creencia, han sido transformados en el cuerpo y la sangre de Cristo. Entre una misa y otra, algunos católicos también veneran la hostia consagrada, transformada en el cuerpo de Cristo, en capillas de adoración.

Este sacramento es un santísimo misterio. Es la manera más personal y profunda en que los católicos se vinculan con Dios y con las demás personas, y es parte de una rutina semanal o incluso diaria.

En última instancia, se considera que la eucaristía es el camino hacia la salvación: “El que coma de este pan vivirá para siempre”, les dijo Jesús a sus discípulos en el Evangelio según san Juan.

Una amenaza que se cierne sobre los planes de los obispos estadounidenses de emitir nuevas directrices relacionadas con este sacramento es la asistencia cada vez menor a las misas y la sensación de que muchos católicos han perdido la conexión espiritual con este ritual y tal vez ni siquiera entiendan las enseñanzas de la Iglesia al respecto. De acuerdo con una encuesta de Pew de 2019, solo alrededor del 30 por ciento de los católicos estadounidenses creen en la enseñanza fundamental de la Iglesia de que el pan y el vino en verdad se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, y cerca del 70 por ciento creen que solo es un simbolismo.

Este sacramento es más que un conjunto de creencias teológicas. Une lo divino con lo humano en una sola entidad y vincula a la Iglesia con Dios en el tiempo y el espacio.

Hace poco, Jennifer C. Reid, de 50 años, encontró los cirios del día de su primera comunión en San Columbano, una de las parroquias de afroestadounidenses más antiguas de Chicago, a la cual sigue asistiendo. Más de cuatro décadas después, los deslucidos cirios blancos con los pabilos un poco quemados seguían guardados cuidadosamente en una larga caja rectangular con sus iniciales en la parte inferior.

“Me quedé sentada con ellos en las manos, colmada de esos recuerdos”, comentó mientras recordaba cuando recibió el sacramento por primera vez junto con sus dos hermanas, con sus velos y vestidos blancos y sus zapatos blancos de charol.

Ahora Reid trabaja en la iglesia como asociada pastoral y da las hostias a las demás personas en la misa después de que el padre las ha consagrado. “Siempre los miro a los ojos antes de que reciban la comunión porque esto significa mucho para mí”, comentó.

Tulio Ramírez, un sacerdote misionero de Colombia del Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal que trabaja con inmigrantes latinoamericanos en el Bronx, recuerda haber celebrado misas debajo de un árbol en Kenia. Cuando el sol cambiaba de posición en el cielo, la gente se levantaba para cambiar de lugar con cuidado la mesa del altar, sujetando el pan y el vino, con el fin de mantener la eucaristía en la sombra.

“Querían mostrar su veneración y respeto a Jesucristo”, afirmó.

La Iglesia tiene siete sacramentos, pero la eucaristía es “el sacramento de sacramentos”, señaló Aquinas Guilbeau, un fraile dominico y profesor adjunto de Teología Moral en la Facultad Pontificia de la Inmaculada Concepción de la Casa de Estudios Dominicana en Washington D. C.

Guilbeau mencionó que, durante 2000 años, desde la noche de la Última Cena en que el mismo Jesucristo creó este ritual como conmemoración de su sufrimiento y su muerte, la Iglesia ha estado consagrada a este sacramento. Justino Mártir, uno de los primeros apologistas del cristianismo, escribió en el siglo II sobre la compartición del pan y el vino. A medida que pasaron los siglos, los teólogos debatieron sobre los aspectos más sutiles de este sacramento mientras los devotos diseñaban las liturgias de la eucaristía y levantaban catedrales góticas y hermosos altares para enaltecerlo.

Cuando los reformadores protestantes del siglo XVI impugnaron la enseñanza católica de que el pan y el vino se convertían esencialmente en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, los líderes de la Iglesia católica revalidaron esta enseñanza, denominada transustanciación.

“La devoción es lo que impulsa la teología”, señaló Guilbeau.

En las diferentes iglesias y culturas de todo el mundo, la eucaristía y sus prácticas rituales pueden parecer similares, lo que pone de manifiesto la comunión compartida de los santos. Pero los criterios a nivel local para tener acceso a ella pueden variar mucho, incluso entre parroquias cercanas geográficamente.

En el sureste de Luisiana, Katie Corkern se educó en una parroquia en la que al parecer todos, sin excepción, recibían la comunión cada semana. Cuando se divorció y se volvió a casar a los veintitantos años, empezó a asistir con su segundo esposo a una nueva parroquia a 30 minutos de distancia. Ahí, el sacerdote subrayaba la importancia de ser “digno”, es decir, no se recomienda que comulguen quienes, por ejemplo, no son católicos o están en “pecado mortal”.

Corkern, de 38 años, le hizo caso a esa advertencia. Al no ser apta para recibir ese sacramento por haberse divorciado, se abstuvo de comulgar durante casi una década. “Siempre que iba a misa, sentía una profunda tristeza”, recordó.

En 2017, con la ayuda de su sacerdote, concluyó la anulación de su primer matrimonio y tomó el sacramento del matrimonio con su segundo esposo, con quien había estado casada por lo civil durante años. Todavía se le llenan los ojos de lágrimas al recordar la primera vez que pudo volver a comulgar.

“Hay una ternura muy especial que te atrae una y otra vez”, comentó.



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