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López Obrador estrena su espacio contra los medios de comunicación llamándolos “corruptos, rastreros e integristas”


2021-07-01

Carmen Morán Breña | El País

México - El presidente del Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, ha inaugurado esta mañana en su conferencia diaria la sección que ha titulado Las mentiras de la semana, un espacio dedicado a mostrar las notas de periodistas y comunicados en las redes sociales que le molestan porque considera que son falsas, poco contrastadas o que están “hechas de mala fe”. El mandatario ha acusado a diversos medios, incluido EL PAÍS, de estar bajo las presiones de poderes económicos y ha comparado su quehacer con los tiempos de Hitler, Pinochet y el militar mexicano Huerta. Los ha acusado de “bajo nivel moral” y ha asegurado que su país atraviesa “uno de los peores momentos del periodismo”.

El malestar del presidente con los medios de comunicación es una constante en sus conferencias. “No solo pasa en México, es una crisis mundial”, ha matizado. Solo se salvan, dice, “honrosas excepciones”. Esta sección de críticas a los medios se hará una vez a la semana debido a que, asegura, “algunos se tragan todos estos platos de mentiras”. Otros ciudadanos, sin embargo, “han aprendido a leer el periódico, escuchar la radio, ver televisión e interactuar en redes sociales”. A pesar de ello, considera que tiene que dedicar una conferencia cada semana para aleccionarlos.

El presidente ha puesto de ejemplo “la manipulación de la información con el lamentable accidente” en la Línea 12 del metro de Ciudad de México, donde murieron 26 personas, cuando The New York Times hizo “un gran reportaje”. “Ahora se derrumbó un edificio en Florida, con muchas víctimas… ¿Ha hecho el mismo reportaje?”, han preguntado con ironía. Y también ha acusado a los medios locales, mexicanos, de dedicarle menos espacio que al accidente del metro ocurrido en su país. “Son los intereses de los medios, que no son los del pueblo”, ha zanjado.

El espacio lo ha conducido, con cierto temblor escénico, la periodista Ana Elizabeth García Vilchis, quien ha acusado a EL PAÍS de no contrastar las informaciones. Ha mostrado una en concreto, titulada El exceso de basura radiactiva acecha a la central nuclear de Laguna Verde, de la que ha dicho que no se llamó para recabar la versión oficial. No es cierto. En dicha información se dice lo siguiente: “La compañía estatal de electricidad no ha respondido a la consulta de EL PAÍS”. Y más adelante se añade: “Luego de la publicación de este reportaje, el domingo 27 de junio, la CFE emitió un comunicado conjunto con la Secretaría de Energía y la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas en el que indican que el plan de gestión de residuos considera la reducción del inventario actual de residuos “mediante varios métodos disponibles en la industria nuclear a nivel internacional, como son la incineración y descontaminación química, entre otras”. En el comunicado, que no lleva la firma de ningún funcionario, se asegura que estos procedimientos para reducir el volumen de residuos “actualmente se encuentran en proceso de contratación”.

Además, García Vilchis ha acusado a este periódico de “haberse beneficiado de empresas” en tiempos del salinismo. “Que no se nos olvide cuánto le costó a este país [la política] del presidente Salinas de Gortari. Este tipo de informaciones atentan contra la democracia por la que tanto hemos luchado en este país”, ha dicho. A la salida, el presidente la ha agarrado del brazo para acompañarla a salir del escenario.

La presentación de García Vilchis ha tenido como principal víctima al columnista Raymundo Riva Palacio, por un tuit sobre un altercado entre la Guardia Nacional y estudiantes de la Universidad de Puebla. Después el periodista rectificó su mensaje. El comunicador se ha llevado el “Pinocho” de la semana y ha sido vilipendiado por García Vilchis, incluso recurriendo a su pasado profesional.

El único periodista que ha podido intervenir en la mañanera, por falta de tiempo, ha sido Hans Salazar, de Noticiero en Redes, quien ha abundado en las críticas a sus colegas y adulado al presidente. Ha dado pie a López Obrador para que citara a aquellos profesionales de los medios de comunicación que le agradan, algunos amigos personales del mandatario. Esos sí han merecido elogios por parte de López Obrador: le parecen “buenos ciudadanos y patriotas, defensores de las causas justas y que no andan escondiéndose o simulando su independencia ni su distancia con el poder”, ha dicho. Minutos antes, sin embargo, el presidente había pedido a los medios eso mismo: independencia, objetividad y distancia del poder.

Tras citar a un grupo de caricaturistas, ha dicho que “los demás son muchos, pero no tienen el talento de estos pocos”. Los demás son como “esa persona que se entrega por entero a la mentira y pierde la imaginación y el talento. Son corruptos, rastreros, integristas y menos inteligentes”. Qué flojera da leerlos”, ha añadido, mientras el periodista Hans Salazar reía sus comentarios.

Para López Obrador, hay dos clases de personas, la gente humilde y la clase media. De los primeros, no duda de “su inteligencia, fraternidad, juicio e instinto certero”. No en vano, son los que le han “apoyado en los momentos más difíciles”, ha dicho. “Son buenos, seres humanos cristianos, saben que no hay mala fe ni que nadie sería tan perverso como para provocar un accidente [como el de la Línea 12]. Tienen una mentalidad limpia, sin malicia”. A los demás, a quienes ha llamado “fanáticos del conservadurismo”, les ha adjudicado otras características: falta de amor al prójimo, hipocresía y tendencia al ojo por ojo y diente por diente. Esa clase media, ha dicho es “muy susceptible de manipulación”.

Pero ha querido matizar y se ha reservado una parte de esa población de clase media, más “informada y humana, progresista, consciente y fraterna”. Con ellos y con “los pobres” se alcanza la mayoría”. Hacía referencia a los resultados de las últimas elecciones, sobre todo para la Cámara de diputados y en la Ciudad de México, donde su partido ha perdido buena parte de los apoyos y que algunos han achacado al hartazgo de las clases medias.



Jamileth


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