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Estados Unidos apoyó a Jovenel Moïse incluso al deteriorarse la democracia


2021-07-18

Natalie Kitroeff, Michael Crowley, The New York Times

La costumbre estadounidense de respaldar líderes autócratas favoreció el lío político en Haití

Washington desestimó las advertencias de que la democracia se desmoronaba durante el mandato de Jovenel Moïse, lo que ha dejado un vacío de liderazgo después de su asesinato.

Mientras los manifestantes lanzaban piedras afuera del palacio nacional de Haití y encendían hogueras en las calles para exigir la renuncia del presidente Jovenel Moïse, el presidente de Estados Unidos Donald Trump lo invitó a Mar-a-Lago en 2019, para luego posar sonriente junto a él en una de las entradas decoradas del club.

Después de que miembros del Congreso advirtieron que los “abusos contrarios a la democracia” de Moïse les recordaban el periodo previo a la dictadura que aterrorizó a Haití en décadas pasadas, el gobierno de Biden respaldó en público el reclamo del poder de Moïse.

Y, cuando los funcionarios estadounidenses instaron al gobierno de Biden a cambiar de rumbo, alarmados por el hecho de que las instituciones democráticas de Haití estaban desapareciendo, según dicen, sus súplicas no fueron escuchadas y en ocasiones no obtuvieron respuesta alguna.

Durante el mandato de Moïse, Estados Unidos apoyó su gobierno, cada vez más autócrata, por considerarlo la manera más sencilla de mantener la estabilidad en un país con problemas que apenas figuraba en las prioridades de los sucesivos gobiernos de Washington, según funcionarios actuales y de gobiernos anteriores.

Incluso cuando Haití entró en una espiral de violencia y agitación política, dicen, pocos en el gobierno de Trump tomaron en serio las repetidas advertencias de Moïse de que había complots para acabar con su vida. Y mientras se intensificaban las advertencias sobre su autoritarismo, el gobierno de Biden mantuvo su apoyo público al reclamo de poder de Moïse, incluso después de que el Parlamento de Haití quedó vacío por falta de elecciones y Moïse gobernó por decreto.

El asesinato de Moïse este mes dejó un enorme vacío de liderazgo que desencadenó una lucha por el poder entre los pocos funcionarios electos que quedaban. Estados Unidos, que ha tenido una enorme influencia en Haití desde que invadió el país hace más de cien años, de repente, se vio instado a enviar a su ejército y a ayudar a arreglar el desorden.

Sin embargo, en entrevistas con más de una decena de funcionarios actuales y anteriores un comentario se repitió con frecuencia: Washington tiene parte de la culpa, después de haber ignorado o prestado poca atención a las claras advertencias de que Haití se tambaleaba hacia el caos y de que tal vez haya empeorado las cosas al apoyar de manera abierta a Moïse.

“Era predecible que ocurriera algo”, aseveró el senador de Vermont Patrick Leahy. “El mensaje que enviamos al apoyar a estas personas es que creemos que son representantes legítimos del pueblo haitiano. No lo son”.

Los críticos afirman que la estrategia que Estados Unidos aplicó con Moïse se basó en un manual que este país ha usado en todo el mundo desde hace décadas, a menudo con serias consecuencias para la democracia y los derechos humanos: aliarse o tolerar por reflejo a líderes acusados de gobernar de manera dictatorial porque promueven los intereses estadounidenses o porque los funcionarios temen la inestabilidad en su ausencia.

El control de Moïse sobre el poder se fortaleció de manera importante durante el mandato de Trump, quien profesó su admiración por varios autócratas extranjeros. Trump también se empeñó en mantener a los migrantes haitianos fuera de Estados Unidos (funcionarios estadounidenses recordaron haberlo escuchado decir que “todos tienen SIDA”). Según fuentes oficiales, si los funcionarios de Trump se centraron en la política haitiana, fue principalmente para reclutar al país en la campaña de Trump para derrocar a su némesis en la región: el líder de Venezuela, Nicolás Maduro.

Los funcionarios agregan que el gobierno de Biden llegó a la Casa Blanca en enero consumido por la pandemia y una oleada de migrantes en la frontera con México, lo que dejó poco espacio de maniobra para el tumulto que convulsiona a Haití. El nuevo gobierno dio continuidad a la política del gobierno de Trump, según la cual Moïse era el líder legítimo, postura que enfureció a algunos miembros del Congreso y que un alto funcionario de Biden ahora califica de error.

“Moïse está siguiendo un curso de acción cada vez más autoritario”, dijo el representante Gregory Meeks, quien preside la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, en una declaración conjunta con otros dos demócratas a finales de diciembre en la que advirtió de una repetición de los “abusos antidemocráticos que el pueblo haitiano ha soportado” en el pasado.

“No vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras Haití se sumerge en el caos”, dijeron.

En una carta enviada en febrero al Secretario de Estado Antony J. Blinken, ellos y otros legisladores pidieron a Estados Unidos que “rechazara sin ambigüedades” el intento de Moïse, que ya había gobernado por decreto durante un año, de mantenerse en el poder. Instaron al gobierno de Biden a impulsar “un gobierno de transición legítimo” para ayudar a los haitianos a determinar su propio futuro y salir de “un torrente de crisis económica, de salud pública y política”.

No obstante, el principal asesor de Biden para América Latina, Juan González, declaró que en ese momento el gobierno no quería dar la impresión de que quería imponer cómo debía resolverse la crisis.

“Hacer que la balanza se inclinara de esa manera podría llevar a un país que ya estaba en una situación muy inestable a la crisis”, afirmó González.

Las anteriores intervenciones políticas y militares de Estados Unidos en Haití hicieron poco por resolver los problemas del país y en ocasiones los generaron o agravaron. “La solución a los problemas de Haití no está en Washington, sino en Puerto Príncipe”, la capital de Haití, dijo González, por lo que el gobierno de Biden pidió que se celebraran elecciones antes de que Moïse dejara el cargo.

“El cálculo que hicimos fue que la mejor decisión era centrarse en las elecciones para tratar de utilizarlas como una forma de impulsar una mayor libertad”, añadió.

A decir de los críticos, la realidad es que el gobierno de Biden ya había inclinado la balanza al apoyar de manera pública el argumento de Moïse de que le quedaba un año más en el cargo, lo que le permitiría presidir la redacción de una nueva Constitución que podría aumentar de manera significativa las facultades del presidente.

Moïse no es el primer gobernante acusado de ser un autócrata que cuenta con el apoyo de Washington; ni siquiera es el primero en Haití. Dos generaciones de brutales dictadores haitianos de la familia Duvalier forman parte de una larga lista de autócratas de todo el Caribe, América Latina, el Medio Oriente y otros lugares que recibieron el apoyo decidido de Estados Unidos, en particular como aliados contra el comunismo.

“Puede que sea un desgraciado, pero ese desgraciado está con nosotros”, se dice que declaró el presidente Franklin Delano Roosevelt sobre uno de ellos (aunque las versiones varían sobre si el presidente se refería a los dictadores apoyados por Estados Unidos en Nicaragua o en la República Dominicana).

El debate sobre cómo presionar a los aliados autócratas para que realicen reformas democráticas ha continuado durante gobiernos demócratas y republicanos. Después de que la amenaza del expansionismo comunista se desvaneció, los gobiernos estadounidenses se preocuparon más por la inestabilidad que creaba crisis para Estados Unidos, como la oleada de migrantes que llegaban a sus costas o el aumento del extremismo violento.

Elliott Abrams, funcionario de relaciones exteriores en varios gobiernos republicanos y representante especial en Venezuela durante el gobierno de Trump, argumentó que Washington debe apoyar la democracia cuando sea posible, pero a veces tiene pocas alternativas cuando se trata de autócratas.

“En Haití, nadie ha desarrollado una buena fórmula para construir una democracia estable y Estados Unidos lo ha intentado desde que los marines desembarcaron allí hace cien años”, aseveró.

Al principio del mandato de Trump, Omarosa Manigault Newman, ex coprotagonista de “El Aprendiz” y luego asesora del presidente, comenzó a presionar a Trump y a sus asesores para que se comprometieran con Haití y apoyaran a Moïse.

Funcionarios del gobierno se mostraron cautelosos. Haití apoyó a Venezuela en dos reuniones de la Organización de Estados Americanos en 2017, lo cual convirtió a Moïse en lo que un funcionario calificó de enemigo de Estados Unidos y echó por tierra sus esfuerzos para organizar una visita de Estado a Estados Unidos.

“Creía que una visita de Estado entre Trump y Moïse habría sido una muestra contundente del apoyo de Estados Unidos a Haití en un momento de agitación civil”, dijo Newman, quien agregó en otra declaración: “Jovenel era un buen amigo y estaba comprometido a ser un agente del cambio para su amado Haití”.

El episodio subrayó hasta qué punto algunos altos funcionarios de Trump consideraban a Haití como una pieza más de su estrategia hacia Venezuela. Y a los ojos de algunos legisladores, Trump no iba a sentir empatía por los problemas de Haití.

“Todos somos conscientes de su percepción de la nación, cuando hizo referencia a los países de mierda”, comentó la representante republicana de Nueva York Yvette Clarke, quien copreside el caucus de Haití de la Cámara de Representantes.

Para 2019, las protestas en todo Haití se volvieron violentas cuando los manifestantes que exigían la destitución de Moïse se enfrentaron a la policía, quemaron automóviles y marcharon hacia el palacio nacional. La actividad de las pandillas se volvió cada vez más descarada y los secuestros se dispararon a un promedio de cuatro a la semana.

Trump y sus asesores mostraron escasos signos públicos de preocupación. A principios de 2019, Trump recibió a Moïse en su club Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, como parte de una reunión con los líderes del Caribe que se habían alineado contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

Al año siguiente, las prácticas antidemocráticas de Moïse se agravaron lo suficiente como para llamar la atención del Secretario de Estado Mike Pompeo, quien advirtió en una declaración que Moïse no debía retrasar las elecciones parlamentarias.

Sin embargo, salvo algunas declaraciones, el gobierno de Trump hizo poco para impulsar la cuestión, dijeron los funcionarios.

“Nadie hizo nada para abordar las debilidades subyacentes, institucionales y democráticas” en los últimos años, afirmó Peter Mulrean, quien se desempeñó como embajador estadounidense en Haití entre 2015 y 2017. “Y, por lo tanto, no deberíamos sorprendernos realmente de que la situación se haya desbordado de nuevo”.

Después de que Biden resultó electo, los legisladores y funcionarios en Washington retomaron el tema con nueva urgencia. Moïse, quien llegó al cargo tras una votación empañada por la escasa participación y las acusaciones de fraude, llevaba un año gobernando por decreto debido a que el mandato de casi todos los miembros del Parlamento había expirado y nunca se celebraron elecciones para sustituirlos.

Moïse ganó un mandato de cinco años en 2016, pero no tomó posesión sino hasta 2017 en medio de acusaciones de fraude, por lo que argumentó que debía permanecer en el cargo hasta 2022. Los defensores de la democracia en Haití y en el extranjero manifestaron su descontento, pero el 5 de febrero, el gobierno de Biden se pronunció y apoyó el reclamo de Moïse de permanecer un año más en el poder. Y no fue el único: organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos adoptaron la misma postura.

Posteriormente, Blinken criticó que Moïse gobernara por decreto y convocó a que hubiera “elecciones de verdad libres y justas este año”. No obstante, el gobierno de Biden nunca se retractó de su postura pública de apoyar el reclamo de Moïse de permanecer en el cargo, una decisión que según el representante Andy Levin, quien copreside el Caucus de Haití de la Cámara de Representantes, ayudó a que el presidente haitiano mantuviera su control sobre el país y a que continuara su declive antidemocrático.

“Es una tragedia que haya podido permanecer allí”, dijo Levin.

El gobierno de Biden ha rechazado los llamados de las autoridades haitianas para que envíe al ejército a ayudar a estabilizar el país y así evitar más disturbios. Hace poco, un grupo de funcionarios estadounidenses visitó el país para reunirse con las distintas facciones que se disputan el poder e instarlas a “unirse en un amplio diálogo político”, comentó González.

Los estadounidenses habían planeado visitar el puerto para evaluar sus necesidades de seguridad, pero decidieron no hacerlo tras enterarse de que las pandillas se habían apoderado de la zona y bloqueaban la entrega de combustible.

“¿Cómo podemos celebrar elecciones en Haití cuando los miembros de las pandillas controlan el 60 por ciento del territorio?”, preguntó Pierre Esperance, director ejecutivo de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos de Haití. “Serán las pandillas las que organicen las elecciones”.



JMRS


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