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Simone Biles y el peso de la perfección


2021-07-27

Juliet Macur | The New York Times

La mejor gimnasta de todos los tiempos que, además, ha utilizado su influencia para denunciar injusticias, llegó a sus segundas Olimpiadas dispuesta a elevarse por encima de la historia reciente de este deporte.

La responsabilidad que afrontaba como el rostro de ese deporte ya se había convertido en una carga. Además, el desgaste de su cuerpo se había vuelto lo que ella calificaba como “irreal”, con el dolor de sus tobillos haciendo que cada paso insoportable fuera un recordatorio de lo implacable que puede ser la gimnasia.

En una entrevista telefónica una semana antes de que partiera para los Juegos Olímpicos de Tokio, le pidieron que mencionara el momento más feliz de su carrera.

“Con sinceridad, tal vez mi tiempo libre”, dijo.Viniendo de la gimnasta más premiada de la historia, una mujer que revolucionó el deporte, fue un comentario sorprendente.

Hace cinco años, Biles hizo todo lo que su deporte y su país le pidieron que hiciera. Con un lazo rojo, blanco y azul en el pelo, ayudó al equipo femenino de gimnasia de Estados Unidos a asegurar su tercera medalla olímpica de oro consecutiva y luego ganó tres medallas de oro individuales, en completo, salto de potro y ejercicios de suelo. En esas Olimpiadas se convirtió en la novia de Estados Unidos, el incómodo título que se les impone a todas las grandes gimnastas estadounidenses.

Después, a solo unas cuantas semanas de su regreso de Río, salió a la luz que las personas responsables de proteger a las gimnastas y de salvaguardar la integridad del deporte habían fracasado catastróficamente en ambas cosas, revelando una arraigada cultura de abuso físico y emocional.

La Federación de Gimnasia de Estados Unidos miró hacia otro lado cuando Larry Nassar, médico del equipo nacional durante mucho tiempo, acosaba sexualmente a cientos de atletas femeninas, incluidas muchas de las compañeras de equipo de Biles y a ella misma, aunque no se dio cuenta de inmediato.

Biles se ha dedicado a la gimnasia y sacrificó una vida normal de escuela, bailes, partidos de fútbol y amigos, por la agobiante búsqueda de la perfección. Luego de ganar medallas de oro para la Federación de Gimnasia de Estados Unidos, tal y como deseaba el organismo rector, inspiró a innumerables chicas de color a practicar un deporte tradicionalmente blanco y se convirtió en el rostro de la gimnasia en todo el mundo. También llegó a creer que su deporte no se preocupaba por ella en absoluto.

Biles ha dicho que se siente traicionada y eso hace que el golpe inicial sea aún peor. Sin embargo, ha podido apartar esos sentimientos y aprovechar el poder recién descubierto de una mujer negra independiente que sabe lo que vale y no tiene que rendirle cuentas a nadie. Ha dejado de ser la dulce novia de Estados Unidos y se ha unido a las mejores atletas negras, como Naomi Osaka y Serena Williams, para ejercer su influencia en el deporte y la sociedad.

En una muestra de rebeldía y resiliencia dentro de un deporte que por mucho tiempo ha exigido la obediencia de sus jóvenes atletas, Biles es la única víctima de Nassar, o al menos la única que ha hablado en público de su experiencia, que participará en Tokio.

“Voy a salir a representar a Estados Unidos, a representar al World Champions Centre y a representar a las chicas negras y morenas de todo el mundo”, dijo en una entrevista telefónica. “A fin de cuentas, no voy a representar a la Federación de Gimnasia de Estados Unidos”.

El mes pasado, tras romper un récord al ganar un séptimo campeonato nacional, Biles se puso un tatuaje en la clavícula. Son solo cinco palabras de un poema de Maya Angelou que habla sobre la confianza en sí misma y el orgullo de los negros frente a la opresión. Estas palabras también pueden interpretarse como su credo deportivo mientras se lanza desde cada aparato en un esfuerzo por convertirse en la primera gimnasta femenina en medio siglo en ganar títulos consecutivos en el concurso completo olímpico.

El tatuaje dice “Y aun así, me levanto”.

El deber de alzar la voz

Por su dominio, individualidad y longevidad en este deporte, Biles, de 24 años, ha sido comparada con Serena Williams, Tom Brady y Tiger Woods. Pero la analogía minimiza su brillantez atlética porque esos competidores pierden de vez en cuando, y ella no. Biles no ha perdido un título completo desde 2013, cuando su sonrisa brillaba en color plateado porque todavía usaba ortodoncia.

Es la más rara de las estrellas de la gimnasia estadounidense, y no solo por su racha de victorias o porque haya aparecido en las portadas de Vogue y Glamour.

Es inusual porque no tiene pelos en la lengua.

La mayoría de los que la precedieron no se atrevieron a expresar sus opiniones. La gimnasia es un deporte subjetivo y nadie quería enemistarse con los jueces de la competición ni con la Federación de Gimnasia de Estados Unidos, la entidad que selecciona los equipos nacionales y olímpicos.

Al igual que tantas otras gimnastas, Biles solía ocultar sus emociones, especialmente en el gimnasio, y las dejaba salir solo en privado.

No obstante, a principios de 2018, un día antes de la audiencia principal para la sentencia de Nassar, fue demasiada la presión de guardarse todo para sí misma. Sabía que Nassar la había tocado de manera indebida, pero no le había dado importancia a ese atrevimiento porque sabía que a sus compañeras les había hecho cosas peores.

Al final, comprendió que él también había abusado de ella. Biles, quien ya no era adolescente, quería que el mundo lo supiera para poder darle poder al movimiento de las sobrevivientes.

“La mayoría de ustedes me conocen como una chica feliz, risueña y llena de energía”, escribió en Twitter. “Pero últimamente… me he sentido algo devastada, y cuanto más trato de acallar la voz que hay dentro de mi cabeza, más alto grita”. Etiquetó esta publicación con #MeToo.

En las semanas y meses posteriores, cayó en una profunda depresión. Sentía que había decepcionado a sus admiradores porque Estados Unidos quería que fuera perfecta. Le comentó a The New York Times que asistir a terapia la ayudó y alentó públicamente a otras personas para que buscaran ayuda si les costaba salir adelante.

Muy pronto, Biles se dio cuenta de que sus palabras tenían poder.

Tres días después de que tuiteó que las gimnastas del equipo nacional no deberían regresar al centro de entrenamiento de Texas donde Nassar acosaba sexualmente a tantas chicas, la Federación de Gimnasia de Estados Unidos rompió relaciones con esas instalaciones. Cuatro días después de que Biles criticó a Mary Bono, en ese entonces la directora general de esta federación, por reprobar, al parecer, que Nike apoyara la decisión de Colin Kaepernick de arrodillarse durante el himno nacional, Bono renunció.

Biles se convirtió en una fuerza de tal magnitud que sus compañeras empezaron a pedirle que tuiteara que el equipo debería tener vacaciones con todos los gastos pagados en el Caribe. Sin embargo, junto con su creciente fama llegó un sentido del deber cada vez mayor que fue más allá de la gimnasia.

Le dijo a la gente que votara, denunció la violencia contra los asiático estadounidenses, subrayó que la electricidad y el agua potable deberían ser más accesibles y dijo que todos deberían ser más tolerantes y “no darle ninguna importancia a la raza, al género y a la orientación sexual”. Durante las manifestaciones tras el asesinato de George Floyd el año pasado, apoyó el movimiento Black Lives Matter con plena conciencia de que la gente estaba pendiente de lo que ella tenía que decir al respecto.

Al igual que muchos estadounidenses, Biles se sintió indignada por lo ocurrido con Floyd, Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y otros, y se desinfló al pensar en cuántos otros asesinatos no fueron grabados en video ni reconocidos por el público. No obstante, cuando habla de estos y otros temas en las redes sociales, lo hace con temor.

“Siento que me di cuenta de ese poder después de aparecer, después del movimiento #MeToo, y eso fue un poco atemorizante”, comentó sobre la declaración relacionada con Nassar. “Pero es como si, caray, mi presencia fuera muy importante en la gimnasia, pero también en internet y en el mundo en general. Así que debo tener cuidado con lo que digo”.

Es un problema que nunca se imaginó cuando vivía en hogares sustitutos en Columbus, Ohio, mientras su madre luchaba con las adicciones.

Porque puede

Biles recuerda la vida antes del hogar sustituto: comía cereal con agua porque la familia no tenía para comprar leche y veía con desdén que le dieran de comer al gato pero a ella y a sus hermanos no.

Llegó a una comunidad blanca privilegiada en la zona suburbana de Houston después de que su abuelo materno, Ron, y su segunda esposa, Nellie, la adoptaran a ella y a su hermana Adria cuando Simone tenía 6 años. Ahora llaman a Nellie y Ron mamá y papá.

Su hermanastro Adam llevaba en carro a Simone y a Adria al colegio mientras las animaba a gritar: “¡Dilo fuerte! ¡Soy negra y estoy orgullosa!”, porque quería que tuvieran confianza en sí mismas, aunque no se parecieran a la mayoría de los alumnos. Tampoco se parecían a otras gimnastas.

El mismo año que la adoptaron, Simone Biles visitó un gimnasio durante una excursión con su guardería. Un entrenador se percató de su don: Biles poseía una gran conciencia de su ubicación en el aire, así que siempre caía de pie.

Más tarde, esa cualidad felina de su cuerpo de 1,42 metros de altura le ayudaría a realizar piruetas complejas y arriesgadas que rebasarían los límites de su deporte, incluyendo cuatro figuras que ahora reciben su nombre porque fue la primera mujer en realizarlas en una competencia internacional.

“Simone es tan buena que las demás solo podemos aspirar a quedar segundas tras ella en el completo”, dijo Sunisa Lee, compañera de equipo de Biles en los Juegos Olímpicos. “¿Qué más puedes hacer? Hace todo tipo de locuras que nadie más puede”.

En las Olimpiadas, Biles espera añadir una figura más a la lista de los que llevan su nombre: el Yurchenko con doble mortal carpado en el potro. Corre a toda velocidad por la pista, empuja el tablero con las manos mientras está de cabeza y cae sobre los pies después de dar 2 ½ vueltas. Si no logra rotar con la velocidad suficiente para poner los pies abajo, se podría romper el cuello o los tobillos, o sufrir una lesión en la médula espinal. Biles todavía no puede creer que en mayo haya realizado uno de estos saltos de manera segura en el U.S. Classic.

La magnitud del riesgo no se vio reflejada en su puntuación y a Biles esto no le sorprendió. Ella y sus seguidores se han quejado desde hace mucho tiempo de que sus puntuaciones por grado de dificultad, que indican lo difícil que es una rutina, tienen un valor demasiado bajo, por lo que obtiene puntuaciones generales que no reflejan la magnificencia de lo que ha hecho.

En los campeonatos del mundo de 2019, Biles estrenó un doble salto mortal con torsión doble para su desmontaje en la barra de equilibrio, que luego recibió su nombre. Pero la puntuación de dificultad de su rutina fue menor de lo esperado. Se especula con que la federación internacional de gimnasia infravalora su puntuación para disuadir a otros gimnastas de intentar movimientos tan peligrosos. Biles creía que la federación simplemente quería frenarla.

Ha renunciado a argumentar que sus habilidades merecen puntuaciones de mayor dificultad porque “no quiere ser una malcriada al respecto”. Además, no necesita que los jueces validen que es fenomenal; ella ya lo sabe. Y alardea al respecto.

En la pista de competición, Biles lleva unos leotardos deslumbrantes con una cabra de pedrería, declarando que es la GOAT: cabra, en inglés, un acrónimo para “greatest of all time” (la mejor de todos los tiempos).

En mayo le preguntaron por qué realizaba esas figuras tan tremendamente difíciles de lograr si no obtenía ninguna gratificación por ellas.

Su respuesta fue: “Porque puedo”.

Simone, Inc.

​​¿Qué más es capaz de hacer Biles porque puede?

En mayo, cuando terminó su contrato con Nike, se marchó para firmar con la empresa de ropa femenina Athleta. Nike había sido criticada por la forma en que trataba a sus empleadas y a las atletas patrocinadas, incluyendo la penalización de las atletas cuando se quedaban embarazadas.

Para Biles, el cambio fue fácil porque Athleta “se alineaba con sus valores”. También estaba dispuesta a patrocinar su gira postolímpica, solo para mujeres, llamada Gold Over America Tour; en breve: GOAT.

La decisión supuso un golpe directo para la Federación de Gimnasia de Estados Unidos, que suele organizar su propia gira después de los Juegos Olímpicos, en la que las gimnastas actúan y consiguen dinero e interés en el deporte. Pero sin Biles, no habría gira. Su decisión también perjudicó a los gimnastas del equipo nacional masculino, porque los privó de decenas de miles de dólares.

Pero Biles tenía que ser implacable. Los intereses de lo que podría llamarse Simone Inc. estaban en juego.

“Algunos de los chicos me preguntaron incluso el otro día: ‘¿Estás segura de que la gira es solo de chicas?’. Les dije: ‘Sí, lo siento. No depende de mí que encuentres o ganes dinero. Eso depende de ti y de tu agente’”, dijo.

La directora ejecutiva de Federación de Gimnasia de Estados Unidos, Li Li Leung, que asumió el cargo en 2019 pero nunca se ha reunido a solas con Biles, dijo que apoyaba la empresa de Biles. Ella dijo que la federación no estaba planeando organizar una gira este verano y la gira habitual no hizo tanto dinero, de todos modos.

La Federación de Gimnasia de Estados Unidos sabe que en Biles tiene algo muy bueno y que la necesita con urgencia después de perder patrocinadores importantes como Visa y Procter & Gamble debido al escándalo por abuso sexual. Bajo el peso de más de 200 demandas relacionadas con Nassar, la organización se declaró en bancarrota a finales de 2018.

Bill Mallon, un historiador de las Olimpiadas afirma que la Federación de Gimnasia de Estados Unidos tiene que tolerar todo lo que haga Biles porque su mejor esperanza de recuperarse del escándalo de Nassar es… Biles.

“Quieran o no, es la gracia redentora para la Federación”, señaló. “Son un desastre. Si no fuera por ella, realmente no sé cómo seguirían existiendo”.

Sin ella, este deporte tampoco sería tan diverso como lo es ni como lo será. Un vistazo a las atletas en su gimnasio de Texas lo demuestra.

Gimnastas negras y morenas de todo el país, entre ellas la gimnasta olímpica Jordan Chiles, han venido a entrenar con ella al World Champions Centre, un gimnasio que es propiedad de la madre de Biles. En los campeonatos nacionales, las seis gimnastas de élite del gimnasio eran negras.

Chiles dijo que cuando llegó al centro en junio de 2019, la tomó por sorpresa porque nunca había visto tantas gimnastas de color en un mismo lugar.

“Es genial que las niñas nos miren, como nosotras miramos a Simone, y digan: ‘Sí, si ella puede hacer esto, quizá nosotras también podamos hacerlo’”, dijo Chiles.

Vivir como adulta

Biles no ha dicho si estas Olimpiadas serán las últimas en su carrera. Ha insinuado que volverá a los Juegos de París 2024, aunque solo en salto de potro, para honrar a sus entrenadores franceses, Cecile y Laurent Landi. Pero ya está lista para retirarse; se puede oír en su voz. Estoy vieja, dice. Estoy cansada. Estresada. Me duele todo.

A nivel mental, los últimos cinco años han sido lo que ella denominó “un largo trayecto”. Cuando se pospusieron los Juegos Olímpicos de 2020 debido a la pandemia de coronavirus, Biles se acurrucó en un rincón del vestuario del gimnasio y lloró. No quería estar asociada a la gimnasia estadounidense más tiempo del necesario.

Cecile Landi —que es su entrenadora personal en Tokio— la convenció de que se tomara un tiempo libre: ir de vacaciones, buscar una casa más grande, comprar un jacuzzi, relajarse.

La sugerencia permitió que Biles saboreara el mundo que la rodea. Compró una casa en Spring, Texas, y la hizo suya con la ayuda de una de sus mejores amigas, Kayla Rivers, que es diseñadora de interiores. Juntas crearon un tablero de ideas, cuyo tema principal era el lujo y el glamour.

La relajada y madura Biles también se consiguió un novio, Jonathan Owens, un jugador de la Liga Nacional de Fútbol Americano de los Houston Texans. Se conocieron cuando ella le envió un mensaje directo de Instagram el verano pasado y han sido inseparables. Al principio, él no tenía ni idea de quién era ella. Todavía está sorprendido de que aparezca en anuncios de televisión y de que las chicas griten cuando la ven en público y le pidan una selfi.

En febrero, ella y Owens volaron a Belice, de donde es Nellie Biles, y se tomaron unas vacaciones en pareja, en las que montaron en motos acuáticas y nadaron con tiburones. Tomaron cócteles y celebraron ser jóvenes y estar enamorados.

Biles no tiene idea de lo que hará después de retirarse. ¿Trabajar en su gimnasio? ¿Ser entrenadora en la universidad? La entusiasma la llegada de su próximo capítulo, pero también la asusta. Sin embargo, antes de eso, tendrá que actuar en las Olimpiadas para el público que la adora y el deporte que podría haberla destruido.

“Es algo así como, bueno, ve y hazlo”, comentó Biles sobre su carrera. “Quieres que llegue, pero también quieres que no termine. A fin de cuentas, soy una gran atleta, pero ¿quién soy? Si nos quitamos la máscara, ¿entonces quiénes seremos? Todavía estoy tratando de averiguarlo”.



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