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Futuro incierto para apicultores turcos tras incendios


2021-08-09

Por ZEYNEP BILGINSOY

ESTAMBUL (AP) — Poco dejaron a su paso los incendios en Turquía, que convirtieron los verdes bosques en áridos montes cenizos. Los apicultores resienten mucho esa destrucción, pues perdieron miles de colmenas, así como los pinos y los insectos de los que dependen sus abejas.

Doce días de incendios mortales han asestado un fuerte golpe a la industria de la miel en Turquía, e incluso sus perspectivas a largo plazo parecen desoladoras.

Casi todos los residentes de Osmaniye, un vecindario en el centro turístico de Marmaris, en el suroeste de Turquía, se dedican a la apicultura. En un tiempo, sus colmenas apuntaban hacia las colinas verdes de la provincia de Mugla, en donde se ubica Marmaris, y proporcionaban el principal ingreso de muchas familias.

Ali Kaya, de 33 años, es un apicultor de segunda generación. Tras la muerte de su padre se hizo cargo de la empresa de miel que su padre fundó en 1979. Pero esta semana, Kaya perdió 250 colmenas en Osmaniye debido a los incendios, además de todo el ecosistema del que dependen las abejas, así que comprar nuevas colmenas no resolverá su problema económico.

Dice que toda la región está conmocionada.

“No quedó nada aquí, no quedaron árboles. Animales calcinados. Las casas y techos de algunas personas están calcinados”, comentó. “No tengo idea de qué haremos. Nuestras mentes están confundidas, nuestra perspectiva mental, destruida. No podemos pensar con claridad aquí en Osmaniye”.

Los pinos rojos endémicos de Anatolia se extienden por la cadena montañosa de Tauro. Se pueden ver a lo largo de la costa de Turquía, desde el este del Mediterráneo hasta el mar Egeo, en el norte, incluido un gran número alrededor de Mugla. Los pinos ofrecen un hábitat acogedor para varios arbustos y crean un entorno ideal para las abejas.

Las abejas de Mugla producen una miel especial basada en pinos. A diferencia de la mayoría de la miel del mundo, que se crea del néctar de las flores, las abejas en Mugla recogen las secreciones del Marchalina hellenica, un insecto escama que vive en los pinos y se alimenta de su savia. Lo que dejan atrás, lo toman las abejas para hacer una miel nutritiva.

Los incendios en Turquía comenzaron el 28 de julio durante una intensa ola de calor y azotaron durante días más de la mitad de las provincias del país. Para el domingo, todavía había algunos incendios en las provincias de Mugla, Aydin e Isparta. Al menos ocho personas murieron, así como una cantidad incontable de animales. Las aldeas y centros turísticos tuvieron que ser desalojados, y algunas personas tuvieron que huir a las playas para ser rescatadas por mar. Los incendios también amenazaban dos plantas termoeléctricas.

El gobierno turco ha prometido reconstruir los hogares quemados y compensar a los aldeanos por sus animales, además de proporcionar otra asistencia. Pero también ha sido criticado por su falta de aviones cisterna, mala planeación e incapacidad general para extinguir los incendios.

Samil Tuncay Bestoy, que encabeza la Asociación de Protección Ambiental y de las Abejas, dijo que cientos de miles de colmenas se salvaron simplemente por una cuestión de movimientos oportunos. Muchos apicultores nómadas, incluyendo algunos de Mugla, trasladan cada año sus colmenas a las planicies altas del interior de Turquía en la primavera y vienen a Mugla desde mediados de agosto en adelante para que estén en contacto con los pinos. Esas colmenas se salvaron de ser quemadas, pero todo su ciclo de producción ha sido destrozado.

“Ahora ya no tienen ningún lugar al cual volver, ya no quedan bosques”, dijo Bestoy, él mismo un apicultor. “Las abejas y los apicultores están aguardando en las planicies sin tener idea de qué hacer”.

Como no pueden quedarse en las planicies largo tiempo debido a sus necesidades alimenticias, la asociación estaba trabajando para hallar ubicaciones saludables y temporales en el bosque de Mugla, el cual ya tiene un elevado número de colmenas.

Es una solución a corto plazo para salvar a las abejas, pero deja ver la necesidad de una coordinación cercana entre el gobierno, las asociaciones de apicultores y los apicultores mismos para establecer la ruta a seguir. Los trabajadores podrían tener que hallar nuevos caminos para seguir siendo apicultores o tener que emplearse en otras industrias.

Incluso antes de los incendios forestales, los apicultores de Turquía ya sufrían por el cambio climático, con sequías y temperaturas elevadas que reducían la savia de los pinos y mataban a los insectos.

“La apicultura es una cultura fundamental de Anatolia, y ya estábamos advirtiendo que podríamos perderla debido a la crisis del clima. Estos incendios le han añadido combustible a ese fuego”, dijo Bestoy.

Más hacia el este, los bosques en el distrito Manavgat, de Antalya, también fueron incinerados. El apicultor Guven Karagol tuvo que abandonar sus colmenas una vez que las llamas estaban cerca.

“Los incendios llegaron rápidamente y mis colmenas estaban quemándose; lo único que yo podía hacer era ver. Seis años de mi trabajo, la labor de este año, quemados”, le dijo a la agencia noticiosa turca IHA.

Cuando regresó al amanecer tras los incendios, vio algunas abejas que salían y se percató que 20 de cada 100 colmenas habían sobrevivido de alguna manera.

“Pensé: ‘No puedo hacer esto en una naturaleza completamente ennegrecida’; mis esperanzas estaban destrozadas”, señaló. “Estas 20 colmenas me dieron esperanza”.



Jamileth


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