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El coronavirus en adultos mayores puede tener síntomas sigilosos


2021-08-13

Por Paula Span | The New York Times

Un día de marzo de 2020, Rosemary Bily se cansó tanto que apenas podía levantarse de la cama. “Dormía mucho”, dijo su yerno Rich Lamanno. “Estuvo exhausta durante casi todo un mes”. Bily, que ahora tiene 86 años, también presentó náuseas y diarrea, junto con una tos leve, y salió adelante en gran parte con Tylenol y Gatorade.

Días más tarde, su marido, Eugene Bily, de 90 años, empezó a toser y también se aletargó.

De no haber sido por una reunión familiar días antes, los hijos de los Bily no habrían sospechado del nuevo coronavirus. Podrían haber culpado a la gripe, o simplemente al avance de la edad. “Lo que oímos en la televisión fue ‘fiebre alta y dificultad para respirar’, pero ellos no tenían ninguno de esos síntomas”, recuerda Lamanno.

Sin embargo, una decena de invitados se habían reunido en un restaurante de Rockville Centre, Long Island, a principios de ese mes para celebrar el cumpleaños de una sobrina, y uno a uno la mayoría de ellos cayó enfermo de covid, incluidos Lamanno y su esposa.

Cuando los síntomas se extendieron, los médicos dijeron a la preocupada familia que lo más probable es que los Bily tuvieran COVID-19. Como las pruebas eran escasas en ese momento, ninguno de los dos se sometió a ellas; la familia también temía llevarlos a los hospitales locales, que estaban desbordados. No obstante, las pruebas posteriores de anticuerpos confirmaron que Eugene y Rosemary Bily, que viven en Oceanside, Nueva York, habían contraído y sobrevivido al virus mucho antes de que se aprobara o estuviera disponible cualquier vacuna.

La población mayor de 65 años, más vulnerable a los efectos del virus, se vacunó pronto contra la COVID-19 y tiene la tasa más alta de Estados Unidos: más del 80 por ciento está totalmente vacunada. Sin embargo, con el nuevo aumento de las infecciones, así como el incremento de las hospitalizaciones entre los adultos mayores, un nuevo estudio a gran escala publicado en Journals of Gerontology proporciona una advertencia oportuna: la covid puede tener un aspecto diferente en los pacientes de edad avanzada.

“La gente espera que haya fiebre, tos y dificultad para respirar”, afirma Allison Marziliano, autora principal del estudio. Es psicóloga social y de la salud en los Institutos Feinstein de Investigación Médica, que forman parte del gran sistema Northwell Health del estado de Nueva York.

Pero cuando los investigadores rastrearon las historias clínicas electrónicas de casi 5000 personas, todas mayores de 65 años, que fueron hospitalizadas por covid en una decena de hospitales de Northwell en marzo y abril de 2020, descubrieron que un tercio había llegado con síntomas inesperados.

Al buscar a través de los registros mediante el uso de un software de lenguaje, el equipo encontró que alrededor de una cuarta parte de los pacientes mayores informó de un deterioro funcional. “Se trataba de caídas, fatiga, debilidad, dificultad para caminar o levantarse de la cama”, explicó Marziliano.

El once por ciento experimentó alteraciones del estado mental: “confusión, agitación, olvido, letargo”, agregó. Alrededor de la mitad del grupo con síntomas atípicos también sufría al menos uno de los problemas clásicos de la COVID-19: fiebre, problemas para respirar, tos.

“Los médicos deberían saberlo, los adultos mayores deberían saberlo, sus cuidadores deberían saberlo: si se observan ciertos síntomas atípicos, podría tratarse de covid”, advirtió Marziliano.

La tasa de síntomas atípicos aumentó de manera significativa con la edad, al afectar a cerca del 31 por ciento de las personas de 65 a 74 años, pero a más del 44 por ciento de los mayores de 85 años. Esos síntomas eran más frecuentes en las mujeres, en los pacientes negros (pero no en los hispanos) y en los que padecían otras enfermedades crónicas, en particular diabetes o demencia.

Dado que las personas del grupo atípico eran menos propensas a experimentar problemas respiratorios y a requerir ventilación, era menos probable que necesitaran cuidados intensivos. Pero ambos grupos pasaron casi diez días en el hospital, y aproximadamente un tercio de cada grupo murió.

“Estas personas estuvieron en el hospital el mismo tiempo”, afirmó Marziliano. “Su tasa de mortalidad fue igual de alta. Así que esto no debería descartarse”.

La investigación refleja los hallazgos de otros estudios más pequeños sobre personas mayores realizados al principio de la pandemia en Estados Unidos y Europa. Durante un brote de covid en una residencia de ancianos de Providence, Rhode Island, por ejemplo, un estudio de la Universidad de Brown descubrió que el síntoma más común era la pérdida de apetito, seguido de letargo, diarrea y fatiga.

“No necesariamente nos sorprende esto”, comentó Maria Carney, geriatra y autora del estudio de Northwell. “Los adultos mayores no siempre se presentan como otros adultos. Puede que no tengan fiebre. Sus metabolismos son diferentes”.

Los diabéticos más jóvenes, por ejemplo, pueden sudar y experimentar palpitaciones si baja su nivel de azúcar en la sangre, explicó Carney. Una persona mayor con una disminución del azúcar en la sangre podría desmayarse sin previo aviso. Las personas mayores que sufren depresión pueden tener pérdida de apetito o insomnio, pero no necesariamente sentirse tristes.

En mayo de 2020, Carney recibió noticias de una hija preocupada por su madre, que tenía más de 80 años y se había debilitado de manera repentina. “No tenía fiebre ni tos, pero no era ella misma”, recordó Carney. Los médicos de una sala de urgencias local le diagnosticaron una infección del tracto urinario y le recetaron antibióticos, informó la hija. Sin embargo, cinco días después, el estado de su madre empeoraba. “Necesita una prueba de covid”, aconsejó Carney.

Diagnosticar con rapidez la COVID-19 en pacientes de edad avanzada puede suponer una gran diferencia. “Ahora tenemos cosas que ofrecer que no teníamos en la primera oleada”, dijo Eleftherios Mylonakis, jefe de enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina Warren Alpert de la Universidad de Brown, que dirigió el estudio de la residencia de ancianos de Providence. “Tenemos una mejor comprensión, más tratamientos y mejor apoyo”.

Entre las mejoras: el uso de fármacos anticoagulantes para evitar la formación de coágulos y el uso de anticuerpos monoclonales (el tratamiento que recibió el expresidente Donald Trump en el hospital Walter Reed de Bethesda, Maryland) que refuerzan el sistema inmunitario. Sin embargo, añadió Mylonakis, “es primordial iniciar cualquier tipo de tratamiento de manera temprana”.

Entender que algo tan vago como la debilidad, la confusión o la pérdida de apetito puede ser señal de una infección por covid también puede ayudar a proteger a amigos y familiares, que pueden aislarse y hacerse las pruebas ellos mismos. “No solo ayuda al individuo, sino que también puede contener la propagación del virus”, afirma Mylonakis.

Un diagnóstico de covid también puede evitar pruebas y procedimientos innecesarios. “Podemos evitar pruebas innecesarias, pinchar y hurgar y hacer tomografías”, dijo Carney. Las tomografías son caras, engorrosas y llevan tiempo de programación y análisis; un hisopo nasal para covid es rápido, relativamente barato y ahora está ampliamente disponible.

Con la generalización de la vacunación, los síntomas de la COVID-19 en los adultos mayores pueden ser aún más sutiles. La fiebre es fácil de medir, y la dificultad para respirar enviará a cualquiera a un servicio de urgencias, señaló Carney, mientras que “no necesariamente notamos si alguien ha dejado de comer”.

Su consejo, para los pacientes de edad avanzada y sus cuidadores y médicos, es estar atentos a los cambios que se producen de manera apresurada, en cuestión de días. “Cuando hay un cambio en el comportamiento, físico o cognitivo, puede no parecer una infección, pero hay que mantener la covid en lo más alto de la lista”, recomendó.

La mujer con la hija preocupada en efecto había contraído el virus; murió en un hospital.

Pero los Bily se recuperaron y siguen viviendo en su casa de dos pisos de Oceanside. Eugene Bily tuvo muchos problemas de salud incluso antes de la pandemia. En los últimos 18 meses, fue sometido a dos operaciones de cadera y a varias otras hospitalizaciones. En junio, empezó a recibir cuidados paliativos en casa.

No obstante, Rosemary Bily se recuperó por completo del virus. A sus 86 años, va en auto al supermercado y a la farmacia, visita su peluquería cada semana, se mantiene en contacto con la familia a través del iPad y el celular y ayuda a cuidar a sus nietas.

“Le va bien”, comentó Lamanno. “Ha retomado su vida normal”.



Jamileth


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