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Más que nunca, la hora de los laicos


2021-08-27

Por Salvador I. Reding Vidaña

Cada vez con mayores responsabilidades y oportunidades de evangelizar al mundo.

Un fenómeno cristiano del siglo XX, fue la toma creciente de conciencia en la Iglesia, tanto de su jerarquía como del laicado, de que cada miembro de la misma tiene roles y responsabilidades que cumplir, que en ocasiones, el otro no puede, o desde fuera no lo dejan. Crecí en una Acción Católica en la cual constantemente se nos decía lo mismo: “es la hora de los laicos”.

Es esta hora porque cada vez quedaba más clara la importancia clave de la acción laical en la vida diaria, en especial en mundos en los que los sacerdotes y obispos, y hasta los religiosos, iban siendo excluidos por poderosos civiles, en leyes y reglamentos. El caso particular es el de la no participación de sacerdotes y religiosos en la actividad política partidista y en la legislativa, principalmente. Independientemente de las reservas que la propia iglesia tiene al respecto.

La actividad política partidista, la legislativa y la administrativa de la sociedad, es campo de acción, casi desde siglos, de los fieles seglares, a pesar del gran poder e influencia que la Iglesia tuvo por siglos en Europa y luego en América. Sacerdotes y religiosos tienen tareas que cumplir, en las cuales un seglar no puede tomar su lugar, en el mundo estricto pastoral. En la política, hay una gran lucha doctrinal, conceptual e ideológica para defender la dignidad preeminente de la persona humana. Una lucha ante quienes van en contra de Dios y de las religiones en general, pero particularmente de las cristianas.
 
En el mundo de la academia, de la católica y hasta de otras religiones, la participación de seglares preparados ha ido tomando importancia. Por diversas razones, una de las cuales es la creciente escases de sacerdotes, religiosos y religiosas en órdenes dedicadas a la enseñanza. Otra es la especialización en materias profesionales propias de los seglares.

En otro de los mundos, el de los medios de comunicación, la presencia seglar es decisiva. Salvo en medios estrictamente evangelizadores, sacerdotes y religiosos raramente participan (o no los dejan). Y allí cada laico responsable debe cumplir la actividad evangelizadora, difundir la Verdad y servir de comunicadores excelentes para la sociedad en general.

El mundo está sufriendo una avalancha no antes vista de desinformación. Cada día los medios están llenos de falsas noticias de todo tipo, y de adoctrinamiento masivo de enemigos del Señor, esos que intentan, a como les de lugar, imponer el aborto y la eutanasia, así como la llamada ideología de género, y que destruyen en las mentes el concepto legítimo de la familia y el matrimonio naturales. Y ni hablar de su interés ateísta.

Y en todos los campos de la vida, se ha ido imponiendo el silencio a la jerarquía, con la intención de callar a la Iglesia que aboga por las grandes causas humanas, como la paz y el respeto a la vida. Y creen los enemigos que al callar (hasta con penas de prisión como es común en muchos lugares de misiones), están silenciado a la Iglesia, pero no lo logran, pues para eso están las voces de los laicos. Si a algún poderoso le enfurece la prédica de un obispo, por ejemplo, hay cientos, miles de laicos que pueden levantar sus voces, personal u organizadamente, para clamar por la Verdad y la justicia.

La doctrina social de la iglesia, se ha ido llevando al campo de la economía, a la empresa, y esto lo han hecho empresarios católicos que, a través de los años desde la Rerum Novarum, han ido encontrando y aplicando esos principios a la administración de sus colaboradores, y a cumplir con eficacia empresarial sus responsabilidades ante la sociedad, proveedores, clientes y otras personas afectadas, para bien o para mal, por la actividad comercial, bancaria y en especial la industrial. Los empresarios cristianos se empeñan en cuidar “nuestra casa común”, ante la destrucción que la invade.

En la vida administrativa de la Iglesia, los laicos han ido recibiendo cada vez más encomiendas, de tareas que pueden hacer en lugar del clero, y que éste se concentre más en sus propias responsabilidades pastorales.

Y ni hablar de las misiones. Sacerdotes, religiosos y laicos trabajan (como siempre se ha hecho, eso sí) en labores de caridad, en resolver problemas propios de lucha contra la enfermedad, el hambre, la sed, la vivienda, la educación, los medios de subsistencia, la defensa legal de los oprimidos, ¡de los migrantes! incluyendo aquellos dedicados a buscar las ayudas financieras y materiales para la asistencia en campos de misión, o a víctimas de desastres naturales o a zonas de pobreza extrema.

Ante los ataques destructores de la familia, la jerarquía y los religiosos, pueden predicar la verdad de lo que es la familia y sus funciones como células de la sociedad. Pero es el papel de los laicos hacer lo propio, y de los padres de familia en particular: predicar con el ejemplo de lo que es llevar un matrimonio cristiano, y la buena crianza y educación de los hijos. Sí, la prédica con el ejemplo. Muchos católicos no están conscientes de esto, y hasta viviendo en familia cristiana, no han comprendido el gran valor del ejemplo de vida.

Sí, ahora, por muchos cambios sociales en diversas naciones y en lo internacional, es, más que nunca, la hora de los laicos. Y muchos laicos responden a esas necesidades de acción. Contrarrestando a enemigos de Dios, cada vez hay más personas y organizaciones sociales en defensa de la Verdad, de la vida humana, de la familia, de la verdadera educación, y muy especialmente en el campo de la evangelización en los medios de comunicación, en particular en la Internet, en sus redes sociales, en prensa digital y en educación a distancia.

Si, sí es la hora de los laicos, más que nunca, cada vez con mayores responsabilidades y oportunidades de evangelizar al mundo que se aleja de Dios. La jerarquía católica no está ni sola ni abandonada, el laicado responde, pero aún hay mucho que hacer, que enseñar y propiciar para que esa misión evangelizadora laical se enriquezca y produzca más frutos. La viña del Señor requiere más operarios, con su testimonio, con su enseñanza, con su consejo y hasta con la alegría del buen cristiano, cuyo corazón está lleno de la paz de Cristo.



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