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El verdadero timón de la historia


2021-09-10

Por  | Gaudium Press

“El mundo está en llamas; quieren volver a condenar a Cristo; quieren derribar la Iglesia”. (Santa Teresa de Jesús).

La gente suele engañarse pensando que el curso de los acontecimientos lo determinan los gobernantes o los potentados de las finanzas o la propaganda.

Ahora bien, el verdadero timón de la historia se encuentra en una esfera mucho más elevada, inaccesible para los hombres: en los misterios de la Providencia.

Por tanto, se trata de saber qué hora es en el misterioso reloj de Dios. ¿Qué juicio está haciendo el Creador de la humanidad en nuestros días? ¿Se está moviendo esto hacia el cumplimiento de los planes de Dios? Si no, ¿se acerca el momento de una intervención decisiva del Cielo?

Estas son las grandes cuestiones a las que los hombres deben atender, hoy y siempre. Todo fue creado en Cristo y para Cristo. Y como el Hijo y la Madre son parte del mismo decreto divino, y Jesús es el centro de la Creación, en esta cumbre también se encuentra María Santísima.

Como Madre de los hombres y Reina de Corazones, lleva el timón de los acontecimientos, a veces distanciándose, dejando a los hombres a su libre albedrío, a veces interviniendo por la fuerza de su Omnipotencia Suplicante, cambiando el curso de la Historia.

En la realidad profunda, todo sucede como resultado de la fidelidad o infidelidad del género humano en actuar “para la mayor gloria de Dios”.

Y, para alcanzar este objetivo supremo, es necesaria la correspondencia a la gracia de las personas más llamadas, de las almas clave, que han recibido una vocación más destacada para conducir al mundo por los caminos de la salvación, y de cuyo celo a veces depende toda una era histórica.

Así, por ejemplo, el Papa Inocencio III vio en sueños la Basílica de San Juan de Letrán a punto de derrumbarse, sostenida sólo por un religioso humilde, a quien interpretó como siendo San Francisco de Asís.

La Providencia quiso entonces de que el progreso espiritual de toda la sociedad dependiera de la santificación del Poverello.

Y, por su parte, los hombres providenciales están sujetos, para el éxito de su misión, a las gracias infundidas por el Espíritu Santo, siempre por intercesión de su Fidelísima Esposa.

Es en esta perspectiva de la eternidad proporcionada por la virtud de la sabiduría, a través de la cual vemos todo a través de los ojos de Dios, que debemos considerar la vida.

¡Cuántos reinos aparentemente inexpugnables se han reducido a polvo! ¡Cuántos potentados, haciéndose pasar por dioses, no han sobrevivido ni siquiera a unas pocas generaciones, pasando directamente a los sótanos de la historia!

En última instancia, la realización del Reino de Dios en esta Tierra está subordinada a los designios del Altísimo. Si colma de gracias a la humanidad, de la manera dada en Pentecostés, los hombres, por así decirlo, no podrán resistir.

Pero para ello, la manecilla del reloj de Dios aguarda, a través de misteriosos designios, una petición del Dulce, Sapiencial e Inmaculado Corazón de María.

Este, en efecto, es el verdadero centro de los acontecimientos en la Tierra, de tal manera que se puede decir, parafraseando el lema cartujo: “¡Mientras el mundo gira, el Corazón de María permanece!”



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