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La tragedia de la inundación en Tula fue una decisión política
Dean Chahim | The Washington Post Dean Chahim es ingeniero civil y doctor en antropología. Su investigación posdoctoral en la Universidad de Princeton es sobre la problemática del drenaje en el Valle de México. El 6 de septiembre una inundación en Tula y buena parte del Valle de Mezquital, en el estado mexicano de Hidalgo, mató a 15 personas y afectó a más de 31,000 viviendas. No fue un “fenómeno natural”, como señalan las autoridades, ni un hecho aislado: fue un efecto predecible derivado de un manejo político del drenaje en el Valle de México, donde se ubica la Ciudad de México y su zona conurbada. Este manejo siempre ha privilegiado las zonas céntricas y de mayor plusvalía, mientras se han sacrificado las zonas periféricas y marginadas. Esa inundación fue una de las más graves en la zona metropolitana, pero no será la última: el 17 de septiembre —solo 11 días después del primer desastre— el río se desbordó nuevamente, lo cual demuestra que se requiere un cambio radical en el manejo del agua. El gobierno de Hidalgo y el federal han insistido en que las inundaciones fueron causadas por “un fenómeno natural” ya que “había mucha lluvia” y se encontraban llenas las presas desde la semana anterior. Sin embargo, esto es un dato engañoso. Lo que hizo que el Río Tula se desbordara no fue el desfogue combinado de la Presa Danxhó (50 metros cúbicos por segundo) y la Presa Requena (120 metros cúbicos), ya que el río tiene la capacidad de conducir 250 metros cúbicos por segundo. Lo que ocasionó que el río se desbordara fue el torrente adicional, de al menos 220 metros cúbicos, de aguas negras y pluviales provenientes del Valle de México que la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y el Sistema de Aguas de Ciudad de México (SACMEX) mandaron al Valle de Mezquital. Este desalojo tremendo de aguas nocivas y la inundación no tienen nada de “natural”. El Valle de Mezquital y el Valle de México, originalmente cuencas separadas, ahora forman parte de un mismo sistema hidráulico que está interconectado artificialmente por cinco conductos enormes, de los cuales los principales son el Túnel Emisor Central y el Túnel Emisor Oriente (TEO). ¿Cómo llega el agua del Valle de México a estos conductos? Las aguas negras y pluviales se juntan en una serie de colectores a lo largo de la zona metropolitana. Estos colectores son evacuados por gravedad mediante los túneles del Sistema del Drenaje Profundo o por bombeo a los cauces como el Gran Canal. Tanto SACMEX como CONAGUA tienen un control preciso sobre este flujo: pueden cerrar compuertas del Drenaje Profundo o dejar de bombear, lo cual impide que los colectores se vacíen hacia el Valle del Mezquital. Derivado del control que tienen los ingenieros sobre los flujos del agua al Valle de Mezquital, puedo afirmar que la inundación del 6 de septiembre en Tula y sus alrededores se hubiera podido evitar al cerrar la mayoría de las compuertas del Drenaje Profundo y dejar de bombear a los cauces superficiales hasta que bajaran los niveles en el Río Tula. Esto hubiera reducido el flujo en el río casi a la mitad, impidiendo su desbordamiento. ¿Qué hubiera pasado en el Valle de México con el cierre de compuertas? Se hubiera inundado con sus propias aguas negras y pluviales, las cuales no hubieran tenido salida. Esta es una disyuntiva para los ingenieros de SACMEX y CONAGUA que operan el sistema de drenaje, algo que yo mismo observé durante mi investigación doctoral entre 2017 y 2019. Noche tras noche, observé en el Puesto de Mando de SACMEX cómo los ingenieros enfrentaban un dilema no tanto técnico sino político y moral: decidir qué zonas inundar. Cuando el sistema de drenaje se llena, no hay forma de prevenir por completo las inundaciones, más bien hay que dirigirlas a través del cierre de compuertas y la restricción de bombeo. Pude constatar un patrón discriminatorio, en las que las compuertas se cierran primero en las zonas de alta marginación como Iztapalapa, Ecatepec y Ciudad Nezahualcóyotl, dejando que se inunden para proteger a la zona centro de la capital del país. A nadie, y menos a los ingenieros, les gustaba esa situación. Ellos se veían obligados a inundar las zonas más empobrecidas del Valle de México porque trabajan en un contexto político en el que las industrias valen más que la vida, y hay vidas que valen más que otras. El manejo político de los sistemas de drenaje no se ha limitado a esta zona metropolitana. El año pasado, el propio presidente Andrés Manuel López Obrador admitió que tomaron la decisión de inundar una zona en la que habitan personas pobres e indígenas en el estado de Tabasco para proteger el centro de Villahermosa, la capital. En el Valle de México el TEO se construyó durante tres gobiernos federales porque supuestamente iba a resolver finalmente el problema. Pero lo que hizo solo fue trasladar el problema aún más lejos: del oriente del Valle de México al Valle de Mezquital. Tampoco ha resuelto todo el problema de las inundaciones, como se demuestra con la inundación en Ecatepec, en la zona conurbada de la capital, pocas horas antes del desastre en Hidalgo. La solución es una idea que se ha manejado desde hace más de 70 años, pero siempre se ha ignorado: ampliar, lo más posible, la retención de agua en el Valle de México. Para ello, es imprescindible que de inmediato se restaure y aumente la capacidad de los vasos reguladores, azolvados e invadidos por obras como las del Tren Interurbano. Y a mediano plazo, se tiene que disminuir el crecimiento de la metrópoli a través de inversiones en otras ciudades, para poder conservar las áreas verdes existentes, que disminuyen la velocidad de los escurrimientos. No debemos aceptar que las únicas dos opciones son inundar el Valle de Mezquital o inundar el Valle de México. Retener más agua en el segundo disminuiría las inundaciones tanto en Tula como en Ecatepec. También haría posible, por fin, el saneamiento y el mejor aprovechamiento de las aguas que comparten estos valles interconectados. aranza |
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