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Un sistema corrupto y opaco mantiene a Irak a oscuras
Por SAMYA KULLAB BAGDAD (AP) — En Sadr City, un suburbio de Bagdad, hay brillantes carteles electorales junto a las marañas de cables eléctricos que cuelgan en el callejón por donde Abu Ammar llega a su casa. Pero su mente está muy lejos de las elecciones federales iraquíes del 10 de octubre. La pensión que recibe este soldado retirado de 56 años apenas cubre el coste de la comida y los medicamentos, mucho menos la electricidad. Pese a los apagones crónicos de la red nacional, Abu Ammar no puede permitirse un generador. Cuando las luces se apagan, no tiene más opción que robar electricidad del cable de un vecino. Sentado en su austera sala de estar, dice que no tiene los contactos políticos adecuados para conseguir electricidad de otro modo. En Irak, la electricidad es un potente símbolo de la corrupción endémica, entrelazada con un sistema de reparto de poder del país en función de los grupos religiosos que permite a las élites políticas utilizar redes clientelares para afianzar su poder. El sistema se perpetúa tras cada ciclo electoral: Tras la votación, los políticos compiten por los cargos públicos en un frenesí de negociaciones basado en el número de escaños conseguidos. Las carteras ministeriales e instituciones del estado se reparten para crear esferas de influencia. En el Ministerio de Electricidad, el sistema ha permitido pagos no declarados a dirigentes políticos desviados de los pagos a las compañías contratadas para mejorar el servicio. The Associated Press habló con una docena de funcionarios pasados y actuales del Ministerio y contratistas de empresas. Describieron acuerdos tácitos, alcanzados con intimidación y pactos de beneficio mutuo, entre funcionarios con cargos políticos, partidos y empresas para garantizar que un porcentaje de los fondos acaban en las arcas de los partidos. Todos hablaron bajo condición de anonimato por temor a represalias. “La corrupción ocurre como un acto individual o por interés político”, dijo el portavoz ministerial Ahmed Mousa. “En Irak ocurre en todas partes, no sólo en el Ministerio de Electricidad”. Mientras tanto, la población se indigna porque en Irak, un país petrolero con abundantes recursos energéticos, tener electricidad las 24 horas del día es un sueño lejano. En todo el país, los vecindarios sufren apagones a diario, que llegan hasta las 14 horas en lo más crudo del verano en las provincias más pobres del sur, donde la temperatura puede alcanzar los 52 grados Celsius (125 Fahrenheit). Es una situación que desconcierta a los expertos en energía. “Las soluciones técnicas están claras, y no se están aplicando. Uno tiene que preguntarse por qué”, dijo Ali al-Saffar, de la Agencia Internacional de la Energía. CONTRATOS OPACOS En junio, un empresario iraquí recibió una llamada del representante del comité económico del Movimiento Sadrista, dirigido por Muqtada al-Sadr, un clérigo chií populista que despierta una fidelidad extrema y cuyo partido obtuvo el mayor número de escaños en las elecciones de 2018. El representante, Abbas al-Kufi, quería verle. Sabía que el empresario se había reunido con miembros del Ministerio de Electricidad para hablar de un proyecto multimillonario para aumentar el cobro de facturas que los consumidores deben al gobierno, que en Irak rara vez se pagan. En la oficina de Al-Kufi, el empresario recibió instrucciones de entregar el 15% de lo recaudado, en efectivo, una vez se hubiera firmado el acuerdo y el Ministerio pagara los recibos. “No son tímidos”, dijo el empresario. “Te dicen: ‘Si no nos sigues, te haremos daño’”. La influencia de Al-Kufi se ve respaldada por la poderosa milicia del Movimiento Sadrista. Al-Kufi, que fue un líder miliciano en la lucha contra el grupo extremista Estado Islámico, es un nuevo ejemplo de representantes económicos de partidos que han forzado a las compañías a ceder a sus términos durante años. Nassar al-Rubaie, líder de la rama política del Movimiento Sadrista, confirmó que Al-Kufi era miembro del movimiento, pero negó las diferentes acusaciones en su contra o contra la agrupación, que calificó de “calumnias”. Al-Rubaie añadió que si había documentos que demostraran la complicidad de sadristas en casos de corrupción se encargaría personalmente de que fueran procesados. Pero esos documentos no existen. Los contratistas dicen que la intimidación es el procedimiento habitual en el Ministerio de Electricidad. Un empleado de una gran multinacional dijo que le habían ordenado subcontratar de forma exclusiva a una empresa local como parte de un acuerdo de miles de millones de dólares que se estaba negociando con el gobierno. Para asegurar los fondos a desviar de los proyectos, en ocasiones se facturan materiales más caros que los que se compran en realidad. Un funcionario estimó que se han perdido “miles de millones” en estas operaciones desde 2003, pero no hay cifras precisas disponibles. ECUACIONES DESOLADORAS Todos los ministros de Electricidad desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 que derrocó al dictador Saddam Hussein ha enfrentado una ecuación desoladora: Irak debería poder producir más de 30,000 megavatios de energía, suficiente para cubrir la demanda actual, pero sólo en torno a la mitad de eso llega a los consumidores. Una maltrecha infraestructura, la falta de combustible y los robos suponen entre el 40% y el 60% de las pérdidas, una de las tasas más altas del mundo. En el sur, una región más pobre, la envejecida red se ve presionada también por el calor, la expansión urbana y los asentamientos ilegales. Los ingresos por el pago de facturas son nimios y los subsidios astronómicos. El Ministerio reúne menos del 10% de lo que debería en facturas. Un comité parlamentario reportó en diciembre que se habían invertido 81,000 millones de dólares en el sector eléctrico desde 2005, pero los apagones siguen siendo la norma. Eso se debe en parte a los nombramientos políticos en instituciones públicas, especialmente directores generales de departamentos clave, que tienen la mayor influencia en el Ministerio y tienen la autoridad para facilitar el fraude en los contratos, según seis funcionarios actuales y antiguos. Las negociaciones tras los comicios de 2018 implicaron al menos 500 puestos de esa clase. El Movimiento Sadrista recibió 200, la cifra más alta. El futuro parece sombrío. Se espera que la demanda se multiplique por dos en 2030 y la población iraquí crezca en un millón de personas al año. La Agencia Internacional de la Energía estima que al no desarrollar su sector eléctrico, Irak ha perdido 120,000 millones de dólares entre 2014 y 2020 en empleos y crecimiento industrial debido a una demanda insatisfecha. UN ALTO PRECIO Los problemas energéticos en Irak tienen un coste oculto: La falta de sueño. A Uday Ibrahim Ali, que repara generadores, le despiertan a menudo para atender urgencias en el vecindario de Zubair, en Basora. Sus clientes le suplican: Los niños no pueden dormir en el calor abrasador. “¿Puedo ignorarles? No puedo”, comenta. En el verano de 2018, el penoso servicio eléctrico provocó protestas en Basora en las que murieron al menos 15 personas. Un año más tarde, las protestas masivas paralizaron Bagdad y el sur de Irak, mientras decenas de miles de personas condenaban la corrupción rampante que ha lastrado la red de distribución. Varios candidatos independientes surgidos del movimiento de protesta en Basora han hecho de la electricidad una prioridad de cara a las elecciones. Muchos iraquíes desilusionados piden boicotear las elecciones. Se espera que una participación más baja garantice un buen resultado a movimientos de base como los sadristas. Eso se debe a personas leales como Mahdi Mohammed. Mohammed, de 60 años, tiene asma. Cuando se apagan las luces se rocía con agua y jadea en la oscuridad porque apenas puede respirar. La culpa es de los partidos que llegaron antes del Movimiento Sadrista, afirma, añadiendo que votará a un candidato sadrista. Va a añadir algo, pero en ese momento vuelve la electricidad, las luces se encienden y una ráfaga de aire frío le refresca la cara. Cierra los ojos y mira hacia arriba. “Bienvenida, bienvenida”, dice entre lágrimas. JMRS |
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