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La historia nos recuerda que esta pandemia no será solo una crisis, será una época


2021-10-14

Gina Kolata | The New York Times

¿Cuándo terminará la pandemia?

Los esqueletos se mueven por un paisaje estéril hacia unas cuantas personas aterrorizadas y desamparadas aún vivas. La escena, imaginada por Pieter Brueghel el Viejo en la pintura “El triunfo de la muerte” de mediados del siglo XVI, ilustra el impacto psíquico de la peste bubónica.

Era un terror, dicen los historiadores, que permaneció incluso al retroceder la enfermedad.

Las olas destructivas de la COVID-19 han infligido su propia desesperanza en la humanidad del siglo XXI, dejando a muchos con la duda de cuándo terminará la pandemia.

“Tendemos a pensar en las pandemias y las epidemias como episódicas”, comentó Allan Brandt, un historiador de la ciencia y la medicina de la Universidad de Harvard. “Pero vivimos en la época de la COVID-19, no en la crisis de la COVID-19. Habrá muchos cambios que son significativos y perdurables. No vamos a mirar atrás para decir ‘Ese fue un momento horrible, pero ya terminó’. Vamos a lidiar con muchas de las ramificaciones de la COVID-19 durante décadas, décadas”.

Parecía que la pandemia estaba casi por terminar, en especial en los meses anteriores al dominio de la variante delta.

“Cuando las vacunas recién salieron, empezamos a recibir el pinchazo en nuestros brazos y muchos de nosotros nos sentimos transformados física y emocionalmente”, dijo Jeremy Greene, un médico e historiador de la medicina en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. “Teníamos un intenso deseo de que eso se tradujera en: ‘La pandemia ha terminado para mí’”.

Añadió: “Fue un engaño voluntario”.

Y esa es justo la lección de la historia que a menudo se olvida, dijo Frank Snowden, historiador de la medicina en la Universidad de Yale: lo difícil que es declarar que una pandemia ha concluido.

Puede incluso que no concluya cuando el padecimiento físico, medido en enfermedad y mortalidad, haya disminuido bastante. Puede continuar mientras la economía se recupera y la vida regresa a algo parecido a la normalidad. La persistente conmoción psicológica de haber vivido con el temor prolongado a la enfermedad grave, el aislamiento y la dolorosa muerte toma mucho tiempo en desvanecerse.

Algunas enfermedades, como la gripe de 1918, retrocedieron. Otras, como la peste bubónica, siguieron ardiendo a fuego lento. EL VIH sigue con nosotros, pero con medicamentos para prevenirlo y tratarlo. En cada caso, el trauma para los afectados persistió mucho después de que retrocedieron la amenaza inminente del contagio y la muerte.

Cuando menos, el virus que causa la COVID-19 ha humillado a los expertos que alguna vez predijeron confiadamente su trayectoria, sin prestar atención a las lecciones de la historia.

“Lo que vivimos ahora es un nuevo ciclo de desaliento colectivo”, dijo Greene, una consternación surgida de la frustración con la incapacidad para controlar el virus, la furia de los vacunados ante quienes se rehúsan a vacunarse y la desilusión de que unas vacunas asombrosamente efectivas no hayan devuelto la vida a la normalidad.

Sin importar cuándo o cómo menguan las pandemias, modifican el sentido del tiempo de las personas.

“Una pandemia como la de la COVID-19 es una ruptura de la narrativa progresiva”, de que la medicina avanza y las enfermedades son vencidas, dijo Greene.

Al prolongarse la pandemia, los días se funden unos con otros mientras el tiempo parece nublarse y ralentizarse sin que se pueda avanzar.

En las pandemias del pasado, como ahora, fuertes movimientos anticiencia obstaculizaron la salud pública y el declive de la enfermedad.

Tan pronto como Edward Jenner presentó la primera vacuna contra la viruela en 1798, aparecieron afiches en Inglaterra que mostraban a los humanos vacunados con “brotes de cuernos y pezuñas”, dijo Snowden.

“En la Gran Bretaña del siglo XIX, el movimiento más grande fue el movimiento antivacunas”, añadió. Y al resistirse los opositores a las vacunas, las enfermedades que debían haberse domado persistieron”.

La diferencia, no obstante, entre los escépticos de las vacunas y la desinformación pandémica de entonces y de ahora, dijeron los historiadores, es el auge de las redes sociales, que amplifican los debates y las falsedades de una forma que es realmente nueva.

Con el VIH, dijo Brandt, “hubo teorías de la conspiración y mucha desinformación, pero nunca tuvo un sistema de difusión como la COVID-19”.

Otras pandemias, como esta, fueron restringidas por lo que Snowden llama “arrogancia desmesurada”, certezas altaneras de los expertos que añaden a las frustraciones de comprender cuándo y de qué modo desaparecerá.

Con la covid, expertos destacados declararon en un principio que los cubrebocas no servían para evitar el contagio, solo para dar marcha atrás después. Los epidemiólogos publicaron, confiados, modelos de cómo avanzaría la pandemia y lo que se requeriría para alcanzar la inmunidad de rebaño, solo para encontrar que estaban equivocados. Los investigadores dijeron que el virus se transmitía en las superficies y luego dijeron que no, que se propagaba por gotículas en el aire. Dijeron que era poco probable que el virus se transformara de manera significativa y luego advirtieron que la variante delta era mucho más transmisible.

“Lo pagamos caro”, dijo Snowden. Muchas personas perdieron la confianza en las autoridades entre tantas directivas y estrategias cambiantes que debilitaron el esfuerzo por controlar al virus.

Jonathan Moreno, historiador de la ciencia y medicina en la Universidad de Pensilvania, dijo que el fin de la covid sería análogo a un cáncer en remisión: aún presente pero no tan mortal.

“Nunca te curas”, dijo. “Siempre está de fondo”.



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