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‘Una película de policías’: ¿Cómo nos arreglamos entre ciudadanos y uniformados?


2021-11-05

Por Alexandra Zapata Hojel, The Washington Post

Conocí a la oficial María Teresa Hernández Cañas y a su pareja, José de Jesús Rodríguez —mejor conocido como “Montoya”—, el 28 de septiembre de 2017. En los primeros 10 minutos de nuestra reunión Tere ya me había dejado ver su profundo amor por la corporación a pesar de sufrir en carne propia el sistema disfuncional entre ciudadanía y policías, que termina por descarrilar vocaciones de servicio.

“Siempre tendré sangre azul”, me dijo con frecuencia Tere. También, que cada vez que escucha el sonido de las sirenas o a la ciudadanía pidiendo ayuda tiene ganas de ir corriendo en su apoyo. Tiene ganas de ser policía: “Yo siempre quiero ayudar”. Cuatro años después de ese primer café, Tere y Montoya, protagonistas de Una película de policías —que acaba de estrenarse en cines y en Netflix—, aún tienen la misma convicción que los llevó a entrar a la Academia de Policía.

Para muchos uniformados el llamado a servir y a proteger a la ciudadanía está en su ADN. Sin embargo, la misma profesión en la que fincan sus sueños choca con un sistema al que le urgen cambios para poner a las personas al centro. La seguridad requiere de las fortalezas de ciudadanos y policías, al mismo tiempo que modificar las conductas de ambos que no nos enorgullecen.

Durante mucho tiempo se ha pensado que las Policías deberían tener como prioridad reducir la incidencia delictiva en sus comunidades. Desde hace seis años Rodrigo Canales, profesor e investigador de Yale, me ha convencido que la confianza tendría que ser el punto de partida: ¿Cómo serían las cosas si el objetivo principal de una organización policial fuera construir confianza con su ciudadanía y, a partir de ella, construir una comunidad segura para todos? Tiene razón: policías y ciudadanos deben caminar juntos primero, para poder procurar seguridad después.

Aunque suene imposible, no lo es. En México existen múltiples agentes de cambio dentro y fuera de las corporaciones, y desde distintos niveles de gobierno, que han dedicado sus vidas a transformar a las Policías. Varios esfuerzos han conducido a experiencias exitosas. Desafortunadamente, prácticamente todos los esfuerzos tienen en común la falta de continuidad en el tiempo, y peor, el olvido de las comunidades a las que sirvieron.

Los casos de éxito no se han contado bien. Ni los gobiernos locales ni los partidos políticos han sabido construir una narrativa con la cual la o el ciudadano común se pueda identificar o empatizar. Las continuas fallas para comunicar han privado a estos esfuerzos de la visibilidad que merecen.

Tampoco se han defendido desde la sociedad. Sin el reconocimiento y acompañamiento de la ciudadanía, estos esfuerzos se han quedado sin el blindaje político necesario para sobrevivir los cambios de gobierno. No hay transformación institucional que pueda lograrse en tres o en seis años, mucho menos cuando premiamos en las urnas los discursos que insinúan la reinvención del hilo negro. Estas son las contradicciones de un sistema que mantiene cautivos a individuos que buscan reconstruir una relación que hoy está rota.

La película es un relato que busca despertar reflexión, empatía y buen humor, pero también explora la parte humana del policía en México, los dilemas e incentivos del sistema que conducen más al abuso que al servicio público, y los contextos donde las y los ciudadanos somos parte central del problema.

El viaje que implicó esta película me confrontó con mis propios prejuicios —y espero que a quienes la vean les pase lo mismo—, pero sobre todo elevó mi nivel de optimismo sobre que, en la relación de la gente con sus policías, las cosas pueden cambiar.

Hace poco reflexionaba con los actores Mónica del Carmen y Raúl Briones sobre el momento en el que dejamos de concebir a las Policías como parte de nuestras comunidades: ¿Cuándo nos dimos la espalda y cómo podemos volver, contra todo pronóstico, a confiar los unos en los otros?

La película busca generar este abanico de reflexiones. Y si bien la discusión sobre seguridad no es reciente en nuestro país, sí ofrece un punto de partida distinto para generar una nueva conversación. Bienvenidos los debates, los cuestionamientos y el análisis. Los necesitamos si nos queremos arreglar.



Jamileth


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