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Las deportaciones masivas atenuaron la crisis de la frontera en Estados Unidos. ¿Cuánto durará?


2021-11-23

Editorial | The Washington Post

Decenas de miles de haitianos que aspiran ingresar a Estados Unidos están aglomerados en México, algunos a lo largo de la frontera, otros en un pueblo pequeño cerca de la frontera con Guatemala. En la propia Haití, inmersa en una vertiginosa crisis económica, política y de seguridad, algunos están tan desesperados que se están embarcando en rutas cada vez más peligrosas para escapar, como por ejemplo a Puerto Rico.

Los funcionarios estadounidenses que han visitado la nación caribeña han transmitido un mensaje que prácticamente equivale a encogerse de hombros. Afirman que los problemas de Haití solo los puede abordar Haití. Eso se traduce en una política inexistente, dada la ausencia de una autoridad política legítima y la impotencia de la policía haitiana, la cual no cuenta con el suficiente personal y tiene menos armas que las bandas criminales y las redes de secuestro que han paralizado al país.

Por supuesto, los haitianos no fueron los únicos impulsores de las 1.7 millones de detenciones a lo largo de la frontera suroeste en el año fiscal que culminó el 30 de septiembre, una cifra récord que incluyó a muchos migrantes que repetían sus intentos de cruzar. Los migrantes no autorizados de América Central y otros lugares también fueron atraídos por las señales mixtas del nuevo gobierno, que combinaron pronunciamientos oficiales en los que se les advertía a las personas que no intentaran cruzar la frontera con una flexibilización de la aplicación de la ley que le permitió a decenas de miles de familias con niños, entre otros, a ingresar al país sin papeles.

Las detenciones en la frontera, que reflejan el número de cruces ilegales, alcanzaron su punto máximo en julio y agosto, cuando más de 200,000 personas fueron arrestadas, y desde entonces se han reducido en 20%, a unas 164,000 el mes pasado. La reducción en la cantidad de migrantes haitianos arrestados fue en especial dramática, luego de que casi 18,000 fueran capturados en septiembre, muchos en Del Río, Texas, donde miles habían establecido un campamento de carpas debajo de un puente internacional. El mes pasado, los agentes fronterizos solo interceptaron a 902 haitianos.

Es tentador ignorar los problemas de Haití, porque son espinosos y hay muy pocas maneras sencillas de resolverlos. Desafortunadamente, su complejidad, así como la realidad de que Haití es un Estado fallido, no sugiere que será una situación estática en el futuro. La preocupación por el sufrimiento del pueblo haitiano debería ser suficiente para impulsar la ayuda de Estados Unidos. Pero además, el interés propio también tiene argumentos contra el letargo actual.

Desde hace mucho tiempo la volatilidad del país ha llevado a los migrantes a buscar una salida y, en muchos casos, a encontrar un camino hacia Estados Unidos. En la actualidad, esa volatilidad es cada vez más intensa debido al descenso a la anarquía y el caos cuyos niveles son extremos incluso para los estándares de Haití. El gobierno de Biden evade esta realidad bajo su propio riesgo.



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